Seminario por el reagrupamiento de la izquierda y los luchadores |
Documentos del Frente José Martí Documento para el seminario programático del espacio por el reagrupamiento de la izquierda. “El camino es largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta, hay que retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa, nos separamos de las masas; en ocasiones, por hacerlo lentamente, sentimos el aliento cercano de los que nos pisan los talones. En nuestra ambición de revolucionarios, tratamos de caminar tan aprisa como sea posible, abriendo caminos, pero sabemos que tenemos que nutrirnos de la masa y que esta solo podrá avanzar más rápido si la alentamos con nuestro ejemplo” Ernesto “Che” Guevara. La experiencia del Frente José Martí es la de muchos que emprendimos el “viaje de ida” de la militancia revolucionaria durante la década el 90. Década peculiar si las hubo, que nos encontró en un contexto de retroceso y derrota mundial, de fragmentación y aislamiento, de avance del imperialismo en una fase más agresiva aún y en donde los interlocutores válidos para un camino de transformación de la sociedad se hallaban más en el terreno de “lo social” que en las organizaciones tradicionales de la izquierda. “Sacar la cabeza” después de la caída del muro de Berlín, hablar de socialismo luego del “fin de la historia” y la trágica experiencia soviética, hablar de clase obrera en pleno auge de la filosofía postmoderna era a la vista del imaginario social, en el mejor de los casos, algo risible. La búsqueda heterodoxa, casi artesanal, la necesidad de romper con El Dogma, eran atractivas para una generación que encontraba más voluntad de adoctrinamiento que de diálogo en las organizaciones referentes de la izquierda argentina. Esta mirada prejuiciosa, que repulsaba cualquier cosa que se le parezca a la palabra organización o estructura fue el punto de partida de un proceso de maduración, de formarnos como militantes que nos fue llevando, 19 y 20 de diciembre del 2001 de por medio, hacia visiones mas políticas y estratégicas, a pensar la necesidad de la organización como herramienta indispensable para cualquier política que pretenda ser revolucionaria dispuntándole seriamente el poder a la burguesía, a estudiar las experiencias previas, etc. Creemos, haciendo un balance de lo recorrido hasta aquí, que fuimos forjando una identidad, una suerte de cultura política que si bien nos permitía eliminar progresivamente los prejuicios sobre la izquierda en general, no anulaba el análisis acerca de los problemas que hicieron que nos conformemos como organización independiente a lo ya existente. Esta identidad intentaba (intenta) tosudamente combinar la posibilidad de relacionarnos menos ortodoxamente con la política y con las masas sin diluir ni un ápice nuestra rigurosidad marxista en el análisis y en el programa nacido de este. Identidad que intentaba incorporar un elemento pedagógico a nuestra práctica política que consiste en pensar el encuentro con el otro como un diálogo en donde nuestro rol no es el de “maestros iluminados” sino el de “co-protagonistas del aprendizaje”, un diálogo que implica reconocer al otro como un sujeto y no como un recipiente a ser llenado de supuestas verdades marxistas extraídas de un cajón. Demás esta decir que ese otro planteado como interlocutor no es sino el polo oprimido y/o explotado en la lucha de clases. Pasando en limpio las condiciones de arranque, reconocemos tres graves problemas que marcaron el porqué del nacimiento del Frente José Martí: Problema 1: El del devenir histórico de la lucha de clases: Los noventas marcan el punto cúlmine de un proceso de derrota en la lucha de clases que en lo nacional comenzó a partir de 1975-1976. Durante la década menemista se terminaron de enterrar conquistas históricas que hacían a la capacidad de los trabajadores de enfrentarse contra el capital aunque más no sea en busca de mejoras en sus condiciones de vida: Leyes laborales abolidas, dirigentes sindicales totalmentente cooptados y bucocratizados enquistados sobre unas bases que, salvo en gestas heroicas, volvían a cuarteles de invierno. Es que las masas de trabajadores sufrieron no solo una transformación pauperizante de sus condiciones de vida y de trabajo, sino una orfandad de perspectiva política y organizacional que nació de la derrota material de gran parte de la vanguardia obrera-popular y de sus organizaciones. Luego de cada momento de derrota existe un pulular de concepciones político/ideológicas que renacen de entre las cenizas de la historia para cerrar el circulo del retroceso: por un lado posiciones de derecha que revisan lo actuado por la clase obrera en estos procesos desde la óptica del fracaso (evadiendo la condición de derrota, es decir, sin ubicar el esquema de “fuerzas en pugna” en la necesaria crítica) tratando de finalizar el desarme político con recetas posibilistas, liquidacionistas y reformistas. Por otro lado también se pudieron observar que las organizaciones que tuvieron la valentía y la coherencia para seguir apostando a un mundo sin explotación aún en momentos de reflujo tomaron una actitud defensiva y acritica de las experiencias desarrolladas por su propia corriente. Sellando así la posibilidad de, mediante la autocrítica feroz y constructiva ser maestros en “el arte del repliegue” como pedía Lenin luego de 1905. Problema 2: Los errores políticos. No solo apoyar a dictaduras genocidas a favor de un espúreo pacto cívico militar, no solo creer que la política nacía de la punta de un F.A.L., no solo confundir a la guerra de Malvinas con algún mes de la revolución rusa, no solo gritar a los cuatro vientos la caída en tiempo real del capitalismo sino todo eso junto y una miríada de botones de muestra más lograron que la izquierda aparezca como una sumatoria de errores garrafales en el análisis y en los planteos desarrollados. Esto llevado al momento de repliegue fue uno de los factores que explica que los sectores oprimidos no busquen en ella una opción política viable ni un modelo de explicación de la realidad. Creemos hoy que esto fue y es fruto de una falta de pensamiento crítico emparentado con la aceptación de dogmas y de ideas que tienen la fuerza de adecuar la realidad a su poder explicatorio, de la incapacidad de saltar los marcos del microclima a la hora de la caracterización, de una actitud monástica ante los escritos de los clásicos del marxismo. Todos estos errores son tan viejos como los mismos intentos revolucionarios, pero potenciados por el mismo clima de época y por la avanzada de la corriente anteriormente expuesta. Problema 3: La cultura política de derecha en la izquierda. La preocupación por la debilidad propia (el problema de estimular la actividad militante en épocas de retroceso), la necesidad de construir reaseguros organizacionales y políticos derivó en formas de practica que alejaban a los militantes revolucionarios de las masas . Todo un sistema de militancia y de vida interna se constituyó alrededor de esta cuestión y se volvió un círculo vicioso. Menos masas, mas reaseguros de microclima, menos masas. Se construye a nuestro entender una suerte de cultura política sustentada en una concepción pedagógica bancaria, vertical e instrumentalista. Una cultura política que no da lugar a la autocrítica real, a la humildad, que niega la cuota de aprendizaje de las masas por parte de los revolucionarios en el proceso de formación de sus cuadros. Incluso la posibilidad de unidad se vio encorsetada en una pelea de dimensiones liliputenses que daría vergüenza hasta a guionistas de culebrones mexicanos. Estas características se mantuvieron aún cuando el reflujo en la lucha de clases se detuvo y las primeras experiencias a nivel nacional de reorganización autónoma de la clase trabajadora se manifestaron con toda su carga de esperanza. Por ello creemos que la imposibilidad de la izquierda de convertirse en una alternativa real para la enorme masa de la clase trabajadora (posibilidad que implicaría la apropiación creativa de esa alternativa por parte de la clase) no se explica exclusivamente por disquisiciones teóricas, perspectivas estratégicas, programas, tradiciones, orientaciones clásicas o diferencias tácticas. Todas estas existen y debemos ser capaces de ubicar cada una en su justo lugar; es más, la realidad se ha encargado históricamente de valorarlas marcándoles su suerte. Pero cabe también reflexionar autocriticamente sobre los métodos, las formas, la educación de los militantes, todo un plano de reflexión que ha sido despreciado y reemplazado por la mera implementación de “la línea” y que explica las dificultades de diálogo entre los revolucionarios y las masas. El niño dentro del agua sucia: Sin embargo creemos que el cambio reclamado en la cultura política en cuanto a la militancia con las bases, en cuanto al camino de la unidad de los revolucionarios y en cuanto a las herramientas conceptuales que nos guían en el análisis y en la practica, no debe estar despegada ni desconocer a los individuos, organizaciones y partidos que han intentado, como ya dijimos, valientemente sostener una militancia comprometida con el cambio revolucionario en momentos históricos tan difíciles y que, aún con las vicisitudes que nosotros les endilgamos, no han arriado las banderas del socialismo. Y si de construir con lo existente se trata, partiendo de la crítica de sus límites y problemas, creemos que toda la nueva generación de militantes entre quienes nos contamos debe aportar a la construcción de una herramienta superadora solo luego de saldar cuentas con sus propias experiencias. Nuevo escenario, nuevos problemas: Creemos que quienes nacimos a la política en los 90 arrastramos problemas propios, debilidades que explotaron durante y posteriormente a los sucesos del 19 y 20 de Diciembre de 2001 y que debemos ir resolviendo rápidamente si es que queremos comparecer de la mejor manera ante la próxima situación de crisis en la Argentina. Haciendo un breve resumen de ellos podemos plantear que: Existió una tendencia hacia dar respuestas micro a problemas macro, asociada a una discusión de caracteres posmodernos con respecto al poder y la acumulación política: La lucha reivindicativa local, el trabajo de base aislado de instancias de confluencia superadoras demostró llevarse a las patadas con la búsqueda de soluciones reales alrededor de las necesidades más importantes de la clase obrera. La meseta o la extinción son los caminos obligados de todo intento no articulado de resolución de problemas de carácter sistemático. Obviamente se ha hecho, y mucho, con respecto a experiencias particulares, pero solo las más maduras políticamente pudieron plantear algo que en momentos históricos pretéritos era una verdad de perogrullo: sin una política de acumulación de poder popular, de organización de los sectores subalternos a nivel, por lo menos, nacional, el techo de soluciones se vuelve asfixiante. Pululó un concepto de militancia de tipo artesanal, es decir, relajada en lo que respecta a las necesidades de profesionalización organizativa que terminaba derivando en cierta flexibilidad en el compromiso y en la responsabilidad política para con la organización y las bases. Cuando se crecía en conciencia acerca de la necesidad de aumentar la efectividad de nuestra praxis entraban en crisis toda una serie de presupuestos políticos en torno a la inexistencia de límites para una organización construida con los “tiempos sobrantes” . Esta militancia artesanal que presentaba como cuestión positiva (y que todavía levantamos) la idea de una pluralidad de formas de militancia y de compromiso que pueden ser viables dentro de una organización, tenía por el contrario como basamento no solo una miopía acerca de las necesidades de la construcción y organización de poder revolucionario en una Argentina que pedía a gritos aquello que no pudo presentarse en el 20 de Diciembre del 2001. El tipo de militancia y de organización también tuvo un desvío de tipo activista que, alejándose de la elaboración teórica, permitió mantener debilidades ideológicas tanto de corte ultra ortodoxas como revisionistas. En relación con estos tres puntos, primó un equivocado desprecio hacia la política que derivó, en el mejor de los casos, en una laxa y timorata búsqueda de articulación con otras experiencias. Un nuevo sectarismo (esta vez no principista, sino sólo “xenófobo”) privó a interesantes experiencias de unidad en la lucha, de una necesaria articulación de tipo organizacional y social. El estado actual de la izquierda argentina: La crisis del 2001/02 fue una bisagra en nuestras organizaciones, uno de los quiebres en las estructuras de acumulación y de dominación más fenomenal de la burguesía en este país nos encontró llegando tarde al fenómeno, sin la capacidad de incidir definitivamente en el momento de la explosión más allá de la operación del Pj y sus gobernadores, sin poder dar como respuesta una acción unitaria o suficientemente unitaria que presentara una salida revolucionaria a la situación. Incluso nuestra inserción en las masas tanto en territorio como en lo sindical mostró una debilidad increíble, teniendo en cuenta los años de trabajo que van desde el santiagazo en 1993 hasta la declaración del estado de sitio el 19 de Diciembre de 2001. Aquello que debió estar antes de la crisis ya era muy difícil construirlo durante la crisis. Nos animamos a decir que todo lo que es hoy vive bajo el estigma de lo que debió ser. Hoy existen en la Argentina muy pocas organizaciones revolucionarias a nivel nacional. Y, de estas, ninguna alcanza ese desarrollo en forma plena. La cantidad de militantes revolucionarios encolumnados en dichas organizaciones no alcanza para proyectar a cada una de ellas como una fuerza con una masa critica capaz de despegar de la marginalidad, menos aún para aparecer frente a las masas como una alternativa real. Sí existen, por el contrario, numerosas agrupaciones de pequeña o mediana escala dispersas a lo largo y a lo ancho del país que sufren obvias limitaciones en el desarrollo de una estrategia de liberación. En cuanto al nivel de inserción en las masas existen solo pequeños nichos de verdadera influencia y capacidad de dirección de sus organizaciones al tiempo que no se ha logrado incorporar al importante contingente de compañeras y compañeros que, con posturas clasistas y profundamente antiburocráticos, han surgido de las luchas de los últimos años. En cuanto a la capacidad de incidir en los procesos electorales entendemos que la izquierda no ha logrado presentar una fuerza real de incidencia tanto entre quienes eligieron el abstencionismo como los que optaron por la participación. Sobre la participación, es el espacio quizás en donde la izquierda ha fallado más profundamente a la hora de construir un camino de unidad teniendo en cuenta que la mayoría de las organizaciones entiende su práctica en torno a las elecciones de la misma manera: como una tribuna que ayuda a incentivar en las masas la crítica a lo establecido y en donde la relación problemática entre diferentes programas queda a años luz de los motivos por los cuales los trabajadores los votarían y de su posibilidad real de aplicación. Sin embargo entendemos que está situación es reversible, que los aciertos pueden ser profundizados y creemos que la izquierda puede salir bastante rápidamente de su aislamiento. No solo porque confiamos en la capacidad creativa de los compañeros para permitir modificar aquello negativo en sus propias organizaciones sino porque entendemos que las condiciones actuales y futuras de la Argentina contemporánea permiten entrever un caldo de cultivo excelente para lo nuevo que tiene que nacer. Los condicionamientos socioeconómicos e ideológico/políticos: El nivel de fragmentación objetiva que sufre la clase trabajadora en la argentina contemporánea, producto de las reformas realizadas por el capital en el aparato productivo nacional tiene un papel condicionante sobre las posibilidades de cohesión y de solidaridad de la propia clase. Aún cuando numéricamente los trabajadores sean más importantes que nunca y aún cuando se mantenga algunos espacios “clásicos” en cuanto a concentración y homogeneidad, el cuentapropismo, la vuelta a espacios productivos de corte artesanal y hasta familiar, el desarrollo endémico de la desocupación estructural, la destrucción de espacios productivos concentrados y una tendencia hacia la parcialización de los propios procesos de trabajo son fenómenos que van rompiendo, horadando los lazos de solidaridad, cohesión y experiencia en común que caracterizaba a la clase obrera en argentina. La respuesta a la fragmentación productiva y social no puede ubicar a esta debilidad en clave de virtud, como parecen pensar algunos compañeros que trabajan tanto en lo territorial como en lo sindical. Estos fenómenos obligan a volver la mirada hacia lo político e ideológico como hacia aquello que, si bien nunca debería haber sido descuidado, presenta hoy la capacidad de generar la homogeneidad ideológica, el sentido de pertenencia que antes podía pensarse como dado. Una clase en la situación estructural que describimos necesita fundamentalmente una herramienta que le proporcione elementos de “unidad en la diversidad” al decir de Paulo Freire, no sólo a través de su prédica teórica sino a través del ejemplo que marca su propia vida interna como organización. Descansar este problema en el aspecto propagandístico/cultural es oscurecer el hecho de que la organización debe ser reflejo de la situación de la clase para poder mostrar con el ejemplo el camino de autoorganizacion que debe emprenderse a nivel general. En este sentido creemos que la experiencia política y organizativa de los mejores ejemplos revolucionarios brindan señales de lo que se debe hacer. Apuntes acerca de la situación política nacional: ¿Es el gobierno de Kirchner el enterrador del proceso abierto en los días del 19 y 20 de diciembre del 2001? Consideramos que es un gobierno que canaliza parte de los reclamos que se originaron en el 2001, generando a su alrededor fuertes expectativas en las masas. El Gobierno nacional gozó todos estos años, de la recuperación económica iniciada a partir de la devaluación y la competitividad ganada gracias a esta en el mercado internacional. Si bien enmarcado en una coyuntura económica expansiva a nivel mundial, los índices relativamente más prósperos de la Argentina se deben a las políticas implementadas para superar una de las crisis económicas más importantes de la historia del país. La competitividad ganada no sólo se genera por efectos en el cambio del valor de nuestra moneda. Inciden en forma aun más contundente en la obtención de ganancias extraordinarias por parte de los grupos concentrados y transnacionales, el bajo costo relativo de la mano de obra y el aumento de la productividad de los últimos años. La inexistencia de una política real de cambio en el modelo económico se muestra en las tímidas mejoras derramadas sobre quienes sufrieron verdaderamente la crisis. Los estimadores de la pobreza y la indigencia han descendido. Sin embargo mientras el PBI ya alcanzo los niveles previos a la crisis, el porcentaje de empobrecidos supera al predominante en ese momento. Comparando con la crisis de la Hiperinflación, mientras que en 1991-93 la recuperación económica redujo a la mitad la pobreza creada por ese estallido, en la reactivación 2003-05 esta disminución solo alcanza la cuarta parte. La brecha entre el 10% más rico y más pobre se sitúa en más 30 veces, mientras que en los noventas se situaba al rededor de 10 puntos menos, y en los setentas 20 puntos menos. El monto de $150 a los desocupados equivale solamente un quinto de lo que necesita una familia para ser considerada pobre. Más duro se torna esto si consideramos que cada mes que pasa, se incrementa el costo de la canasta familiar debido a los efectos de la inflación. Al mismo tiempo y por primera vez en décadas, un gobierno no puede justificar el malestar social en la ausencia o escasez de recursos. El destino principal del excedente (los niveles de superávit fiscal alcanzado superan los niveles históricos) es para el pago de la deuda externa, que absorbe el grueso adicional presupuestario y a partir de 2006 este atesoramiento quedara oficializado a través de un fondo anticíclico. Otra porción se utiliza para subsidiar a capitalistas locales. En este juego de balanza, donde el gobierno se ve alabado por las mejoras macroeconómicas pero cuestionado por una política económica que mantiene el status quo neoliberal, Kirchner sale ampliamente favorecido. El gobierno ha sabido combinar excelentemente esta situación económica con una ruptura discursiva con la política neoliberal. Al mismo tiempo reordenó su fuerza política. La ruptura con el duhaldismo y la normalización del PJ bajo su liderazgo cooptando a buena parte de sus ex-enemigos le ha permitido apropiarse del aparato. La cooptación de un importante de sector del campo popular y el pacto con la CGT le deja facilitada la tarea de aislar y silenciar a quienes denuncian la continuidad encubierta. La crisis del régimen abierta hace algunos años ha sido canalizada por el gobierno y por tanto momentáneamente acallada. En este contexto, queremos poner en relieve las innumerables luchas sindicales que han sido ejemplificadoras durante estos años y evaluamos positivamente los espacios de agrupamiento de la clase obrera en su lucha antiburocrática como el Movimiento Intersindical Clasista. Destacamos la estoica lucha de las organizaciones de trabajadores desocupados que han logrado mantenerse luego de años de clima adverso y han sabido ubicar sus planteos en la lucha por trabajo digno. Reconocemos a las organizaciones que activan en el campo de los Derechos Humanos que han escapado a la cooptación del gobierno. Y valoramos fuertemente la lucha del movimiento estudiantil contra el ahogo presupuestario y los planes privatistas para la educación. Breves apuntes acerca del panorama Internacional Acerca de la crisis del capitalismo: El capitalismo, como sistema mundial, goza por el momento de buena salud. Las perspectivas de una crisis fenomenal, estructural en el corto plazo (o peor aún, su existencia actual) no están planteadas ni por los datos ni por los análisis de la propias direcciones burguesas. Esto no implica negar la existencia de crisis capitalistas cíclicas ni el hecho de que el capitalismo arrastra contradicciones que, acumulándose, formarán parte de una crisis con solución de continuidad para el sistema. Implica, sí, pensar que tanto en el plano de la tasa de ganancia como en el de la realización de la producción (y, por tanto, también en el de la especulación financiera) el capitalismo ha demostrado poseer mecanismos anticrisis económico/sociales que le permiten no solo campearlas, sino muchas veces aprovecharse de ellas para avanzar. ¿Esto implica una visión derrotista del proceso histórico? ¿Implica pensar en que esta no es la última etapa del capitalismo o que el sistema se ha vuelto homeostático? De ninguna manera, marca solamente una necesidad de refocalizar el problema de la crisis en el eje de la lucha de clases. Los análisis catastrofistas suelen tomar dos atajos respecto a este problema: o hacen caso omiso del factor subjetivo o, en una inversión de la misma (pobre) visión, lo presuponen como variable independiente estable y solo a pasitos da asaltar el cielo. La llave para pensar el cambio es la lucha de clases. Centralizar nuestros esfuerzos en el problema de la política y el poder que, si bien de ninguna manera pueden ser pensados sin la sobredeterminación de lo económico, tienen lógicas y, sobre todo, responsabilidades que obligan a construir una aritmética revolucionaria más profunda que la nacida del balance contable de la Ford. Es aquí en donde el problema de la organización y de la conciencia de la clase trabajadora se vuelve un elemento fundamental. La clase enterradora del capitalismo, la que puede llevar hasta el final el proceso de emancipación de la sociedad toda, necesita volver a ubicarse con posibilidades reales de incidir en las crisis, de obligar al capitalismo a desenmascarar su carácter reaccionario y perimido, de forzar a que el poder adopte salidas de compromiso, atrapado en su propia lógica y, sobre todo, de proponer una salida real para un mundo con media pata metida en la barbarie. De la construcción de una fuerza continental e internacional que luche bajo esta perspectiva depende el futuro de la humanidad. Acerca del carácter imperialista y las perspectivas de EEUU: El férreo proceso de centralización y concentración inherente al desarrollo del capital llevado al paroxismo por el surgimiento del capital monopolista, el rol de los Trust y las transnacionales, así como el de los estados que sustentan y potencian su capacidad de penetración económica a nivel mundial, la síntesis obligada entre, por un lado, el capital industrial en una desesperada carrera de financiación para su guerra intercapitalista y, por otro, los bancos que buscan colocar inversiones donde puedan hacerse de la plusvalía aún constituyen las características de la etapa actual. Entendemos que existe un error conceptual respecto a la relación entre imperialismo, su potencia hegemónica y la caída del capitalismo que nos recuerda a la vieja teoría kautskiana del superimperialismo. La posibilidad de que una caída en desgracia de EEUU, en su economía y/o en su rol internacional, lleve en línea recta a la bancarrota del capitalismo solo podría pensarse como correlato a una visión que plantee la inexistencia de otras potencias imperialistas capaces de retomar el liderazgo mundial. La historia del imperialismo esta fraguada por la lucha interimperialista y por la lógica de “el rey ha muerto, larga vida al rey”. Pensar en una suerte de efecto dominó en una economía tan interrelacionada como la actual aparece como una tentación fuerte; la caída de EEUU implicaría la caída del dólar abriendo un período de anarquia propicia para una debacle del propio sistema. Sin embargo este análisis implica subvalorar al imperialismo y desconocer concientemente la historia del capitalismo. Identificar como sinónimos capitalismo con Washinton es un error tan extendido y deformante como el que se hace respecto a las FARC y Al Qaida. Se hace necesario marcar que tanto en el plano económico como en los político-ideológico y el militar Estados Unidos es la potencia dominante a nivel mundial. El problema reside en entender cuan dominante, cuan hegemónico es hoy por hoy este gigante. Creemos que el momento en que se puso de moda pensar en que EEUU se erigiría como la potencia hegemónica indisputada en un esquema imperialista que se disolvía bajo el manto del “fin de la historia” ha caducado sin pena ni gloria alguna. Si bien EE.UU. aparece como la potencia dominante a nivel mundial se vuelve necesario que un análisis objetivo permita que el árbol (por más grande que este sea) no tape el bosque: Estados unidos no reina solo en la economía mundial, otras potencias nacionales con sus respectivas empresas (mejor dicho: empresas monopólicas con sus respectivos estados nacionales) le disputan, le garronean y hasta le quitan mercados, países y contratos: Japón, China, Rusia y Europa Occidental (con las necesarias distinciones entre países: España, Francia, Italia, Gran Bretaña, Alemania) son potencias imperiales que se someten y someten a otros países a las mismas lógicas que EE.UU. Estas pugnas interimperialistas han traspasado los meros mecanismos mercantil/económicos y han pasado a jugarse en el terreno de la política internacional. La bancarrota flagrante de la ONU, las idas y vueltas acerca de las posturas del consejo de seguridad y el grupo de los 8 sobre de Oriente Medio y la “lucha antiterrorista” son parte de este fenómeno de disputa. Estados Unidos no puede ya pensar en que su política militar va a tener el apoyo internacional con el que contó hasta poco antes de la invasión a Irak. Una vez establecida la importancia del rol de EEUU y una vez ponderada su relación con el resto del concierto imperialista deberíamos medir en que momento se encuentra, cuales son sus perspectivas En la actualidad se presenta un complejo panorama a la hora de medir la posible disminución de su ritmo de crecimiento económico, el declive de su influencia económica político militar y hasta el posible inicio de una crisis total. En este sentido entran a jugar indicadores que a veces se presentan como contradictorios: La mayoría absoluta de los capitales de origen y control estadounidense en las empresas a nivel mundial en todos y cada uno de los sectores tanto financieros como productivos (clásicos y de punta) sumado al crecimiento sostenido del PBI a niveles que obligan a hablar del fin de la recesión, sumado al control militar y político de los mercados donde aquellas actúan desdibuja la idea de una crisis al tiempo que permanente, terminal. Por otro lado, los índices macroeconómicos de EE.UU., sobre todo su déficit fiscal ya histórico, su deuda externa fenomenal, una especulación financiera que supera los niveles previos a 1929, un dólar en franca caída ante las monedas del resto del mundo (no solo frente al Euro, aunque esta disputa alcanza ribetes dramáticos), la penetración de los propios capitales rivales en la economía interna y la caída fenomenal de la situación del pueblo y en especial de la clase obrera que reside en Norteamérica nos hablan de una potencia que, a pesar del esfuerzo titánico de su clase dirigente por paliar las primeras muestras de extenuación de su economía , parece haber entrado en una etapa de crisis profunda. El gobierno de Bush, el conglomerado militar/petrolero estadounidense y el resto de las fuerzas financiero monopólicas tienen por tanto, un serio problema de supervivencia a mediano plazo. Para intentar resolverlo han establecido una política doble de ortodoxia neoconservadora en las medidas económicas a la vez que una salvaje búsqueda a nivel global por asegurarse el control militar y económico de regiones abastecedoras de productos clave, como el gas y el petróleo. Sin embargo parece evidente que esta política, relativamente exitosa en el cortisimo plazo, esta demostrando varios problemas. En primer lugar, y como ya marcamos, de carácter interimperialista: La incapacidad de EEUU de generar consenso entre las potencias mundiales para co-solventar los esfuerzos guerreros. En segundo lugar de carácter interno: El empantanamiento en Afganistan y en Irak, el contingente periódico de trabajadores estadounidenses volviendo en bolsas plásticas de Oriente Medio y una situación socio/económica que, pese a la guerra y gracias a ella, se torna irrespirable para millones. En tercer lugar de carácter más difuso pero de consecuencias inmanejables: La conformación de todo un frente de resistencia global en contra de sus políticas cuyo carácter tiene posibilidades serias de devenir en abiertamente antimperialista. Respecto a esto último queremos señalar que encontramos que este frente (por supuesto frente de facto, no concientemente construido, todavía) tiene tres ejes fundamentales, tres puntas de lanza que arrastran diferentes condiciones de inicio y avizoran diferentes posibilidades: La suerte de movimiento antiglobalizacion, altermundista, globalifólico; La propia resistencia popular en el Oriente Medio; la resistencia al neo-liberalismo y al imperialismo en América Latina. Para otros trabajos quedarán los necesarios análisis de los primeros dos ejes. Será América Latina, con sus complejidades y contradicciones la que trataremos de caracterizar. Latinoamérica, lo nuevo que no termina de nacer: Lo particular de Latinoamérica es que lo que se constituyó para el imaginario yanqui como su patrio trasero nuevamente aparece como el lugar conflictivo del imperialismo donde se están desarrollando las luchas que cuentan con mayor perspectiva de desembocar en procesos revolucionarios. La pérdida de hegemonía por parte de los EEUU en la región es un rasgo característico de este momento. Si bien Latinoamérica fue lugar de disputas enormes entre capitales estadounidenses y europeos durante toda la década de los 90, con resultados disímiles para el gran país del norte, es en estos últimos años en donde Washington se encuentra con mayores problemas para proseguir su política de expoliación sobre la región. Su capacidad de incidir directamente sobre gobiernos, la capacidad del fondo monetario internacional de construir detrás suyo políticas continentales y el fracaso momentáneo del ALCA marcan un serio retroceso político de las fuerzas de Bush. En los últimos años, notamos un fuerte cambio político en la región, caracterizado por una crisis del neoliberalismo, sobre todo en la forma de gerenciar la política. Esto se da acompañado y condicionado por una fuerte crisis económica que azotó a nuestros países luego de la fiesta de la acumulación de la década del 90. El neoliberalismo no finalizó porque no finalizaron los cambios radicales que operó respecto a lo social y lo económico así como del rol del Estado. Sin embargo, si finalizó un régimen político que era la forma “pura” de conducir el proceso: Apelación a los valores clásicos del individualismo capitalista, antiestatismo, servilismo frente a toda política imperialista, una actitud impermeable frente a las necesidades de los sectores populares, farandulizacion de la política, etc. Este régimen político entra en crisis para luego caer debido no solo a la movilización popular (y en muchas partes incluso en ausencia de esta) sino también producto del agotamiento económico y a la crisis introdujo al interior del régimen. Mientras que en algunos países estas rupturas se dieron a partir de rebeliones populares (Argentina, Bolivia, Ecuador, Venezuela) en otros la transición fue mucho más ordenada (Brasil, Uruguay) Esta crisis ha sido canalizada en la mayoría de los casos por partidos de la burguesía pero de forma diferente en cada país. En la mayoría de estos, el proceso de caracteriza por una ruptura al menos discursiva con lo peor del neoliberalismo y con los partidos del régimen neoliberal. En muchos casos se tratan de fuerzas políticas de sectores de la burguesía diferentes a los que reinaron durante los últimos años. Una vez en el gobierno, se nota un cambio en lo politico-discursivo, pero no se han tocado las conquistas neo-liberales de la década de los `90. Estos gobiernos tuvieron la importante tarea de estabilizar institucionalmente a sus países. En los casos en donde hubo grandes levantamientos populares, esto no fue posible sin enfrentamiento y represión a las expresiones de los movimientos populares. A su vez han logrado aquietar mediante la cooptación a muchas expresiones progresivas que depositaron expectativas en los nuevos tiempos. Creemos que dentro de este proceso que caracterizamos como “giro a izquierda” en Latinoamérica entran todos los nuevos gobiernos aun con sus matices y grados de radicalización. Sin embargo creemos que el caso Venezolano, si bien no puede analizarse fuera de la situación latinoamericana más general, tiene especificidades que permiten diferenciarlo diametralmente del resto de los países de la región. El caso boliviano, en menor grado y con un rumbo más incierto, comparte algunas semejanzas. Venezuela, ni calco ni copia: Creemos que es un caso que no puede ser agregado en forma mecánica a los gobiernos “progresistas” de la actualidad. Esto obedece a una serie de causas que hacen al gobierno de Chavez y a la situación de la lucha de clases en Venezuela. Primero, por una ruptura muy fuerte con el régimen político que se da precozmente para los tiempos latinoamericanos: A principios de los noventa se da la un punto de quiebre con la fortísima irrupción popular expresada en el caracazo que, a partir del proceso constitutivo de la quinta república, desemboca y se enmarca en un proyecto que tiene al propio Chavez como figura indiscutida, mimetizando con el profundo quiebre, al propio Chavez. En segundo lugar, creemos que el gobierno de Chavez es un gobierno políticamente independiente del imperialismo. Creemos esa independencia (que siempre es relativa mientras el resto del mundo sea capitalista) excede hoy por hoy a la predisposición y voluntad de Chavez. La posición de fuerza relativa en el frente internacional con que cuenta Venezuela en esta etapa de boom petrolero ayuda, aunque para nosotros la cuestión fundamental se encuentra en que, basados en un sentimiento y en una conciencia antimperialista, amplios sectores de la clase trabajadora y del pueblo en su conjunto no solo apoyan con su movilización, sino que comienzan a exigir posturas cada vez más resueltas y avances cada vez más profundos en las medidas tomadas por el gobierno. Y es que es este proceso de movilización de masas y la polarización que necesariamente abre su tentativo (pues aun se encuentra en pugna su contenido y profundidad) programa político es lo que nos permite pensar en que Venezuela esta viviendo un proceso revolucionario abierto, en donde las responsabilidades acerca de una posible oclusión no están necesariamente puestas en la actitud del gobierno para con la movilización de masas y su programa. Es que no nos convencen los análisis que caracterizan a Chavez como un bombero que solo hace concesiones a la masas por la presión que estas ejercen, así como tampoco quienes confían ciegamente en las fuerzas política que forman el gobierno venezolano. Creemos que el gobierno de Chavez ha jugado un rol claramente radicalizador del movimiento de masas en un sinnúmero de momentos. Su política frente al imperialismo yanqui, su relación con Cuba, el insertar el debate sobre el socialismo en Latinoamérica y la construcción de órganos de organización política y sindical alternativos a los del viejo régimen, son medidas fuertemente progresivas que no pueden ser entendidas, desde la formula simplista de la demagógicas y la conspiración. Es necesario dejar claro que si bien el gobierno de Chávez no opera como bombero del proceso, tampoco creemos que las masas deban “acompañarlo” acríticamente y ser mera masa de maniobra de un gobierno pragmático en cuanto a relación con el poder económico local se trata y hasta timorato a la hora de redistribuir la increíble riqueza venezolana. Será la organización consciente de las masas y su vanguardia la que propiciará que este proceso abierto pueda abrirse paso hacia el verdadero socialismo del siglo XXI. El desarrollo de una organización política de masas en Venezuela, con una dirección revolucionaria, que sirva de nexo entre el movimiento obrero, campesino, indígena y las barriadas, es la tarea central de los revolucionarios. Creemos que esto no puede darse en forma externa al movimiento de masas existente en la actualidad, con su referencia bolivariana y con una relación particular con la figura de Chávez. Bolivia y el rol de Evo: El gobierno de Evo Morales asume el poder de Bolivia con una fuerte presión popular y con un elevado nivel de exigencias para con el desenvolvimiento de su política en el corto plazo. Una de las características del proceso boliviano es que su posición con respecto al imperialismo es mucho más endeble que en el caso de Venezuela en cuanto a factores no sólo políticos sino económicos. Sin embargo la posición de Evo se parece a la que tenían los gobernantes argentinos durante el 2002 y el 2003: estaban sentados sobre un polvorín. Evo llega a la presidencia con la experiencia de las masas de haber derrocado presidentes y con un programa mínimo que obliga a elegir entre el abismo y la negociación. A su vez, la propia figura de Evo Morales encarna una serie de características contradictorias. Por un lado, en necesario reconocerle el rol de interlocutor válido que tiene sobre las masas campesinas, su incuestionable legitimidad como primer presidente indígena en Bolivia y su esfuerzo por convertirse en el interprete en el gobierno del programa (diluido, es verdad, pero ¿Cuanto?) de las movilizaciones populares. Por otro hay incertidumbre y desconfianzas muy válidas alrededor de la posibilidad de que sea el que posibilite llevar las exigencias más avanzadas de las masas a su concreción. La incertidumbre también nace acerca de si, en un escenario en donde Evo termina oficiando de recambio en última instancia para la burguesía, las masas podrán una vez más saltar los marcos del régimen, pero esta vez enfrentados a un gobierno que ya no aparece subjetivamente como ajeno. Por el momento la presión ejercida desde abajo condiciona al gobierno del MAS, lo obliga a dar respuesta a las demandas sobre los recursos naturales y sobre el régimen político. Esto explica en parte el porqué de los anuncios de nacionalización del petróleo y de reforma agraria y permite esperanzarse acerca de la forma en que puede llegar a desenvolverse un movimiento de masas que redoble su confianza y abra la posibilidad de conquistas históricas para el pueblo boliviano. CONCLUSIONES Y PROPUESTAS. ¿Como avanzar? Creemos que este espacio de discusión abierto en diciembre del año pasado, debe desarrollarse como un espacio autocrítico. Esto no significa la catarsis de juntarnos en círculo y plantearnos que no servimos para nada. Por el contrario se trata de partir de los enormes logros con los que contamos desde la izquierda. Pero solo con una autocrítica real, y real en este espacio significa abierta a la crítica de los demás, podremos encontrar lo límites que tienen nuestras virtudes. Se trata de pensar una nueva política para una nueva etapa de la izquierda. Ahora bien. Esta discusión no puede darse exclusivamente en el microclima de las organizaciones políticas de izquierda. Debe darse de cara a las masas, puesto que el objetivo no es una mera redistribución del actual caudal de militantes con un resultado de menor fragmentación, sino la incorporación a esta discusión de los sectores mas avanzados del pueblo, muchos lo cuales siendo activistas sindicales, barriales o estudiantiles, no logran enmarcarse en un proyecto político superador, capaz de disputar realmente el poder a las clases dominantes. Así mismo sería contradictorio con lo planteado a lo largo de este documento suponer que esto sea posible meramente sentándonos a discutir y reflexionar. Se trata también y quizás mas fundamentalmente de hacer, de abrir espacios de experiencias prácticas en común, de conocernos mas a fondo en el terreno mas real de la construcción política, de construir la confianza necesaria para confluir políticamente y para darle un nivel mas masivo a esta experiencia, que supere a las direcciones y referentes de cada sector. Se hace necesario profundizar las políticas de frente único que en algunos espacios ha permitido importantes avances y en otros vergonzosamente no es lograda. ¿Qué consensos? ¿Con qué objetivo? Justamente porque no partimos de cero, es que se hace necesario poner en claro hacia donde nos planteamos avanzar. Estamos pensando en una organización de los revolucionarios de corte estratégico, de lucha por el socialismo y el gobierno de los trabajadores. Esto presupone una amplitud que supera la existente en la izquierda actual. No se cierra sobre ninguna tradición particular del marxismo. No opone como antagónicas a corrientes que se volcaron sobre tácticas diferentes en momentos históricos particulares. Implica la voluntad de superar las divisiones por tradición que abundan entre los revolucionarios, tradición que entendemos que en algunos casos se mantiene por sí misma sin justificación real. Implica que la confianza en nuestras propias herramientas políticas tiene que permitir que la realidad y en particular la clase, sea el tester desde el cual se dirimirán los problemas que hacen a la táctica y a los debates teóricos. ¿Qué tipo de organización? No es para nosotros crucial elaborar una fórmula organizativa acabada, de escribir el estatuto de la organización antes que el programa y acordar su política. Sí planteamos la necesidad de una vida interna que refleje el problema ideológico de las masas, que se inserte en los sectores del movimiento obrero ocupado y desocupado, que se constituya como un polo de atracción cultural para las masas. Creemos necesaria una nueva forma de pensar la propaganda y la agitación, tomando los mejores ejemplos de cada organización en esta política. Política que creemos debe estar basada en una concepción político-pedagógica y por ende dialógica, no vertical, problematizadora y no adoctrinadora. La educación popular, que muchas corrientes toman para las “actividades prácticas” a nivel de masas (sobre todo en lo territorial) debe ser extendida a toda la política e incorporada a la vida interna de la organización. En un panorama de fragmentación y desideologización profunda de la clase trabajadora, de organizaciones que no logran aparecer como alternativa real frente al desvío populista o a la desidia, el tipo de organización a construir debe tener una relación profunda con la necesidad de volver a poner al socialismo y a la revolución dentro del imaginario del hombre común. Debemos ir hacia la conformación de una fuerza política que dispute poder en serio, articulando las diferentes necesidades y problemas de los asalariados, sintetizando en la práctica las diversas experiencias políticas que conviven en las masas. Esta síntesis tan mentada por la izquierda no puede ser pensada por nosotros más que como producto de una síntesis interna, desde esta perspectiva es que nace nuestra propuesta de autocrítica y experiencia de unidad estratégica. Buenos Aires, Mayo de 2006.
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