La derecha y el imperialismo han puesto en marcha varias acciones para
recuperar preeminencia, con operaciones diseñadas en el cuartel general del
norte. Estados Unidos encabeza esta reacción con intimidaciones militares
hacia una región, que ha experimentado todo tipo de expediciones coloniales.
El puntapié de la nueva campaña es la reactivación de la IV Flota, que el
Comando Sur estableció en Miami desde el abandono del canal de Panamá. Ese
centro monitorea una vasta red de instalaciones, que aseguran cobertura aérea
y marítima para cualquier incursión eventual de los marines.
El garrote con buenos modales
La estrategia en marcha se asienta en las nuevas bases militares de Colombia,
que supervisan el rearme de los ejércitos títeres y la recreación de
operaciones secretas inspiradas en las viejas técnicas de la guerra fría.
Estas acciones forman parte de un diseño global, que ha reproducido en
Afganistán las formas de intervención ensayadas con el Plan Colombia.
Algunos analistas relativizan el peligro de las bases montadas en ese país.
Estiman que Estados Unidos jerarquiza la atención de otros frentes y que la
burguesía colombiana está demasiado ocupada en manejar sus negocios o
controlar la actividad del profesionalizado ejército local. (1)
Esta tranquilizadora mirada combina ceguera e ingenuidad, en el
desconocimiento de las prioridades bélicas del imperialismo norteamericano.
Bastar recordar el prontuario de secuestros, torturas y salvajismos que
acumulan sus discípulos de Colombia, para notar cuán absurdo es el retrato de
esos gendarmes cómo pulcros servidores de la patria.
El cordón militar que está erigiendo el Pentágono apunta en lo inmediato a
erosionar el ALBA y a hostigar a los gobiernos de Venezuela, Ecuador y
Bolivia. También pretende enviar mensajes de amenaza a las administraciones
poco confiables de Guatemala o El Salvador y al presidente adverso de
Nicaragua. Con la fortificación de todo el flanco sur se busca, además,
completar un cerco de militarización en torno a México. Es obvio que la
cobertura aérea de largo alcance está dirigida a ejercer un control de todo el
Amazonas, sin consultas con Brasil.
El golpe de Honduras ha sido un episodio clave de esta arremetida, ya que sin
el auspicio de la embajada norteamericana habría abortado antes de cobrar
forma. La asonada contó con el evidente sostén de generales apadrinados por el
Pentágono y empresas estadounidenses, que controlan la economía del pequeño
país. Cortando significativamente las visas o bloqueando las remesas, el
Departamento de Estado habría desecho el golpe en pocos minutos. (2)
Obama desplegó un gran cinismo para justificar esa inacción (“nos critican
cuándo intervenimos y cuándo no intervenimos”) e hizo la vista gorda durante
todo el tiempo requerido, para asegurar la estabilización del golpe. Utilizó
un doble discurso de rechazo formal y sostén práctico de los derechistas e
hizo lo imposible para obligar a Zelaya a legitimar su propia destitución,
mediante un plan de recuperación irrisorio (y de pocas horas) de su cargo.
Existe un intenso debate sobre cuál ha sido la responsabilidad directa de
Obama en el operativo golpista. Algunos analistas subrayan su total
connivencia (Golinger, Petras), otros destacan que fue prisionero de una
acción manejada por los republicanos (Wallerstein). Ciertos enfoques remarcan
que se ha buscado condicionar su gestión (Almeyra) o atarla a los grandes
poderes que rodean la Casa Blanca (Borón). (3)
Con el tiempo se develará la trama secreta de la conjura y el papel jugado por
Obama. Pero es evidente que el primer mandatario cubrió el manejo de la
conspiración por parte de su embajada, mientras su principal funcionaria (Hillary
Clinton) canalizaba todas las presiones planteadas por los republicanos para
sostener el golpe.
Cualquiera haya sido su inclinación inicial y los determinantes de su conducta
(especialmente el deterioro de situación en Afganistán e Irak), es indudable
que Obama terminó convalidando una típica agresión colonial. Esta postura
desmintió todas sus convocatorias a erigir una “nueva época” en las relaciones
de Estados Unidos con la región.
Con lo ocurrido en Honduras concluyó el corto idilio de mensajes amistosos y
resurgieron las presiones descaradas del Departamento de Estado. Este
organismo ya exigió una contundente alineación de América Latina contra Irán y
todos los demonizados gobiernos de mundo árabe.
En realidad, Obama retoma una diplomacia de buenos modales para implementar el
uso del garrote, en un contexto muy distinto al imperante durante la era Bush.
Debutó con una hipócrita postura de humildad y una retórica conciliatoria que
eludía definiciones. Aceptó la decisión de la OEA de anular varias
restricciones obsoletas contra Cuba, pero no levantó el embargo. Tampoco
modificó la política de agresión contra Venezuela.
Pero el test de Honduras ha servido para ilustrar su rápido acomodamiento a
los mandatos generales de la política exterior estadounidense. Este
amoldamiento vuelve a confirmar que los republicanos y los demócratas
representan dos versiones de una misma política imperial de la primera
potencia.
Obama ha retomado el multilaterialismo liberal, que sus antecesores Roosevelt
y Carter ya utilizaron para reorganizar la supremacía estadounidense sobre
América Latina, en dos circunstancias críticas (la depresión del 30 y la
derrota de Vietnam). Esta misma función pretende cumplir ahora el sucesor de
Bush. Su acción está guiada por un intervencionismo solapado, destinado a
recrear el liderazgo hegemónico. (4)
Militarización y narcotráfico
Estados Unidos continúa justificando su militarización de la región con el
pretexto del narcotráfico. Esta cobertura ya acumula varias décadas y ha
perdido credibilidad. Comenzó con Reagan en 1986, fue redoblada con la
invasión Panamá (1989) y finalmente consolidada con el Plan Colombia (2000).
Pero ya resulta obvio, que la intervención de los gendarmes sólo conduce
periódicas mudanzas de plantaciones y centros de distribución de un país a
otro.
Este reciclado obedece a la persistente demanda de drogas por compradores del
Norte, especialmente en las localidades que no despenalizan el consumo. Pero
también opera la asociación directa que tienen distintos sectores del propio
poder estadounidense, con un negocio excepcionalmente lucrativo. La
complicidad de los grandes bancos con el lavado de dinero es ya un dato
inocultable.
Los multimillonarios ingresos que genera el tráfico son, además, utilizados
por el propio aparato militar norteamericano para financiar operaciones
ocultas y mantener ejércitos de mercenarios. El cultivo de heroína ha
resurgido, por ejemplo, durante la reciente invasión a Afganistán, con la
misma intensidad que los estupefacientes florecen en todas las localidades
militarizadas de México. (5)
Pero las monumentales ganancias que genera el tráfico dieron también lugar a
una enriquecida una narco-burguesía, que impone formas de administración
territorial. Un sector de origen marginal, que adiestra su propio ejército de
pandillas ha logrado comprometer a amplios segmentos de la burocracia y las
fuerzas armadas.
En varios países las clases dominantes coexisten con esta lúmpen-burguesía,
cuándo despliega el terror contra las protestas populares o cuándo desenvuelve
funciones filantrópicas para blanquear el dinero sucio. Pero el crecimiento
desmedido de este grupo rompe la cohesión del estado y provoca una
disgregación permanente de la vida social. En estas circunstancias se
multiplican las tensiones y se afianza la militarización. (6)
La experiencia ha demostrado que la respuesta bélica sólo desparrama sangre,
encendiendo una irrefrenable escalada de violencia. Mientras que el número de
asesinatos alcanza cifras pavorosas en México, el Departamento de Estado
tiende a oficializar este clima de guerra con propósitos intervencionistas. La
medios de comunicación estadounidenses ya le colgaron a su vecino la carátula
de “estado fallido” y auspician un despliegue de gendarmes no sólo en la
frontera, sino también dentro del territorio azteca.
Pero el mayor epicentro de esta violencia continúa localizado en Colombia,
donde existen tres millones de desplazados y permanentes descubrimientos de
cuerpos descuartizadas en fosas comunes. Estas tragedias son utilizadas por
Uribe para justificar la instalación de bases norteamericanas, olvidando que
el arribo de estas tropas no ha modificado el clima de terror imperante en el
país. El principal líder continental de la reacción desenvuelve un discurso
esquizofrénico. Por un lado se declarara victorioso en la batalla contra las
drogas y por otra parte convoca a los marines, para impedir el incontenible
avance ese flagelo.
Es obvio que Uribe actúa bajo mandato directo del Pentágono. Ya permitió que
los invasores tomen el control directo de los aeropuertos y del espacio
radioeléctrico y les ha otorgado plena inmunidad, para encubrir las
incursiones que realizan los paramiliares en las zonas fronterizas.
Las nuevas bases norteamericanas no han sido instaladas para contener el
narcotráfico, sino para aumentar la presión agresiva sobre Venezuela y
Ecuador. Reiteradamente Uribe ha intentado involucrar a ambos países en falsas
denuncias de complicidad con las drogas. La tensión que ha creado no expresa
“conflictos de seguridad” por “disputas de soberanía, poder local o
legitimidad interior”. (7)
Esta interpretación -asentada en un falso objetivismo neutralista- oculta que
Colombia prepara agresiones, con propósitos reaccionarios y por mandato del
imperialismo norteamericano. Toda la red de organismos de la CIA (como la
Nacional Endowment for Democracy y el USAID) está operando a pleno, en la
financiación de acciones contra gobiernos, movimientos o personalidades
antiimperialistas.
Lo más preocupante de esta arremetida es la convalidación diplomática que ha
logrado Uribe. Primero forjó un frente derechista con sus colegas de México y
Perú y luego forzó la resignada aprobación de las bases de los gobiernos
centroizquierdistas de Brasil y Argentina. Con el argumento de “salvar la
continuidad” del nuevo organismo regional (UNASUR), estas administraciones
neutralizaron las voces de repudio (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y avalaron
la presencia de los tropas del Pentágono.
Golpismo y desestabilización
El zarpazo de Honduras confirma la gravedad de la contraofensiva reaccionaria
en todo el continente. Demuestra que el golpismo no es una reliquia del
pasado, sino un recurso que preserva con formalismos institucionales las
anacrónicas asonadas militares.
Las justificaciones expuestas para destituir a Zelaya fueron totalmente
absurdas. La consulta impulsada por el presidente derrocado para un eventual
cambio de la Constitución no violaba ninguna ley. Al contrario, abría un
camino cierta democratización, para un país sometido al bipartidismo
oligárquico. La escuálida clase dominante no le perdonó al mandatario
desplazado su tenue ensayo reformista de aumentos salariales, control de las
importaciones y rupturas del monopolio petrolero. (8)
En Honduras se reeditó el mismo tipo de golpismo que fracasó en Venezuela
(2002) y Bolivia (2007). Pero incluyó situaciones más grotescas, cómo
secuestrar a un presidente en piyama y difundir un texto de renuncia
inexistente. Se está tanteado la introducción de “dictaduras posbananeras”,
que el imperialismo y la derecha ambicionan para varios países. El objetivo es
imponer situaciones de hecho, una vez superada la adversa reacción diplomática
internacional, sabiendo que la viabilidad de las nuevas tiranías depende de la
resistencia interior. (9)
Hasta ahora sólo lograron consumar este operativo en forma provisoria.
Concretaron elecciones amañadas en un marco de elevada abstención, pero juegan
al “aguante”. Si logran perdurar en el gobierno, inclinarán la balanza
internacional a su favor, especialmente entre los numerosos presidentes
latinoamericanos, que siempre navegan por dónde sopla el viento.
El golpe ha envalentonado a otros los derechistas, que tienen en la mira a los
gobiernos de Guatemala, El Salvador o Nicaragua. Las elites dominantes no
toleran cambios mínimos, en países históricamente manejados por dictaduras
vandálicas. Están acostumbrados a reaccionar en forma brutal ante cualquier
alteración del status quo.
Otro candidato a sufrir el mismo acoso es el presidente Lugo de Paraguay.
Desde hace meses padece una sucesión de intimidaciones macartistas, que pueden
desembocar en un juicio político. Aunque gobierna con un equipo neoliberal y
mantiene ejercicios militares con el Pentágono, enfureció al establishment con
tibias medidas de reforma (proyecto de impuesto a la renta personal,
restitución de la gratuidad del hospital público, vacunación, catastro de
propiedades agrícolas).
Lugo ha pospuesto la reforma agraria, en un país dónde el 85% de las tierras
cultivables se encuentran en manos del 2,5% de población. Pero los
conservadores no están dispuestos a tolerar ningún retoque de esa estructura
oligárquica. Ya impusieron el retiro del vicepresidente del gobierno y
propician un clima destituyente, mediante insistentes campañas en torno a la
corrupción, la inseguridad y la inmoralidad publica. (10)
La estrategia agresiva que ha puesto en marcha la derecha latinoamericana se
apoya en dos gobiernos claves: Perú y México. En el primer país, Alan García
otorgó cobertura las tropas norteamericanas para ejercicios en distintos
puntos del territorio. Además, tuvo su bautismo de fuego en la batalla contra
las comunidades indígenas del Amazonas, que resistieron el ingreso de las
petroleras y la privatización de los bosques.
Esa expropiación de tierras es una exigencia del tratado de Libre Comercio
firmado con Estados Unidos. Pero la arremetida chocó con la combativa
respuesta de pobladores, que frenaron el atropello con huelgas y
movilizaciones a un costo de treinta muertos.
En México, Calderón despliega agresiones de todo tipo. Su última embestida
incluyó la clausura de la compañía de Luz y Fuerza Central, con el fin de
aniquilar un bastión de sindicalismo independiente. Recurrió a una ocupación
de gendarmes, que emula las formas de presión inauguradas por Thatcher y
Reagan.
Pero esta arremetida enfrenta la decidida resistencia de los trabajadores, en
un marco de creciente desgaste del partido gobernante PAN. Esta vertiente
asumió la administración del país, con la ambición de sustituir la prologada
primacía que mantuvo el PRI durante varias décadas. Pero al cabo de nueve años
de incontables fracasos y desprestigios, esa expectativa tiende a diluirse.
(11)
Instrumentos e ideología
Los medios de comunicación se han convertido en el principal canal de
propagación de las campañas reaccionarias. Los neoliberales ya no esgrimen
tanto las desprestigiadas banderas de la apertura comercial, la desregulación
laboral o las privatizaciones. Su principal estandarte es la “libertad de
prensa”, que identifican con la impunidad de los grandes diarios o las
emisoras para manipular la información.
Este hábito presenta en la actualidad ribetes escandalosos. Mientras que en
Honduras reina la censura, el encarcelamiento de periodistas y el cierre de
señales independientes, la prensa regional se dedica a demonizar cualquier
incidente menor de Venezuela, Bolivia o Ecuador. Los magnates del periodismo
le han puesto la cruz a todos los gobiernos que intentan democratizar la
información, cancelando licencias irregulares o acotando el monopolio privado
de los noticieros. (12)
La asimetría en la difusión de las noticias adopta formas groseras. Las
estrellas del periodismo convencional operan como un poder supremo, que define
mediante el formato de la cobertura la agenda de cada día. Exigen la renuncia
de funcionarios, despliegan lobbies a favor o en contra de individuos
previamente seleccionados, actúan cómo inquisidores y adoptan la pose de los
afamados.
Sus comentarios son repetidos por auditorios masivos y propagados con más
intensidad que la opinión de cualquier político. Nadie elige a estos nuevos
sacerdotes que no justifican sus puntos de vista, ni se someten al debate
público de ideas. Sus atributos son inmensos. Fijan los temas del Parlamento,
determinan las prioridades de la acción pública y hasta precipitan las
decisiones cotidianas de muchos presidentes.
Los medios de comunicación operan, en la actualidad, cómo el principal canal
de transmisión de la ideología conservadora. Desde ese púlpito, la derecha
despotrica contra los “excesos populistas”, que observan en las movilizaciones
populares o en el ejercicio frecuente de los derechos electorales. Este tipo
de participación eriza la piel de los intelectuales liberales, que sólo
valoran la pasiva convalidación del orden vigente.
La hipocresía de los argumentos derechistas es particularmente visible en el
despliegue de criterios republicanos para cuestionar la reelección de Chávez y
justificar al mismo tiempo la perpetuación presidencial de Uribe. Cualquier
teoría viene bien, si es funcional a una gestión reaccionaria.
Cuándo se agotan los razonamientos para aprobar las conveniencias del momento,
los conservadores invocan otra justificación más elitista: la necesidad de
superar las taras culturales de la población latinoamericana. Este retraso
mental es principalmente situado en la escasa adaptación a las reglas
competitivas del capitalismo. (13)
Pero el debut de la crisis global también ha brindado a los derechistas la
oportunidad para retomar su convocatoria a fuertes ajustes, que alentarían la
llegada de los capitales externos. Las viejas tonterías de los años 90 han
vuelto a circular, especialmente en los momentos de mayor pánico financiero.
En esas circunstancias reaparecen los llamados a cumplir con todos los deberes
requeridos “para ser elegidos por las corrientes mundiales de inversión”. (14)
Pero este postulado tiene menor asidero empírico, que cualquier otra creencia
neoliberal. Las inclinaciones de los inversores están orientadas por patrones
de rentabilidad, que no guardan correspondencia directa con la fe conservadora
de cada gobierno. No es la ideología de Lula o Calderón, lo que orienta
actualmente el mayor flujo de fondos hacia Brasil, en comparación con México.
Existen múltiples causas en la determinación del rédito que prometen los
negocios en cada coyuntura y país.
Las campañas derechistas simplemente machacan una y otra vez sobre ciertos
lugares comunes, para reactivar los proyectos de libre-comercio, privatización
o flexibilización laboral. Con estas convocatorias intentan recrear los
reflejos conservadores de grandes segmentos de las clases medias. Azuzar esta
reacción para generar confrontaciones con sectores más empobrecidos es un
objetivo central de la clase capitalista.
Pero esta polarización es un arma de doble filo, ya que también precipita
desengaños y furias contra los manipuladores. El comportamiento cambiante de
los sectores medios es una variable que frecuentemente escapa, a quiénes
diseñan las políticas antipopulares.
Conviene no perder de vista que la derecha está embarcada en una
contraofensiva, para doblegar las rebeliones y los movimientos sociales de la
última década. No encabeza iniciativas frontales como en los años 90 y
enfrenta límites mucho mayores que en ese período.
Los reaccionarios que avanzaron en Honduras durante el 2009 fracasaron en
varios intentos de mayor envergadura en el hemisferio sur (Venezuela, Bolivia
y Ecuador). Sus gobiernos más emblemáticos atraviesan por situaciones críticas
(México, Perú) y en la región centroamericana persiste una situación
contradictoria. La derecha obtuvo victorias electorales en ciertos países
(Panamá), pero perdió la presidencia de dos países claves (El Salvador,
Nicaragua). El resultado general de la arremetida
reaccionaria es una incógnita aún irresuelta.
Claudio Katz, economista, Investigador, Profesor. Miembro del EDI (Economistas
de Izquierda).
Notas:
1) Natanson José, “Tensiones y pretensiones en Sudamérica”, Página 12,
30-8-09.
2) La participación en el golpe de funcionarios de la embajada (Lanny Davis y
Bennet Ratcliff), de empresas (“Chiquita Brands- ex United Fruit, Addidas,
Knights Apparel, Gap) de estudios jurídicos norteamericanos, ya ha sido
ampliamente documentada. Gelman Juan, “USA-Honduras”, Página 12 30-7-09.
3) Golinger Eva, “El guión de Washington: el golpe se repite, ahora en
Honduras”, Aporrea, 6-7-09. Petras James, “Entrevista radial”, Chury, 5-7-09,
Wallerstein Immanuel, “La derecha contra-ataca”, www.pagina12.com.ar/diario/elmundo
23-7 2009 Wallerstein Inmanuel, “El retorno de la derecha latinoamericana”,
Página 12, 2-12-09. Almeyra Guillermo, “El golpe y la crisis”, Sin Permiso,
30-6-09. Boron Atilio, “Lo que Obama puede hacer” Página 12, 14-7-09. Boron
Atilio, “Honduras: una improbable solución”, 1-11-2009. Enfoques
complementarios en: Dos Santos Theotonio, “Las lecciones de Honduras”, ALAI,
7-7-09. Guerrero Modesto, “¿Adónde va Honduras?” 10-7- 2009 y O´Donnell
Santiago, “Hundidos en Honduras”, Página 12, 28-9-09, O´Donnell Santiago,
“Escenarios”, Página 12, 22-11-09.
4) Distintos aspectos de esta estrategia indagan Rozoff Rick, “Estados Unidos
intensifica los planos de guerra”, Memoria 238, octubre-noviembre 2009. Bilbao
Luis, “Qué se dirime en Bariloche”, ALAI 27-8-09. Grandin Greg, “¿Cómo será la
doctrina Obama?”, Memoria 238, octubre-noviembre 2009.
5) El 93% de heroína actual es cultivado en regiones de Afganistán bajo
directo control de Estados Unidos y sus corruptos socios locales. Gelman Juan,
“Del heroísmo a la heroína”, Página 12, 8-11-09.
6) Petras James, “Latin America: social movements in time of economic crisis”,
august 2009. www.globalresearch.ca/index.php
7) Como plantea: Tokatlian Juan Gabriel, “¿Guerra en los Andes?”, La Nación
24-11- 2009.
8) Incluso a los derechistas más alocados les ha costado justificar el golpe.
Un ejemplo en Vargas Llosa, “El golpe de las burlas”, La Nación, 25-7-09.
9) Aspectos de la nueva estrategia en O´Donnnell Santiago, “Dictadura
posbananera” Página 12, 2-8-09 y Tokatlian Juan Gabriel, “Neogolpismo”, Página
12 13-7-09.
10) Un análisis completo en Stefanoni Pablo, “Paraguay: una nueva Honduras”,
utopiaalsur.blogspot.com/ 10-11-2009
11) Almeyra Guillermo, “Al grito de SME”, www.jornada.unam.mx/ 8-11-2009 y
Almeyra Guillermo, “La ofensiva de la derecha”, La Jornada, 17-5-09.
12) Tan solo dos muestras de esta indignación derechista puede observarse en:
Botana Natalio “La batalla contra los medios”, La Nación, 31-5-09 y Lauría
Carlos “Un proyecto que evoca las dictaduras Latinoamericanas”, Clarín 4-8-09.
13) Un ejemplo en: Oppenheimer Andrés, “La mejor respuesta al populismo”, La
Nación, 12-5-09.
14) Un experto en estos mensajes es Castro Jorge, “Aún con la crisis América
Latina puede atraer más capitales”, Clarín, 17-05-09.