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El
señor fiscal estaba muy interesado en conocer nuestras posibilidades
de éxito. Esas posibilidades se basaban en razones de orden técnico
y militar y de orden social. Se ha querido establecer el mito de las
armas modernas como supuesto de toda imposibilidad de lucha abierta
y frontal del pueblo contra la tiranía. Los desfiles militares y las
exhibiciones aparatosas de equipos bélicos, tienen por objeto
fomentar este mito y crear en la ciudadanía un complejo de absoluta
impotencia. Ningún arma, ninguna fuerza es capaz de vencer a un
pueblo que se decide a luchar por sus derechos. Los ejemplos
históricos a luchar por sus derechos. Los ejemplos históricos
pasados y presentes son incontables. Está bien reciente el caso de
Bolivia, donde los mineros, con cartuchos de dinamita, derrotaron y
aplastaron a los regimientos del ejército regular. Pero los cubanos,
por suerte, no tenemos que buscar ejemplos en otro país, porque
ninguno tan elocuente y hermoso como el de nuestra propia patria.
Durante la guerra del 95 había en Cuba cerca de medio millón de
soldados españoles sobre las armas, cantidad infinitamente superior
a la que podía oponer la dictadura frente a una población cinco
veces mayor. Las armas del ejército español eran sin comparación más
modernas y poderosas que las de los mambises; estaba equipado muchas
veces con artillería de campaña, y su infantería usaba el fusil de
retrocarga similar al que usa todavía la infantería moderna. Los
cubanos no disponían por lo general de otra arma que los machetes,
porque sus cartucheras estaban casi siempre vacías. Hay un pasaje
inolvidable de nuestra guerra de independencia narrado por el
general Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de Antonio Maceo, que
pude traer copiado en esta notica para no abusar de la memoria.
"La gente bisoña que mandaba Pedro
Delgado, en su mayor parte provista solamente de machete, fue
diezmada al echarse encima de los sólidos españoles, de tal manera,
que no es exagerado afirmar que de cincuenta hombres, cayeron la
mitad. Atacaron a los españoles con los puños ¡sin pistola, sin
machete y si cuchillo! Escudriñando las malezas de Río Hondo, se
encontraron quince muertos más del partido cubano, sin que de
momento pudiera señalarse a qué cuerpo pertenecían. No presentaban
ningún vestigio de haber empuñado el arma: el vestuario estaba
completo, y pendiente de la cintura no tenían más que el vaso de
lata; a dos pasos de allí, el caballo exánime, con el equipo
intacto. Se reconstruyó el pasaje culminante de la tragedia: esos
hombres, siguiendo a su esforzado jefe, el teniente coronel Pedro
Delgado, habían obtenido la palma del heroísmo; se arrojaron sobre
las bayonetas con las manos solas: el ruido del metal, que sonaba en
torno a ellos, era el golpe del vaso de beber al dar contra el muñón
de la montura. Maceo se sintió conmovido, él, tan acostumbrado a ver
la muerte en todas las posiciones y aspectos, y murmuró este
panegírico: "Yo nunca había visto eso; gente novicia que ataca
inerme a los españoles ¡con el vaso de beber agua por todo
utensilio! ¡Y yo le daba el nombre de impedimenta!"..."
¡Así luchan los pueblos cuando quieren
conquistar su libertad: les tiran piedras a los aviones y viran los
tanques boca arriba!
Una vez en poder nuestro la ciudad de
Santiago de Cuba, hubiéramos puesto a los orientales inmediatamente
en pie de guerra. A Bayamo se atacó precisamente para situar
nuestras avanzadas junto al río Cauto. No se olvide nunca que esta
provincia que hoy tiene millón y medio de habitantes, es sin duda la
más guerrera y patriótica de Cuba; fue ella la que mantuvo encendida
la lucha por la independencia durante treinta años y le dio el mayor
tributo de sangre, sacrificio y heroísmo. En Oriente se respira
todavía el aire de la epopeya gloriosa y, al amanecer, cuando los
gallos cantan como clarines que tocan diana llamando a los soldados
y el sol se eleva radiante sobre las empinadas montañas, cada día
parece que va a ser otra vez el de Yara o el de Baire.
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