Las paradojas del desarrollo en América Latina
El resurgimiento de la derecha aparece en el contexto de unos regímenes de centro izquierda cuyas políticas han desmovilizado los movimientos a través de la cooptación y han estimulado una recuperación económica que, a su vez, ha levantado expectativas y demandas de la derecha en el sentido de una mayor autonomía, poder regional, concesiones más lucrativas y menos impuestos.
James Petras
Traducido por el equipo de traducción de Rebelión
Introducción
El desarrollo latinoamericano ofrece una amplia gama de paradojas que desafían todas las predicciones, las prescripciones y los análisis de escritores e intelectuales de izquierda y derecha.
Hay cambios y desplazamientos abruptos en la correlación de fuerzas políticas, y al mismo tiempo se producen continuidades estructurales llamativas. Los avances políticos alternan con bruscos retrocesos a medida que los movimientos populares compiten por el poder por medio de movilizaciones de masas que resurgen y se enfrentan a las clases gobernantes. Los derrumbes de los sistemas financieros y productivos, las fugas de capitales y la desaparición de los regímenes de las clases gobernantes, van seguidos de fuertes recuperaciones económicas de corte capitalista, del renacimiento de movimientos liderados por los empresarios y de la restauración de la hegemonía capitalista frente a la pequeña burguesía. Los movimientos horizontales de clase y los sindicatos, que superan las divisiones étnicas, regionales y locales y desafían el estado capitalista, son desplazados por divisiones verticales en las cuales las organizaciones capitalistas, regionales y sectoriales, basadas en las masas, compiten por los beneficios. El liderazgo hegemónico sobre amplios sectores de la clase media baja y la población urbana y rural pobre, oscila entre el proletariado que ha ido a menos, los empleados públicos que se organizan, los campesinos y, en algunos casos, los desempleados urbanos, las elites organizadas de la exportación agraria, las multinacionales financieras y mineras lideradas por las grandes compañías que apoyan a los demagogos de derechas de las clases medias. La recuperación económica y unas tasas de crecimiento sostenidas y sustanciales fortalecen el poder político y social de las clases gobernantes, lo que contribuye a extender y acrecentar unas desigualdades superiores a las que precedieron a la crisis económica. El péndulo político se desplaza de una influencia radical de la izquierda en las calles al poder institucional de centro izquierda, o un nuevo surgimiento del poder institucional y de base derechista. Los movimientos sociales de masas, que ocupan y organizan fábricas fallidas y tierras improductivas, son sustituidos por la restauración a los anteriores propietarios, el desplazamiento forzoso de los campesinos y la vasta expansión de los productos de exportación agrarios.
Mientras la hegemonía estadounidense en América Latina se hace menos profunda y omnipresente, la variante local latinoamericana del neoliberalismo se expande y se globaliza. El inicio de la recesión y la crisis financiera en EEUU no consigue, o apenas consigue, frenar el boom exportador de América Latina, poniendo de manifiesto el creciente desacoplamiento de las economías de ambas regiones, lo cual deja obsoleto el cliché según el cual Cuando EEUU estornuda, América Latina atrapa una neumonía.
La dinámica de clases de la derecha resurgente
Uno de los factores clave que impulsa el resurgir de la derecha, el debilitamiento de los regímenes calificados de centro izquierda, y el aislamiento y declive de los movimientos sociales radicales en la primera década del nuevo milenio, es la primarización de las economías. El sector económico primario, a saber, la agricultura y la minería, está dominado por las grandes compañías agromineras nacionales y extranjeras, las cuales también lideran los negocios punteros y las instituciones financieras y ejercen la hegemonía sobre los gobiernos regionales y locales y sus empleados. Unos precios mundiales favorables y la apertura de los nuevos y dinámicos mercados de ultramar, así como las grandes aportaciones de inversiones extranjeras a los sectores primarios, han incrementado en gran medida el papel de las élites del sector agrominero en la economía y han aumentado su demanda de mayor influencia en la política económica nacional. La creciente importancia de los sectores agromineros y sus industrias satélite (finanzas, comercio, maquinaria agrícola, infraestructuras y construcción) ha desplazado los ejes del poder político de las alianzas de centro izquierda, compuesto por la clase trabajadora urbana de clase media y los pobres rurales y urbanos, hacia un bloque de poder de masas liderado por las élites agromineras que abarca pequeñas empresas urbanas, organizaciones profesionales, campesinos medianos e incluso pequeños, consumidores urbanos desafectos y empleados asalariados que sufren los efectos de la elevada inflación.
Las élites del sector primario lideradas por la derecha son los principales exponentes de las políticas de libre mercado, con independencia del declive de la influencia del FMI y el Banco Mundial, dado que su objetivo estratégico fundamental es el acceso ilimitado a los mercados de ultramar y la importación de capital y bienes de consumo a precios competitivos, más bajos. A escala nacional, las élites agromineras y sus colaboradores en los sectores financieros y comerciales, exigen el fin de la regulación gubernamental, la disminución o eliminación de los aranceles a la exportación, el fin del reparto de ingresos con el gobierno nacional y la reinversión del superávit comercial en proyectos de infraestructura que faciliten las exportaciones y los beneficios.
El desplazamiento del poder de la izquierda radical al centro izquierda y a la derecha va muy en paralelo con los vaivenes del capital. La izquierda radical dominó la calle, ejerció un veto virtual sobre la política económica e influyó en el cambio de régimen en el momento álgido de las crisis económicas y políticas y la derrota del neoliberalismo en los comienzos del siglo XXI. El centro izquierda surgió del punto muerto entre los movimientos sociales y la clase gobernante durante las crisis, la izquierda radical fue capaz de poner freno al dominio del capital pero no pudo, o no quiso, sustituirlo; y la clase gobernante ocupó las posiciones estratégicas en la economía, pero era incapaz de gobernar. El centro izquierda fue esencialmente un régimen de transición nacido tras las crisis, pero sólo podía sobrevivir a condición de que pudiera adaptarse a las demandas de las élites agromineras que emergieron del boom económico del período post crisis. El intento del centro izquierda de lograr ajustes políticos y una continuidad estructural creó, a su derecha, a sus sepultureros. Sintiéndose seguro por el apoyo que recibía de los sectores estratégicos privatizados, financieros, agromineros e industriales, el centro izquierda llevó a la práctica una serie de políticas fiscales, monetarias y laborales que forzosamente supusieron alimentar el relanzamiento del crecimiento capitalista. Unas condiciones favorables en el mercado mundial instaron a los regímenes de centro izquierda a adoptar la estrategia de crecimiento del sector primario, independientemente del hecho de que su base electoral se opusiera a las élites líderes en el sector primario. El centro izquierda operaba con una visión estática del equilibro de poder posterior a la crisis entre los pobres movilizados y una burguesía resurgente, y tenía en mente una alianza productiva donde podrían sacar provecho de la riqueza y los ingresos generados de un sector primario de libre mercado para los pagos de prestaciones sociales que pacificaran su base de masas. La estrategia se vino abajo en el momento en que el boom del sector primario despegó y las élites agromineras resurgentes se hicieron fuertes gracias a unos beneficios récord. Las élites derechistas del sector primario se negaron a entrar en el juego de la alianza productiva y de las políticas de reparto de la riqueza del régimen que impulsaba el centro izquierda. Incapaz de volver a meter al genio en la botella, el centro izquierda se convirtió en prisionero de la derecha resurgente, dando marcha atrás en cuanto a las promesas a su base de masas y sin voluntad ni capacidad de proteger a sus partidarios, por no hablar de movilizarlos contra la violencia institucional y callejera de las tropas de choque de la derecha del sector primario.
El resurgir del neoliberalismo de libre mercado y el debilitamiento de los movimientos sociales
El dominio de los adalides de la economía propulsada por el sector primario ha tenido importantes repercusiones en el mapa macroeconómico y político.
En primer lugar, y ante todo, la derecha se ha hecho con el poder político en las dinámicas regiones agromineras, y con los beneficios obtenidos y los ingresos fiscales locales, han sido capaz de financiar proyectos locales de asistencia social que movilizan a la mayoría de la población local en apoyo de su agenda regionalista. Así, han conseguido, en gran medida, convertir el conflicto de clases en un conflicto sectorial y regional.
En segundo lugar, el impulso regional y el papel cada vez más estratégico de las regiones dominadas por la derecha en la economía nacional, ha dado lugar a una mayor influencia en la política nacional. En particular, grupos económicos dominantes en las capitales, sobre todo en los sectores financiero y comercial (actividades de importación y exportación), han unido sus fuerzas para socavar los regímenes de centro izquierda, con el resultado del sometimiento de los regímenes vulnerables de centro izquierda a las exigencias desreguladoras más radicales del sector agrominero. El problema al que se enfrentan los regímenes de centro izquierda es que el resurgir de la derecha ocurre en un momento en que las presiones inflacionarias están obligando a los trabajadores organizados a pedir mayores subidas salariales, sobre todo en vista de los pasados 5 años de rápido crecimiento y creciente desigualdad. Esto da lugar a un conflicto de tres vertientes, donde los regímenes de centro izquierda se encuentran con la oposición de su base popular anterior y han sido abandonados por la clase media de las capitales y provincias.
Las medidas reguladoras que el centro izquierda introdujo frente a la crisis de la década anterior, ahora se están erosionando. Los débiles esfuerzos por remediar la pobreza extrema y financiar el empleo urbano los socava una derecha agrominera con gran confianza en sí misma que se ve, con razón, como un centro dinámico de la estrategia de desarrollo de centro izquierda liderada por la exportación. La dependencia que tiene el centro izquierda del sector primario y su incapacidad de introducir cambios estructurales en el régimen de propiedad de tierras y el control minero y energético fueron cruciales para el poderoso resurgir de la derecha. La negativa del centro izquierda a renacionalizar los sectores económicos estratégicos privatizados durante la década anterior y su estrategia de desmovilización política de los movimientos populares han desplazado de manera dramática el equilibrio del poder político hacia la derecha.
El fracaso del movimiento indio y campesino
En el cambio de siglo, los movimientos indios y campesinos desempeñaban un papel importante en algunos países de América Latina. En Bolivia, Ecuador, Colombia, México, Perú, Brasil, América Central y Paraguay, los movimientos indios y campesinos tuvieron un papel importante, bien en el derrocamiento de los regímenes neoliberales, construyendo potentes movimientos de base regional que influyeron en la política nacional, bien ayudando a que salieran elegidos presidentes de centro izquierda y, en algún caso, aportando el apoyo de las masas a los movimientos guerrilleros. La mayoría de dichos movimientos sociales eran, efectivamente, grupos de veto a la hora de plantear la agenda política nacional. Como actores políticos importantes, estos movimientos fueron aliados muy codiciados para los partidos y políticos electorales que se proclamaban de centro izquierda, para contrarrestar la política de patrocinio de las élites agromineras de derechas. El momento de triunfo de los movimientos, su reconocimiento como protagonistas en la política nacional como grupos con capacidad potencial para hacer y deshacer las fortunas electorales de los partidos y líderes políticos urbanos, fue también el principio del fin de su papel como agentes representativos de la base de masas.
Los líderes indios y campesinos sucumbieron a los halagos o favores políticos, empleos en el gobierno, ONG financiadas por la UE o EEUU, y microcréditos administrados por bancos internacionales de ultramar. Los movimientos y los líderes fueron testigos de cómo sus aliados políticos de centro izquierda giraron a la derecha, acogiendo la estrategia de exportación de agrominerales y abandonando las promesas de reforma de la tierra, seguridad alimentaria y financiación de la agricultura cooperativa. El resultado fue la pérdida visible de iniciativa política, divisiones internas, deserciones en masa y, en algunos casos, la transformación de los movimientos en correas transmisoras de las políticas oficiales que originaron una desmovilización parcial y la pérdida del poder en la calle. Sobre todo, el giro y el énfasis en la autonomía y la política étnica, promovido por las ONG y sus agencias de financiación de la UE y EEEUU, hicieron que los movimientos indios cambiaran la política de clases por la política separatista/regionalista. Este desplazamiento hacia la política identitaria los aisló de los sindicatos, los mineros y la clase trabajadora urbana y proporcionó a las poderosas élites agromineras un pretexto para hacerse con el control de las regiones más ricas y productivas del país, las que contienen las tierras más fértiles y mayor concentración de minerales, y los principales yacimientos de gas y petróleo.
A pesar del avanzado estado de descomposición y caos de los movimientos campesinos, especialmente indios, y su papel cada vez más aislado y marginal en la política nacional, un ejército de periodistas progresistas y de izquierdas, socios de ONG, intelectuales y escritores, continuaron balbuceando sobre los poderosos movimientos sociales de América Latina, una marea rosa, el avance de la izquierda, etc. Cuando la derecha agrominera de Bolivia convocó un referéndum separatista totalmente controlado, y los campesinos y partidarios indios del gobierno central fueron salvajemente apaleados por matones neofascistas apoyados por los regímenes separatistas provinciales, el gobierno de Evo Morales y Álvaro García Linares abandonó cualquier intento de defender la seguridad física de sus seguidores a la vez que se esforzaba al máximo por aplacar a la élite agrominera. En Ecuador, tras la desastrosa alianza electoral del movimiento indio CONAIE (2003) con el presidente seudoderechista convertido en populista Lucio Gutiérrez, el movimiento cayó en el declive, se dividió y desmoralizó a la base de masas, llegando a su punto más bajo en la votación de 2007 de la asamblea constituyente, donde obtuvo el 2% de los votos para sus candidatos. El movimiento indio zapatista se automarginó al negarse a apoyar un movimiento de protesta de millones de personas contra el fraude presidencial de 2006, y al concederle un apoyo simbólico mínimo al alzamiento de masas urbano rural en el estado mexicano de Oaxaca, que duró 6 meses bajo una dura represión estatal.
Retirada de los movimientos sociales del escenario nacional a los escenarios locales
En el último tercio de esta década, ante el retroceso de los movimientos izquierdistas, la rendición de los regímenes de centro izquierda y el resurgir de la élite agrominera de derecha dura, los movimientos sociales rurales se han retirado hacia combates locales sectoriales, y los movimientos indios hacia una lucha defensiva por la supervivencia frente a la expansión dinámica de las plantaciones de soja, los exportadores de madera y las multinacionales del mineral y el petróleo. Los principales movimientos rurales, como el MST en Brasil, han experimentado tantos desahucios gubernamentales de ocupadores de tierras como ocupaciones. El CONAIE en Ecuador y los indios de Chiapas, han visto que los seguidores que abandonan sus tierras ancestrales, sus granjas e incluso el país son muchos más que los que se unen a los movimientos. Las federaciones de indios y campesinos de Bolivia han sido testigos de la vasta expansión y el enriquecimiento de las élites de exportación agromineras, mientras los niveles de pobreza siguen en el 65%, lo que les obliga a emprender una masiva emigración a ultramar.
La realidad dual de hoy es el retroceso del movimiento indio y campesino y el resurgir de las élites gobernantes agromineras; ambos aspectos reflejan el enorme ímpetu que da a esta polarización económica el hecho de que el centro izquierda promueva primarizar la economía.
Paradojas de América Latina. Las victorias electorales de izquierda y el poder de derechas
La mejor forma de entender la América Latina contemporánea es examinar su paradojas más chocantes e identificar el contraste fundamental entre las apariencias que se proclaman y las realidades empíricas. A lo largo de los tres últimos años, los movimientos más poderosos y organizados de la sociedad civil están organizados por las grandes empresas urbanas de derecha, las élites de la agricultura apoyadas por un gran número de las clases medias del sector privado, pequeños campesinos, tenderos, asociaciones cívicas, empresarios del transporte y organizaciones profesionales. En cambio, los movimientos sociales rurales y urbanos de los pobres, organizados por la izquierda, están en retroceso, inmovilizados o a la defensiva. El resurgimiento de la derecha aparece en el contexto de unos regímenes de centro izquierda cuyas políticas han desmovilizado los movimientos a través de la cooptación y han estimulado una recuperación económica que, a su vez, ha levantado expectativas y demandas de la derecha en el sentido de una mayor autonomía, poder regional, concesiones más lucrativas y menos impuestos.
Un breve estudio de los principales países de América Latina en 2008 confirma el nuevo paradigma del resurgir de la derecha.
Bolivia . A finales de junio de 2008, la derecha controlaba plenamente los gobiernos en 5 provincias, celebró y ganó referéndum en 4 provincias, dominaba las calles y plazas mediante organizaciones cívicas agresivas, perpetraba ataques violentos periódicos sobre las asambleas de indios y sindicatos, y tenía el poder de convocar huelgas generales efectivas y cierres patronales que paralizaban la economía. Liderados por la oligarquía de negocios agrarios de Santa Cruz, pusieron en pie un gobierno paralelo para negociar la recaudación de impuestos, la política económica extranjera y obligar a la policía y al ejército nacional a someterse a sus políticas. Como resultado, las regiones de derecha ahora controlan más del 85% de las exportaciones y reservas de gas y petróleo, el 80% de las exportaciones agrarias y la mayor parte de las instituciones comerciales y financieras. Las organizaciones populares de izquierda han sido manipuladas y divididas por el gobierno de Morales-García Linera, minando su capacidad de respuesta ante el resurgimiento de la derecha. En junio, la federación de mineros, o al menos la mayoría de sus delegados, votaron a favor de que en julio se celebrara una huelga general contra el resurgir de la derecha y el régimen impotente de Morales.
Argentina . Durante la primera mitad de 2008, las empresas agrarias líderes, con fuerte apoyo de la burguesía provincial y los pequeños y medianos campesinos, organizaron cierres patronales masivos y sostenidos, una manifestación multitudinaria de 200.000 personas en Rosario, y obligaron al gobierno de Cristina Kirchner a renegociar un impuesto de arancel sobre los beneficios obtenidos con las exportaciones de grano y soja. Los líderes del boicot de derechas consiguieron debilitar la popularidad del régimen de centro izquierda, cuestionando su autoridad y capacidad de gobierno, mientras formaban alianzas políticas con los sectores comerciales y financieros urbanos. Lo que es igual de importante, la escasez de alimentos (carne y grano) dio lugar a subidas de precios que fomentaron la inflación y provocaron un amplio malestar entre los pobres urbanos. Los movimientos urbanos populares brindaron escaso apoyo al régimen de centro izquierda, no se opusieron a los boicoteos y cortes de carreteras de la derecha, a excepción de sectores de los sindicatos de camioneros. Claramente, el movimiento rural controlado por las fuerzas de derecha lideradas por los exportadores agrarios han sustituido a los movimientos de trabajadores en paro como sector dinámico de política extraparlamentaria. Como consecuencia del debilitamiento del centro izquierda, es probable que los neoliberales ortodoxos de derecha saquen un beneficio electoral.
Brasil . Durante los primeros seis años de la presidencia de Lula Da Silva, las empresas y lideres de la banca y asesores de derecha han dominado todas las posiciones económicas estratégicas del gobierno. Los principales movimientos del campo han sido dominados totalmente por las élites de la soja, madera, azúcar-etanol, que han desposeído a los pequeños agricultores, a los indios y campesinos de la agricultura de subsistencia al expandir su producción de cultivos de biocombustibles y otras exportaciones agrarias. El Movimiento de trabajadores rurales Sin Tierra (MST) ha visto cómo se criminalizaban sus acciones sociales, se han expulsado a decenas de miles de ocupantes organizados de tierras y el ejército, la policía municipal y nacional y los ejércitos privados de los agro exportadores han quemado sus chabolas y han arrancado sus cultivos. Una de las fuerzas impulsoras del boom de la agroexportación ha sido la inversión extranjera, a gran escala y a largo plazo, en millones de hectáreas de tierras fértiles, fábricas de procesamiento de alimentos, refinerías de etanol e instalaciones de almacenamiento y transporte. Bajo Lula Da Silva, se han talado millones de hectáreas de selva de la región amazónica y se ha expulsado a miles de indígenas y colonos pobres. Como mucho, el MST ha realizado luchas defensivas, resistiendo a las ocupaciones de tierras y protestas simbólicas contra la agricultura biotecnológica y la destrucción ecológica. En contraste con la expansión dinámica del movimiento de apropiación de tierras liderada por los capitalistas, que recibe un importante apoyo financiero y policial del régimen de Lula, los movimientos populares retroceden, están bajo vigilancia y sometidos a una severa represión, encarcelamientos y asesinatos siempre que emprenden acciones directas. El régimen de Lula, que asumió el cargo con el poderoso respaldo de los sindicatos, el MST, las federaciones del sector público y los movimientos sociales populares, se ha convertido en el líder del movimiento de la agroexportación liderado por la élite resurgente. Lula ha eliminado las opciones políticas del MST y los sindicatos y ha abierto el camino a la reafirmación de la hegemonía de la clase dominante.
Venezuela . Después de que la derecha venezolana sufriera una serie de graves reveses, concretamente la derrota del golpe militar de abril de 2002, el cierre patronal de diciembre de 2002-febrero de 2003, el referéndum de 2004 y las elecciones presidenciales de 2006, volvieron a las calles en 2007 y consiguieron la derrota del referéndum de Chávez, en diciembre de 2007, por unos márgenes muy exiguos (menos del 1%). A lo largo de la última década, la derecha de Venezuela ha retenido una presencia extraparlamentaria de masas y una red de ONG bien organizada que entrena y lleva a cabo manifestaciones callejeras de gran envergadura, con ayuda de las agencias estadounidenses de ultramar. La derecha venezolana ha combinado la acción electoral con la extraparlamentaria, protestas violentas terroristas y protestas de masas no violentas, alternando según las circunstancias y oportunidades. Aprovechando las concesiones del gobierno, incluida la amnistía de los participantes en el golpe, el aumento de la inflación y la escasez inducida por la oposición, la derecha aspira a salir vencedora en las elecciones locales y nacionales previstas para noviembre de 2008, donde espera ganar una mayoría significativa de las elecciones locales y nacionales. Afianzando su liderazgo en los movimientos de estudiantes, dominados por las élites, de la universidad pública y privada, y en su sólida base de la élite de los negocios agrarios, la derecha tiene la esperanza de repetir su primer éxito electoral del referéndum de 2007. El gobierno y su nuevo partido de masas, PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) se enfrentan a una derecha rejuvenecida, fortalecida por los infiltrados y agitadores patrocinados por EEUU y Colombia, que actúa en los barrios pobres y es capaz de disturbios violentos y de promover movimientos separatistas, sobre todo en el estado de Zulia, rico en petróleo.
Ecuador . El levantamiento popular de 2005 que derrocó al presidente de derecha Lucio Gutiérrez, la subsiguiente elección de Rafael Correa y las dobles victorias en el referéndum de una nueva constitución y los delegados de la comisión constitucional (octubre de 2007), prácticamente eliminaron a los partidos tradicionales de derecha. Habiendo perdido claramente sus bastiones electorales en el parlamento y la presidencia, la derecha política lanzó un movimiento de autonomía regionalista separatista a gran escala, con base en Guayaquil, dirigido por su alcalde. A principios de 2008, movilizaron a 200.000 partidarios de derecha en un esfuerzo por presionar a la asamblea constituyente. Y lo que es más grave, el ejército y sus agencias de inteligencia, en estrecha colaboración con la CIA y el ejército colombiano, ocultaron al presidente Correa información sobre la incursión violenta del presidente colombiano Uribe y su bombardeo de la región fronteriza de Ecuador en la persecución de la guerrilla de las FARC. Como respuesta, Correa destituyó al ministro de Defensa, al director de la inteligencia militar al jefe del ejército. La clave del resurgir de la derecha en Ecuador estriba en el hecho de que los poderosos bancos costeros, los grupos financieros e industriales, han permanecido intactos, así como las grandes multinacionales del petróleo de propiedad extranjera, que controlan el 56% de la producción del crudo. Los principales medios de comunicación privados, aliados de la derecha, dominan las ondas, al no existir ningún órgano mediático importante del gobierno. Si bien Correa eliminó correctamente a los oficiales militares pro imperialistas más egregios, las instituciones civiles y militares del Estado siguen plagadas de personas nombradas por los anteriores regímenes de centro derecha. Si Correa actualmente domina el ejecutivo y el parlamento, la derecha ha demostrado su capacidad de lanzar un poderoso movimiento de sociedad civil y sigue teniendo la llave de los sectores militares. El resurgir de la derecha en la sociedad civil se da en un momento en el que los principales movimientos de sociedad civil de izquierda (el sindicato indio CONAIE y los sindicatos de los trabajadores del petróleo) han sido debilitados, desatendidos o marginados por el régimen de Correa, haciéndolos vulnerables a un ataque extraparlamentario.
Colombia . Colombia es un país en el que la extrema derecha ha logrado sus mayores beneficios, tanto dentro del gobierno, en la sociedad civil y la lucha de clases, como en relación con sus vecinos. Con la elección de Álvaro Uribe, Colombia es testigo de la sistemática extensión de la actividad de los escuadrones de la muerte relacionada con un movimiento masivo de clase media urbana y el reclutamiento por la fuerza de decenas de miles de informantes rurales bajo la amenaza de tortura y muerte. Respaldado por más de 6.000 millones de dólares de ayuda militar de EEUU, miles de asesores estadounidenses y la más avanzada tecnología de detección procedente de EEUU e Israel, el régimen ha expulsado a más de dos millones de campesinos desde el campo a los suburbios urbanos o fuera de sus fronteras. La reelección de Uribe fue acompañada por un aumento de las fuerzas armadas hasta llegar a los 250.000 miembros. Los alcaldes y parlamentarios de centro izquierda pertenecientes al Polo Democrático son totalmente impotentes para evitar las masacres semanales e incapaces de bloquear la promulgación de un acuerdo bilateral de libre comercio con EEUU. El régimen ha militarizado la mayor parte del campo y ha aislado y destruido las organizaciones sindicales y campesinas.
Desde 2005, la derecha colombiana ha estado infiltrando fuerzas paramilitares en Venezuela para desestabilizar el régimen de Chávez. Organizaron el secuestro de un portavoz de las FARC en el centro de Caracas. La culminación de la proyección de poder regional de Colombia fue el bombardeo de un campamento de las FARC en Ecuador, identificado por EEUU y Colombia en el curso de las negociaciones internacionales sobre secuestrados y prisioneros con la mediación de Chávez. A consecuencia de ello, Chávez cedió a las presiones de Uribe y atacó públicamente a las FARC haciéndoles un llamamiento a desarmarse y a someterse incondicionalmente a los términos dictados por el gobierno colombiano. Uribe moviliza hoy a un millón y medio de partidarios mientras que el centro izquierda cuenta con 200.000 y los movimientos populares de izquierda están en retirada.
Lejos de un período de avance de la izquierda, América Latina se encuentra en medio de una derecha renaciente, tanto en la sociedad civil como en la arena electoral, en gran parte gracias al boom económico que (junto con la consolidación y promoción de sus promotores en la agroindustria, las finanzas y la minería) ahora amenaza con desplazar a los regímenes de centro izquierda. La creciente ‘marea blanca’ ha establecido las bases para una nueva forma de oligarquía conjunta imperial para cuando EEUU se recupere de su recesión, de la crisis financiera y del atolladero militar en Oriente Próximo.
La paradoja de la autonomía
La segunda paradoja se sitúa en la propuesta de ‘autonomía’ hecha por la izquierda o centro izquierda, que ha fortalecido a la derecha y a la élite económica regional, y debilitado al gobierno central y a los movimientos populares nacionales. Lo que empezó como una exigencia indigenista de izquierda de un Estado multiétnico basado en una ‘autonomía regional’, ha evolucionado a una plataforma de la rejuvenecida derecha, que exige autonomía regional exclusivamente para controlar y explotar las regiones ricas desde el punto de vista agrícola y minero. La consigna de ‘autonomía’ alzada originariamente por movimientos dirigidos por indios y respaldados por ONG financiadas por EEUU y Europa, tenía por objetivo un gobierno étnico regional libre de la tutela del gobierno central. El problema es que las zonas más prósperas y ricas en ingresos y recursos son precisamente las regiones en las que las comunidades indias no dominan y en las que el trabajo asalariado y las relaciones comerciales han disuelto con creces las ‘relaciones recíprocas’ tradicionales indias. Con el ascenso del gobierno de centro izquierda la cuestión fue lograr ingresos adicionales procedentes de las regiones ricas en recursos y controladas por la oligarquía blanca, para financiar el desarrollo de las regiones más pobres, en las que predominaban los indios y reasentar a indios pobres y sin tierras en las tierras fértiles y proporcionarles trabajo en las productivas industrias y minas. En vez de eso, la autonomía regional básicamente ha confinado a los indios a las montañas remotas y poco fértiles para que administren su propia miseria y reciban poca ayuda estatal generada por los enormes beneficios de la minería y las exportaciones agrarias. Por contraste, una vez perdida la influencia o el control directo del gobierno central, las regiones ricas dominadas por las élites financieras y del sector agrominero han esgrimido ante los indios la retórica de la ‘autonomía’ para avanzar hacia la secesión de hecho y monopolizar la riqueza y los ingresos generados localmente en contra de todo reparto federal de los ingresos.
La vaguedad de la retórica de ‘autonomía’ y ‘gobierno local’ no analizó las clases, que se hubieran beneficiado de la devolución de poder y de recursos. Además, el desarrollo desigual de las regiones y la también desigual distribución de la riqueza excluyó cualquier posibilidad de una política equitativa que favoreciera las regiones menos desarrolladas y de ingresos más bajos. La autonomía regional, que en un primer momento a la comunidad de las ONG les parecía (o lo discutieron) una manera de corregir las injusticias históricas en relación con los indios, tuvo el efecto contrario de negar a la mayoría los frutos de sus logros en relación con el poder nacional. El divorcio de los indios pobres de las regiones de gran riqueza y tierras fértiles y ricas minas fue el resultado del expolio histórico que padecieron debido a los grandes propietarios de tierras y de minas, y anteriormente, de la búsqueda por parte de los depredadores coloniales de indígenas para realizar trabajos forzados. La exigencia progresista no es la emancipación de los pobres en sus empobrecidas regiones sino exigir la devolución de las tierras por la vía de la reforma agraria y la expropiación de las minas como mecanismos reales para crear un poder de clase. Los regímenes de centro izquierda se niegan a expropiar, reasentar y emancipar a los pobres; en vez de ello, su política de ‘autonomía’ preserva las élites y propiedades existentes, históricamente limpias de indígenas, y encierra a los indios en sus improductivos enclaves de las montañas y en los barrios pobres de las ciudades. Lo peor de todo es que la retórica de la autonomía jugó a favor de la derecha y le permitió apoderarse del control político de sus prósperas regiones a costa del gobierno federal.
La paradoja del apoyo electoral popular al renacimiento de la derecha
No hay duda sobre la llamada de los políticos de los regímenes de centro izquierda. Los estudios de los resultados electorales demuestran de manera contundente que su principal base de apoyo procede de los pobres rurales y urbanos, la clase media baja, los movimientos sociales y sindicatos organizados. La fuerza motriz del cambio político desde la derecha neoliberal al centro izquierda fue la profunda crisis económica precipitada por la desregulación del mercado, la especulación financiera salvaje y las grandes concentraciones de riqueza en medio de una crisis sistemática. Sin embargo, es precisamente la base popular electoral de los regímenes de centro izquierda la que menos se ha beneficiado de la recuperación económica, del boom de artículos de consumo y del relativamente alto índice de crecimiento. Es la antes desacreditada élite económica la que ha recuperado sus altos índices de beneficios y ha logrado consolidar su posesión de activos privatizados de forma sospechosa. Los regímenes de centro izquierda han ‘cerrado el ciclo’ que empezó con el final de la crisis del neoliberalismo de los noventa, que llevó a desacreditar a las derechas y a un descenso de los beneficios. Esto llevó a la emergencia de poderosos movimientos sociales y sirvió de trampolín para el ascenso del centro izquierda al poder, la recuperación, crecimiento y ahora renacimiento de la derecha, tanto en su expresión política como económica. Todo ello ha tenido lugar en menos de un decenio y sin que le dieran importancia los miopes comentaristas de izquierda que siguen manteniendo el ‘final de la hegemonía estadounidense’.
Paradoja de los beneficios
Los mayores índices de beneficios privados, de reservas de moneda extranjera y de austeridad fiscal, han tenido lugar bajo los regímenes de centro izquierda elegidos popularmente en esta década, no bajo los regímenes neoliberales de derecha de los noventa. Esto se debe, en parte, a los altos precios mundiales de exportación de productos agromineros, pero también a la estabilidad política, los incentivos económicos y las políticas fiscales de los regímenes de centro izquierda. Tanto los inversores extranjeros como nacionales han considerado positivamente la desmovilización de la insurgencia popular por parte del centro izquierda y la canalización de la política por las vías establecidas, y ha llevado a la repatriación del capital. La imposición por parte de los regímenes de moderados incrementos salariales en un momento de aumento de los beneficios del capital, ha aumentado las desigualdades en los beneficios y en los salarios. Igualmente importante, los regímenes de centro izquierda han reducido el ancestral saqueo económico a gran escala y la corrupción generalizada, y han obligado al capital a invertir por el beneficio en vez de robar el tesoro. En gran parte, la corrupción de los políticos es ahora un medio de engrasar las ruedas de la inversión. El mayor crecimiento del capitalismo bajo regímenes putativos de ‘centro izquierda’ en vez de bajo la derecha neoliberal es, en parte, resultado del cambio de saquear los recursos existentes a invertir en capitalismo ‘normal’. En ese sentido, la diferencia entre derecha neoliberal y el centro izquierda no es por el capitalismo o ‘libre mercado’, sino entre el capitalismo que obtiene ingresos de las ‘rentas’ del Estado y el capitalismo que crece vía transacciones de mercado.
La paradoja del centro izquierda que antepone las obligaciones de la deuda a los programas sociales
La derecha dura dio prioridad a sus relaciones con las agencias internacionales prestatarias y dependió en gran medida de la financiación, por medio de la deuda, de muchas de sus inversiones a favor del crecimiento del sector financiero no productivo. El saqueo de los bancos por parte de la derecha y la destrucción de la confianza de los ahorradores hizo que recurriera al FMI y al Banco Mundial para su rescate, en el proceso de someter la economía a las onerosas condiciones que limitaban el crecimiento, especialmente el de la economía real. Retóricamente, el centro izquierda libraba una guerra ideológica contra el FMI, especialmente en cuanto a las condiciones y el oneroso pago de la deuda que, afirmaba, empobrecía a la clase trabajadora. Una vez en el poder, sin embargo, el centro izquierda procedía rápida y decisivamente a reembolsar la deuda oficial (es decir, a pagar efectivamente la deuda contraída con el FMI y el Banco Mundial), asegurando que así limitaba su influencia. De hecho, los gobiernos de centro izquierda incrementaron la deuda privada interna y externa total, siguieron lealmente las políticas fiscales del FMI-BM y sus programas relativos a los superávits presupuestarios y mantuvieron vínculos, por intermedio del banco central, con el sector financiero a la vez que calificaban este arreglo de autonomía.
Ninguno de los bancos centrales puso restricción alguna al pago de la deuda, ninguno dio prioridad a la deuda social por encima del reembolso a los acreedores y poseedores de bonos. A la hora de hacer frente a los pagos de la deuda, el centro izquierda estuvo tan dispuesto y puntual como lo había estado la derecha, una vez acordados los pagos. Aunque en un primer momento decidió reducir el pago de la deuda tras la crisis financieras, Argentina procedió a incrementar los pagos con arreglo a su ritmo de crecimiento. En los años siguientes, con un crecimiento del 8%, sus acreedores nacionales y extranjeros recuperaron con creces lo que en un primer momento se les había deducido. Con todos los gobiernos de centro izquierda, el crecimiento de los pagos de la deuda y los incrementos de las reservas de divisas excedían ampliamente los incrementos del salario mínimo, lo que hacía sus mercados atractivos para los inversores bursátiles extranjeros.
La paradoja del declive del sindicalismo y más deshaucios bajo los gobiernos de centro izquierda
Bajo los gobiernos de centro izquierda se ha registrado una disminución de la militancia sindical y un incremento en el desplazamiento de trabajadores urbanos y rurales. Con su influencia sobre los sindicatos y los líderes campesinos, dichos gobiernos presidieron la disminución de las huelgas generales y de las movilizaciones políticas debidas al cambio estructural que caracterizó el período anterior de gobiernos de derechas. Las ocupaciones de fábricas por parte de los trabajadores desempleados en Argentina acabaron; las organizaciones de trabajadores desempleados dejaron de bloquear las principales carreteras; los empresarios iniciaron procesos para recuperar las fábricas ocupadas y, en muchos casos, obtuvieron fallos judiciales favorables; la propiedad capitalista se protegió y funcionó con menos huelgas y paros laborales; las ocupaciones de tierras por parte de los campesinos fueron sustituidas por la recuperación de éstas por los especuladores e inversores agroindustriales; el boom de los productos básicos fue acompañado por el boom de la propiedad inmobiliaria, lo que condujo a un desarrollo urbano conseguido mediante el desplazamiento de los pobres urbanos de las zonas de chabolas y la construcción de costosos bloques de apartamentos de alta seguridad, centros comerciales y complejos de negocios. Bajo el lema de modernización y desarrollo y el crédito fácil, el centro izquierda convirtió la conciencia de clase en conciencia de consumidor, especialmente entre los trabajadores sindicados organizados mejor pagados.
Paradójicamente, las clases populares ganaron elecciones y perdieron poder social
La elección de líderes de centro izquierda condujo a la sustitución de los políticos tradicionales por líderes de los movimientos sociales de base y, en algunos casos, dichos líderes de movimientos sociales se convirtieron en políticos del establishment. En cualquier caso, una vez en el poder, los políticos de centro izquierda se convirtieron en apóstoles del dogma de la representación de todas las clases, difuminando con ello su compromiso con sus votantes originales y sustituyendo los decretos presidenciales por consultas populares, a la vez que reducían la relevancia del poder social en las calles. Cuanto mayor y más dependiente de los movimientos sociales fue la victoria del centro izquierda, más se alejó de las exigencias programáticas de dichos movimientos. Las organizaciones populares se hallaron en una grave tesitura por haber ligado a sus seguidores al centro izquierda y acabaron por tener un electorado desilusionado, sin alternativas a la vista y limitado a conseguir concesiones menores.
Paradojas de la economía: a medida que crecen los mercados, decae la influencia estadounidense
El capitalismo latinoamericano se hizo mucho más librecambista y más profundamente integrado en los mercados globales, a la vez que mostraba unas tasas de crecimiento mayores, coincidiendo con el comienzo de la recesión y las experiencias de estanflación del capitalismo estadounidense. El viejo tópico de que Cuando EEUU se resfría, América Latina atrapa una neumonía ya no tiene ninguna validez. América Latina se está desvinculando cada vez más de la economía estadounidense en tres direcciones: primera, potenciando sus vínculos comerciales con Asia y la Unión Europea ; la segunda, incrementando el comercio regional; y por último, profundizando su mercado nacional. Teniendo en cuenta el boom de los productos básicos, globalizarse significa obtener mayores beneficios, mejor acceso al mercado y menos limitaciones para la consecución de precios negociados más altos. Por consiguiente, la decadencia de la centralidad del mercado estadounidense y de su influencia política, significa que los exportadores latinoamericanos pueden evitar los acuerdos comerciales no equitativos con Estados Unidos, donde los contingentes, los aranceles y las subvenciones limitan el libre comercio Norte-Sur.
A medida que disminuye la influencia del FMI y el BM, crecen los mercados libres Con el incremento del superávit comercial de los países exportadores latinoamericanos del sector agrominero, la necesidad de financiación a través del FMI y el Banco Mundial disminuye. Teniendo en cuenta las duras condiciones impuestas por las instituciones financieras internacionales, los gobiernos latinoamericanos pueden negociar su financiación comercial y aprovecharse de una autofinanciación local pública y privada. Una mayor liquidez interna e internacional ha facilitado el incremento de la financiación de las inversiones del sector de la agroindustria y la minería, que a su vez ha estimulado nuevos acuerdos de libre comercio con América Latina, y entre la región y la subregión y Estados Unidos y Asia. El hecho de que estas barreras comerciales estén derribándose a medida que la influencia del FMI y del Banco Mundial se desvanece, demuestra que las políticas de libre mercado obedecen a diseños endógenos y no a otros impuestos por instituciones externas. La subida de las clases dominantes de la agroindustria, la minería y las finanzas de América Latina, y los mayores beneficios conseguidos por un mejor acceso a los mercados internacionales, son razones suficientes y necesarias para que dichas clases aboguen por políticas de libre mercado, incluso en unos momentos en los que el FMI y el Banco Mundial pierden importancia macroeconómica. El antineoliberalismo como preludio de un crecimiento vertiginoso del neoliberalismo
En época de elecciones, prácticamente todos los gobiernos de América Latina, desde el centro izquierda en adelante, han atacado el neoliberalismo como sistema de falso desarrollo. Una vez en el poder y enfrentados al crecimiento de la demanda mundial de bienes de exportación y a unos beneficios desmesurados, los post neoliberales se han convertido en fervorosos defensores de la exportación de artículos básicos, la búsqueda de acuerdos de libre cambio bilaterales y la masiva importación de bienes acabados, es decir, del típico patrón del modelo neoliberal.
El neoliberalismo se convirtió en un icono demonizado ritual y se vinculaba a un pasado asociado con políticos desacreditados y partidos corruptos. No obstante, su invocación permite confundir a los fieles y esconder que los actuales gobiernos han llevado las directrices neoliberales por la misma senda desreguladora. Al despotricar contra el neoliberalismo anterior, los actuales gobiernos obtienen un capital político que les permite promover la nueva y dinámica versión contemporánea.
La paradoja del crecimiento y el hambre
Cuanto mayor era el crecimiento agrícola, más aumentaban las ganancias por exportación, más crecía la inflación y más descendía el consumo de alimentos, a la vez también crecía el descontento generalizado. El enorme incremento de demanda de minerales por parte de países de reciente industrialización muy dinámicos, así como la demanda de etanol de los países imperialistas occidentales, originó el crecimiento de las exportaciones agrícolas. La entrada masiva de ingresos y el descenso en la producción de alimentos en el país, a medida que las tierras se utilizaban para la producción de soja, azúcar y cereales destinados a los mercados externos, mayor era el desequilibrio entre la demanda externa de alimentos y la oferta de éstos, lo que produjo presiones inflacionistas. La inflación superó los incrementos salariales, lo que condujo a un mayor malestar social, disturbios, huelgas y bloqueos de carreteras. La inflación polarizó la sociedad civil en múltiples direcciones enfrentando a los agroexportadores, los transportistas, los consumidores, los pensionistas de economía fija, los trabajadores asalariados, y reduciendo la fuerza del gobierno central sobre la economía a la vez que erosionaba su apoyo popular a las clases gobernantes.
Cuanto mayor ha sido la exigencia de integración regional, mayor ha sido la integración en el mercado mundial.
Si bien hay numerosas iniciativas de integración regional, especialmente el ALBA, propuesto por Venezuela , la principal dirección del comercio latinoamericano es hacia los centros dinámicos del comercio mundial. Cada vez más, los principales enclaves económicos de sectores específicos muy dinámicos y las regiones de América Latina se han vinculado con regiones de rápido crecimiento en Asia, Europa y Oriente Próximo, sobrepasando con mucho el ritmo de crecimiento del comercio interregional. El acuerdo regional propuesto por Estados Unidos, el ALCA, nunca despegó realmente; la Unión Andina esta hecha añicos, mientras Colombia y Perú persiguen acuerdos bilaterales con Estados Unidos; el ALBA propuesto por Venezuela incluye sólo las economías marginales de Cuba, Nicaragua, República Dominicana y Bolivia, y la mayor parte de los flujos se dirigen de Venezuela a sus socios de menor entidad, mientras que sus principales socios comerciales siguen siendo Estados Unidos y ahora Asia, Oriente Próximo y Rusia. Ecuador , aparentemente miembro potencial del ALBA, prefiere mantener sus vínculos con Estados Unidos, gran comprador de sus exportaciones petroleras.
Paradojas sociales
Los principales lugares de América Latina donde se explota en régimen de esclavitud la mano de obra indígena resulta que son Bolivia y Brasil: el primero, un país dirigido por un presidente indígena; el otro, por un ex líder de una gran confederación sindical. Los abusos más flagrantes infligidos a ciudadanos indígenas que protestaban por la contaminación ecológica y los agravios de las élites son los tres regímenes de centro izquierda de Ecuador (los mineros), Bolivia (especialmente Santa Cruz ) y Chile (donde la presidenta socialista ha encarcelado a docenas de ellos). Cuanto más éxito ha tenido la recuperación económica por parte de los gobiernos de centro izquierda, menos apoyo reciben de la clase media, más crecen las demandas de las élites de una mayor concentración de la riqueza y son más débiles las respuestas de los movimientos sociales populares. Los gobiernos de centro izquierda han presidido un crecimiento dinámico y grandes polarizaciones sociales que han modificado el equilibrio de poder en favor de la derecha dura y han acelerado la desaparición de la hegemonía política de centro izquierda.