“Leleque no pagar”
Por Osvaldo Bayer
Cuando uno viaja por este increíble
país queda anonadado por sus bellezas y por sus problemas. Pareciera que
estamos peleados definitivamente con la palabra racionalidad. “Todo
se vende, nada se conserva”, podría ser nuestro lema. Pero hay algo
diferente: los pueblos no se rinden. De Esquel a Chilecito, por
ejemplo, se pelea firme contra las mineras envenenadoras de aguas y tierras.
Los responsables sonríen como si todo fuese un chiste. Pero la gente está en
las calles. No se queda mirando el caño. Leleque es un lema. Llego a Esquel
y me regalan fotocopia completa de mi periódico La Chispa, que edité hace
medio siglo. (Al que le puse sin problemas el subtítulo de “Primer periódico
independiente de la Patagonia”, nada menos. Así me fue: me echó la
Gendarmería Nacional –que para eso está– por “razones de seguridad”. Le
pregunté al oficial actuante: “¿La seguridad de quién?” “La seguridad de la
Nación”, me respondió.) Pero la Historia triunfa: esa colección de La Chispa
con tales denuncias juveniles está hoy en la biblioteca de Esquel y la joven
generación esquelense la lee. Nada es superfluo ni en vano. Bien, leo la
tapa de La Chispa del 24 de enero de 1959 y el título de tapa es “Leleque no
pagar”. Como si lo hubiese escrito hoy. Relato ahí una asamblea de los
estancieros patagónicos. Digo que en esa asamblea se puso en descubierto una
vez más “la falta de respeto por la ley en que se actuó contra los intereses
de los trabajadores argentinos”. “Entre los ‘sacrificados ganaderos’
–prosigo– se discutía el pago del aumento a los peones del campo. No había
acuerdo, cuando de pronto una figura larga y flaca como un fideo en salsa
inglesa emergió para pronunciar estas definitivas tres palabras: ‘Leleque no
pagar’.”
Era el administrador de la
estancia de un millón de hectáreas de propiedad británica en medio de la
tierra mapuche, allí, en la bella Chubut.
“Un atronador coro de voces
aprobatorias se levantó en todos los estancieros. Si Leleque lo dice, si el
inglés lo dice, no se paga y se acabó. Y como aplastante frase final, el
inglés agregó: ‘Leleque no tener plata.”
Y escribí entonces esta frase
final de mi artículo: “Así es. Los latifundistas ingleses dicen no tener
plata para pagar el pan de los trabajadores criollos que con el sudor de sus
frentes mantienen a todos estos misters y ladies de Londres, que se hallan
prendidos como garrapatas en nuestra sangre. ‘Leleque no pagar’, esa frase
pasará a la historia de la explotación inglesa de la tierra argentina”.
Ha pasado medio siglo de ese
artículo y de mi expulsión por gendarmes argentinos del territorio
chubutense. Pero Leleque sigue igual. “Leleque no pagar.” Sí, ya cambió de
dueño esa tierra de un millón de hectáreas. No están más los ingleses, pero
ahora está Benetton, de la italiana Treviso, que se compra todo. Ha
desalojado a los mapuches Curiñanco y Nahuelquir, habitantes desde hace 14
mil años de estas tierras que conquistó Roca a balazo limpio de los
Remington norteamericanos. Todo un símbolo. Pero los Curiñanco y los
Nahuelquir no se rinden. Han vuelto allí, a Leleque, de donde fueron sacados
a garrotazos y puntapiés por orden de la Justicia benettoniana, perdón,
argentina. Esos solícitos gendarmes, además de los garrotazos, destruyeron
todos los sembrados de los Nahuelquir y los Curiñanco. Doña Rosa Nahuelquir
me muestra con sumo dolor: de los centenares de plantitas de frutillas
sembradas por ella sólo dejaron cuatro plantitas. Y me las muestra. Cuatro
plantitas que sobrevivieron al arado uniformado del poder. Allí están,
frescas, erguidas como muestras de la vida que no se entrega. De la verdad
que no se rinde.
Atilio Curiñanco y Rosa
Nahuelquir han regresado ahora a la tierra donde fueron desalojados. Don
Atilio, con su rostro de esas latitudes, me dice: “Yo soy un hijo de la
tierra y le voy ser fiel a esta tierra. Ella me ha dado el alimento y yo
seguiré acariciándola con las semillas. No me voy a ir, volveré siempre, por
fidelidad a mis antepasados, que por siempre vivieron aquí. No voy a aceptar
lo que manda un capitalista europeo y su Justicia y Gendarmería argentinas.
Voy a estar aquí, fiel a esta tierra de mis antepasados, a este viento que
nos habla desde hace siglos”.
Lo miro sorprendido. El hombre
de la tierra se ha vuelto poeta sin saberlo. Me habla desde dentro. Los ojos
se le ponen rojos, pero no llora.
Pero Mariano Grondona dice que
son “indios chilenos”, mientras Benetton es occidental y cristiano. Europeo.
Católico. Ahí está la diferencia. Los términos argentino y chileno se
inventaron hace menos de doscientos años, mientras los mapuches vivieron 14
mil años sin fronteras elaboradas por los occidentales y cristianos.
“Leleque no pagar”, con acento
británico. Leleque desalojar, con acento italiano. Pero con palabras
argentinas aprobadas por su Justicia, por sus políticos y por sus gendarmes.
Pero allí están los Curiñanco
y los Nahuelquir en su choza hecha de cajones y con todos los fríos. El juez
no les permite hacer fuego en invierno, porque la estancia es de Benetton,
el millonario que se compra todo. Los hombres de la tierra no pueden hacer
fuego para entibiar sus manos como lo hicieron desde aquellos tiempos en que
no había dólares, ni Remington, ni conquistadores del desierto, ni Justicia
y política, ni argentina ni chilena. Pero, como dice el papa Ratzinger, hay
que rezar el rosario.
El administrador inglés de
Leleque grita en la Sociedad Rural: “Leleque no pagar”. Benetton se mira en
el espejo todas las mañana y se golpea el pecho gritando: “Leleque es mío,
mío, mío”. El sabio Alexander von Humboldt escribe en 1800, maravillado, que
“los pueblos originarios de América no tienen sentido de la propiedad. Todo
es de todos”. Los jueces y políticos argentinos sonríen en el espejo de
Benetton. Hoy han despuntado en la tierra cuatro nuevas plantitas de
frutillas de Rosa Nahuelquir.
Pero no es todo así en la
Argentina. Hay jueces valientes en estas tierras. Valientes porque se basan
en el verdadero Derecho y no en el poder del dólar. El martes pasado, el
presidente del tribunal de Zapala, Héctor Luis Manchini, reconoció a las
comunidades aborígenes el derecho a impedir que empresas exploten sus
recursos naturales. Así lo hizo la comunidad Logko Purín, cerca de
Cutral-Có, que se movilizó para impedir perforaciones de su tierra por la
empresa estadounidense Apache Corporation. Que entonces inició juicio y
pidió prisión para los habitantes que protestaron. No, dijeron estos jueces
valientes de Zapala. Se inicia así un nuevo capítulo que demuestra que las
luchas no siempre son en vano. Que dentro del consenso en que “sólo tiene
razón el de más plata” hay mentes honradas y corazones con latidos de
justicia en nuestra sociedad.
Y seguimos con nuestra Justicia. También hay jueces
que no podrían justificar sus procederes ante un Tribunal de Etica. Tenemos
el increíble hecho de la prisión de seis trabajadores paraguayos que
pidieron refugio en la Argentina después de ser torturados y vejados por la
policía paraguaya. Si ellos hubieran tenido algún delito que esconder, jamás
se hubiesen presentado pidiendo refugio, sino que habrían huido por sus
medios. Pero hete aquí que se les permite entrar a territorio argentino y
cuando están en el Cepare (el organismo argentino que es el Comité para la
Elegibilidad de los Refugiados) son detenidos por la policía argentina.
Una barbaridad bien argentina, considerando que ése es el lugar
donde debe existir protección a los que solicitan refugio (sinceramente, en
mis largos años de vida, nunca escuché algo así, la detención de refugiados
en la propia organización que debería protegerlos o por lo menos
aconsejarlos). Se ha demostrado que Paraguay es un país
donde se transgreden a diario los derechos humanos, por sus crímenes
políticos oficiales, la persecución de trabajadores que luchan por sus
derechos, etcétera. Países como Brasil han reconocido a
esos refugiados, pero el juez, doctor
Lijo, señala algo que no podría creerse en un debate
racional. Al hacérsele saber que en Paraguay hay torturas y
crímenes políticos oficiales, respondió:
“La tortura en las cárceles paraguayas es
común a todo Latinoamérica, por lo que no puede resultar una particular
razón para impedir la extradición”. Y que “Paraguay es un estado de derecho
y por más que la defensa haya acreditado determinados casos (con persecución
y tortura) ello debe discutirse allá, no acá, porque sería violar la
soberanía paraguaya”. Fíjese el lector la aberración de esta opinión
del juez: es lo mismo que en el gobierno de Isabel Perón,
jueces de todos los países donde buscamos refugio por ser perseguidos por
las Tres A, algún juez extranjero
hubiera negado ese refugio empleando el
argumento de este curioso juez Lijo.
"Lo más cruel
es que estos humildes trabajadores paraguayos hace ya más de un año que
están presos en la Argentina, separados de sus familias, con hijos pequeños.
Aquí debemos
reaccionar todos, se trata del derecho a la vida contra regímenes de una
crueldad indescriptible.
Parece que en
todos lados se trata de destruir las plantitas de frutillas.
Pero siempre por lo menos cuatro de ellas van
a seguir creciendo."
A la vida no la podrán matar
ni los asesinos pagados ni los que compran todo, hasta las conciencias.
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