Tras hablarles a los obreros de la fábrica de Michelson, en el distrito de Zamoskvoretski, y antes de que pudiera entrar en el automóvil, una mujer le gritó y, al girarse, ella le hizo tres disparos: uno atravesó su abrigo sin dañarlo, pero los otros dos le alcanzaron el hombro y el pulmón izquierdos.
Así puede resumirse el instante del atentado contra Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, en la tarde del 30 de agosto de 1918, momentos después de su discurso a los obreros de la referida fábrica, que concluyó: “¡Tenemos una sola salida: la victoria o la muerte!”.
Aquellos disparos, con balas envenenadas, dañaron la salud del líder máximo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia.
Las secuelas de esas graves heridas hicieron que Lenin muriera relativamente joven, con 54 años. Había nacido en Simbirsk, territorio ruso, el 22 de abril de 1870, y su corazón dejó de latir el 21 de enero de 1924.
Carlos Marx y Vladimir Ilich Lenin, grandes jefes y maestros de la clase obrera, recalcaron más de una vez la importancia del partido en la lucha que los trabajadores mantienen por la libertad y felicidad, por la edificación del socialismo y el comunismo.
A los sacrificados y pacientes escuchas les hacemos entrega una vez más de algunas de las reflexiones y principios orgánicos de la vida del partido elaborados por Lenin al conmemorarse un aniversario más de su muerte.
La clase obrera y todos los trabajadores necesitan tener su propio partido para poder comprender sus intereses, aplicar su política y vencer en la lucha contra los explotadores. Esta conclusión se debe a la larga experiencia histórica del proletariado mundial.
Las clases explotadoras disponen no sólo de ejército, policía y cárceles, sino también de medios de influencia ideológica: la prensa, la Iglesia, la escuela, etc. ¿Qué puede oponer la clase obrera en la lucha desigual contra sus opresores?
Únicamente su organización revolucionaria. Carece de otra arma en su lucha por el poder y un futuro feliz. Lenin decía proféticamente que el proletariado llegaría a ser, inevitablemente, una fuerza invencible, porque las ideas del marxismo y el partido unificado y combativo reunirían millones de trabajadores bajo la bandera revolucionaria del comunismo.
Sin tener su propio partido, la clase obrera y todos los trabajadores pueden caer en una situación tan deplorable como sería por ejemplo, la de un ejército que en medio del combate se viera abandonado por su estado Mayor.
Basta recordar la Comuna de París, fundada por los obreros franceses en 1871. Por primera vez en la historia conquistaron el poder, pero no supieron mantenerlo ni extenderlo a todo el país. ¿Por qué? Porque en París había varios partidos sin ser ninguno de ellos verdaderamente proletario, revolucionario. Si la clase obrera de Francia hubiera tenido en aquella época un partido marxista unido, no importa que fuese poco numeroso, su lucha heroica contra la burguesía se habría desarrollado con mucho más éxito y se habrían evitado muchos errores.
En el curso de la lucha revolucionaria, los obreros y campesinos rusos supieron evitar los errores y conquistaron el poder, precisamente, porque habían sido encabezados por un partido tan templado en los combates y tan organizado como era el Partido Comunista dirigido por Lenin. Bajo su dirección realizaron enormes transformaciones en el terreno social y económico y construyeron la sociedad socialista.
Sin embargo la clase obrera no puede limitarse a comprender que necesita tener su propio partido. ¿Qué partido necesita? Este es un problema quizás aún más importante. Es natural que no todo partido que pretende dirigir a la clase obrera es capaz de cumplir esta tarea. Bajo la dirección de un partido inepto es imposible conquistar el poder y edificar una nueva sociedad. Lenin, en su conocida obra ¿Qué hacer? Señaló: “No basta titularse vanguardia, destacamento avanzado: es preciso también obrar de suerte que todos los demás destacamentos vean y estén obligados a reconocer que marchamos a la cabeza”.
La experiencia histórica demostró que los partidos socialdemócratas de la II Internacional resultaron ser completamente incapaces de encabezar el movimiento obrero. Los líderes reformistas que dirigían esos partidos se pronunciaban por la “conciliación” de clases, por el desarrollo pacifico del capitalismo para transformarse en socialismo, sin lucha ni revolución. Esa ha sido también hasta el día de hoy la línea de los “progres” del Frente Amplio.
La burguesía siempre se esfuerza para socavar el movimiento revolucionario, acudiendo al soborno de las capas superiores de la clase obrera y a las direcciones de los partidos progresistas, con el dinero obtenido mediante el saqueo a otros trabajadores y utilizando para estos fines parte de sus súper beneficios.
Este hecho contribuyó a que en el seno de los partidos socialdemócratas triunfase el oportunismo, no pudiendo ya estos partidos encabezar el movimiento obrero, lo que se hizo aún más evidente al llegar una nueva época, la época del imperialismo, en la que se agudizaron todas las contradicciones del capitalismo.
Lenin, al hacer un profundo análisis de la época del imperialismo y de las leyes objetivas que lo rigen, llegó a la conclusión de que una nueva situación histórica plateó ante la clase obrera las tareas de la lucha revolucionaria inmediata por la conquista del poder y la edificación de una nueva sociedad socialista. La clase obrera podía cumplir esta misión sólo a condición de que estuviese dirigida por un partido político de nuevo tipo, organizado sobre principios nuevos y que actuase al estilo nuevo, diferente de los partidos de la II Internacional. Se necesitaba un partido que inculcase a los obreros y a todos los trabajadores un espíritu revolucionario y estableciese y consolidase la unión con el proletariado de otros países y con el movimiento de liberación nacional.
Tal partido fue creado en Rusia a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX. En aquella época, en la que los círculos y grupos marxistas estaban dispersos se formó un partido. Las actividades de Lenin y sus partidarios transcurrieron en condiciones sumamente difíciles. Estos fueron objeto de las persecuciones más despiadadas por parte de las autoridades zaristas y tuvieron que resistir ataques de los oportunistas que se habían infiltrado en el movimiento obrero. En su obra ¿Qué hacer? Lenin, refiriéndose a las condiciones en que se desenvolvía la lucha dijo lo siguiente: “Marchamos en pequeño grupo unido, por un camino escarpado y difícil, fuertemente cogidos de la manos. Estamos rodeados por todas partes de enemigos, y tenemos que marchar casi siempre bajo su fuego. Nos hemos unido en virtud de una decisión libremente adoptada, precisamente para luchar contra los enemigos y no caer, dando un traspiés, al pantano vecino, cuyos moradores nos reprochan desde un principio el que nos hayamos separado en un grupo aparte y el que hayamos escogido el camino de la lucha y no el de la conciliación”.
Lenin enarboló la bandera de lucha contra los oportunistas que actuaban en el movimiento obrero de Rusia y dentro de la Segunda Internacional. En el curso de esa lucha creó y forjó un partido revolucionario combativo, capaz de lograr el triunfo de la revolución socialista. Lenin siempre se guió por las geniales ideas de Carlos Marx y Federico Engels, fundadores del comunismo científico, por su experiencia en la creación de la primera organización comunista, la Liga de los Comunistas y de la I Internacional, prototipos ambos de los modernos partidos marxistas leninistas, comunistas y obreros.
Lenin desarrolló en nuevas condiciones históricas las ideas marxistas acerca del partido proletario, cristalizándose éstas en una armónica doctrina. Elaboró los principios sobre los que descansan la ideología, la política y la táctica del partido, así como los principios de organización del mismo y sus normas de vida.
Lenin mostró que el partido es una unión de luchadores conscientes por la liberación de la clase obrera y de todos los trabajadores, y por la transformación completa de la sociedad sobre la base de los principios comunistas. Esta unión es voluntaria. Su base teórica y su concepción del mundo es el marxismo, y su fin es la edificación de la sociedad comunista. La unidad de criterios y fines forma una base ideológica sobre la que es posible erigir el partido.
Una vez lograda la unidad ideológica del partido, surge el problema de la unidad orgánica. La lucha puede coronarse por el éxito sólo a condición de que los combatientes obren conjuntamente. Esa es una verdad confirmada por toda la experiencia histórica.
He aquí lo que al respecto dice una leyenda. “Un día, un anciano reunió a sus hijos y les entregó una ramita a cada uno. Luego les rogó que las partiesen por la mitad. A los jóvenes no les costó ningún trabajo hacerlo. Entonces, el viejo les repartió ramitas unidas en haces, diciendo así: -A ver, hijos míos, si los partís por la mitad. Por mucho que se esforzaron los jóvenes, no lograron partir los haces ni doblarlos siquiera.
-No olvidéis nunca lo que os voy a decir -advirtió el viejo- Si queréis ser fuertes e invencibles, si queréis combatir a los enemigos y resistir con firmeza las penas y miserias, obrad unidos. No es nada difícil venceros a cada uno por separado, pero unidos representareis una fuerza invencible.
A diferencia de los partidos burgueses y pequeñoburgueses, que se ven privados de principios orgánicos más o menos firmes, los partidos marxistas leninistas atribuyen mucha importancia a la unidad orgánica. Para asegurar con éxito el desarrollo de las actividades del partido, señalaba Lenin, tienen enorme importancia no sólo un programa revolucionario y una táctica política acertada, sino también los principios sobre los cuales descansa la estructura del partido, o sea, los criterios sobre los principios de organización que le permiten cumplir el papel de guía de las masas.
¿Cuáles son, pues los principios orgánicos del partido marxista? Lenin decía que para poder dirigir con éxito la lucha revolucionaria, el partido debe ser una fuerza de vanguardia, un destacamento consciente de la clase obrera, capaz de dirigir a las grandes masas y, por eso, el partido está formado por los elementos más firmes y conscientes.
El partido es una organización de clase cuyas raíces deben penetrar hondamente en lo más profundo de las masas. Por eso, entre los militantes del partido hay no solo obreros, sino campesinos y gentes de otras capas del pueblo trabajador, siempre que sigan a la clase obrera y estén dispuestos a sacrificarse en la lucha revolucionaria, en aras de un gran fin y por los intereses de todos los trabajadores.
El partido puede cumplir su misión de fuerza consciente de vanguardia a condición de que se guíe por la teoría marxista leninista; la teoría revolucionaria más avanzada que permite al proletariado orientarse con acierto, prever mejor que nadie el futuro y encauzar el movimiento revolucionario por un camino acertado.
El conocimiento de las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad facilita la comprensión de los fenómenos sociales, rompe las cadenas de la ignorancia, permite ver los horizontes del desarrollo social y penetrar en el futuro, infundiendo de este modo, seguridad en la victoria.
Lenin decía: “El proletariado, sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización, que cohesiona a los millones de trabajadores en el ejército de la clase obrera”.
Los trabajadores se agrupan, además en organizaciones sin partido: sindicatos, organizaciones juveniles, cooperativas, etc, con las cuales el partido está ligado. Los oportunistas se esfuerzan por desunirlas, predicando la “neutralidad” de las mismas, lo que lleva el agua al molino de la burguesía, por escindir el movimiento obrero dividiéndolo en grupos aislados que obren sin concierto ni armonía.
No pueden considerarse normales las relaciones establecidas históricamente entre los partidos socialdemócratas de Europa Occidental y las bancadas parlamentarias que prácticamente estaban por encima de los partidos. Muy a menudo la bancada parlamentaria emprendía un camino erróneo, oportunista, sin poder el partido ni su Comité Central inmiscuirse para corregir estos errores. Teniendo en cuenta la experiencia lamentable de los partidos socialdemócratas de la II Internacional, Lenin planteó el problema de las relaciones entre el partido y su bancada parlamentaria. Se debía dar a cada diputado socialdemócrata pruebas de que “tiene detrás un partido, que el partido siente inquietud por sus faltas y se preocupa de encarrilarlo por la buena senda”, es decir que el partido es una organización dirigente respecto a la minoría parlamentaria y a todas las organizaciones sin partido de los obreros, de los trabajadores.
El partido debe agrupar a los mejores representantes de la clase obrera, posee una rica experiencia política y se guía por la teoría revolucionaria más avanzada. Por eso no sólo es capaz, sino que se ve obligado a dirigir la actividad de todas las organizaciones in partido de la clase obrera, considerando a éstas como correas de transmisión entre el partido y las masas. El partido es la forma superior de organización de clase del proletariado.
Los comunistas siempre lucharon contra los oportunistas, los cuales despreciaban la importancia de la ligazón del partido con las masas; lucharon contra el “economismo”, corriente oportunista dentro del movimiento obrero de Rusia, cuyos adeptos exhortaban a limitarse a una lucha en el terreno económico y aseguraban falazmente que las masas sin partido podían actuar por sí solas, espontáneamente sin ser dirigidas, en tanto que el partido estaba llamado a ser un testigo indiferente de los acontecimientos, arrastrándose en pos de ellos. Los comunistas criticaban despiadadamente las teorías populistas, pequeño burguesas, acerca del papel de la multitud y de los héroes en la historia, teorías en las que la que se exageraba el papel del individuo y se rebajaba el de las masas populares en la vida y el progreso de la sociedad.
Lenin y los leninistas luchaban también contra el sectarismo, o sea, contra las personas que se encerraban en sus respectivas organizaciones sin preocuparse por establecer vínculos de unión entre ellas y las masas. Esta era la posición que ocupaban en Rusia los “otzovistas”, por ejemplo, los cuales proponían que la minoría socialdemócrata fuese retirada de la Duma de estado, negando la posibilidad de utilizar la Duma para desenmascarar la política del zarismo y atraer a su lado a las masas trabajadoras.
En su obra “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, publicada en 1920 Lenin, criticando el sectarismo, exhortó a los comunistas a desarrollar sus actividades en todas partes donde haya masas para ganar sus simpatías. El partido puede ser fuerte y vigoroso sólo a condición de vincularse indisolublemente con toda la vida de la clase obrera, y a través de ésta, con todos los explotados. Lenin atribuía a esta tesis una importancia extraordinaria. En 1920, al criticar a algunos comunistas ingleses que menospreciaban la ligazón con las masas Lenin planteó la cuestión con toda rigurosidad. “Si la minoría no sabe dirigir a las masas y vincularse estrechamente con ellas, no es un partido y en general, no tiene ningún valor, aunque se denomine partido”.
En la doctrina leninista acerca del partido de nuevo tipo figura, como la más importante, la tesis acerca de que “la fuerza del partido reside en su unidad y cohesión, así como en la depuración de sus filas, expulsando a los oportunistas y los capituladotes”.
Al decir unidad se sobrentiende que todos los militantes del partido y todas sus organizaciones ocupan las mismas posiciones ideológicas, políticas y orgánicas y siguen la misma línea. Cae de su peso que la unidad en el seno del partido es incompatible con la presencia oportunista en sus filas, quienes en algunos casos, se pronuncian abiertamente contra los principios marxistas leninistas y en otros los admiten solo de palabra.
El partido tampoco puede tolerar en sus filas a los conciliadores que se esfuerzan por conciliar a los comunistas con los oportunistas. Los comunistas cuya táctica es flexible, nunca hacen concesiones a sus enemigos ideológicos si se trata de principios.
Lenin recalcaba más de una vez que la política más acertada es aquella que está basada en los principios. Es muy significativa su conversación con Plejanov, destacada personalidad política, quien cediendo posiciones de principio a los oportunistas, trataba de conciliar en 1904, a los bolcheviques con los mencheviques.
-“Entre las esposas- dijo en una ocasión Plejanov- hay algunas de muy mal genio. Para evitar histerismos y escándalos en público, es mejor ceder”.
-Quizás tenga usted razón – le contestó Lenin- pero hace falta hacerlo, conservando su prerrogativa para evitar un “escándalo” aún mayor”.
Así manifestó Lenin su actitud respecto a los conciliadores. Consideraba que el que trata de conciliar a los revolucionarios con los oportunistas mediante concesiones en cuestiones de principios se convierte él mismo en un oportunista, lo que había ocurrido con Plejanov, quien, de conciliador que era, se convirtió en menchevique.
En Europa Occidental, los partidos socialdemócratas de la II Internacional menospreciaban el problema de la unidad. Dichos partidos constituían una mezcla de elementos marxistas y oportunistas, de partidarios y enemigos del marxismo. Los primeros iban adaptándose poco a poco a los segundos y sometiéndose inevitablemente a su influencia. Por eso, en aquellos partidos predominaban los oportunistas, enemigos de la revolución socialista.
Luchando contra toda clase de oportunistas, Lenin señalaba que “el partido no podía tolerar en sus filas ni a los oportunistas ni a los conciliadores, que el partido es una organización de correligionarios”. No podemos trabajar – decía Lenin- sin unidad en las cuestiones fundamentales.
La revolución proletaria no puede triunfar, si los reformistas y los oportunistas se infiltran en el partido. Como ejemplo de esta tesis está la experiencia histórica de la clase obrera húngara. La República Soviética Húngara advenida en 1919 duró muy poco tiempo, porque en las filas del partido comunista húngaro, la lado de los marxistas revolucionarios actuaban oportunistas y capituladotes. Después de la Segunda Guerra mundial, la clase obrera de Hungría, en alianza con el campesinado trabajador, tomó el poder en sus manos y se dedicó a construir el socialismo.
Lenin decía que en Rusia también, surgieron muchas veces situaciones tan difíciles que el régimen soviético habría sido derrotado inevitablemente como lo fue muchos años después, cuando los mencheviques, reformistas y demócratas pequeño burgueses coparon el partido.
De ahí que en 1921 el X Congreso del Partido Comunista de Rusia aprobase la proposición de Lenin de prohibir todo fraccionamiento bajo amenaza de ser expulsado, incondicional e inmediatamente del partido.
En la organización del partido desempeña un importantísimo papel el principio del centralismo democrático. Lenin, desarrollando la doctrina elaborad por Marx y Engels enseñaba que el partido debe estar estructurado de forma que cada organización y cada miembro actúe según un plan único. En caso contrario ¿Cómo sería posible garantizar la unidad de voluntad y acción de todos sus miembros? Por eso, el partido debe observar rigurosamente el principio del centralismo democrático, elaborar un programa y estatutos únicos, establecer una dirección centralizada y proporcionar las condiciones necesarias para que todos los afiliados puedan influir en su vida interna.
Tales son los principios de organización del partido de nuevo tipo elaborados por Lenin. Su importancia es enorme, porque sirven de base para la formación del partido como organización combativa centralizada, una organización capaz de llevar a la clase obrera y a todos los trabajadores por el camino de lucha revolucionaria hacia la victoria de alcance histórico mundial sobre la burguesía hacia la sociedad comunista.
Los principios de organización constituyen la base del partido, pero no pueden -ni deben- abarcar toda la gama de problemas concretos que regulan la vida interna del mismo: los derechos y deberes de sus miembros, las relaciones entre ellas, entre las organizaciones de base y las superiores, etc. Pero sin estos importantísimos factores es imposible organizar correctamente la vida interna del partido como una organización voluntaria, centralizada combativa. Por eso a la par de los principios generales de organización del partido, es necesario elaborar las normas concretas de su vida interna, sin las cuales además los principios generales pueden ser interpretados de distintas maneras.
He aquí varios ejemplos. El principio de que el partido es una fuerza organizada de la clase obrera, uno de los principios más importantes, ha sido interpretado por los oportunistas de manera muy distinta a la concepción marxista leninista. De ahí que los mencheviques, enemigos de los bolcheviques, de los comunistas, se pronunciasen por una organización carente de verdadero espíritu partidista y propusieran admitir en el partido a todos los intelectuales simpatizantes. Los socialdemócratas de la II Internacional tampoco veían diferencia entre el concepto de partidismo y el de imparcialidad admitiendo en sus partidos a todos incluyendo a los elementos pequeñoburgueses y hasta burgueses.
En la actualidad muchos dirigentes de partidos de izquierda son revisionistas y viven en la ilusión de acabar con el partido como organización integra y combativa. Con este fin proponen diluirse en asociaciones políticas electorales unificadas.
Hemos dicho anteriormente que el centralismo democrático es uno de los principios de capital importancia. Pero, ¿cómo interpretarlo y ponerlo en práctica? Sólo el partido marxista da una interpretación correcta al concepto de democracia interna del partido. No la separa del centralismo, no la considera como un fin en sí sino ve en ella un medio que ayuda a los comunistas a ser fieles servidores de la clase obrera, de todos los trabajadores. En cuanto a los oportunistas, pretenden convertir el partido en un club de discusiones, en una organización incapaz de encabezar acciones unidas. Los revisionistas son el eco de los reformistas, autores de una teoría acerca de la llamada democracia integral amplia, sin limitación alguna. Los dirigentes de los socialistas de derecha y los revisionistas valiéndose de la consigna de amplia democracia, tratan de implantar la libertad de fracciones, grupos y acciones dirigidas contra el partido y contra la unidad.
En la época de la formación del Partido Comunista, Lenin recalcó más de una vez la necesidad de elaborar estas normas y él mismo lo hizo al escribir obras como Carta a un camarada acerca de nuestras tareas de organización, ¿Qué hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás; Sobre la reorganización del partido” y otras.
Las normas de vida del partido según Lenin, son: “Los preceptos básicos que regulan la vida interna del mismo y de todas sus organizaciones, las ideas de organización sobre los métodos de acción necesarios para afianzar el papel dirigente del partido en la lucha por el poder y la edificación del socialismo y el comunismo”.
En este día de homenaje y recuerdo al gran Lenin, hemos acercado a nuestros compañeros y amigos las normas de vida de un partido marxista leninista que son la interpretación aceptada de los principios de organización y que sirven de medio potente para consolidar las filas. Para aumentar su fuerza organizativa y su combatividad. De acuerdo con estas normas, el partido representa una organización voluntaria, centralizada, unida, cuya fuerza reside, además, en una amplia iniciativa de sus miembros. Este será entonces un partido capaz de encabezar la lucha que mantiene la clase obrera y todos los trabajadores.
La clase obrera sigue siendo la fuerza social, engendrada por el capitalismo, que tiene que hacer la revolución socialista y conquistar así al hombre, liberándolo del yugo y la explotación.
“Emancipar al trabajador mediante la revolución socialista, suprimir el capitalismo e instaurar una sociedad auténticamente humana, el socialismo: esta es la gran misión histórica de la clase obrera”.
CX 36 Radio Centenario