El segundo aniversario del Poder soviético nos obliga a echar una ojeada de
conjunto a lo que hemos hecho en este período y a reflexionar sobre la
importancia y los fines de la revolución realizada.
La burguesía y sus partidarios nos acusan de violar la democracia. Nosotros
afirmamos que la revolución soviética ha dado un impulso sin igual en el
mundo al desarrollo de la democracia en amplitud y profundidad, y
precisamente de la democracia para los trabajadores y para las masas
oprimidas por el capitalismo, es decir, de la democracia para la inmensa
mayoría del pueblo, de la democracia socialista (para los trabajadores), a
diferencia de la democracia burguesa (para los explotadores, para los
capitalistas, para los ricos).
¿Quién tiene razón?
Meditar detenidamente sobre esta cuestión, comprenderla más a fondo
significa tener en cuenta la experiencia de estos dos años y prepararse
mejor para su desarrollo futuro.
La situación de la mujer muestra con singular relieve la diferencia entre la
democracia burguesa y la democracia socialista y responde con particular
claridad a la pregunta planteada.
En la República burguesa (es decir, donde existe la propiedad privada sobre
la tierra, las fábricas, las acciones, etc.), aunque se trate de la
República más democrática, la mujer no ha sido plenamente equiparada en
derechos en ninguna parte del mundo, en ningún país, ni aun en el más
avanzado. Y eso a pesar de haber transcurrido más de un siglo y cuarto desde
la Gran Revolución Francesa (democrática burguesa). De palabra, la
democracia burguesa promete igualdad y libertad. De hecho, las repúblicas
burguesas, por avanzadas que sean, no han dado a la mujer, que constituye
la mitad del género humano, plena igualdad con el hombre ante la ley, ni la
han liberado de la tutela y de la opresión del hombre.
La democracia burguesa es la democracia de las frases pomposas, de la
palabrería solemne, de las promesas rimbombantes, de las consignas
grandilocuentes de libertad e igualdad; pero, en la práctica, todo eso
encubre la falta de libertad y la desigualdad de la mujer, la falta de
libertad y la desigualdad de los trabajadores y explotados.
La democracia soviética o socialista rechaza las palabras pomposas, pero
falsas; declara una guerra sin cuartel a la hipocresía de los "demócratas",
de los terratenientes, de los capitalistas o de los campesinos hartos, que
se lucran vendiendo a los obreros hambrientos los excedentes de trigo a
precios de especulación.
¡Abajo esta vil mentira! No puede haber, no hay ni habrá "igualdad" de
oprimidos y opresores, de explotados y explotadores. No puede haber, no hay
ni habrá "libertad" verdadera mientras los privilegios que la ley concede a
los hombres impidan la libertad de la mujer, mientras el obrero no se
emancipe del yugo del capital, mientras el campesino trabajador no se sacude
el yugo del capitalista, del terrateniente o del comerciante.
Que los embusteros y los hipócritas, los obtusos y los ciegos, los burgueses
y sus partidarios engañen al pueblo, hablándole de la libertad en general,
de la igualdad en general, de la democracia en general.
Nosotros decimos a los obreros y campesinos: arrancad la careta a esos
embusteros, abrid los ojos ciegos. Preguntadles:
¿Igualdad de qué sexo con qué sexo?
¿De qué nación con qué nación?
¿De qué clase con qué clase?
¿Liberación de qué yugo o del yugo de qué clase?
Libertad para qué clase?
Quien hable de política, de democracia, de libertad, de igualdad y de
socialismo sin hacer estas preguntas, sin colocarlas en primer plano, sin
combatir la ocultación, el escamoteo y el encubrimiento de estas cuestiones,
es el peor enemigo de los trabajadores, un lobo con pie de oveja, el
adversario más encarnizado de los obreros y campesinos, un servidor de los
terratenientes, de los zares y de los capitalistas.
En dos años, en uno de los países más atrasados de Europa, el Poder
soviético ha hecho en pro de la emancipación de la mujer, de su igualdad
con el sexo "fuerte", lo que no han hecho en ciento treinta años todas las
repúblicas avanzadas, ilustradas y "democráticas" del mundo tomadas en
conjunto.
Instrucción, cultura, civilización, libertad: en todas las repúblicas
capitalistas y burguesas del mundo, estas pomposas palabras van unidas a
leyes inauditamente infames, repugnantemente sucias, brutalmente groseras,
que refrenden la desigualdad de la mujer: leyes como la de derecho conyugal
y el divorcio, la de la desigualdad del hijo natural y el "legítimo", la de
los privilegios para el hombre y la humillación y el ultraje para la mujer.
El yugo del capital, la opresión que ejerce la "sacrosanta propiedad
privada", el despotismo de la estupidez pequeñoburguesa y de la codicia de
pequeño propietario: eso es lo que ha impedido a las repúblicas burguesas
más democráticas atentar contra estas leyes repugnantes e infames.
La República Soviética, la República de los obreros y los campesinos, ha
barrido de una vez dichas leyes y no ha dejado piedra sobre piedra de los
edificios de la mentira burguesa y de la hipocresía burguesa.
¡Abajo esta mentira! Abajo los falsarios que hablan de libertad e igualdad
para todos, mientras existe un sexo oprimido, mientras existen clases
opresoras, mientras existe la propiedad privada sobre el capital y sobre las
acciones, mientras existen hartos que con sus excedentes de trigo esclavizan
a los hambrientos. No libertad para todos, no igualdad para todos, sino
lucha contra los opresores y explotadores, eliminación de la posibilidad de
oprimir y de explotar. ¡Esa es nuestra consigna!
¡Libertad e igualdad para el sexo oprimido!
¡Libertad e igualdad para el obrero, para el campesino trabajador!
¡Lucha contra los opresores, lucha contra los capitalistas, lucha contra el
kulak especulador!
Esa es nuestra divisa de combate, esa es nuestra verdad proletaria, la
verdad de la lucha contra el capital, la verdad que arrojamos a la faz del
mundo capitalista con sus frases empalagosas, hipócritas y altisonantes
acerca de la libertad y la igualdad en general, de la libertad y la igualdad
pata todos.
Y precisamente porque hemos arrancado la careta a esta hipocresía, porque
practicamos con energía revolucionaria la libertad y la igualdad para los
oprimidos y los trabajadores, contra los opresores, contra los capitalistas,
contra los kulaks, precisamente por eso el Poder soviético es tan entrañable
para los obreros del mundo entero.
Precisamente por eso, en el día del segundo aniversario del Poder
soviético, tenemos de nuestra parte las simpatías de las masas obreras, las
simpatías de los oprimidos y explotados de todos los países.
Precisamente por eso, en el día del segundo aniversario del Poder
soviético, pese al hambre y al frío, pese a todas las calamidades que nos
acarrea la invasión de la República Soviética de Rusia por los
imperialistas, estamos pletórícos de fe inconmovible en la justedad de
nuestra causa, de fe inconmovible en el inevitable triunfo del Poder
soviético en el mundo entero.
• Vladimir Ilich Lenin
Publicado el 6 de noviembre de 1919 en el núm. 249. De "Pravda".