El avance de la derecha, el verso
centro(¿izquierdista?) y las tácticas de la izquierda
LO QUE NOS DEJÓ EL
BALLOTAGE
por Gustavo Robles
Para los que soñamos con una sociedad
diferente, justa, equitativa, lejos de las lacras de la explotación y la
marginación, el 24 de junio fue un día nefasto. Pero no sólo por el triunfo de
la derecha que representa Macri: el ballotage de las elecciones porteñas dejó en
evidencia la durísima realidad que nos enrostra que a las mayorías populares
sólo les queda optar por sus verdugos. Filmus, como representante de las
políticas del gobierno, también era una variante del sistema que succiona el
sudor popular en beneficio de las minorías dueñas del poder económico. Quienes
intentamos analizar pormenorizadamente la realidad, tenemos que estar muy
atentos a los datos que surgen del proceso que culminó –como punto más
resonante- con el ungimiento de Mauricio Macri como jefe de gobierno porteño.
El significado del voto popular
Un dato taladrante, y muy preocupante, es el millón de votos que fueron a parar
a la urna de Macri. Seguramente no todos ellos provienen de zonas “paquetas” y
pudientes; está claro que mucho humilde trabajador ha depositado su confianza en
alguien cuyos intereses están en las antípodas de los suyos. Esto, por lo menos
en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, significa un tremendo
retroceso respecto del “que se vayan todos” de hace tan sólo seis años, pues al
hecho de que no se ha ido nadie, hay que agregar que se ha votado a quien
encarna cabalmente las políticas que llevaron a aquel estallido. Sin embargo, no
podemos detenernos en ese punto; hay que sondear en las profundidades de la
estructura del sistema capitalista, el que no sólo significa la tenencia de la
propiedad de los medios de producción y el manejo de las relaciones que surgen
de ello por parte de una clase minoritaria y explotadora (la burguesía), sino la
imposición por parte de ésta de una forma de pensar a las clases explotadas. Es
decir, la imposición de una cultura, de una conciencia acorde a los intereses de
las clases dominantes. Las mayorías populares tienen el erróneo convencimiento
de que sin capital y sin patrones no puede haber trabajo ni desarrollo, ni
perspectivas de un futuro mejor. Es ése el verdadero triunfo del sistema
burgués, al que abonan todos los días no sólo en las unidades de producción y
servicio, sino fundamentalmente através de los planes de educación y los medios
de comunicación. Es por eso que un humilde trabajador o un desocupado pueden –y
de hecho lo hacen- apoyar a su propio explotador. Teniendo en cuenta lo
antedicho, es entonces muy probable que ante gobiernos que disfrazan su discurso
con tintes “izquierdosos”, pero que en los hechos aplican políticas que
benefician los mismos intereses que los gobiernos declaradamente de derecha,
haya grandes sectores de la población más humilde que opte por el original en
vez de por una mala copia. En términos populares sería elegir directamente al
dueño del circo, en vez de a su payaso.
Al mismo tiempo, y aunque parezca contradictorio, hay que hacer hincapié y poner
mucha atención en el rechazo representado por la abstención, el voto blanco y el
anulado (sumados, tanto en Capital como en Tierra del Fuego, representaron más
del 30% del padrón), realidades cada vez más estructurales y en crecimiento, que
aluden a un repudio claro y contundente contra todo el sistema de representación
política del país.
La acción del “progresismo” o... centro...¿”izquierda”?
Siguiendo con el desarrollo del análisis que venimos realizando, es evidente
que, teniendo en cuenta los resultados de la Ciudad de Buenos Aires y los de la
provincia fueguina, el gran perdedor de la jornada del 24 de junio es el
gobierno. Ni qué hablar si a ello le sumamos que en lo que va del 2007 su Frente
para la Victoria no ha podido anotarse ningún poroto, pues ha perdido en todos
los escrutinios en los que participó como tal. Si además reparamos en la agitada
realidad social de nuestro país, con protestas permanentes de los trabajadores
por mejoras salariales, de la ciudadanía en general por toda clase de
reivindicaciones, el aumento de precios que parece no tener control, la crisis
energética que se ha demostrado real a pesar de las negativas oficiales, más el
endeudamiento externo que crece y crece a pesar del discurso gubernamental, y
que sigue hipotecando las generaciones presentes y por venir, el futuro del
kirchnerismo no se avizora muy promisorio, por más que pueda ganar las próximas
elecciones de octubre. Teniendo en cuenta las poderosas fuerzas que se
encuentran en movimiento en el entramado de las relaciones sociales –y que son
las que verdaderamente, a la corta o a la larga, determinan la suerte de todo
proceso político-, aquello podría tomarse sólo como una circunstancia
coyuntural. Sobre todo pensando en los intrincados caminos que ha abierto el
gobierno para el próximo periodo, con compromisos acordados con los dueños de
los resortes económicos que, para poder cumplirlos, deberá incumplir los que ha
“asumido” con la sociedad toda. El envío por parte del propio presidente y la
aprobación del oficialismo (junto con la UCR y partidos provinciales) de la Ley
“Antiterrorista” exigida por Estados Unidos, que abre las puertas a un nuevo
periodo de terror de Estado, es un indicio de lo que está por venir.
A pesar del abismo evidente entre los dichos y los hechos del gobierno, éste
todavía mantiene una cierta expectativa en algunos sectores de la sociedad,
sobre todo en organizaciones que se denominan “del campo popular”. Éstos son los
que con mayor virulencia han salido a atacar no a la derecha explícita, sino a
aquellos grupos que ante el ballotage asumieron la correcta postura de no
hacerse cómplice con ninguna de las dos opciones, por considerarlas dos caras
del mismo sistema de explotación. La izquierda, tan vapuleada y vilipendiada –la
mayoría de las veces con razón- esta vez lanzó las consignas correctas, aunque
lamentablemente no desde una postura unitaria sino desde la dispersión que la
caracteriza. Desde los sectores de centro¿izquierda? se la acusó de “hacerle el
caldo gordo” a la derecha. “Otra vez – dicen- le dan la espalda a un proceso
popular”. Si los argumentos para medir el valor de los procesos políticos son
los votos o el apoyo popular, podríamos recordarles a estos apologistas del
populismo que dentro de esas características entraron alguna vez seres nefastos
de la historia de la humanidad (como parte de una lista interminable, podríamos
mencionar a Hitler, pasar por Reagan, Tatcher y llegar al mismísimo Menem).
Habría que preguntarles a qué se refieren con eso de ser funcionales a la
derecha, porque que se sepa nadie es más funcional que el que con sus políticas
preserva los privilegios de las clases dominantes, y nadie ha hecho más para
ello que el partido que hoy gobierna en la Argentina. En definitiva, la única
izquierda es la que defiende los intereses de los trabajadores y pelea por su
llegada al poder. Todo lo demás es derecha, tanto la explícita (Macri, Blumberg,
Sobisch), como la que quiere “humanizar” el capitalismo (algo imposible), la
implícita (la centro¿izquierda?, Kirchner, Filmus, Heller, Ibarra, Echegaray).
El papel de la izquierda
Hay un hecho paradigmático dentro del proceso electoral, que en realidad
atraviesa permanentemente todos los análisis de la izquierda clasista: es la
identificación del enemigo de clase. En este ballotage, como hemos dicho
anteriormente, fue correctamente identificado en las dos propuestas que
encarnaban dos caras del mismo sistema. Pero esta virtud coyuntural no fue ajena
al defecto fundamental de la fragmentación. Hasta la declaración conjunta de
algunos grupos en el Hotel Bauen por la abstención o el voto en blanco expresa
sólo una parte no mayoritaria del espectro revolucionario. Como venimos
sosteniendo desde hace tiempo, persiste la intolerancia y el afán de imposición
de una línea no al enemigo de clase, sino al compañero de sueños, y ésa es la
peor faceta de la cultura burguesa. Hay que dejar atrás todo vicio de
autoproclamación y del consecuente sectarismo para aspirar a una mayor
referencialidad de las organizaciones de izquierda, que hoy no pasan de ser una
expresión ínfima y testimonial de la sociedad. Habrá que no sólo teorizar, sino
llevar a la práctica, aquello de que el sujeto de cambio es la clase obrera, y
no “el partido”, como surge de lo realizado hasta ahora. Esto traería aparejado
un cambio fundamental, el de una relación dialéctica organización
política-movimiento social, y no como se ha intentado hasta ahora, una
imposición desde el iluminismo del que todo lo sabe hacia el “sujeto a
construir” que todo lo ignora; el que, de esta manera, pasa de ser objeto de la
burguesía a serlo de la cofradía iluminada.
La relación organización política-movimiento social debe ser de aprendizaje y
respeto recíprocos, pues para lograr la emancipación de la clase trabajadora y
el pueblo, ambos son imprescindibles.
El verdadero objetivo es el cambio social de raíz, el socialismo, no “el
partido”, y las organizaciones políticas deberían actuar según este precepto.
De lo contrario, la historia de desencuentros, fragmentación y desorientación se
repetirá hasta el cansancio, cansancio que hará que el mismo pueblo genere una
alternativa que arrasará con las direcciones sectarias que hoy sólo contribuyen
al mantenimiento de los privilegios de las clases acomodadas.
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