REFLEXIONES SOBRE LA LUCHA IDEOLOGICA Y EL PODER

 

Con el avance impetuoso del capitalismo imperialista a principios del siglo xx, y algunas derrotas sufridas por el movimiento obrero, sectores de la socialdemocracia comenzaron a renegar del marxismo, en especial en el principal problema de la lucha por el poder y de la definición clasista del Estado, como órgano de dominaciòn de una clase sobre otra.

Tiraron por la borda la teoría de la extinsiòn del Estado, consideràndola como ya vieja y superada, a la vez de abandonar la necesidad del proletariado, planteada con insistencia por Marx, de liquidar con la revoluciòn la maquinaria estatal existente y recrearla para sus fines.

Inducìan que todo se podìa lograrevolutivamente a travès de reformas parciales, sin afectar o chocar con el poder burgues. Los ideòlogos màs destacados de esta tendencia eran Eduardo Bernstein y Karl  Kaustky.

Se iniciò asì toda una dura polèmica dentro del movimiento socialista, jugando un papel muy importante las posiciones y los escritos de Lenin, que no se dejò llevar por la corriente y se mantuvo firme en una actitud netamente marxista.

En sus “Cartas desde lejos”, escritas durante su exilio en Suiza, expone con claridad sus puntos de vista sobre esta temàtica fundamental:

“Nosotros necesitamos un poder revolucionario;  necesitamos (por un cierto perìodo de transición) de un Estado. En esto diferimos de los anarquistas. La diferencia entre los marxistas revolucionarios y  los anarquistas no consiste solo en el hecho de que los primeros estan por una producción masiva, centralizada, comunista, y los segundos por una producción descentralizada y en pequeña escala.  No, la diferencia, por cuanto interesa a laautoridad del gobierno y del Estado, consiste en esto:  que nosotros estamos por la utilización de las formas revolucionarias del Estado en la lucha por el socialismo, mientras los anarquistas estan contra ella.  Nosotros necesitamos del Estado. Pero no de aquel tipo de Estado – desde la monarquía constitucional a las màs democràticas de las repùblicas – que la burguesìa ha instaurado. He aquì la diferencia entre nosotros y los oportunistas y kauskianos de los partidos socialistas viejos y decadentes, que han tergiversado u olvidado la lecciòn de la Comuna de Parìs y el análisis que de esta lecciòn han hecho Marx y Engels.”

Y cuando vuelve a Rusia, en Abril de 1917, precisa màs su posición:

“”El marxismo se distingue del anarquismo en cuanto reconoce la necesidad del Estado y del poder estatal en el perìodo revolucionario en general, y en la època de transición del capitalismo al socialismo en particular.  El marxismo se distingue de la “socialdemocracia” oportunista y pequeño burguesa de Sigg, Plejanov, Kausky y Cìa., en cuanto reconoce la necesidad de dicho perìodo, no de un Estado como la comùn repùblica parlamentaria burguesa, sino de un Estado como la Comuna de Parìs.”

En “el Estado y la revoluciòn” profundiza aùn màs sobre su posición sobre el Estado y siempre combatiendo contra no una sino las dos desviaciones oportunistas: el infantilismo izquierdista, de tono anarquista, y el reformismo.  No por casualidad este era uno de los libros de cabecera del che Guevara.

De tal manera que fue siempre fiel a la concepciòn marxista de que el Estado burguès hay que destruirlo, pero el Estado proletario se extingue, en el proceso de evoluciòn hacia el comunismo.

Es imprescindible reivindicar tambièn la unidad de la teoría y la pràctica, del pensamiento y la acciòn.  Cuando se dice que se comprende la teoría y no se avanza consecuentemente en la acciòn, es porque por lo menos no se sabe suficientemente.  No se puede separar arbitrariamente la comprensión de la aplicación de lo que fue comprendido.

Incluso el conocimiento se enriquece y se mejora en la acciòn pràctica, ademàs de corroborar lo acertado o no del mismo.  Cuanto màs conocemos, aumenta la las probabilidades de obtener mejores resultados y cuanto màs se acciona, màs mejora nuestro conocimiento de la realidad, en una constante interrelaciòn.

Conocer el mundo, la realidad especìfica de cada paìs, y trabajar por modificarla (praxis revolucionaria), tiene por lo tanto la misma importancia. Asì se reuelve en concreto la unidad entre pensamiento y acciòn: estudiar y luchar, luchar y estudiar, atrevièndonos a pensar con nuestra propia cabeza, evitando asì transformarnos en militantes “soldaditos de plomo”, sòlo ejecutores de òrdenes y meros” levantamanos” en las asambleas.

Tener siempre presente que la màs poderosa fuerza objetiva de una sociedad es el desarrollo de la conciencia de los pueblos. Los actores sociales deben pensar haciendo y hacer pensando

De modo que cuando se analiza la situación de un paìs determinado, no ver solamente el aspecto econòmico, sino el modo de producción en su conjunto, con la totalidad de las relaciones sociales, en las que la ideología, la polìtica, la educación, la cultura (la llamada subjetividad), juegan un papel decisivo.

Es necesario reiterar estos conceptos bàsicos pues atravesamos circunstancias especialmente polìtico ideològicas muy difíciles y complejas, ya que el derrumbe de la URSS posibilitò una nueva ofensiva mundial del capitalismo, no solo en lo econòmico, sino tambièn en el plano de las ideas, aprovechando un momentàneo reflujo del movimiento obrero y revolucionario mundial.

No està demàs destacar entonces esta trascendente tarea a resolver, partiendo de tener muy en claro que ante la clase obrera internacional y local no se plantea superar ambas desviaciones arriba mencionadas, mediante el falso mètodo de bùsqueda de una supuesta alternativa intermedia (“tercera vìa” o centroizquierda, incluyendo la teoría del “mal menor”), sino que por el contrario, desarrollar creadoramente el marximo leninismo en el marco de los nuevos fenómenos econòmico sociales de esta època històrica,lo cual significa al mismo tiempo la superaciòn de errores, inconsecuencias y dogmatizaciones, que negaban su necesaria evolución.

Es sì necesario diferenciarse claramente de las concepciones socialdemócratas de la sociedad, que sòlo pretenden gestionar mejor las relaciones de dominaciòn imperialistas, es decir del capital financiero mundial.

El camino a transitar no es para nada sencillo, ya que a la vez està de moda subestimar el papel de la organización revolucionaria y la consiguiente teoría revolucionaria como guia para la acciòn. Se hace ineludible volver a citar a Lenin, aùn a riesgo de ser acusado de quedarse en el pasado o de repetir caprichosamente citas de los clàsicos del marxismo. Es que es inevitable apoyarse en los principios esenciales, pues solo a partir de ellos se pueda avanzar en una correcta recreaciòn innovadora.  Esnada menos que la expresión de la unidad dialèctica entre los principios y lacreatividad. Por eso, escucharemos nuevamente al gran revolucionario bolchevique:

“El problema debe plantearse asì:? Ideología burguesa o ideología socialista¿  No puede haber tèrmino medio, pues la humanidad no ha elaborado ninguna tercera ideología; ademàs en la sociedad desgarrada por los antagonismos de clase, nunca puede existir una ideología al margen de las clases ni por encima de las clases.”

Asimismo, hoy como ayer es necesario librar una firme lucha contra el espontaneismo.  La ideologìa socialista no es un producto espontàneo que brota automáticamente de la cabeza de los trabajadores y sus luchas reivindicativas. Puede vivir en la pobreza e incluso luchar toda su vida, y no concebir la ideología socialista, puesto que a la vez se mueve en una sociedad capitalista, donde lógicamente prima la ideología burguesa, trasmitida por todos los medios a su alcance.  Esto obliga a una intensa lucha ideològica que nos indica al mismo tiempo la necesidad imperiosa de una organización polìtica de clase.

Se fue aprendiendo asì gradualmente que no hay posibilidad alguna de llevar a cabo un proyecto de una nueva sociedad, socialista, sin una estrategia de lucha por el poder, y por ello, la conformaciòn de la necesaria herramienta polìtico ideològica organizativa, encaminada  decididamente a la conquista de la hegemonìa y a una sustancial modificaciòn de las relaciones de fuerza. Asì lo expresa en forma directa la segunda declaraciòn de La Habana:  “El deber de todo revolucionario es hacer la revoluciòn”.

En este objetivo pueden y deben confluir aquellos movimientos polìtico sociales, que van asumiendo posiciones antiimperialistas y anticapitalistas, porque la mayor utopía irrealizable es creer que el problema de los pobres, de los hambrientos, de los marginados, incluyendo los pueblos originarios, se pueden resolver en este sistema de explotaciòn del hombre por el hombre.

Tampoco catástrofes mundiales como las guerras y la sistemàtica destrucción de la naturaleza, pueden evitars por tratados entre gobiernos burgueses, cuyo ùnico objetivo es garantizar las mayores ganacias posibles para sus empresas, sin reparar en sus consecuencias.  Alguna vez, en una època no muy lejana, en lugar de la ineficaz Naciones Unidas, se constituirà la “Gran Uniòn Socialista de todos Los Pueblos del Mundo”, sueño acuñado por muchos luchadores revolucionarios. A la conocida consigna“civilización o barbarie”, corresponderia anteponer la consigna actual: “socialismo o desaparición del planeta”.

De esta nueva confluencia de fuerzas, sin recetas y de acuerdo a las especificidades de cada paìs, podrìan tambièn conformarse creativamente las organizaciones revolucionarias de nuestra ÷epoca.  Convien aclarar en este punto, que estan sectaria y cerrada aquella posición que ignora esta nueva realidad plural, como la que se opone a la participación de los partidos polìticos en este proceso de construcciòn.  Sin pretender imitar, una valiosa experiencia es la creación del PC Cubano, en base a un proceso unitario de distintas fuerzas revolucionarias, comprobàndose tambien que no hay mejor y màs sòlida unidad que la que se teje en la lucha.  Por supuesto que nada de esto significa renegar del papel històrico de la clase obrera, sino que lo reafirma y fortalece en unnuevo momento en el trascurso de la lucha de clases.

El imperialismo mundial, no obstante sus contradicciones internas, tiene una estrategia unitaria en la defensa del sistema y en el ataque, por todos los medios que dispone, a los movimientos populares que con su batallar puedan dar apertura a un nuevo ciclo revolucionario.

Esto conlleva sin duda a reconocer que no hay otra alternativa que la de jhacer centro en la cuestión fundamental de elaborar una estrategia comùn antiimperialista y anticapitalista, en el horizonte hacia el socialismo. En este sentido, no estarìa mal impulsar un movimiento de liberaciiòn contra el pesimismo y el derrotismo, y los permanentes harakiris de algunos militantes de izquierda.  Para ello, es muy útil recordar siempre una frase de Fidel:  “La vida sin ideas de nada vale. No hay mayor felicidad que la de luchar por ellas”.                 Horacio.