Luchadores paraguayos encarcelados en Argentina
Por Rina Bertaccini (*)
En la cárcel de Marcos Paz, provincia de Buenos Aires, seis campesinos paraguayos esperan la decisión de la Corte Suprema Nacional ante la cual fue apelada la sentencia del juez argentino Ariel Lijo que resolvió extraditarlos a Paraguay.
¿Quiénes son estos trabajadores? ¿Qué ha hecho esta "gente de la tierra" –según los define el prestigioso escritor Osvaldo Bayer en un conmovedor artículo publicado en el diario Página 12- para permanecer, desde hace más de un año, recluidos bajo el mismo techo que el criminal Etchecolatz y el corrupto empresario Omar Chabán uno de los principales responsables de la muerte de los chicos de Cromagnon?
Estos hermanos nuestros, a quienes tan bien retrata Bayer son "gente de campo, de los que plantan semillas, cabalgan distancias, ordeñan lo que siembran (…) que luchan para que la tierra sea de los que trabajan o de la acción mancomunada de la cooperativa" a quienes se acusa de un horrible crimen con el que nada tuvieron que ver. Como a muchos otros campesinos luchadores a los que se persigue, golpea y castiga sin ninguna prueba de que hayan cometido algún delito. En Paraguay, lo reconoce inclusive el mismísimo presidente del Congreso Nacional, hay dos mil campesinos procesados. Y la Misión Internacional de Observación –de la que fui parte- que visitó ese país en julio de 2006, recibió denuncias de 49 asesinados en los últimos años y varios desaparecidos, entre ellos el periodista Enrique Galeano.
Cuando el gobierno paraguayo "los acusa de haber secuestrado y luego asesinado a la hija del ex presidente Cubas, un hecho que otras fuentes han atribuido a la lucha entre organizaciones mafiosas del narcotráfico", los seis compañeros se presentaron ante la embajada argentina en Asunción pidiendo protección. "Porque habían oído –continúa Bayer- que la Argentina, después de la era de la desaparición, se había convertido en la Tierra del Asilo. Se trasladaron a Buenos Aires para, desde esta latitud, demostrar su absoluta inocencia. Pero el Cepare (Comité de Elegibilidad para Refugiados) no atendió sus razones (…) y, en primera instancia, el juez Lijo rechazó el pedido de manera que los dejó sin defensas para ser extraditados hacia el país que los persigue. El tema está ahora ante la Corte Suprema de Justicia. Ahí está ahora la esperanza de estos luchadores de la tierra. Hasta ahora, la Argentina en vez de refugio les dio cárcel".
Vale la pena conocerlos.
Gustavo Lezcano Espínola: uno de ocho hermanos de una familia de campesinos sin tierra, trabaja desde los ocho años; nunca perteneció a una agrupación política. Con otros vecinos constituyó un grupo de sin tierra para la ocupación de un campo improductivo de 5000 hectáreas; pero fueron, como otras veces antes, violentamente desalojados.
Basiliano Cardozo Jiménez: nacido en Caaguazú de una familia campesina y humilde. Trabaja desde los 10 años. A los 15 se hace catequista y realiza tareas solidarias. Tiene que irse del hogar por las permanentes amenazas de secuestro y muerte por parte de los escuadrones de la muerte del partido del gobierno. Buscando refugio llega a la Argentina.
Arístides Vera Silguera: conoce el trabajo campesino desde los 12 años. A los 17 participa del curso de formación para líderes parroquiales en el seminario de Maá Cupé. Es casado y tiene seis hijos. Vivieron en la colonia San Carlos, "en donde las necesidades y el abandono son impresionantes". Se incorpora a las luchas campesinas y sabe de persecuciones.
Simeón Bordón Salina: crece en un hogar campesino de 16 hijos. Es catequista católico desde los 16 años. Está casado y tiene cinco hijos. Ahora, como los demás encarcelados, es un perseguido político a quien el juez Lijo niega el asilo.
Roque Rodríguez: es agricultor, está casado y tiene nueve hijos. Fundador del Movimiento Agrario Popular y del Frente Nacional por la Soberanía y la Vida, ante el avance de la agricultura empresarial, y la necesidad de defender el medio ambiente y la subsistencia de las comunidades campesinas.
Agustín Acosta González, pertenece a una familia campesina de nueve hermanos. Integró el Movimiento Juvenil Franciscano. En 1992 llegó a un asentamiento campesino cercano a la represa de Acaray. El dolor ante la injusticia marcó su vida para siempre.
Las organizaciones populares de Argentina tenemos un insoslayable deber de solidaridad hacia estos luchadores. Sabemos de los esfuerzos de la Comisión de Derechos Humanos de Paraguayos residentes en Buenos Aires, de organismos como Fidela y la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y del apoyo activo de varios compañeros del MoPaSSol. Hemos incorporado el tema al Informe Final de la Misión Internacional de Observación a Paraguay que hoy recorre el continente. Pero sentimos que todo lo hecho no basta. Tenemos que hacer mucho más para denunciar la tremenda injusticia que se está cometiendo, para expresar nuestra activa solidaridad con las familias de los compañeros y lograr su libertad.
Buenos Aires, 30 de marzo de 2007
(*) Presidenta del MOPASSOL
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