Unos culpan a Gorbachov, por demasiado aperturista y transparente. Otros a
Stalin, por excesivamente severo y represor. Los maoístas, por su parte,
insisten en que la Unión Soviética se había convertido en una potencia “socialimperialista”,
llegando al extremo de afirmar que en Rusia y las democracias populares del
este europeo, desde los tiempos del XX Congreso del PCUS, se había
restaurado el capitalismo.
Sin embargo, los economistas burgueses y los teóricos del imperialismo
declararon que la “economía de mercado” había demostrado su superioridad
sobre la “economía planificada” y, por consiguiente, proclamaron el triunfo
definitivo del capitalismo globalizador, el fin del comunismo y aun el fin
de la Historia.
Así vemos que cada cual, según su propia posición política, tiene una
explicación para la descomposición y la destrucción de los Estados
socialistas en la URSS y Europa del Este.
Pues bien, nosotros, para no ser menos, haremos nuestro análisis y
expondremos nuestra teoría sobre los orígenes y las causas de los asombrosos
e inesperados acontecimientos que llevaron a la restauración del sistema
capitalista en esos países. (1)
Pero, ante todo, aprovecharemos la oportunidad para extraer la primera gran
lección de la desaparición de la Unión Soviética, a saber: que la revolución
socialista, es decir el derrocamiento del Poder estatal de la burguesía
capitalista y el acceso al Poder de la clase obrera no es, en absoluto,
irreversible. Y que ningún Estado socialista está libre de la posibilidad de
la regresión política y social, de la pérdida de las conquistas
revolucionarias y de la vuelta al capitalismo.
Porque si el triunfo de la revolución exige de una dirección firme,
experimentada y organizada, pertrechada de una elaboración teórica basada en
la ciencia marxista-leninista y en las condiciones concretas de cada país y
cada momento histórico, el desarrollo de la sociedad socialista, como época
histórica de transición entre el capitalismo y el comunismo, precisa también
de una teoría revolucionaria bien fundamentada, capaz de guiar a la clase
obrera y a todos los trabajadores por el complejo y contradictorio camino de
la construcción de la nueva sociedad comunista, con la promoción de nuevos
valores morales y políticos, buscando las mejores fórmulas para desarrollar
lo más rápidamente posible las fuerzas productivas, extendiendo, ampliando y
mejorando los servicios públicos y las prestaciones sociales, y
perfeccionando la democracia asamblearia participativa y el control efectivo
de las masas populares sobre las decisiones estatales y la elección de sus
dirigentes.
Esta imprescindible teoría sobre el Estado socialista, sus características
esenciales, su configuración, sus principios, su diversidad y su desarrollo
es lo que, en nuestra opinión, a partir de la muerte de Lenin, falló
lamentablemente en la Unión Soviética y, en definitiva, condenó al fracaso
histórico la experiencia iniciada con la Revolución de Octubre.
La mediocridad, el mecanicismo vulgar y el carácter burocrático y
voluntarista de los documentos y elaboraciones teóricas del PCUS, aparecen
claramente reflejados en su famoso “Manual de Economía Política” editado por
la Academia de Ciencias de la URSS.
En esta obra de más de setecientas páginas (2), se concentran y expresan las
concepciones antimarxistas y superficiales del burocratismo soviético y
podría decirse que se trata fundamentalmente de la justificación de las
prácticas y el estatus privilegiado de la pequeña burguesía intelectual y
burocrática, que se hizo con el Poder del Estado y a la que Lenin retrató
cuando afirmaba que:
“Los burócratas zaristas han comenzado a pasar a las oficinas de los órganos
soviéticos, en los que introducen sus hábitos burocráticos, se encubren con
el disfraz de comunistas y, para asegurar un mayor éxito en su carrera, se
procuran carnets del PC de Rusia. ¡De modo que después de ser echados por la
puerta, se meten por la ventana!”. (3)
Resulta muy interesante y sumamente instructivo releer ahora las
afirmaciones confusas y contradictorias de los académicos soviéticos sobre
la “vigencia de la ley del valor” o sobre que “el trabajo ha perdido su
carácter de trabajo asalariado”. (4)
Estas aberraciones teóricas, unidas a la supuesta eliminación del mercado,
al que se pretendía sustituir por “las leyes de la planificación económica”,
determinaron la aparición y la consolidación del mercado negro y las mafias
criminales y burocráticas que llevaron al Estado a la descomposición moral y
la ruina económica, abriendo el camino a la restauración capitalista.
Es significativo también que en este Manual, mientras se afana en establecer
un modelo económico único “de transición del capitalismo al socialismo”
basado en la arbitraria, voluntarista y burocrática “planificación” de la
producción y el consumo, no encontramos ni una palabra sobre la forma
política del Estado socialista ni sobre las características de la democracia
popular y el control efectivo de la clase obrera sobre su propio Estado de
dictadura del proletariado.
Siendo así que tanto Marx como Lenin, al mismo tiempo que admitían y
consideraban inevitable la diversidad y el carácter transitorio y cambiante
de los sistemas económicos a lo largo de la prolongada época histórica del
paso del capitalismo al comunismo, establecieron claramente, Marx en “La
guerra civil en Francia” y Lenin en “El Estado y la Revolución”, la forma
política propia y específica del Estado socialista, poniendo como ejemplo a
la Comuna de París.
La elegibilidad y la revocabilidad de todos los dirigentes a todos los
niveles de la administración política, judicial y militar, sometidos al
mandato imperativo de las asambleas electoras y remunerados al nivel del
salario de un obrero especializado, junto con la sustitución del ejército
profesional por las milicias, es decir por la organización militar del
pueblo armado, y la represión violenta de cualquier intento
contrarrevolucionario de la burguesía derrocada son, desde el punto de vista
de la teoría marxista-leninista, las claves de la forma específica de
organización política del Estado socialista.
Lamentablemente, sin embargo, sobre esto no encontramos ninguna sesuda
teorización de la Academia de Ciencias de la URSS. Y mientras los militantes
del PCUS, y de otros partidos comunistas en el poder, cometían el pecado
capital de descuidar el estudio de la teoría marxista-leninista (recordemos
que Mao reconocía abiertamente que nunca había leído “El Capital”, lo que
probablemente explica muchas cosas), los burócratas infiltrados en el
partido y en los órganos del Estado, justificándose con “teorizaciones”
destinadas a perpetuar sus privilegios sociales y económicos, introducían y
extendían progresivamente su ideología individualista, corrupta y
antidemocrática en capas sociales cada vez más amplias, preparando el
terreno para que todo tipo de arribistas, mafiosos y colaboracionistas,
convertidos hoy en oligarcas propietarios capitalistas de las empresas que
antes controlaban burocráticamente como dirigentes del partido, entregaran
las conquistas revolucionarias de la clase obrera, logradas con tanto
sacrificio y tanta sangre, al imperialismo euronorteamericano.
Notas:
(1) Partido Revolucionario de los Comunistas de Canarias
Documento Fundacional
Apartado III b
(2) Manual de Economía Política
Academia de Ciencias de la URSS
3ª Edición corregida y aumentada
Editorial Grijalbo
Barcelona 1975
(3) V.I. Lenin
Obras Escogidas en 3 tomos
Tomo 3, pág. 179
Editorial Progreso
Moscú
(4) Manual de Economía Política
Pág. 343
Pedro Brenes, Secretario General del Partido Revolucionario de los
Comunistas de Canarias (PRCC)