En muchos aspectos Argentina está cambiando, no en todos ni en los tiempos
deseados. Sigue siendo capitalista dependiente con demasiada desigualdad en
los ingresos, monopolios que dominan renglones enteros de la economía y
policías que tiran primero y luego preguntan a quién mataron.
Pero está mejor. Se pudo comprobar en la votación en Diputados del proyecto de
matrimonio igualitario, o matrimonio gay como llaman algunos con mala
intención y otros sencillamente por costumbre y síntesis. Cuando la iniciativa
pasó al Senado, muchos temieron lo peor, considerando el carácter más
conservador de esa cámara y la mayoría de la comisión presidida por la Opus
Dei Liliana Negre de Alonso, que rechazó analizarla.
Bajo la instigación pública del arzobispo Jorge Bergoglio, la senadora puntana
y sus aliados consumaron una actitud ilegal: concibieron de apuro un proyecto
opuesto sobre el tema para cambiar la condición de cámara de origen.
En esos momentos y con Bergoglio pontificando sobre Dios y el Demonio (en ese
libreto Satanás obviamente encarnaba la causa homosexual), motorizando toda la
tropa, incluso los niños acarreados de los colegios católicos, etc, se temió
por el resultado de la pulseada senatorial.
Pero después de casi 15 horas de debate, el jueves 15 de julio se ganó la
condición de día histórico pues 33 legisladores votaron por la positiva, con
27 aferrados a lo retrógrado y 3 que se abstuvieron. Palo para este trío: si
después de tantos meses de discusión y estudio, y el debate en el recinto, aún
estaban indecisos, es porque carecen de entendimiento y sensibilidad. Los
otros, los que votaron en contra, al menos fundamentaron muy elementalmente su
visión de un mundo con todos los derechos para un sector mayoritario
(heterosexual), de clase A, y muchos menos para los homosexuales, de clase
inferior.
El cardenal habrá estado durmiendo a esa hora, las 4 de la madrugada. ¿Quién
le habrá dado la mala nueva? ¿O habrá sido él, desvelado, quien prendió la
tele? ¿O se había quedado despierto?Como sea, él, el Episcopado y la Iglesia
como institución han perdido una importante batalla cultural, ideológica y
legal-parlamentaria, como había ocurrido en los ´80 con la ley de divorcio
vincular.
El jesuita no podrá argüir que no fue parte de la pulseada. Cualquier mortal
sabe que fue el jefe político de la campaña contra de la flamante ley. En
cualquier partido un jefe perdidoso debe dar un paso al costado, cosa que no
ocurrirá aquí porque la Iglesia es un partido especial. Pero al menos, además
de alentar más rebelión interna de los curas progresistas y sancionados –caso
del cordobés Nicolás Alessio, presto a casar homosexuales-, la otra ventaja
que reportará al mundo esta votación es que el cardenal difícilmente pueda ser
Papa cuando el también retrógrado Joseph Ratzinger sea un mal recuerdo.
Después de semejante papelón, el jesuita no podría sentarse en el trono de
Pedro.
La nueva ley no fue sólo fruto de una mayoría de votos. Los argumentos de uno
y otro sector, transmitidos por la tele, permitieron apreciar del lado
mayoritariomuchas razones políticas y sociales, y una pobreza franciscana de
los bergoglistas.Algunos de éstos, casi primates, no diferenciaban las
instituciones civiles y legales respecto a la religión y el llamado “orden
natural”.
Separar la Iglesia del Estado
Para todos y todas ha sido una victoria largamente amasada, desde que la
entonces senadora Vilma Ibarra presentó una iniciativa antidiscriminatoria.
La correlación de fuerzas en la Cámara Alta no reflejó todo lo amplia que es a
nivel social. Allí no es temerario pensar que hay 70 por ciento a favor y 30
por ciento en contra. Y no 33 versus 27.
Volviendo por un momento a la votación, ¡cuánto oportunismo del senador Adolfo
Rodríguez Saá! Abandonó el recinto para no votar, junto con Carlos Reutemann y
Juan Carlos Romero, dejando sola a su operadora Negre de Alonso con la pesada
mochila. Los jefes suelen quedarse y dar la cara…
Mucho de lo que se escribió en los medios, democratizados y más permeables
luego de la aprobación de la ley de servicios de comunicación audiovisual,
ayudó al parto del jueves. También jugaron su papel los artistas e
intelectuales, favorables al matrimonio entre personas del mismo sexo,
excluyendo de esa condición de artista a la octogenaria de los almuerzos. Esta
se comportó guaranga al mismo nivel que el semianalfabeto diputado Alfredo
Olmedo, el “rey de la soja” salteño.
El bando derechoso apostó a “Doña Rosa” como argentina prejuiciosa para que le
hiciera la cruz a la iniciativa. Esto tampoco resultó. Quizás porque también
en la familia de esa mujer hay un gay o una lesbiana, que son buenas personas,
o en su vecindario, y son buenos vecinos suyos. En el último tiempo, a partir
de esa mayor tolerancia, afloraron a la superficie muchos más casos de
homosexualidad y lesbianismo, antes semiocultos. Ahora no. Pepito Cibrián
recita poemas sobre maricas de Federico García Lorca y la hermana del cura
Alessio aparece en tele diciendo que ella vive en pareja con una mujer y que
tuvo un hijo por inseminación artificial.
“Vade retro Satanás”, habrán sentenciado Bergoglio y el obispo de La Plata,
Héctor Aguer. Pero la sociedad dio su visto bueno porque hasta el corazón de
aquella atrasada mujer de barrio se había ablandado.
El resultado es que en todo el continente americano hay sólo dos países que
contemplan el matrimonio entre gente del mismo sexo: Canadá y Argentina.
En la lista de los derrotados no hay que olvidarse de Mariano Grondona y
Joaquín Morales Solá, quienes en “Gaceta Ganadera” tiraron con munición
gruesa. El primero, criticando el “igualitarismo sexual”, sostuvo que “el
debate se ha vuelto polémico porque afecta nada menos que a nuestra concepción
de la familia”. El segundo, buscando salvar a Bergoglio, afirmó: “algunos
obispos cometieron ciertos excesos verbales en los últimos días, pero nada fue
peor que el discurso de Cristina Kirchner, que meneó la Inquisición para
descalificar a la Iglesia”.
Para consolidar el avance habría que empezar a discutir en serio la separación
de la Iglesia del Estado. Que aquélla mantenga su fe, dogmas, capillas y grey,
pero pague sus impuestos, los salarios de los obispos y el presupuesto de sus
iglesias y colegios confesionales, sin meterse en asuntos estatales.
Macri contra las cuerdas
Las novedades judiciales han vuelto a golpear muy fuerte a Mauricio Macri y su
continuidad en la desgastada jefatura de gobierno porteño.
La Sala I de la Cámara Federal de Apelaciones confirmó el procesamiento
dictado en mayo pasado por el juez Norberto Oyarbide. Los tres camaristas, por
unanimidad, consideraron que el jefe del PRO había sido parte esencial de la
asociación ilícita integrada por Jorge “Fino” Palacios, Ciro James y los
jueces y policías misioneros. Y que como máxima autoridad en el distrito,
proveyó de recursos y hombres para que la red de espionaje ilegal pudiera
funcionar.
Poco imaginativos, los adláteres Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti
salieron a defender a su jefe con el gastado argumento de que Néstor Kirchner
era el responsable de aquella resolución.
Si ya era endeble la acusación del PRO contra Oyarbide, mucho más lo es su
repetición contra Jorge Ballestero, Eduardo Freiler y Eduardo Farah, los tres
camaristas que ratificaron el procesamiento. Si la Cámara de Casación no
revoca este fallo, uno de los candidatos de la derecha no podrá salir a pista
en 2011. E incluso podría ver esa carrera por televisión no desde Barrio
Parque sino desde Devoto o Marcos Paz. Es que la acusación importa una pena no
excarcelable, aunque por supuesto hay que aguardar si este fallo queda firme,
luego la elevación de la causa a juicio y finalmente ver si hay condena.
Pero hoy, sin adelantarse a ese largo desarrollo judicial, se puede calificar
la situación de Macri como muy comprometida. Los legisladores de la oposición
en la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires discuten sobre cuál es el mejor
camino para que aquél pague un alto costo político.
Unos, los más realistas, quieren formar una comisión investigadora, al estilo
de la que terminó con la destitución de Aníbal Ibarra. Otros quieren solicitar
ya el juicio político del procesado, invocando precisamente esta nueva
condición de Macri. El próximo martes se verán las caras los representantes de
ese variado arco político y allí podrían decidir un curso en común.
El procesado hasta ahora dijo ser una víctima de los K y alegó torpemente su
inocencia, sin convencer al juez ni la Cámara. Puede estar pensando en lo bien
que le fue en otras oportunidades, como cuando zafó del proceso por
contrabando agravado y evasión iniciado por la Afip y Aduana cuando presidía
la automotriz Sevel.
Pero ahora hay una renovación apreciable en la justicia. No rige la misma
impunidad del menemato y lo que Horacio Vertbisky llamó “Corte de los
Milagros”. Por eso lo mejor para Macri sería que se deje de viajar, suspenda
su campaña presidencial, tome licencia y contrate buenos abogados, que los va
a necesitar.
Emilio Marín
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