Julio
Antonio Mella o la voz de América
Héctor P. Agosti
"En La Habana un estudiante se mantiene en huelga de hambre desde
hace diecinueve días". Noticia escueta: una línea de telegrama,
apenas. Lo suficiente. América vibró de indignada protesta y Julio
Antonio Mella fue libertado. Machado debía enfundar por algunos años su
decisión de acallar una esforzada voz de juventud. América anotaba un
triunfo. Corría el ultimo mes de 1925.
¿Quién era este hombre joven que conmovía al mundo con su gesto magnífico?
Venía de una familia acomodada, situada en las raíces de la Cuba feudal
y oligárquica. Venía de las viejas clases en derrota y llegó a la
universidad teológica y absurda. Matriculóse en la escuela de Derecho,
en la gazmoña escuela de los abogados de tierras calientes, sumisos
tinterillos de Wall Street.
La universidad cubana era semejante a las otras de América, igual en sus
defectos, en sus limitaciones, en su reaccionarismo. Recuerdan que ocho
camaradas fueron fusilados durante las guerras de la Independencia.
Durante esas luchas -¿es así, claro nombre de Martí?- que sacaron a la
Isla de la dominación española para hundirla en la servidumbre de la
enmienda Platt. En 1923, las calles de La Habana se estremecen con las
primeras manifestaciones escolares. Un muchacho dinámico y nervioso las
encabeza. Es Julio Antonio Mella. Desde entonces está marcada su vida. Es
el líder estudiantil más firme y acerado de Cuba.
La rebelión escolar se traduce en una vigorosa federación nacional de
estudiantes. Julio Antonio es, desde luego, su presidente. Su pluma recibe
un bautismo de lucha en Alma Mater y Juventud, los órganos de la federación.
Y su capacidad de organizador se muestra promisoria en el primer congreso
de estudiantes cubanos, en 1924.
Un año después, Gerardo Machado -sostenido por las bayonetas yanquis- es
dueño de Cuba. Las voces más eminentes de la inteligencia cubana son
reducidas a silencio. Los partidos opositores, hostigados. Los gremios
obreros, clausurados, perseguidos y asesinados sus miembros más activos.
La "porra" -la porra trágica y sangrienta- está naciendo...
Los estudiantes sufren el terror machadista. Sus organizaciones caen en el
índex. El 26 de noviembre de 1925, en el histórico Patio de los Laureles
de la Universidad de La Habana, Mella pronuncia un discurso. Cuando
desciende la improvisada tribuna, una multitud de jóvenes entusiastas
pugna por estrecharlo en sus brazos. Es su última arenga en tierra
cubana. Al día siguiente, el tirano ordena su prisión. Diecinueve días
de huelga de hambre.
Deben libertarlo.
Luego, el destierro. Su vida peligra en la Isla.
El exilio
Panamá, Guatemala, México, ven cruzar la figura atlética del mozo
cubano. En él está operándose una progresiva transformación. El líder
estudiantil salta los cercos de lo estrictamente universitario. No
constituyen sino un aspecto del vasto drama continental. Mella advierte
nuestra perspectiva social. Ve que somos satélites presumidos en la órbita
del imperialismo. No le engaña la presunta libertad de nuestros pueblos.
Sabe que vivimos en dependencia económica -y política- de los plutócratas
que cortan cupones en sus oficinas de Londres o de Nueva York. El problema
primario de nuestros países es lograr la liberación nacional. Mella
alcanza esta posición. El brioso líder estudiantil había engendrado al
recio luchador antimperialista.
Cuando Mella arribó a México -teatro de sus más prolongadas
actuaciones- delineábase la firmeza de su postura contra el imperialismo.
Allí crea la Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos y su
órgano de combate, Cuba Libre. Funda la Liga Antimperialista de México y
de Cuba.
En 1926, representa al movimiento anticolonial del continente en el
congreso mundial de Bruselas. Un notable trabajo -Cuba, factoría yanqui-
atrae la atención.
Sobre el joven americano. Ahí están Munzenberg, el antiguo secretario de
la Internacional de los Jóvenes Socialistas; Chattopadayaya, el diputado
comunista hindú; Maxton, el líder laborista británico; Haya de la
Torre, el peruano que estudia en Oxford... En Bruselas, ante un auditorio
calificado, Mella precisa las orientaciones tácticas del movimiento
antimperialista.
Julio Antonio atraviesa Europa
Llega a Rusia. La recorre de confín a confín. Sus ojos van absorbiendo
impresiones. Su mente -ágil- asimila nuevas enseñanzas para atisbar el
destino de América. Porque ahora ha dejado de ser un esforzado líder
cubano para convertirse en un conductor de fibra continental. Está en
actitud de vigilancia cubana, con la mirada siempre vuelta hacia la Isla.
Pero vive la preocupación del continente, grabada en las páginas
inquietas de El Libertador.
Su travesía europea le perfiló la comprensión de un problema capital de
nuestro continente: la interpolación de la cuestión social y la
nacional. Él venía de los países de capitalismo desarrollado, de los países
del imperialismo donde el proletario cristalizó su conciencia de clase,
dominante y definitiva. Pero venía también de la tierra del socialismo,
donde los revolucionarios de 1917 debieron chocar con ese pavoroso
latifundio que ahoga a la América virgen. El talento rápido de Mella
captó esta dualidad profundamente revolucionaria.
El talento de Julio Antonio no estaba cultivado en la tranquilidad del
gabinete, lograda casi siempre a cambio de obsecuencia. El talento de
Mella -por lo mismo que era intrínsecamente revolucionario- estaba
asentado en una experiencia actuante. En nuestra América, sólo dos
grandes figuras ejemplifican al verdadero intelectual revolucionario. Una
es Mariátegui, el magnifico escritor que desde su sillón de invalido
promueve la organización del proletariado peruano. La otra es Mella.
Mella supera la antinomia de la cultura burguesa al fundir brillantemente
la teoría y la práctica. Es la negación de la universidad y de la
intelectualidad de donde proviene. La fusión de la teoría y la práctica
no es signo de inferioridad cultural, como suelen pretenderlo los graves
señores de gabinete prendidos al presupuesto de todas las tiranías. Para
superar la esterilidad dogmática y libresca de nuestras universidades,
para adecuar la doctrina con la acción, requiérese más inteligencia
constitucional. Y más coraje civil, sobre todo. Esto no quieren
comprenderlo los graves señores de gabinete. No podemos regalarles otras
entenderas.
El talento de Julio Antonio les da una respuesta. Por eso, la suya es una
vida digna de imitarse. Una vida que merece ser vivida. No buscaremos en
Plutarco la inspiración de nuestras actitudes.
Al volver de Europa, Mella se instala nuevamente en México
Algunas veces llega hasta Nueva York para impulsar el movimiento
antimperialista, para organizar a los emigrados cubanos. Son huidas
fugaces. Vuelve a México. Empinado sobre el Golfo, sus ojos están fijos
en la Isla. Sueña con volver a ella.
Está metido en la médula de sus problemas. El Partido Comunista de Cuba
lo cuenta entre sus miembros fundadores y dirigentes.
En México, su actividad no tiene límites. Está en todas partes. Habla,
escribe, organiza, estudia. Es un organizador estupendo y un publicista
incisivo. Centinela alerta, vigila el crecimiento antimperialista de América
Latina. Quiere claridad. Exige definición. Allí está, para probarlo, su
vigoroso "¿Qué es el ARPA?", donde la garra de polemista muéstrase
desde el travieso anagrama inicial hasta la enjundia de la crítica
doctrinaria del aprismo. En ese panfleto de extraordinaria difusión,
Julio Antonio definía en términos rigurosamente clasistas el problema de
la emancipación americana. Mella bebía en las fuentes más puras de la
literatura marxista. Y si no puede afirmarse que fuera ya un teórico
marxista -nunca se propuso ser, precisamente un teórico- estaba en camino
de conformar una firme y recia mentalidad materialista. Le sobraba
inteligencia para ello.
La lucha antimperialista es su preocupación. Pero la acción contra el
imperialismo ¿puede separase de la actividad contra las dictaduras indígenas,
que alientan y sostienen su penetración y que, recíprocamente, son
sostenidas por el imperialismo? Ambas actuaciones se unifican; no cuesta
esfuerzo comprenderlo. Mella no cesó un instante su lucha contra Machado.
Peleando contra el tirano, peleaba contra el imperialismo que sojuzgaba la
tierra natal. Derribado el déspota afrentoso, la insurgencia cubana habría
ganado su primera batalla, acaso la decisiva.
Empinado sobre el Golfo, Mella sigue poniendo sus ojos en la Isla
desgarrada y oprimida. Ella está en el centro de sus pensamientos.
Trabaja en un libro sobre el problema revolucionario de Cuba, que la
muerte deja trunco. Vuelca su ardor de publicista en las páginas de Cuba
Libre. Desde México -los ojos siempre fijos en la Isla- da nuevos bríos
al movimiento libertador de su patria. Ansia retornar.
Wall Street ha tolerado demasiado. Hay que acallar la voz del joven líder,
que a los veinticinco años de edad enseña a la América india y cándida
el camino de su libertad. Y Gerardo Machado también ha tolerado
demasiado. No olvida que se le escapó hace tres años, con un gesto de
pelea, valiente y arrojado. Los banqueros deciden. El tirano ejecuta. El
10 de enero de 1929, a las 10 de la noche, Julio Antonio Mella transita
por una de las calles principales de México. El porrista José Magriñat
le dispara por la espalda tres balas de pistola 45. El líder de la
juventud americana cae mortalmente herido. La escultora Tina Modotti
recoge sus ultimas palabras: ¡Muero por la Revolución!...
No podía ser de otra manera
Sobre el cuerpo todavía caliente de Julio Antonio se estrechaban en un
abrazo satisfecho el banquero imperialista, el tirano servil y el traidor
de la revolución agraria.
Debía ser en México, en ese México épico y heroico que en las turbas
de Pancho Villa erguía el pendón gaucho contra los imperialistas rubios.
Debía ser en México, en ese México, donde los generales
"revolucionarios" entregaban a sus vecinos los pozos petrolíferos
y las tierras de las comunidades. Debiera ser allí donde lo matasen para
que su muerte pusiera al descubrimiento la impúdica y siniestra
convivencia.
Para nadie fue un misterio el origen del asesinato. Gerardo Machado fue el
instigador. José Magriñat- el porrista- un ejecutor a sueldo. Todos lo
sabían. Todos... menos la policía y la justicia de instrucción. Tres
meses de sumario, y la libertad del asesino "por falta de
pruebas".
El mismo día -simbolismo insuperable- se prohibía la publicación de
Cuba Libre. Los generales "revolucionarios" se congraciaban con
el imperialismo.
En la isla de sus sueños, bajo el sol del trópico, la tumba de Mella es
el símbolo de una nueva Cuba que pugna por surgir a la vida libre, entre
el dolor y la sangre de todo alumbramiento. Es el símbolo de la nueva
Cuba. Y es el símbolo de la América Nueva, juvenil y despierta.
Aquellos que con su asesinato creyeron destruir un movimiento que tiene su
savia nutricia en los anhelos más profundos del pueblo, se han
equivocado. Los cegó su odio. Si antes fue el líder admirado, ahora es
la bandera de la pelea. Sigue sirviendo la causa por la cual ofrendó su
vida.
Como si lo presintiera, escribió estas palabras poco antes de caer:
"Triunfar o servir de trincheras a los demás. Hasta después de
muertos somos útiles. Nada de nuestra obra se pierde. Son pasos, avances
triunfales... La victoria llegará a nuestra clase por ineluctable mandato
de la historia".
Ese era Julio Antonio...
(Capítulo extraído del libro El hombre prisionero de Héctor P. Agosti,
Editorial Axioma, 1938, Argentina, pp. 82-86.)
JULIO ANTONIO MELLA.
BIOGRAFÍA
Aparece inscrito en el Registro Civil como Nicanor McPartland. En su niñez
visitó varias veces a Nueva Orleáns (Estados Unidos) en compañía de su
madre. Hizo la primera enseñanza en varios colegios católicos en la
capital. En la Academia Newton fue alumno del poeta mexicano Salvador Díaz
Mirón. Con el propósito de estudiar la carrera militar viajó a México
alrededor de 1920. Regresa de inmediato a Cuba. Obtiene el título de
Bachiller en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río (1921).
Ese mismo año matricula Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad
de La Habana.
Sus primeros trabajos periodísticos aparecieron en la revista
universitaria Alma Mater (1922-1923), de la que fue administrador. En
enero de 1923 es líder de la lucha estudiantil por la reforma
universitaria. Funda la Federación de Estudiantes Universitarios. En
octubre de 1923 organiza y dirige el Primer Congreso Nacional de
Estudiantes, y en noviembre inaugura la Universidad Popular “José Mart”,
con el propósito de impartir instrucción política y académica a los
trabajadores y de vincular la Universidad “con las necesidades de los
oprimidos”.
Fue director y redactor de Juventud (1923-1925), fundador de la Liga
Anticlerical (1924) y de la sección cubana de la Liga Anti-imperialista
de las Américas (1925). Funda el Instituto Politécnico "Ariel"
junto con Alfonso Bernal del Riesgo en 1925. Es el primer secretario de
organización que tiene el Partido Comunista de Cuba y uno de sus
fundadores (1925).
Fue expulsado de la Universidad de la Habana. Detenido, se declara en
huelga de hambre. El Comité Pro-libertad de Mella inicia una campaña
para liberarlo, la presión nacional e internacional se hace sentir, y se
le libera el 23 de diciembre de 1925. A principios de 1926 embarca rumbo a
Honduras.
En México se vincula al movimiento revolucionario continental e
internacional. Colabora en los periódicos Cuba Libre, El Libertador, Tren
Blindado, El Machete y Boletín del Torcedor (este último de La Habana).
Pronuncia conferencias, publica críticas sobre el muralismo mexicano.
En febrero de 1927 asiste al Congreso Mundial contra la opresión colonial
y el imperialismo, celebrado en Bruselas. Participa en la Liga Campesina
Nacional de México. Sostuvo una polémica con Víctor Raúl Haya de la
Torre, sobre la significación política del APRA.
De Bruselas viaja a Moscú, donde participa en el Congreso de la
Internacional Sindical Roja. Miembro del Comité Central del Partido
Comunista de México, lucha por la reforma agraria, por la nacionalización
del petróleo y en las huelgas de los mineros. Funda varias organizaciones
antimperialistas, estudiantiles y campesinas. Con Leonardo Fernández Sánchez
y Alejandro Barreiro organiza la Asociación de los Nuevos Emigrados
Revolucionarios Cubanos, ANERC (1927).
Entre los trabajos que dejó inéditos se encuentra "Hacia dónde va
Cuba". Utilizó los seudónimos Cuauhtémoc Zapata, Kim (El Machete),
y Lord McPartland.
Murió asesinado por órdenes del dictador cubano Gerardo Machado.
Mella, en la utilidad de su virtud
Hace 80 años se interrumpía la vida breve, luminosa y fructífera del
precursor de las manifestaciones estudiantiles en Cuba, del militante
comunista que supo, en todo momento, armonizar pensamiento y conducta.
Julio Antonio Mella moría, el 10 de enero de 1929, por la Revolución. A
los cuatro años, siete meses y cuatro días cayó su asesino, ajusticiado
por las balas de Pedro Vizcaíno Urguiaga.
Quiso el azar que el matón a sueldo, Pepe Magriñat, fuera visto aquel día
por las calles de la ciudad. El dolor por la ausencia de Mella les hizo
conducir la máquina velozmente. Magriñat se percata de la persecución:
Pedro Vizcaíno, Rodolfo de Armas, Ramiro Valdés Daussá, Chino Seijas,
José Luis Aguilar, Manolo Arán, Rogelio González, todos llevaban la
rabia de la pérdida y se disponían a ajusticiar al cobarde que ni
siquiera pudo mirar a los ojos de Mella.
No podía escaparse, Vizcaíno lleva la certeza de su tiro. Mella ha sido
vengado, dice Rodolfo de Armas. Pero más que venganza Mella era honrado
por sus compañeros, quienes imponían justicia a riesgo de sus vidas. Y
la honra mayor continúa hoy, cada vez que se lucha y se muere por la
Revolución.
Tal enseñanza aprendimos del líder estudiantil y obrero, arquetipo de
revolucionario, quien no obstante sus 25 años de existencia, fue uno de
los hombres más fecundos y generosos que registró el combate contra el
imperialismo y la reacción nacional, una de las grandes figuras históricas
de nuestro país y de la América Latina.
Una amplia cultura y facilidad para la comunicación lo convertían en un
orador extraordinario; su desempeño en el deporte, constituían rasgos
sobresalientes de la personalidad del joven Mella, quien al ingresar en la
Universidad de La Habana se enfrenta a los males que arrastraba esa casa
de altos estudios y advierte que los problemas existentes no eran ajenos a
los que sufría la sociedad en general. Desde allí guió a los
estudiantes hacia el combate contra el imperialismo.
Entregado a la lucha revolucionaria, Mella se proyectó en múltiples
actividades y frentes. Inició la Reforma Universitaria en la bicentenaria
Alma Máter, y con ella el movimiento estudiantil se insertó en la
batalla contra los desmanes de la república neocolonial; vinculó a los
universitarios con los obreros; organizó el Primer Congreso de
Estudiantes; fue artífice de la Universidad Popular José Martí y de la
Liga Antimperialista de Cuba. Y fundó también, junto con otros
revolucionarios, el primer Partido marxista-leninista de Cuba.
Fue un hombre de acción, un lúcido intérprete de la realidad de su época.
Proclamó que de la lucha antimperialista dependía la redención de Cuba
y de América Latina. "El imperialismo —decía— es el mayor
enemigo de América".
Amenazado de muerte, Mella se vio obligado a partir al destierro. Viaja a
Panamá, Guatemala y México. La lucha lo absorbe totalmente. Con los años
su visión política es más consistente, y se convierte en un líder
continental. Ocupa posiciones de responsabilidad en organizaciones
revolucionarias mexicanas.
Julio Antonio Mella pertenece a esa raza de hombres cuyas virtudes se
convierten en semilla fructífera, pues como el mismo dijera "hasta
después de muertos somos útiles". Por ello deviene símbolo, y su
ejemplo y vigencia continúan abonando hoy el quehacer generoso de nuestra
Revolución.
Raquel Marrero Yanes
LA VERDAD NO ANDA BUSCANDO SALUDOS.
Adys Cupull y Froilán González
“¡Muero por la Revolución!” dijo Julio Antonio Mella en la calle
Abraham González de la capital mexicana aquella fría noche del 10 de enero
de 1929, cuando caía herido de muerte a causa del atentado perpetrado por
sicarios enviados por el dictador cubano Gerardo Machado y Morales.
En la mesa de operaciones declaró, con mucha dificultad, “Tengo la
seguridad que fueron emisarios del Gobierno de Cuba los que vinieron a
matarme por mis ideales comunistas."
A la 1:45 del 11 de enero falleció sin aún cumplir los 26 años. A su lado
la fotógrafa italiana Tina Modotti, luchadora comunista y antifascista,
quien lo acompañaba en el momento de los disparos. Ella, que lo había
fotografiado en vida, sacó la última foto a su rostro, en el cual ni la
palidez de la muerte logró borrar su serenidad y rebeldía.
Al amanecer los principales diarios de México y las agencias cablegráficas
internacionales dieron a conocer la trágica noticia. Al ser asesinado,
dejaba a su hija Natasha, de un año y tres meses de nacida, que se
encontraba en Cuba junto a su madre, la cubana Oliva Zaldívar Freyre.
El muralista mexicano Diego Rivera declaró: "...La culpa de este
horrendo asesinato es del gobierno y la embajada de Cuba, los que urdieron
sus maquinaciones para darle muerte a Mella, con la particularidad de que a
espaldas del gobierno cubano se encuentra Estados Unidos, que en su afán de
imponer su política al mundo entero, está acallando las pocas voces de
protesta que se elevan, como la de Mella."
Después del crimen los corazones honrados y sensibles de su patria, de México
y de otras latitudes, quedaron atravesados por el dolor de su muerte y por
la impunidad de los asesinos quienes, amparados por los funcionarios de
Machado y la complicidad del Jefe de la Policía en México, Valente
Quintana, burlaron la justicia.
En 1931 fue encausado en la capital mexicana el cubano que disparó contra
Mella, José Agustín López Valiñas, acusado por su esposa la mexicana María
Guadalupe Gil Oceguera. Celebrado el juicio y comprobado el crimen fue
sancionado y cumplió prisión.
En el libro se pubican las declaraciones de los cómplices y testigos. Se
relata el destino final de cada uno. El 12 de agosto de 1933 el dictador
Gerardo Machado fue derrocado; huyó sin que se le pudiera enjuiciar por sus
crímenes. Ese mismo año José Magriñat, jefe del plan criminal en México,
fue ajusticiado en la ciudad de La Habana.
El imperialismo norteamericano y Machado fueron acusados públicamente, pero
no se proporcionaron las pruebas documentales que sólo la historia y el
tiempo lo hicieron posible.
En nuestro libro Julio Antonio Mella en medio del fuego, publicado en México
por la casa Editora El Caballito en el 2002 y por la Abril en Cuba en el
2006, se revelan cables cifrados, documentos confidenciales, informes de la
embajada de México en La Habana dirigidos a la Secretaría de Relaciones
Exteriores, las respuestas de esta, los informes del embajador cubano en México,
la respuesta de la cancillería cubana, los informes desde Washington, y se
explica la forma en que se gestó un estado de opinión contra el joven
comunista cubano y sus compañeros.
El asesinato de Mella, el 10 de enero de 1929, causó indignación entre
intelectuales, estudiantes, obreros y campesinos, quienes demandaron al
gobierno mexicano la ruptura de relaciones con el de Cuba.
Por los documentos encontrados se probó que Tina Modotti, no tuvo relación
con el crimen, como se pretendió hacer creer en un principio.
Entre los que planearon y ejecutaron el homicidio se encontraban: Gerardo
Machado, Santiago Trujillo, Guillermo Fernández Mascaró, José Magriñat
Escarrá, Miguel Francisco Sanabria Nodarse, José Agustín López Valiñas.
En el libro se publican las declaraciones de los cómplices y testigos y el
destino final de cada uno.
En medio del fuego no sólo trata de las balas que dieron fin a la vida
plena y prometedora del destacado líder, fundador de la Federación de
Estudiantes Universitarios, de la Universidad Popular José Martí, de la
Liga Antiimperialista y del primer Partido Comunista Cubano. Trata también
del fuego que envilece las mentes y el alma de los hombres porque ese joven
de clara inteligencia, transparencia, firmeza, ideales profundos y nobles en
defensa de los desposeídos del mundo, fue víctima de las intrigas, las
calumnias, los prejuicios raciales, la envidia, y el odio visceral y
enfermizo de esos que en lugar de amar y construir sólo odian y destruyen.
La verdad hay que decirla aunque motive rectificaciones en los conceptos
históricos investigados durante una época. El asesinato de Julio Antonio
Mella se presenta en el libro con todas sus implicaciones y detalles.
Este 10 de enero del 2009, se cumplen 80 años de los hechos, la historia
indetenible, enjuicia y acusa. Se reconocen los valores de aquellos que
consecuentes con los principios elementales de honradez y justicia se
enfrentaron a los mandatos criminales de Machado y del imperialismo
norteamericano y cada año sitúan claveles y rosas rojas donde fue
asesinado y flechas de dignidad para combatir las tergiversaciones, olvido y
manipulaciones.
Por ello en este enero, nos detenemos para reconocer a los mexicanos que
aportaron datos, documentos y nuevos elementos que permitieron esclarecer
irrefutablemente toda la trama de la conspiración criminal.
Entre ellos el profesor Alberto Hijar, la crítica de arte Raquel Tibol, la
arqueóloga Lourdes Patiño, el economista y profesor Antonio Gazol, el
abogado René Ortiz, el historiador y escritor Manuel López Gallo, el
doctor Alfonso Herrera Franyutti, la escritora Elena Poniatowska, los
Licenciados Berta Zapata Vela, Edna Aldama, Eugenia y Andrea Huerta, Antonio
Bolívar, Roberto Marín, Leonor Hernández, María Eugenia Conchola, Raúl
González, Roberto Beristaín y Rocio Romero.
Merece el reconocimiento especial la dirección y personal especializado del
Archivo General de la Nación, el del Acervo Histórico de la Secretaría de
Relaciones Exteriores, de la Hemeroteca de la Universidad Nacional Autónoma
de México y al personal diplómatico de las Embajadas de Cuba en México y
de México en La Habana.
La valiosa ayuda permitió que mexicanos y cubanos pudieramos reconstruir
los hechos y demostrar con documentos a los culpables del crimen y describir
la vida inmoral, corrupta, inescrupulosa y mercenaria de los asesinos.
La verdad, como escribió el Héroe Nacional cubano José Martí, no ha de
quedar sin decir, y la verdad no anda buscando saludos, ni saludando. También
señaló que exagerarla era debilitarla y que aborrecía las falsedades de
la vida, y solo amaba a quien tenía el valor de vivir en el agradecimiento
y en la verdad, y el mérito es de la verdad y no de quien la dice.
En el Ensayo Nuestra América, José Martí escribió: "...porque el
que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la
larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba lo
que se levanta sin ella.”
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