Marzo siempre trae el recuerdo de Julio Antonio Mella. Un día 25 de 1903 nació este paladín del movimiento comunista y la Revolución antimperialista. Mella vivió en el vórtice de la tormenta revolucionaria, su vida y pensamiento una y otra vez motivan debates y no pocas confrontaciones. Cada generación revolucionaria precisa de dibujarse a sí misma “su” Mella. Cada momento político nos recoloca a Mella. Y por supuesto una y otra vez nuestros adversarios políticos e ideológicos intentan reconceptualizar su pensamiento, desde los mitos que construyen a través de la historiografía que le es afín, y que casi siempre se nos presenta como seria, documentada y propositiva.
Una de las joyas del anticomunismo contemporáneo es la lectura negativa que se ha fabricado alrededor de la historia de la Internacional Comunista y la actuación histórica de los partidos comunistas. Ha sido tan masiva y constante esta campaña que ha logrado imponer más que argumentos, un enfoque prejuicioso que ha penetrado amplias zonas de la intelectualidad de izquierda y de los cientistas sociales. Hay enfoques que se centran tanto en la suma de críticas y juicios negativos, sobre la Internacional Comunista, que pierden la perspectiva histórica y nos dan una suerte de narración donde se desdibuja por completo el balance brutal de las acciones imperialistas, en tanto antagonista principal de los acontecimientos cubanos y latinoamericanos.
Pienso que es oportuno recordar la efemérides de Mella acercándonos al tema de la Internacional, desde la dimensión que le otorgó la propia praxis revolucionaria del fundador del primer partido comunista cubano.
Mella y la Internacional
Julio Antonio Mella llegó a la militancia de la Internacional Comunista como hecho de “meditación” tal como lo prueban las actas del Congreso donde nace el primer Partido Comunista de Cuba, como Sección de la Internacional el 16 de agosto de 1925. Estaba consciente de la seriedad que tal incorporación demandaba y de la responsabilidad que se adquiría (1).
Mella actuó como un convencido militante internacionalista y se vinculó al sistema de organizaciones que orientaba la Internacional Comunista: La Internacional Sindical Roja, Internacional Juvenil Comunista y Socorro Rojo Internacional. Ardiente patriota, defendió con firmeza los principios internacionalistas. “Internacionalismo –definía a finales de 1925, cuando escribía sus “Glosas al pensamiento de José Martí”-- significa en primer término, liberación nacional del yugo extranjero imperialista y, conjuntamente, solidaridad, única, estrecha con los oprimidos de las demás naciones” (2). “Ningún revolucionario del momento actual puede dejar de ser internacionalista. Dejaría de ser revolucionario”, ratificaba ese mismo año de 1925 al pronunciarse sobre la necesidad de crear una internacional americana “capaz de aunar todas las fuerzas antimperialistas y revolucionarias” (3).
En la escuela de la Internacional Comunista, Julio Antonio se forma como militante del Partido de nuevo tipo. Comprende la necesidad de un “Partido fuerte, de un solo bloque, irrompible en la lucha” (4). “La Tercera Internacional y la URSS tienen para la América Latina un doble significado -define en 1927- Primero: Son la Vanguardia y el baluarte del Movimiento Socialista. Segundo: Son el pivote de todo movimiento de emancipación nacional que sea sincero” (5).
Con Martí y Lenin
El sólido conocimiento que Mella poseía del legado martiano, se enriquece con las lecturas de los clásicos del socialismo científico. De la mano de Martí el joven revolucionario transita hacia una fértil articulación dialéctica con el marxismo y el leninismo. Esta perspectiva lo inmuniza definitivamente contra las frecuentes intoxicaciones izquierdistas de muchos de sus contemporáneos empeñados en trasplantar, hasta las mismas consignas que habían probado su eficacia en el escenario de la Revolución Bolchevique.
Ya desde meses antes de la fundación del Partido asombra la claridad teórica del joven cubano. En “Los nuevos libertadores” definirá: “La causa del socialismo en general… es la causa del momento, en Cuba, en Rusia, en la India, en los Estados Unidos y en la China. En todas partes. El solo obstáculo es saberlo adaptar a la realidad del medio” (6). Ningún otro dirigente comunista europeo, asiático o latinoamericano vio tan tempranamente este eje fundamental, determinante en toda la historia posterior del movimiento comunista
El artículo “Hacia la Internacional americana” escrito en diciembre de 1925, desde la cárcel de la Habana, vuelve a acotar. “La Europa y el Asia están lejos. Ambas tienen en estos momentos grandes problemas que resolver, por lo tanto es imprescindible concretar una formula precisa para nuestra zona” “Aceptamos las experiencias de Europa en sus luchas y lancémonos a conquistarlas de acuerdo con ellos y adaptando sus procedimientos revolucionarios a nuestros ideales” (7). Lenin aportaría en esta tarea la teoría sobre el imperialismo “de aplicación universal” (8). Sus Tesis sobre la cuestión nacional y colonial aprobada en el II Congreso de la Internacional Comunista. La práctica de la etapa leninista de la Internacional dotaría estas esencias con la realización política del Frente Único y su expresión más acabada para nuestra región, la Liga Antimperialista de las Américas.
Madurez del enfoque histórico
Sí a principios de 1925 Julio Antonio ve la Revolución Social como un “hecho fatal e histórico, independiente de la voluntad de los visionarios propagandistas”(9), en 1926 ya percibe que lo más importante es estar “capacitados para aprovechar el momento histórico”(10) y en 1927 comprende las alternativas que se avecinan, y rompe con esa visión “fatalista”. Afirma “que la liberación nacional y social no se nos concederá por misericordia” (11).
Lejos del discurso triunfalista que proclamaba la crisis y el derrumbe del sistema capitalista, Julio Antonio tiene una objetiva lectura del momento histórico por el que transitaba la nación norteamericana. Aprecia que “la estructura económica del capitalismo imperialista yanqui no presentaba aún resquebraduras serías que indicara su próxima desaparición…Por ello “el proletariado esta hipnotizado por los líderes amarillos y los altos salarios” (12).
La ratificación de la necesidad de aplicar la doctrina comunista a cada uno de los fenómenos sociales de América, impone a Mella replantearse la historia del continente, comprender desde muy temprano el proceso que protagonizaba, como una continuación de las gestas independentistas, y se apresta a asumir las tareas inconclusas en las nuevas condiciones: “Luchar por la realización del viejo ideal de Bolívar adaptado al momento” (13) subrayaba en agosto de 1924.
La estrategia de la Revolución Latinoamericana
No obstante el poderío imperial Julio Antonio descubre las posibles brechas para la acción revolucionaria en nuestras tierras. Desde esa perspectiva Mella definirá la dirección principal:
La lucha activa contra el imperialismo de todas las clases y sectores que proclamaran sus intereses por una auténtica independencia nacional. Exigir de inmediato la retirada de las tropas yanquis de Nicaragua y de Haití, y la revisión de los tratados injustos tipo Enmienda Platt. Establecer la más activa solidaridad entre los obreros y campesinos del continente en su enfrentamiento contra los imperialistas y sus agentes en cada país, pues las masas de América Latina han de saber que solo a través de la lucha se podrá vencer revolucionariamente al imperialismo. Así mismo plantea la solidaridad antimperialista con los trabajadores y el pueblo estadounidense.
Mella funda en México una organización insurreccional para reeditar la tarea nacional liberadora y antimperialista de José Martí. En honor a los emigrados que junto a Martí y Carlos Baliño habían dado vida en 1892 al Partido Revolucionario Cubano, nombrará al nuevo instrumento político Asociación de Nuevos Emigrados Revolucionarios Cubanos (ANERC). Con la ANERC trabajará para unir a todos los patriotas cubanos que estaban en el exilio tanto en el país azteca, como en otras tierras latinoamericanas, en varias ciudades de los Estados Unidos y París.
Desde la clara concepción que Julio Antonio ha elaborado, se entiende más aún la ruptura con Víctor Raúl Haya de la Torre, la crítica a los apristas y a su pretendido marxismo y revolucionarismo indoamericano, pues “no es una defensa del dogma porque sus consignas sean antimarxistas, anticomunistas, antileninistas, si no porque están contra la realidad americana, son impracticables y reaccionarias, utópicas...” (14).
Frente al proyecto aprista Mella levanta la experiencia concreta de los guerrilleros nicaragüenses: “Sandino ha enseñado mucho a los timoratos” (15). A Mella no le importaba que Sandino no fuera un militante de la Internacional Comunista: Lo decisivo era que el proyecto antimperialista y la resistencia al invasor norteamericano del patriota nicaragüense, constituía una respuesta ideológica y política al imperialismo. El General guerrillero le reafirmaba que nuestras propias fuerzas debían ponerse en juego en el sentido y el riesgo de la Revolución.
La sanción a Mella
La sanción de separación de las filas del partido cubano de que fue objeto Mella, ha sido uno de los más recurrentes episodios manipulados por los detractores del primer Partido Comunista de Cuba. Del Mella de 1926, no pudo obtener el enemigo una sola diatriba para su siempre atenta campaña divisionista. Tampoco de sus discrepancias en el seno del Partido Comunista Mexicano. Sin embargo una y otra vez el anticomunismo ha tratado de recurrir a una “defensa” que Mella nunca pidió ni necesitó. Sin excepción quienes acentúan la crítica a los comunistas, enfatizan en la anécdota del conflicto y dejan de atender su evolución posterior.
La sanción no solo motivó un álgido intercambio de Mella con sus críticos dentro del Partido, sino también le creó a la organización comunista una seria situación en el seno de la Universidad Popular “José Martí”, la Liga Antimperialista y en otras organizaciones y sindicatos revolucionarios, que no compartían las apreciaciones negativas sobre Mella. A su vez el conflicto continúo desde México, país donde Mella desempeñaba con toda energía sus tareas revolucionarias. Allí los compañeros del Partido Comunista Mexicano no podían entender la situación y pidieron explicación a sus camaradas cubanos. A su vez todo este conflicto se evaluó en el Secretariado latinoamericano y en la dirección de la Internacional en Moscú.
La situación creada ofrece un material valioso para entender, más allá de las pasiones desatadas, las limitaciones del movimiento comunista, y también los altísimos valores éticos, ideológicos y políticos que en sus filas prevalecían. Precisamente sería la dirección de la Internacional en 1927, la que le hizo justicia y resolvió a su favor la sanción. Mella fue reincorporado al Partido cubano con todos sus derechos. La actuación de la Internacional más que medida, sabia en el manejo y solución de este complejo problema, merece destacarse.
Lionel Soto en su obra sobre “La Revolución del 33”, subraya el hecho de que en la ANERC, Mella logra nuclear dentro del amplio grupo de exiliados cubanos, a los militantes comunistas que habían tenido que abandonar el país por la represión de la dictadura machadista, algunos como Alejandro Barreiro, miembro de Comité Central, que incluso había integrado el jurado que propuso la controvertida sanción de 1926 (16). Ya en estos días de 1928 el Partido Comunista cubano compartía los criterios tácticos y estratégicos de Mella, a contrapelo de la “orientación” de la Internacional Comunista. Rubén Martínez Villena con el liderazgo efectivo del Partido, secundaba a Mella en el archipiélago. Esta realidad vista desde los duros intercambios realizados en los momentos de la sanción a Mella, dan la dimensión ética y política de salida de aquel conflicto, y permiten con justicia considerarlo como un hecho desafortunado y coyuntural. Explicitar esta verdad permite trascender la anécdota y brindar el proceso de la tan publicitada sanción, en su ineludible historicidad.
¿Mella trotskista?
La virtual guerra política entre Stalin y Trotski, y la obligada y definitiva colocación de este último, en una posición de completa beligerancia frente al Partido y al proyecto stalinista; selló el debilitamiento del movimiento revolucionario de la época, y fue caldo de cultivo para el oportunismo y la traición. En el seno de los partidos comunistas se producirían lacerantes procesos internos cuyas secuelas aún nos acompañan. Faltó en repetidas ocasiones la mesura y el respeto por revolucionarios que, dentro de las posiciones marxistas y leninistas o fuera de ellas, defendían otros puntos de vista.
Mella vive el inicio del clima de intolerancias, intrigas y oportunismos que minó la Internacional. Como toda la obra y acción del joven líder cubano era demostrativa de una concepción teórica y política completamente opuesta al stalinismo, no faltaron entonces quienes tempranamente intentaron acusarlo de trotskismo, y en consecuencia separarlo y expulsarlo deshonrosamente de las filas comunistas.
A diferencia de quienes dentro de la Internacional trataban de calumniarlo, los revolucionarios mexicanos que se alinearon a favor de Trotski, veían con toda legitimidad a Mella como el iniciador de la corriente que más tarde conformó la Oposición de Izquierda en el Partido Comunista Mexicano. Para muchos de ellos Mella marcó el inicio de las diferencias que luego desafortunadamente se harían irreconciliables.
Las apreciaciones sobre el trotskismo de Mella se refuerzan argumentando el hecho evidente de que el joven revolucionario sintió admiración y respeto por el brillante bolchevique. Conoce la censura a que han sido sometidas las tesis de Trotski -por ser pública luego de la XIII Conferencia del Partido Comunista soviético en enero de 1924-, y no le puede ser ajena la marcada diferencia de este dirigente con Stalin, ya convertido tras la muerte de Lenin, en el máximo jefe del Partido y el Estado soviéticos. No obstante el martiano Mella, porque lo cree digno, alaba la precisión de Trotski sobre la importancia de la contabilidad en la empresa socialista contenida en su trabajo “¿Hacia dónde va Rusia? Y esto lo hace públicamente en El Machete, órgano central de los comunistas mexicanos, en junio de 1927 (17).
El que los trotskistas mexicanos crean y defiendan a Mella como uno de sus “iniciadores”, y que tal apreciación tenga legitimidad desde la perspectiva de la historia de su movimiento político; no prueba sin embargo que realmente Julio Antonio Mella haya sido trotskista. Mella, admiró el genio de Trotski cuando este, decía: “supo matar hasta el último rescoldo de individualismo” (18) y asumió la disciplina y la labor colectiva del Partido de los bolcheviques, para criticarlo definitivamente cuando promovió la división y la ruptura de la unidad. Todo acto de divisionismo encuentra en Mella un rechazo tajante.
Los últimos combates
El estudio de las tesis leninistas llevaría a Mella a precisar las limitaciones de la estrategia y la táctica de la Internacional Comunista en el ámbito latinoamericano; matizadas en conjunto, por una apreciación esquemática del proceso histórico y del movimiento revolucionario del área, y crecientemente contaminada por una mal aplicada intensión de coordinación, por los métodos de autoritarismo y sujeción de todo el movimiento comunista internacional a los intereses de la política exterior soviética y a las decisiones - convertidas automáticamente en orientaciones axiomáticas- de la dirección partidista de ese país. Su credo de revolucionario práctico lo lleva a definir la importancia de fertilizar la teoría en los propios escenario y acontecimientos: “No debe creerse en una explicación mecánica de las experiencias de otros lugares” (19) “Necesitamos experimentar para no ser engañados y probar los postulados en la realidad” (20).
A pesar de que después del VI Congreso de la Internacional que concluyó en Moscú en septiembre de 1928, la consigna sectaria de “clase contra clase” -que colocaba a los comunistas en disputa con el más amplio espectro de fuerzas políticas-, se generalizó entre los jóvenes partidos marxistas latinoamericanos, Julio Antonio no cumple mecánicamente la orientación. Considera que las tesis que se avienen a la realidad del movimiento de liberación en Cuba y en Latinoamérica son las que hasta el IV Congreso había defendido la propia Internacional Comunista: Frente Único y Liga Antimperialista.
Mella valora la situación concreta y no suspende los contactos que a través de Rubén Martínez Villena y el Partido Comunista cubano, sostiene con sectores del Partido Unión Nacionalista para organizar la lucha armada en el país. Tal como había aprendido con su maestro Alfredo López, Mella continúa en México la política de tejer alianzas con todas las fuerzas interesadas en crear una central amplia y unitaria del proletariado. Mantiene su apoyo a Sandino, en momentos en que en el Partido Comunista Mexicano, comienzan a acentuarse las acusaciones extremistas contra el inclaudicable patriota nicaragüense. Y con la ANERC prepara la expedición que lo traería desde México para incorporarse a la lucha armada, Este actuar lo coloca en fuerte confrontación con quienes intentaban cumplir las “orientaciones de Moscú”.
Se le abren a Mella discusiones intensas dentro del Partido mexicano con entrañables compañeros. Mella resiste, da razones y discute con la pasión y el ímpetu que lo caracterizaban, pero en él cuidar la unidad del Partido es lo fundamental. Precisamente en apoyo y defensa de medidas tomadas por la Internacional en Europa, con el objetivo de defender la cohesión ideológica y política de la organización, escribe el 5 de enero de 1929 en el “El Machete”: “Los partidos comunistas no pueden ser un mosaico de colores y tendencias” (21). Cinco días después, en la oscuridad de la noche, pistoleros a sueldo del dictador Gerardo Machado, le infringen heridas mortales.
Muere Julio Antonio Mella en el empeño que consideraba correcto, sin renunciar a su condición de militante del Partido y de la Internacional Comunista. Consciente de virtudes y errores. Batallando por la Revolución dentro y fuera del Partido.
Notas
1. Julio Antonio Mella: “Acta de la segunda sesión del Primer Congreso Nacional de Agrupaciones Comunistas de Cuba”, en Instituto de Historia del Movimiento Obrero y la Revolución Socialista de Cuba, Julio Antonio Mella. Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 620
2. “Glosas al pensamiento de José Martí”, Ob. cit., 268.
3. “Hacia la Internacional Americana”. Ob. cit., p. 212.
4.Nuestras enfermedades infantiles”, Ob.cit., p.428.
5. “El triunfo revolucionario de la diplomacia roja”, Ob.cit., p.340.
6. “Los Nuevos Libertadores”, en Ob. cit., p 124.
7. “Hacia la Internacional Americana”, Ob.cit.p.213.
8. "El triunfo revolucionario de la diplomacia roja”, Ob. cit., p.340.
9. “Cuba un pueblo que jamás ha sido libre”. Ob. cit., p. 182.
10. Carta a Sarah Pascual”, Ob. cit., p.256.
11. “Mensaje de Mella a los Estudiantes”, Ob. cit., p. 279.
12. Junto a Wall Street”, Ob. cit., p.325.
13. “Hacia la Internacional Americana”. Ob. cit., p. 211.
14. “La lucha revolucionaria contra el imperialismo…”. Ob. cit., p. 386.
15. “¿Hacia dónde va Cuba?”, Ob. cit., p.408.
16. Lionel Soto: La Revolución del 33, Editorial de Ciencias Sociales La Habana, 1977, Tomo I, p 497
17. “Cuadros de al Unión Soviética”, Ob. cit., p 29
18. “Hacia dónde va Inglaterra”. Un libro de Trotski, Boletín del Torcedor, La Habana, año X, no. 211, 31 de mayo de 1926.
19. “¿Hacia dónde va Cuba?”, Ob. cit., p.408.
20. “Nueva ruta de los estudiantes”, Ob. cit., p. 454.
21. “La semana Internacional VIII”, Ob.cit., p 506
Felipe de J. Pérez Cruz