--------------------------------------------------------------------------------
Las perspectivas de desarrollo del movimiento que ustedes encabezan están en los trabajadores (...) cuando en las grandes manifestaciones que ustedes realizan, el pueblo les lanza desde los edificios pedazos de plástico o de papel para cubrirse de la lluvia; cuando gentes pobres, que muestran en su indumentaria que apenas disponen de lo necesario para sobrevivir, se acercan a los manifestantes, los aplauden, acoge su propaganda y trata de corresponder repartiendo entre ellos pan o fruta, cuando esto sucede, es porque el pueblo, aun sin el control de sus organizaciones, aun sin la posibilidad de hacer oír su gran voz, busca los canales para expresarles su apoyo (...) ¡Oíd al pueblo, estudiantes!
Víctor Rico Galán (periodista mexicano), Carta al movimiento del 68 desde la cárcel de Lecumberri.
Este año se cumple el 40º aniversario de lo que se conoce como el movimiento estudiantil mexicano del 68, en el cual miles de jóvenes salieron a las calles a luchar por derechos democráticos que los gobiernos autoritarios de la burguesía no les respetaban. Es el periodo en que el corporativismo obrero tenía bajo su control a más de tres millones de trabajadores, y las organizaciones juveniles habían sido cooptadas, ya fuera por soborno o por represión, por el partido en el poder, el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
La fuerza y velocidad con que se desenvolvió la movilización sorprendió, no sólo al gobierno, sino al mismo movimiento. Todas las escuelas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el Instituto Nacional Politécnico (IPN), la Universidad de Chapingo e incluso muchas de las escuelas privadas en el DF fueron puestas bajo control de los comités de huelga formados a partir del decreto de la huelga indefinida.
El apoyo de los trabajadores no tardó en llegar, los sindicatos democráticos, como el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) o las corrientes sindicales que años atrás habían luchado por la democracia sindical, apoyaron de forma entusiasta este movimiento. Sin embargo, este apoyo no pasó de ahí. Lo ideal hubiera sido la formación de un pliego petitorio único para engarzar la lucha conjunta de los trabajadores y jóvenes.
La respuesta del Estado desde el primer momento fue la represión. La misma noche del 26 de julio se habló de mil detenciones. Era el preludio de un trágico final. Sin embargo, la represión lo único que consiguió fue que el movimiento tomara más fuerza y que los estudiantes se levantaran como gigantes para contestar las agresiones. Los estudiantes más jóvenes conformaban brigadas de información que en varias ocasiones, y bajo la presión de las circunstancias, se transformaron en brigadas de autodefensa. Se creó el Consejo Nacional de Huelga (CNH), el órgano de dirección y portavoz del movimiento, a partir de representantes elegidos por asamblea en cada una de las escuelas en huelga.
Estos acontecimientos fueron decisivos para conseguir las libertades democráticas y de expresión de las que ahora gozamos. El movimiento de los estudiantes fue la inspiración del movimiento obrero que en la década de los setenta dio una batalla por la democracia sindical, conocida como la "Insurgencia Obrera". Pero lo más importante que dejó fue la experiencia a futuras generaciones.
El año 1968 estuvo marcado a escala internacional por uno de los picos más altos del boom capitalista de posguerra, acompañado por un desarrollo de las fuerzas productivas. En este año pudimos ver movilizaciones de masas en gran cantidad de países. En un primer momento fueron encabezadas por la juventud pero en algunos casos trascendieron de forma espectacular. La recuperación del capitalismo después de la Segunda Guerra Mundial fortaleció a los trabajadores en número y en confianza.
En América Latina existía una naciente generación de jóvenes que estaban inspirados por la Revolución Cubana de 1959 y el ejemplo del Che. Los movimientos de liberación nacional y contra las intervenciones imperialistas también jugaron un papel muy activo en la agitación política. Uno de los más emblemáticos por la resonancia que tuvo en todo el mundo fue el que provocó la intervención imperialista en Vietnam.
El periodo poscardenista y la estabilización
Todos estos acontecimientos tuvieron un efecto en la juventud mexicana que sufría la opresión de un estado autoritario, donde el régimen presidencialista no concedía prácticamente respiro a la oposición, los sindicatos estaban atados de pies y manos al Estado y las corrientes o sindicatos que luchaban contra ese control eran duramente reprimidos. Es la época del llamado "Milagro mexicano"1 y el periodo estabilizador2, que permitió un incremento en los niveles de vida de los trabajadores, al igual que una inversión en gasto social por parte del Estado. Pero antes de entrar en los acontecimientos del 68 queremos retrotraernos algo más para entender de dónde se venía.
El gobierno de Lázaro Cárdenas3 se caracterizó por oscilar entre las clases en pugna, apoyó a los trabajadores en huelga, las manifestaciones, nacionalizó la industria petrolera y los ferrocarriles; sin embargo, también se apoyó en los sectores populares para fortalecer una burguesía nacional frente a las potencias imperialistas. Algunas reformas dentro del periodo cardenista fueron progresistas; sin embargo, la estructura que organizó Cárdenas alrededor del Estado y los trabajadores le sirvió mucho más a la postre a la burguesía.
En el plano sindical se afianzó la incorporación de los sindicatos al Estado, algo iniciado Cárdenas. El Partido Comunista (PCM) abandonó todas las posiciones que tenía dentro de la Confederación de Trabajadores de México (CTM)4 y ésta pasó al control, primero, de Lombardo Toledano y, después, a manos de Fidel Velázquez, iniciándose una purga brutal de todos aquellos trabajadores honestos que querían utilizar a esta central como una herramienta de lucha. El incorporar a los sindicatos como parte del Estado fue un duro golpe para los trabajadores que, aunque en aquel momento no se sintió, a lo largo de las diferentes décadas dejó sin posibilidad de una herramienta de lucha organizada a los trabajadores. Todo esto se dio en un periodo de boom económico que permitió mantener a los dirigentes de los sindicatos muy bien atemperados a los designios de las clases poseedoras.
Los presidentes que siguieron a Cárdenas mantuvieron una política encaminada a minar todas las reformas progresistas del periodo cardenista, a mantener controlado el movimiento de masas y utilizar mucha más represión.
A lo largo del gobierno de Miguel Alemán5 la industria se desarrolló y la economía siguió creciendo, al mismo tiempo miles de campesinos emigraban del campo a la ciudad para incorporarse al mercado de trabajo. La industria se diversificó y la prosperidad reinaba. Esta industrialización modificó la correlación de fuerzas en la sociedad, los campesinos, que eran una enorme mayoría apenas años atrás, ahora gradualmente eran rebasados por los trabajadores en la ciudad.
Las luchas obreras previas
La devaluación de la moneda llevada a cabo por el gobierno en 1954, causó estragos en los salarios de los trabajadores y desencadenó importantes luchas obreras, principalmente en el sector del ferrocarril. A partir de 1958, encabezaron una lucha que comenzó con la conformación de la Gran Comisión pro Aumento General de Salarios y que terminó por la democratización del Sindicato de Ferrocarrileros.
Este movimiento terminó en derrota y con el encarcelamiento y despido de cerca de 9.000 ferrocarrileros. También los trabajadores de Telégrafos se movilizaron por la demanda de aumento salarial. Los dirigentes charros6 del sindicato desconocieron el movimiento y lanzaron injurias contra los dirigentes de la lucha, quienes llamaron a desafiliarse del sindicato charro y a formar otro sindicato democrático. Esta huelga duró 16 días y los trabajadores regresaron a laborar bajo la promesa presidencial de satisfacer sus demandas.
Otra lucha importante fue la de los profesores de la sección IX del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación en la Ciudad de México. Protagonizando una de las movilizaciones más grandes de la época reclamando aumento salarial (del 40%). Tomaron por un mes los patios de la Secretaría de Educación Pública y al final lograron un aumento salarial.
Cabe destacar que todas estas luchas no sólo se daban contra las políticas impuestas por el Estado, sino contra la parte charra de los sindicatos.
Los años sesenta
La década de los sesenta se desarrolló en un ambiente de relativa estabilidad en el sector obrero, la represión llevó a un reflujo del movimiento de los trabajadores que duró hasta 1971. La única excepción fue la del movimiento de los médicos y estudiantes de medicina del DF, los cuales salieron a movilizarse de forma bastante combativa a mediados de los sesenta. Esta lucha, al igual que los demás, comenzó con reivindicaciones económicas, pero terminaron reclamando el derecho a una organización sindical democrática.
Después de esta escalada de violencia que sufrieron los trabajadores, el gobierno cambio de táctica y comenzó a hacer ciertas concesiones al movimiento. Esto ayudó a desactivar las protestas que se estaban gestando en otros sectores. Hubo una serie de concesiones selectivas que llevó a la modificación de la Ley Federal del Trabajo y al aumento en el gasto social y educación.
Barry Carr escribe con respecto a la inversión en la educación de este periodo: "En el caso de los estudiantes y los recién radicalizados trabajadores de la salud, la base de la que surgían los nuevos protagonistas era la rápida expansión del gasto estatal en educación y salud. En 1960 había un estudiante de educación superior por cada 333 personas; en 1970 por cada 125 personas; en 1977 una de cada 55 personas estaba en la educación superior. Las cifras correspondientes al Distrito Federal son todavía más impresionantes: 1 de cada 111 (1960); 1 de cada 66 (1970), y 1 de cada 33 (1977)" (Barry Carr, La izquierda mexicana a través del siglo XX).
Miles de hijos de trabajadores y campesinos que emigraban a la ciudad para buscar trabajo se incorporaban a las escuelas superiores7. Estos jóvenes no escapaban del ambiente general de asfixia que se vivía en la sociedad. Algunos de ellos seguramente eran hijos de ferrocarrileros, telefonistas, metalúrgicos o de cualquier otro trabajador que había sido víctima de la brutalidad del gobierno cuando demandaban democracia sindical y cuestionaban el statu quo existente.
Si bien hasta el momento los problemas del Estado con respecto a las masas se habían arreglado con la incorporación del movimiento de los trabajadores a éste, y por medio de la violencia había aplastado las voces de la democracia sindical, el movimiento de los jóvenes que se avecinaba provocaría una grieta que marcaría un punto de ruptura con respecto al corporativismo mexicano y la apertura democrática de la sociedad
Las luchas previas al 68. En las universidades
En diferentes estados de la república hubo movimientos previos muy profundos, y en algunos casos dieron pie a luchas de toda la población contra los gobernadores. En Morelia comienza una lucha bastante intensa desde principios de 1961 que concluyó con la intervención militar en las universidades y con la represión generalizada del pueblo de Michoacán en 1967. Fue en este estado, en 1963, donde se fundó la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), organización democrática e independiente del Estado que movilizó y organizó a grupos en varias partes del país, se puede decir que fue la única organización antes del 68 que tuvo una filiación nacional y con fuertes tradiciones entre los estudiantes de diferentes estados de la república.
En Guerrero hubo movilizaciones importantes en 1961, 1966 y 1968, la efervescencia que se respiraba entre los estudiantes del sureste era tal que la policía tuvo que tomar la Universidad de Chilpancingo, los detenidos y heridos fueron cuantiosos. En la Universidad Autónoma de Puebla, el proceso fue a más cuando, en 1964, los estudiantes y los lecheros se unieron y arrastraron a más sectores de los trabajadores: el gobernador tuvo que renunciar. En Sinaloa miles de estudiantes salieron a las calles a protestar por la reelección del rector, y terminaron exigiendo una reforma universitaria que diera más participación de los jóvenes en las decisiones de la universidad. El movimiento fue duramente reprimido.
En 1966 hubo movilizaciones muy importantes en Ciudad Victoria, Tampico y Ciudad Madero, en Tamaulipas. En Sonora, en mayo del 67, los jóvenes salieron a las calles en contra de la política del PRI y contra el gobernador. La demanda más importante de todo el pueblo era la desaparición de poderes y la caída del gobernador. En la Universidad Autónoma de Nuevo León, a mediados del 68, hubo luchas contra el aumento de cuotas. Esta lucha dio confianza para que, años más tarde, se desarrollaran movilizaciones de izquierda exigiendo derechos democráticos, no sólo de los estudiantes. En Villahermosa (Tabasco), en el 68, se desataron movilizaciones por la mejora de la Universidad Benito Juárez; la huelga estalló al no haber respuesta por parte del gobierno, quien respondió con grupos de choque. Un joven murió ahogado. El movimiento creció con el apoyo del pueblo y la lucha se intensificó. La violencia gubernamental fue salvaje, la policía cazaba estudiantes para terminar con la "ola roja". Esta fue la represión más fuerte a los estudiantes hasta los acontecimientos en la Plaza de las Tres Culturas.
26 de julio de 1968. Inicio del movimiento
El 22 de julio tuvo lugar, inesperadamente, una pelea entre pandillas de la escuela preparatoria Isaac Ochotorena, incorporada a la UNAM, y de las vocacionales 2 y 5 del IPN. Al día siguiente, las instalaciones de las citadas escuelas del IPN fueron apedreadas por pandillas de las escuelas preparatorias de la Universidad. La policía intervino de forma brutal. El día 24, las vocacionales 2 y 5 fueron tomadas por la policía.
La Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), organización estudiantil controlada por el PRI, llamó a una movilización para el 26 de julio contra la represión y por la desocupación policial de las vocacionales. En la facultad de Ciencias Políticas y Sociales se lanzó el llamado a la huelga.
El 26 de julio se cruzaron dos manifestaciones. La convocada por la FNET y la que encabezaba la Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED), organización dirigida por el Partido Comunista, y que desde 1960 realizaba la manifestación en esa fecha por la conmemoración del asalto al Cuartel Moncada, reivindicando el triunfo de la Revolución cubana. La intención de la FNET eran desvincular las manifestaciones y armar fisuras artificiales, sin embargo los estudiantes se unieron. Así, en contingente unánime, se movilizaron con rumbo al Zócalo donde la policía no sólo les impidió el paso sino que utilizó, sin ningún empacho, las armas. Los enfrentamientos se sucedieron por todo el centro de la ciudad produciéndose detenidos, muertos y desaparecidos. Así se inició una de las épocas más convulsas de movilización estudiantil y represión sangrienta a nivel nacional.
Mientras se producían los enfrentamientos fueron tomados por la policía el edificio del Partido Comunista y las imprentas de su periódico La voz de México. Hubo cientos de detenidos, cualquiera que pareciera estudiante y pasara por la zona del conflicto era golpeado o detenido. Al día siguiente, los estudiantes de las preparatorias 1, 2 y 3 de la UNAM tomaron sus instalaciones en protesta por la brutal represión. La respuesta del gobierno fue el incremento de la represión.
Se puede considerar el 29 de julio como el día en que se inició la huelga que, aunque sólo se dio en un primer momento en algunas Facultades, preparatorias de la UNAM y Vocacionales, se extendió como el fuego sobre un reguero de pólvora. Una a una las escuelas comenzaron a ir a la huelga por decisión de las asambleas. El ejército no tardó en aparecer para volar la puerta de la Preparatoria 1 (30 de julio) y tomar las instalaciones de este centro educativo y de las preparatorias 2, 3 y 5, así como la vocacional 5.
El fin de semana que le siguió al 26 de julio todos los grupos políticos, así como activistas y estudiantes en general celebraron reuniones para preparar las asambleas y las huelgas. El ambiente se transformó de forma radical, aquellos estudiantes hijos de trabajadores o campesinos que hasta algunos días antes no les interesaba nada de la política, a partir del 29 de julio se vieron inmersos en una dinámica desconocida para ellos. La huelga comenzó a fortalecerse. Lo que ahora necesitaba el movimiento era una coordinación y una dirección que pudiera dirigir la lucha.
El Consejo Nacional de Huelga y sus demandas
La conformación del Consejo Nacional de Huelga (CNH) fue un paso adelante muy importante porque fue una coordinación de representantes revocables de escuelas en huelga. Tomó el control de las movilizaciones, los pasos a dar y en que dirección; de ahí surgiría la voz de los estudiantes movilizados y las propuestas a negociar con el gobierno; es decir, su programa de lucha. La conformación del CNH fue muy rápida dado el resultado de los veloces acontecimientos y la profundidad de éstos.
En un primer momento el CNH fue integrado por estudiantes del Politécnico, la UNAM, las Escuelas Nacionales de Maestros, la Escuela Nacional de Antropología e Historia y la Escuela de Agricultura de Chapingo.
Su primera reunión fue el 2 de agosto y el 4 se modificó el pliego petitorio inicial al calor de la experiencia de los enfrentamientos con la policía los días 28 y 29 de julio. Estas reivindicaciones eran:
1) Libertad a los presos políticos.
2) Destitución de los Generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea8, así como el teniente coronel Armando Frías.
3) Extinción del cuerpo de granaderos.
4) Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal (delito de disolución social).
5) Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos víctimas de las agresiones en los actos represivos iniciados el 26 de julio.
6) Deslinde de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo realizado por las autoridades a través de la policía, los granaderos y el ejército.
En realidad este programa carecía de visión política, las consignas eran meramente reformistas y en ningún momento se incluyeron demandas que pudiesen sumar a otros sectores a la lucha. Además ninguna de estas consignas llamaba a romper el marco de la democracia burguesa. Este fue uno de los puntos más vulnerables del movimiento. Si se hubieran sumado las demandas más sentidas de los trabajadores éstos se hubieran contagiado del ánimo de la juventud y la lucha hubiera trascendido del sector estudiantil para convertirse en un movimiento de los explotados contra el gobierno.
Otro punto que es importante señalar en el debate con respecto al programa es que, si bien las libertades democráticas eran necesarias, las estructuras encargadas de permitir esta apertura eran totalmente represoras, cerradas y despóticas. El Estado, esa superestructura encargada de hacer respetar los privilegios de una clase, no es un árbitro entre las clases. Era de esperarse que, al exigir la desaparición del cuerpo de granaderos o leyes que hablaban del domino de los explotadores, se cuestionaran las razones de existir del mismo Estado. El movimiento estudiantil necesitaba atraer a los trabajadores como protagonistas principales de la lucha y hacerlos conscientes de la necesidad derrocar el régimen. El no hacer esto fue uno de los factores más importantes para la derrota del movimiento.
Esto lo comprendían algunos miembros del CNH que comenzaron, desde mediados de agosto, a agitar por la vinculación del movimiento estudiantil al de los trabajadores, querían ampliar el pliego petitorio y así romper el aislamiento que el gobierno quería cernir sobre ellos. En este primer momento, la dirección del CNH la tenía el bloque de centro-derecha, que quería limitar el conflicto al respeto de la autonomía, reiterando que la lucha era sólo de los estudiantes. A la cabeza de este sector se encontraba el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, profesores de varias escuelas de la UNAM y el Politécnico, y estudiantes que, aunque honestos, por su corta experiencia en la lucha no habían sacado las conclusiones necesarias.
Las brigadas en las calles
El 1 de agosto el rector de la Universidad, Javier Barros Sierra, encabezó una movilización de aproximadamente 100.000 personas; el día 5 salió otra manifestación en esta ocasión sólo marchaban de forma organizada contingentes del Politécnico; y el 13 de agosto una manifestación llenó totalmente el Zócalo de la Ciudad de México.
Eran los momentos de más empuje, miles de jóvenes se foguearon bajo este ambiente de lucha, los trabajadores comenzaban a lanzar miradas de simpatía al movimiento estudiantil, las manifestaciones iban a más y el gobierno parecía que abría la posibilidad para el diálogo público demandado por el movimiento.
Por estas fechas se constituye la "Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior Pro Libertades Democráticas" con la representación de los profesores de todas las escuelas del IPN y de la mayoría de las escuelas y facultades de la UNAM. La coalición hace suyos los seis puntos del pliego petitorio del CNH y acuerda sumarse a la huelga general decretada por el movimiento estudiantil. Se incrementó el apoyo de sectores externos al ámbito universitario.
Las brigadas estudiantiles salieron a las calles de forma increíble, eran miles de personas que realizaban asambleas relámpago, iban a las puertas de fábricas o mercados, realizaban pintadas en el transporte público y daban información e invitaban a participar en las manifestaciones. Estas acciones representaron la expresión máxima de cohesión e ingenio de los hijos de los trabajadores. Estas brigadas fueron el vínculo más importante con los trabajadores. El campo de intervención no se reducía al DF, las brigadas salieron a los estados para explicar el conflicto e invitar a las universidades a sumarse a la lucha.
Los encargados de organizar estas brigadas eran los comités de lucha de las escuelas (que arrebataron la dirección del Politécnico a la FNET). Estos comités eran las organizaciones de base que planificaban y coordinaban el trabajo en cada una de las escuelas, estaban conformadas por todos aquellos que querían participar más activamente en el movimiento. Las brigadas y comités más combativos eran los de las facultades de Humanidades de la UNAM y de las escuelas de nivel medio superior, especialmente del Politécnico (por su extracción de clase más cercana a los trabajadores).
Cada una de estas brigadas se conformaba de 5 a 10 miembros para evitar que fueran interceptados por la policía; las brigadas monstruo, aunque excepcionales, salían en camiones y se integraban por más de 30, hacían espectaculares maniobras para dar a conocer las demandas.
El 1 de septiembre, el informe presidencial
El 27 de agosto más de 500.000 jóvenes, trabajadores y campesinos marchaban por las calles de la ciudad. El Zócalo estaba a reventar y el ambiente era electrizante.
Ese mismo día los médicos residentes e internos del Hospital General se declararon en huelga de solidaridad con el movimiento estudiantil. La sección 37 del Sindicato de Trabajadores Petroleros de México inició un paro en apoyo al movimiento estudiantil. Cinco escuelas de la Universidad de Puebla y la Escuela Vocacional de Enseñanza Especial decretaron un paro de diez días en apoyo.
Ya en el mitin, en la plaza central, los oradores dieron discursos bastante incendiarios; sin embargo el gobierno infiltró provocadores dentro del movimiento para dar la justificación perfecta para reprimir al movimiento. Por un lado, se izó una bandera rojinegra en el asta del Zócalo mientras duró la manifestación y, por otro, Sócrates Campus Lemus (infiltrado de gobernación en el movimiento, reconocido a posteriori) hizo un llamado público para exigir que el diálogo público se realizara el 1 de septiembre, día del informe presidencial. Incluso propuso que se custodiara la plaza por brigadas permanentes hasta el día mencionado.
Al término del mitin el ejército replegó a los estudiantes. El repliegue se convirtió en un tira y afloja para conquistar posiciones. Los brigadistas que estaban ahí resistieron metro a metro la embestida del ejército hasta que lograron echarlos de la zona centro. Al día siguiente el gobierno quiso hacer una demostración de fuerza convocando por acarreo a los trabajadores de las dependencias del gobierno. El acto preparado para alabar al presidente, Díaz Ordaz, se convirtió en un mitin contra él. Los trabajadores gritaban contra el gobierno y en coro repetían "somos borregos". Nuevamente el ejército salió a dispersar este mitin y la represión fue brutal. La ola de terror no terminó hasta el 2 de octubre, el ejército y la policía salieron a las calles a detener a los jóvenes, las brigadas y las escuelas fueron acosadas a balazo limpio.
El 1 de septiembre Díaz Ordaz habló sobre el movimiento más de una hora, dijo que actuaba bajo la confusión, que los jóvenes eran movidos por intereses políticos facciosos (injurias comunistas) y que querían desprestigiar a México ante la próxima celebración de los juegos olímpicos. Remarcó que había sido tolerante hasta excesos criticables y que entre sus atribuciones figuraba, según el Artículo 89 constitucional el de "Disponer de la totalidad de la fuerza armada permanente o sea del ejército terrestre, de la marina de guerra y de la fuerza aérea para la seguridad interior y defensa exterior de la Federación (...) No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a llegar, llegaremos (...)".
Aunque el CNH suspendió toda movilización y mitin para ese día, no sirvió para evitar los planes violentos del gobierno.
El papel del PCM
La burocracia estalinista se caracterizó por su política de bandazos, del izquierdismo al reformismo y viceversa. Igualmente sucedió con el PCM desde 1924. Sus giros en la política nacional fueron abundantes y contribuyeron a la consolidación del charrismo sindical, entregando organizaciones enteras al control del Estado, poniéndose de lado de la patronal en muchas ocasiones y apoyando a candidatos presidenciales que después los atacaban furiosamente, el caso más emblemático fue el apoyo a Miguel Alemán. Estos giros bruscos en su política se tradujeron en escisión y desgajamientos de pequeños grupos y grandes organizaciones obreras y sindicales.
Uno de los historiadores más rigurosos del PCM, Barry Carr en su libro La izquierda mexicana a través del siglo XX, describe de la siguiente forma el papel del partido dentro del movimiento del 68: "Los grupos y partidos políticos tenían prohibido nombrar representantes al CNH, lo mismo que todas las organizaciones "federalmente organizadas". Esta norma en efecto excluyó a las corporaciones nacionales de estudiantes como la Central Nacional de Estudiantes Democráticos (CNED). Las estructuras formales de la izquierda tuvieron por tanto escasa influencia sobre el CNH o sobre el curso del movimiento mismo. Dijeran lo que dijeran el gobierno y los cuerpos de seguridad, la fuerza conductora de las movilizaciones del verano del 68 no fue el Partido Comunista ni ningún otro de los innumerables grupos de izquierda que proliferaban en las instituciones de enseñanza, aunque muchos de los militantes más destacados eran o habían sido miembros de organizaciones socialistas.
"De hecho, el Partido Comunista (...) ya estaba muy debilitado en las instituciones de enseñanza por 1968.
"En la Universidad Nacional, la Juventud Comunista estaba atravesando una grave crisis (...) Trece "organismos de base" de la JCM en la UNAM se desbandaron en 1968 para protestar por el paternalismo y el sectarismo de la organización nacional del PCM. (...) ni la JCM ni la CNED estaban en capacidad de ejercer una influencia significativa, y menos aún el control sobre el movimiento estudiantil cuando este estalló en julio".
La toma de Ciudad Universitaria y el IPN
Las detenciones siguieron con una intensidad cada vez más violenta, las brigadas callejeras se las tuvieron que ingeniar para poder seguir informando al pueblo y seguir recolectando dinero, pero este trabajo cada día se hizo más peligroso.
El debate en el CNH, antes del informe presidencial, se desarrollaba de manera violenta. Por un lado estaban los que pensaban que el conflicto sólo se podría resolver con el diálogo, incluso el rector de la UNAM, Barros Sierra, hizo un llamado a levantar la huelga. Se consultó en las asambleas de las escuelas y todas votaron por mayoría la continuación de la misma. Por otro lado, el sector más duro sacaba la conclusión correcta de que el movimiento estudiantil solo no podría resolver este conflicto. Había que sumar a más sectores con sus demandas a la lucha.
Este debate no salió al exterior por la represión que ejerció el gobierno al CNH. Una mayoría imponía el ritmo de la movilización antes que el debate, creían que lo que se tenía que hacer frente a la represión era doblar los esfuerzos por sacar brigadas a las calles y dejar que el debate se quedara guardado.
Con esto, el cuadro que se vivía dentro del CNH era confuso, existían dos alas muy claras como resultado de la polarización, una de derecha y otra de izquierda, y en medio quedaba la gran mayoría de delegados que, aunque no eran de derecha, no habían sacado las conclusiones necesarias para extender el movimiento a los trabajadores.
El 4 de septiembre el CNH ratificó su disposición al diálogo. La represión hacía muy difícil la coordinación de la dirección del movimiento, por unos días se generó un vacío que capitalizó el rector de la UNAM, el cual sacó a la luz pública un manifiesto en el que abiertamente llamaba a que se regresara a clases porque algunas demandas habían sido resueltas. El CNH intentó retomar la iniciativa convocando la Marcha del Silencio el 13 de septiembre, a la que acudieron más de 200.000 personas. El movimiento seguía teniendo un apoyo muy fuerte entre los trabajadores y estudiantes de otras escuelas.
La táctica del gobierno era clara, dejar que el movimiento se ahogara entre conflictos internos, y mientras tanto dar oportunidad para que el gobierno siguiera hostilizando, golpeando y torturando a la juventud. Díaz Ordaz pensaba que un golpe contundente al movimiento quebraría la voluntad del CNH. Así se decidió la toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre y después el Casco de Santo Tomás y Zacatenco del Politécnico, el 23 y 24 del mismo mes.
Más de 10.000 soldados apoyados con tanquetas incursionaron a la Universidad. Ese mismo día el CNH sesionaba y en su orden del día había un punto crucial para el movimiento: la alianza Obrero-Campesino-Estudiantil. El documento se le encargó redactarlo a una comisión y precisamente uno de los que expondría este punto fue detenido y enviado a la cárcel.
Era cuestión de tiempo que se intentara tomar el Politécnico, y así sucedió. Los estudiantes organizados resistieron más de 6 horas el tiroteo tupido de los cuerpos represivos. Al día siguiente tocó el turno a los comités de lucha de la zona de Zacatenco.
El CNH no se había preparado para estos momentos y faltó una respuesta organizada a la represión generalizada. Aún así, en muchos casos los comités de lucha locales improvisaron una heroica respuesta.
El apoyo se extendió de forma inmediata a otras universidades. En Baja California, Sonora, Yucatán, Nuevo León, Chihuahua, Veracruz, Puebla, Sinaloa, Guerrero, Morelos e Hidalgo salieron los estudiantes a protestar por los actos de violencia en el DF. Los enfrentamientos se extendieron por la ciudad en barrios obreros como Iztapalapa, Tlatelolco y zonas aledañas a las escuelas, el ejército fue recibido con barricadas, agua hirviendo sobre sus cabezas y hasta balazos.
La Matanza de Tlatelolco
El 30 de septiembre se regresaron las instalaciones de Ciudad Universitaria. El gobierno buscaba tender la mano después de haber dado un garrotazo, pensaban que ahora la huelga se levantaría y caso cerrado. La represión desatada había diezmado la participación. Muchos jóvenes fueron obligados por sus padres a abandonar el movimiento, otros fueron recluidos en otros estados de la republica. Pero los estudiantes, aunque dispersos, estaban muy radicalizados y la rabia ahora era mayor.
El 1 de octubre se realizaron asambleas de los comités de lucha en las escuelas y se votó seguir la huelga. Por la mañana del 2 de octubre una comisión del CNH se reunió con el gobierno para negociar. La dirección del CNH no fue capaz de reconocer el engaño de esta propuesta y canceló la marcha que tenía prevista para esa tarde después del mitin en la Plaza de las Tres Culturas o Tlatelolco.
Los actos represivos que se desataron el 2 de octubre por la tarde son de todos conocidos. Una bengala lanzada desde un helicóptero fue la señal para que un grupo encubierto, vestidos de civil, llamado Batallón Olimpia comenzara a disparar contra la multitud reunida en el mitin. Segundos después la intervención del ejército desató una de las masacres más nefastas de la historia de nuestro país. No se sabe exactamente el número de muertos pero se calculan en 500, más de 2.000 heridos y cerca de 2.000 detenidos además de un gran número de desaparecidos políticos, no sólo durante la lucha sino después de ella.
¿Por qué se masacró a la movilización? Unos dicen que por la cercanía de las Olimpiadas (12 de octubre), otros explican que fue debido al régimen autoritario que se cernía en el país, otros plantean la hipótesis de que el gobierno tenía miedo a que la lucha se extendiera entre los trabajadores y entonces hubiera habido un nuevo Mayo Francés. La respuesta es una mezcla de todo.
Esta acción no era sólo de disuasión, el ejército cargaba "equipo" suficiente para emprender una ofensiva de gran envergadura. Se habían tomado medidas para que los hospitales aledaños estuvieran preparados para recibir grandes cantidades de heridos y se desocuparon previamente pabellones de diferentes cárceles para meter a los presos. Esta operación de coordinación de fuerzas represivas fue conocida como Operación Galeana.
A pesar de la masacre, el movimiento no terminó de forma inmediata. El movimiento se encontró desarticulado en un ambiente de miedo. A pesar de ello, se realizaron asambleas en la UNAM y el IPN, manteniendo la huelga. Pese a que varios estudiantes fueron asesinados al realizar pintadas continuaron las brigadas de propaganda. El ambiente era muy difícil, las escuelas estaban tomadas o acordonadas por la policía, muchos estudiantes no iban a las asambleas por miedo a la represión.
La dirección del CNH, diezmada, buscó el diálogo con el gobierno. Éste sabía que el movimiento estaba agonizando y sólo alargó las pláticas. Los días 19 y 21 de noviembre la postura de sostener la huelga cambió por el regreso a clases. Aunque los estudiantes del IPN rechazaron la propuesta universitaria, días más tarde la decisión del levantamiento de la huelga también se tomó en las instalaciones del IPN.
El paso siguiente en la desarticulación del movimiento estudiantil fue la disolución del CNH el 6 de diciembre.
En muchos estudiantes, principalmente los más comprometidos y aguerridos, el ambiente era de frustración y coraje. A la última manifestación, la gran marcha de protesta, asistieron estos sectores, que nuevamente se enfrentaron a la policía.
A modo de conclusión
Durante cien días se produjo uno de los movimientos más importantes en la historia reciente de México, que no pueden y no deben quedar reducidos a la masacre del 2 de octubre. En la memoria colectiva de la juventud y los trabajadores están esos muertos como símbolo de la resistencia y pundonor de la lucha.
Esta lucha despertó miles de aspiraciones en todos los trabajadores que se recuperaban de las rudas derrotas de la década de los 50. El movimiento estudiantil inspiró la oleada de luchas conocida como la "Insurgencia Obrera", jornadas heroicas de los trabajadores en la década de los setenta. La llamada "Reforma Política" de 1977, apertura política a partidos de oposición para la lucha electoral, fue también fruto de esta lucha.
La experiencia se transformó en crítica a las políticas reaccionarias del PCM. Los jóvenes le vinculaban al pacto con los explotadores y la traición al movimiento. Ésta fue también la causa del apoliticismo de muchos participantes en la lucha y, después del 2 de octubre, de que muchos jóvenes encontraran en la guerrilla una alternativa de lucha. Se puede decir, sin quitarle responsabilidades al gobierno asesino de Díaz Ordaz, que la política estalinista llevó a un callejón sin salida a la juventud, siendo el PCM el único partido que tuvo la oportunidad de haber invertido fuerzas a favor del movimiento y, con una política correcta, haber ayudado a que la lucha no terminara en tragedia.
El principal error en la dirección de esta lucha fue no integrar a la lucha a los trabajadores. Es cierto que existía un reflujo en el movimiento obrero por la represión de la década pasada, sin embargo la movilización entusiasmó a los trabajadores. Cada día, especialmente en septiembre, los contingentes de obreros y campesinos asistían de forma regular al CNH, ampliar el programa de lucha hubiera significado darle cauce a la participación de los obreros, no sólo apoyando la lucha sino integrándose a ella con demandas propias que defender.
Las consignas que se defendían en el 68 no han cambiado mucho. Hoy tenemos presos políticos (Oaxaca y Atenco), quieren reglamentar las manifestaciones, se ha aprobado una ley antiterrorista que criminaliza la lucha social, la Policía Federal Preventiva (PFP) es el grupo de choque contra los jóvenes y trabajadores que no queremos seguir viviendo en la miseria, etc.
Marx decía que la historia se repite, una vez como farsa y otra como tragedia, las tradiciones de las luchas pasadas volverán pero ahora con otras generaciones; en un ambiente más politizado, con graves problemas económicos y con los trabajadores dando muestras de que no están dispuestos a aguantar más, la lucha de la juventud podría incendiar la pradera. Nuestra generación tiene la posibilidad de convertirnos en los portadores de una nueva sociedad en la cual la miseria sea desterrada y las oportunidades para la juventud sean bastas. Eso sólo se podrá lograr bajo el socialismo.
Tenemos que ser la memoria colectiva de nuestra clase. Por eso decimos este 2 de octubre:
¡El 2 de octubre no es de fiesta, es de lucha y de protesta!
¡Ni un minuto de silencio a los caídos, toda una vida de lucha revolucionaria!
26 de junio 2008
--------------------------------------------------------------------------------
NOTAS
1. "Milagro Mexicano": entre 1940 y 1968, se aplicaron reformas económicas y sociales por parte del Estado para desarrollar el mercado interno y la industria, principalmente.
2. Periodo del "desarrollo estabilizador": etapa que va de 1958 a 1970, bajo los gobiernos de López Mateos y de Díaz Ordaz, con un fuerte crecimiento económico.
3. Lázaro Cárdenas del Río: presidente de México entre diciembre de 1934 y noviembre de 1940. Bajo su gobierno se realizó la reforma agraria y se nacionalizaron los recursos del subsuelo, en especial, el petróleo.
4. Confederación de Trabajadores de México: fundada el 22 de febrero de 1921. La CTM forma parte de uno de los tres sectores que conforman la estructura del Partido Revolucionario Institucional: el obrero, el campesino y el popular. Lombardo Toledano fue secretario general de la CTM entre 1936 y 1941. No perteneció nunca al PCM. Fidel Velásquez fue líder de la CTM por más de cincuenta años, fundándola en 1936 y siendo su secretario general de 1941 al 47 y nuevamente desde 1950 a 1997. Fue también fundador del PRI.
5. Miguel Alemán Valdés: presidente de México de diciembre de 1946 a noviembre de 1952. Bajo su gobierno se creó la Ciudad Universitaria y se industrializó el país. Se caracterizó por una política antiobrera. Las manifestaciones obreras que fueron reprimidas por la fuerza pública, tuvieron su origen en el bajo y escaso salario y la antidemocracia sindical, pues el gobierno imponía líderes "charros", es decir, ilegítimos y corruptos.
6. Charrismo sindical: fenómeno de la alianza entre los líderes sindicales y el aparato gubernamental y patronal. Es la antítesis de la independencia de los trabajadores para decidir sobre sus propios intereses.
7. La UNAM contaba en 1968 con más de 200.000 estudiantes y el Politécnico, en ese mismo año, con más de 100.000
8. Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea: jefe y subjefe de la Policía Preventiva durante los acontecimientos del 68.
CLEP-CEDEP (México)