La muerte del pueblo Kom
03/10/07
Por Alberto Morlachetti
(APe).- La Corte Suprema de Justicia calificó de “exterminio” las
políticas del Estado Nacional y provincial del Chaco con los pueblos
del origen y ordenó proveer alimentos y agua potable, medios de
transporte y comunicación a los puestos sanitarios de las
comunidades indígenas chaqueñas, en su mayoría Tobas, Wichis y
Mocovies. Así lo resolvió el máximo tribunal al hacer lugar a un
recurso de amparo presentado por el Defensor del Pueblo de la
Nación, Eduardo Mondino.
No
obstante siguen los expolios, hasta convertirlo en el paradigma
mismo de lo cotidiano en los “campos de exterminio” donde han sido
recluídos los pueblos antiguos. Esto no debería haber pasado. Y no
me refiero solo al número de las víctimas. Allí sucede algo con lo
que no podemos reconciliarnos escribió Agamben. Ninguno de nosotros
puede hacerlo. Que la muerte en los pueblos del origen no es muerte,
sino algo infinitamente más escandaloso. Se producen “Cadáveres sin
muerte”, no-hombres no-mujeres de apenas 30 kilos.
El
mundo moderno ha conseguido degradar lo que era quizás lo más
difícil de envilecer, “porque es algo que tiene en sí, como textura
misma, una suerte de dignidad particular, como una incapacidad
singular para ser envilecido: envilece la muerte”. Así acaba de
morir Rosa Molina con 56 años de edad y 24 kilos.
En
agosto el pequeño cuerpo de Rosa pesaba un azul pálido de luna,
decidió dar testimonio de su cuerpo abolido. Lo hizo en la Catedral
de Resistencia para que se conozca el diseño del hambre, señalando a
su escultor.
Ante
la pregunta de un periodista al pueblo Kom (Toba) sobre cuánta
tierra necesitan para resolver el problema contestan: “todo, todo el
territorio que teníamos ancestralmente, entonces ustedes se deberían
tener que ir. Ese es el problema, ése es el verdadero problema”.
-I-
Existe una cita secreta -escribe Walter Benjamin- entre las
generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generación que
vivió antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza
mesiánica sobre la que el pasado exige derechos.
No
hay soñador que no se haya quedado corto ni inquisidor que no haya
acabado haciendo el ridículo decía Vicent. La historia ha sido dura
con los visionarios pero ha llevado -a través de los tiempos- a
domiciliar a los represores en la historia de los “hombres infames”.
Galileo no pensó que el alcance de aquel telescopio que estuvo a
punto de llevarlo a la hoguera sería sustituido por un ingenio
espacial como el Hubble capaz de acariciar las constelaciones o
divisar las galaxias más lejanas. Pronto lo que llamamos ciencia
ficción, será realismo social a pesar de los estúpidos esbirros que
tratan de parar inútilmente la historia en nombre de “capitalismos
responsables”. Cada época no sólo sueña la siguiente, sino que
soñadoramente apremia su despertar.
Fuentes de datos:
Diarios Página/12 19 y 27-09-07 y La Nación 19-09-07 |