Seminario por el reagrupamiento de la izquierda y los luchadores

 

Documentos del MST
 

Parte 1

América Latina, uno de los centros de la revolución mundial

Para enfrentar la contrarrevolución económica de ajuste y saqueo que impulsan el imperialismo y sus aliados, los trabajadores y los pueblos se vienen movilizando activamente en grandes zonas del planeta, protagonizando muchas veces verdaderas insurrecciones. Este enfrentamiento se da en un marco cualitativamente distinto a partir del proceso que termino en la caída del estalinismo en los años 89-91. Esta caída significó no solamente la destrucción a manos del movimiento de masas del mayor aparato contrarrevolucionario del siglo XX, sino también el fin del orden mundial impuesto en Yalta y Postdam. Así se cierra la etapa abierta en la posguerra (1945), que estuvo determinada por la vigencia del frente único contrarrevolucionario entre el imperialismo norteamericano y el estalinismo mundial. Desde los años 1989-91 lo que prima en la situación internacional es el desorden social y político. El imperialismo comienza a perder el control en regiones enteras. La ausencia del estalinismo y la debilidad de las direcciones nacionales traidoras hace que el ascenso mundial vaya en forma más directa contra el imperialismo yanqui, quien debe involucrarse de lleno y responder política y hasta militarmente. Ejemplos de esto son la invasión a Irak, el derrotado intento de golpe en Venezuela y ahora sus amenazas contra Irán. La clase obrera y los pueblos conquistan libertades democráticas y, al calor de las luchas, van avanzando en hacer su experiencia política con el régimen democrático burgués y sus instituciones. En forma desigual, en este proceso se combinan la lucha por la liberación nacional contra la dominación imperialista; contra los gobiernos de turno y los regímenes democrático burgueses, y la revolución política contra sus viejas direcciones políticas y sindicales. Los trabajadores retoman su rol de vanguardia, liderando a los otros sectores explotados y desposeídos. Tras sacarse la losa del estalinismo mundial, con sus particularidades en cada país, la clase obrera empieza a romper con los partidos tradicionales y las burocracias sindicales que las dirigieron durante años. La vanguardia se radicaliza y hay crisis, realineamientos políticos y rupturas, todo lo cual crea mejores condiciones para el desarrollo de una nueva dirección política revolucionaria. Hoy la revolución mundial tiene tres centros claramente marcados. Uno es el Medio Oriente, donde existen varios focos de conflicto. En Irak continúa la resistencia popular contra la intervención militar yanqui, que día a día se empantana más. En Palestina, ante la crisis del partido-régimen histórico de la OLP, ganó el gobierno Hamas y esto agudiza las fricciones con Israel y los Estados Unidos. En Irán el nuevo gobierno islámico avanza en su desarrollo atómico independiente, cuestionando fuertemente la hegemonía imperialista norteamericana. Otro núcleo del ascenso es Europa, donde la clase obrera y los sectores populares le dieron un duro golpe a su propio imperialismo con el triunfo del No a la Constitución europea en varios países y llevan adelante grandes huelgas contra los planes de ajuste, en especial en Francia, Alemania, Italia y Portugal. El punto revolucionario más alto hoy es sin duda Francia, donde una poderosa lucha juvenil y obrera de repercusión internacional acaba de derrotar un proyecto de contrato laboral flexibilizador, agravando así la crisis del gobierno de Chirac y de todo el régimen de la Vª República. Todo esto repercute sobre los países del este. El tercer centro revolucionario, donde el proceso ha adquirido un carácter continental, es Latinoamérica. A partir de la caída de Mahuad en Ecuador en el 2000 y el Argentinazo del 2001, se abre una situación nueva y superior en el enfrentamiento con el imperialismo, los gobiernos y regímenes democrático burgueses, que profundiza los elementos de la nueva etapa revolucionaria abierta en el 89-91 a nivel mundial. Parte integrante de este ascenso es la fuerte movilización de millones de inmigrantes latinos en EE.UU. que vienen de realizar un paro histórico el 1º de Mayo, donde el gobierno de Bush viene desprestigiado por el desastre del huracán Katrina y el descontento creciente con la guerra de Irak. Nuestro país es parte fundamental de este nuevo escenario que se desarrolla en el continente.

El ascenso latinoamericano es concientemente antiimperialista y a puesto en crisis a los regímenes democrático burgueses

Si EE.UU. siempre consideró a Latinoamérica su patio trasero, en los últimos 30 años la dependencia económica del imperialismo se ha profundizado. Con la “globalización”, las semicolonias latinoamericanas están destinadas a ser proveedoras de materias primas para el mercado mundial y mano de obra barata para las multinacionales. La imposición del Consenso de Washington y su modelo neoliberal, cuya cara más visible es la entrada de las transnacionales al mercado de materias primas y también al de servicios vía las privatizaciones, redujo a la burguesía latinoamericana al rol de socia minoritaria del imperialismo. Si bien hay roces de algunos países con el imperialismo, como muestran Venezuela y Bolivia, en el plano político esta dependencia implica que la mayoría de los gobiernos nacionales responden más a los intereses imperialistas que a los de sus propias burguesías. La política del imperialismo yanqui y mundial sigue siendo la dominación mediante el mecanismo de la deuda externa y los consiguientes planes de ajuste, y la depredación brutal de los recursos naturales. A la vez EE.UU. mantiene su pretensión de abrir por completo nuestros mercados para colocar “libremente” sus productos, como ya logró con México y los países de Centroamérica. Como el año pasado en la Cumbre de Mar del Plata le fracasó el ALCA por el enorme rechazo continental, ahora busca avanzar vía los acuerdos comerciales bilaterales como firmó con Chile y hace poco con Uruguay. Esta dominación imperialista y su secuela de hambre, miseria, despidos, rebaja salarial, precarización laboral y desigualdad social en aumento vienen provocando como respuesta un ascenso revolucionario de masas que cruza todo el continente, con Venezuela y Bolivia a la vanguardia. A distinto ritmo según cada país, esto se verifica en incesantes luchas, paros y movilizaciones obreras, campesinas y populares, incluso con levantamientos semi-insurreccionales que han llegado a voltear varios gobiernos. Un rasgo central del ascenso es su carácter neta y concientemente antiimperialista. Entre las masas de Latinoamérica existe un odio visceral a Bush, EE.UU. y las multinacionales; a su presencia y maniobras militares, su saqueo económico y su ingerencia política. Por eso ubican al imperialismo yanqui como su principal enemigo y llevan adelante movilizaciones y levantamientos contra el saqueo y su dominación. El otro proceso fundamental que recorre el continente es la crisis de los regímenes democráticos burgueses, provocada por el desmoronamiento de las direcciones políticas y sindicales históricas de la mayoría de los países. La crisis, el vaciamiento y la liquidación de esos pilares y de los distintos sistemas bipartidistas, tienen distintos ritmos y están en distintos momentos en los diferentes países. Sin embargo es una los rasgos comunes en el continente. Los viejos partidos de América Latina, como el PRI Mexicano, el radicalismo y el PJ en Argentina, o las distintas variantes de democracias cristianas o socialdemocratas, como los Adecos o Copei venezolanos no existen más como lo que fueron. Esto se combina con una gran radicalización y el giro hacia la izquierda de franjas de masas.

Los nuevos gobiernos

Es este profundo proceso de luchas, crisis y avance político el que está detrás del surgimiento de los nuevos gobiernos latinoamericanos. Aunque salvo Venezuela, que se mantiene como país independiente desde hace varios años y posiblemente Bolivia a partir de las nuevas medidas que ha tomado Evo Morales -hay que estudiarlo con más detenimiento-, los nuevos gobiernos siguen siendo agentes directos o indirectos del imperialismo. Sin embargo todos han tenido que alejarse de palabra del estilo neoliberal de la década anterior y adoptar discursos populistas y de centroizquierda para intentar estar a tono con los cambios en la conciencia que han experimentado las masas en el continente. Así pasa con Lula en Brasil (cada vez menos), Bachelet en Chile, Préval en Haití o Vásquez en Uruguay. Aunque Kirchner es el campeón del doble discurso, donde cada medida antipopular o hasta abiertamente entreguista como el pago total al FMI debe encubrirla con una retórica progresista. Tendremos que ver cual es la dinámica que tomara Humala si llegara a ganar la segunda vuelta en Perú. Desde ya, pese a las similitudes, no todos los gobiernos presentan una dinámica igual. No son lo mismo aquellos gobiernos surgidos luego de estallidos revolucionarios (Venezuela, Bolivia, Argentina) que aquellos que asumieron en países donde no se produjeron (Brasil, Chile, Uruguay), y tampoco si quienes gobiernan han jugado roles protagónicos en esos procesos o provienen del movimiento de masas (Chávez y Evo Morales) o no (Kirchner). En Venezuela, los trabajadores derrotaron el golpe proimperialista y el paro petrolero patronal y conquistaron la independencia política del país. Ya el Caracazo había echado por tierra con el régimen bipartidista de AD y COPEI. El gobierno de Chávez es la expresión suprestructural de ese proceso objetivo y tiene una mayor solidez relativa por ser la dirección de la revolución bolivariana, por sus posturas contra el imperialismo y obviamente por contar con un recurso tan valioso como el petróleo. Allí tiene planteado un enorme desafío la UNT, la nueva central sindical que nace apoyada en el triunfo popular y en cuya dirección hay destacados dirigentes revolucionarios agrupados en el PRS. Con un millón de trabajadores afiliados, entre ellos los petroleros de PDVSA, la UNT es una nueva organización democrática (el más importante organismo obrero que ha surgido en Latinoamérica), que ha conducido importantes triunfos, con dirigentes reconocidos y una fuerte corriente clasista, que se declara independiente del gobierno y socialista; además es referencia para amplios sectores de campesinos y pobladores, todo lo cual puede transformarla en un organismo de doble poder en la medida que sigua la movilización y se logra imprimirle un carácter no solo sindical sino político, articulando con el movimiento campesino y otros sectores populares que se están movilizando. En Bolivia, después de tres insurrecciones en tres años, los trabajadores y campesinos pobres impusieron al dirigente cocalero de izquierda Evo Morales como presidente. Esto es fruto del actual proceso revolucionario, a cuyo frente están las Juntas Vecinales de El Alto y otras organizaciones populares y donde la lucha por nacionalización del gas tiene un peso fundamental. A diferencia de Venezuela y por el grado de entrega de los recursos nacionales, Morales tiene muy escaso margen para dar concesiones al movimiento de masas y consolidar así un espacio político sólido si no avanza contra las multinacionales y el imperialismo. Las recientes medidas que ha tomado van en este sentido y por eso han despertado la simpatía de los sectores populares de toda Latinoamérica y el mundo, aunque todavía son insuficientes. Otro país clave es Brasil, el más importante del continente, donde el gobierno frentepopulista de Lula viene perdiendo prestigio en amplios sectores obreros y populares por sus medidas de ajuste y por la alta corrupción. Hay una gran crisis en la CUT y el PT, incluyendo la ruptura de franjas de masas como los estatales. Allí tenemos que seguir de cerca el desarrollo del PSOL, un reagrupamiento político de izquierda nacido de la ruptura del PT y con sectores revolucionarios, muy dinámico, que en octubre enfrentará el reto de las elecciones presidenciales y donde las encuestas le están dando una posible votación que va del 5 al 9%, lo que le permitiría, de concretarse esto, salir de este proceso como una clara alternativa.

No son nuestros gobiernos.

Es de un sectarismo necio, igualar a Chávez con Kirchner o Lula. Aunque ninguno de ellos sea un gobierno revolucionario, ni Chávez encabece un gobierno que plantea una salida socialista ni de ruptura total con el imperialismo es claro que el de Chávez es una expresión superestructural del proceso que recorre Latinoamérica y tiene una mayor solidez relativa por haberse puesto al frente del proceso de la Revolución Bolivariana. Al tiempo que los primeros pasos del gobierno de Evo Morales con la nacionalización parcial del gas, por ejemplo, indican un rumbo más similar al de Chávez que al de Kirchner o Lula. Pero si no se pueden considerar como gobiernos “progresistas” ni al de Kirchner, Lula, Tabaré o Bachelt, tampoco son “nuestros” gobiernos los de Venezuela o el de Evo Morales. Independientemente de esto, frente a los ataques que estos dos últimos sufran por parte del imperialismo estamos convencidos de que hay que defenderlos.

La perspectiva

En cuanto a la perspectiva general de la lucha de clases en Latinoamérica, creemos que el proceso revolucionario seguirá avanzando, toda vez que no se avizora la posibilidad por parte del imperialismo de dar golpes importantes al movimiento de masas. El ascenso ira haciendo que cada vez más sectores hagan la experiencia con los nuevos gobiernos y direcciones que han surgido en el último periodo. Seguirán deteriorándose los regímenes democrático burgueses, que vienen de haber recibido golpes tremendos. Lo que indefectiblemente llevara a que se produzcan nuevas crisis revolucionarias donde se planteara nuevamente al rojo la cuestión del poder y la posibilidad de disputarlo. Esta perspectiva, le plantea a los revolucionarios de cada uno de los países latinoamericanos el desafío de construir fuertes organizaciones revolucionarias firmemente enraizadas entre los trabajadores y sectores populares a partir de la intervención en las luchas y procesos políticos y sindicales que se desarrollan. Al mismo tiempo que la ausencia de una verdadera organización internacional revolucionaria con peso en franjas de masas y la debilidad y dispersión de los agrupamientos existentes, plantea la necesidad de avanzar en un proceso de acercamiento y reagrupamiento en base a un programa revolucionario y un funcionamiento que nos permita convivir con diferencias. A partir de las reivindicaciones más sentidas del movimiento de masas, es imperioso levantar en cada país un programa y consignas de transición para movilizar y enfrentar a los gobiernos de turno y sus medidas, en el camino de lograr gobiernos obreros y campesinos u obreros y populares, basado en las alternativas políticas de clase y organismos de masas existentes. Es cierto que el imperialismo yanqui, como última salida, puede alentar golpes de Estado como lo hizo en 2002 en Venezuela, donde fracasó. Pero la crisis y el descrédito de las FF.AA. tras la caída de las dictaduras militares le dificulta enormemente tal posibilidad. Es más probable que ante la agudización de las luchas los gobiernos apelen a medidas represivas, y que vayamos a nuevos estallidos revolucionarios contra las nuevas variantes políticas patronales que han surgido en este último tiempo, como parece estar acercándose en Ecuador.


Parte 2

Caracterizaciones y ejes políticos para intervenir en la realidad nacional

El Argentinazo abrió una nueva etapa revolucionaria

Para nuestra corriente la semi insurrección popular del 19 y 20 de diciembre del 2001 provocó un cambio histórico en el país. No es el objetivo de este seminario abrir una discusión sobre la definición del Argentinazo. Es conocido por todos que nosotros opinamos que fue una revolución. Creemos que lo más importante es discutir las consecuencias de este hecho inmenso de la lucha de clases. Logró un triunfo enorme, no sólo porque derribó a De la Rúa y varios gobiernos en pocos días, liquidando el plan económico más nefasto de la historia, sino porque le propinó un golpe mortal al andamiaje central sobre el que se sostenía el régimen democrático burgués: el bipartidismo. Para nosotros el Argentinazo produjo un cambio de etapa. Termino la que se abrió en 1982 dando paso a una nueva, muy superior, donde tanto la situación revolucionaria como las distintas coyunturas que se pueden desarrollar van a estar teñidas de nuevos elementos, cualitativamente distintos a los que vimos en toda la etapa anterior. Nos vamos a detener en 4 de ellos: el derrumbe definitivo del PJ y la UCR, los cambios que esto produjo en el régimen, la ampliación del espacio político para construir una alternativa política revolucionaria con influencia de masas y el proceso de nueva dirección sindical.

La característica distintiva de la nueva etapa: el derrumbe del PJ y la UCR

El principal cambio, histórico, que se produjo con el Argentinazo y nos permite hablar de una nueva etapa de la lucha de clases, es el derrumbe definitivo de las viejas direcciones políticas burguesas que dominaron la vida política del país y al movimiento de masas durante todo el siglo XX: la UCR y el PJ. Esta realidad terminó de sintonizar a nuestro país con la nueva etapa revolucionaria mundial abierta en 1989 con la caída del estalinismo y es parte de un proceso que recorre toda Latinoamérica. En nuestro país, desde el 82 se retomó la experiencia que las masas habían comenzado a realizar antes de la dictadura con la UCR y el PJ, y comenzó un acelerado desgaste de estos viejos partidos. Durante los años que siguieron, al no poder cortar esta nueva experiencia por medio de otro golpe como habían logrado hacer durante los 50 años anteriores, las masas comenzaron a romper con estas direcciones. La primera consecuencia fue la crisis que sufrió la UCR y el gobierno de Alfonsín. Pero cuando comenzaban a hacer la experiencia con Menem y el PJ, éste logró infligir derrotas importantes que congelaron por unos años este proceso. En el 94 se volvió a retomar con fuerza e hizo eclosión en los años 2000 y 2001. Al PJ y la UCR les ha quedado sólo la cáscara ya que han perdido la base obrera y popular que los sostenía y se han dividido y feudalizado por arriba, convirtiéndose en cascarones semivacíos, sin militancia genuina. La UCR prácticamente desapareció como partido nacional, perdiendo su principal base social: la clase media. En la juventud, donde fue una potencia desde el 83, hay generaciones enteras que no saben que significa Franja Morada y el grueso de lo que fuera su base hoy no tiene representación política, por más que un sector se identifique con Carrió o López Murphy. Pero lo más importante para nosotros es la crisis terminal del PJ, ya que fue durante más de 50 años la referencia de la clase obrera y los sectores populares, y una barrera para la izquierda revolucionaria. Tal como le pasa a la UCR, ya existe una nueva generación de jóvenes obreros, en los barrios y el conjunto de la sociedad, que nació a la vida política por fuera de la influencia política de este partido. Y entre los que han sido en el pasado reciente su base social, lo que prima es el desengaño y el alejamiento. No tenemos que confundirnos con Kirchner, ya que refleja el mismo fenómeno que Carrió o López Murphy en relación a la UCR: se apoya en los restos del PJ, pero refleja el intento de conformar una nueva alternativa, con base social propia, porque es consciente que el PJ no va más. De allí que intente darle al Frente para la Victoria un carácter político independiente y hasta opuesto al viejo PJ, se despegue hasta de sus símbolos y siempre trate de utilizar a sectores como Duhalde o Menem para mostrarse distinto. De esta crisis no se puede volver atrás. Nunca más vamos a ver al PJ y la UCR como los vimos en la etapa anterior. Han surgido nuevos partidos y proyectos burgueses, como el FPV, el ARI o PRO y pueden aparecer otros, pero todos son y serán más débiles y volátiles, de existencia más bien efímera, de unos pocos años como alternativas de poder y no de carácter histórico como fueron los viejos partidos. En este sentido se van a parecer más a lo que fue el Frepaso. No hay bases materiales como las que se dieron en la primera mitad del siglo pasado y permitieron la formación de los partidos burgueses de masas que dominaron hasta la última década. Esto abre una oportunidad desde el punto de vista objetivo para construir una dirección revolucionaria con influencia de masas como nunca antes estuvo planteada. El golpe al régimen

La base de sustentación y estabilidad del régimen democrático burgués -y por ende su institución fundamental en los periodos en que no hubo golpe de Estado- ha sido el bipartidismo peronista-radical. La eclosión de estos partidos y la insurrección popular del 19 y 20 fue un golpe durísimo al régimen en su conjunto y provocó cambios muy importantes, que en líneas generales se han mantenido. El movimiento de masas de conjunto dejó de creer en los partidos, los sindicatos y todo el resto de instituciones: en el gobierno (por eso tiró a 5 presidentes en pocos días), la justicia, el parlamento, ya había roto en el 82 con las FF.AA. y hasta la Iglesia está cruzada por crisis, internas y escándalos de doble moral. Por eso decimos que a partir del Argentinazo el régimen adquirió elementos kerenskistas. Creemos que debemos mantener esta definición, ya que por más que Kirchner logró fortalecer coyunturalmente la figura presidencial no ha logrado terminar con la anormalidad que instauró el Argentinazo ni recomponer el maltrecho régimen. El movimiento de masas tiende a confiar más en sus propias fuerzas, en la movilización, que en las instituciones de la “democracia” formal donde el pueblo supuestamente gobierna a través de sus representantes. El descreimiento de las masas y la debilidad del conjunto del régimen provocan permanentes fisuras por arriba y dificultades tremendas para que estas instituciones funcionen normalmente. Cada decisión contraria al sentimiento de las masas es sospechada, cuestionada e incluso muchas veces enfrentada. Esta realidad permite que el movimiento de masas logre trabar muchas veces su funcionamiento, que éstas se vean condicionadas por el humor social, que tengan que rever decisiones por temor a las reacciones de las masas y todo esto provoca más desgaste y posibilita algunos triunfos. Varios hechos recientes ilustran de manera clara esto que afirmamos. Uno es el caso Cromañón, donde sin una gran movilización un grupo de padres logro un hecho inédito como es destituir al jefe de gobierno de la capital del país. Provocando crisis y divisiones internas en todos los partidos con representación en la Legislatura, incluida la “izquierda” y el propio kirchnerismo, dejando varios muertos políticos y todo esto pese a que a favor de Ibarra se puso todo el peso del Estado y del gobierno nacional, obligando al macrismo y al ARI a votar por la destitución cuando en un primer momento trabajaron para que no se diera. Otro es el caso de las papeleras, donde el pueblo de Entre Ríos pasando por encima del gobierno provincial y nacional, incluida la intervención de K y la cancillería, mantuvo los cortes durante más de un mes porque estaban convencidos que en una mesa de negociación entre los “representantes” de los dos países seguro perdían y se le cedía a las multinacionales. Por último está el conflicto de Las Heras, donde la detención del dirigente petrolero provoco una pueblada, se derroto a la policía y se obligó a la jueza que había dictado la orden de detención a librar otra orden dejándolo libre en ese momento; o después, cómo la repercusión nacional de la represión a días del 30 aniversario del golpe provocó la caída de Acevedo en un intento por despegar a Kirchner de este escándalo. Podríamos incluir también la propia Constituyente de Tucumán, donde el gobierno provincial kirchnerista, envalentonado por el resultado de octubre, se jugó a hacer una reforma amañada de la Constitución, recibiendo el repudio de una franja muy grande del movimiento de masas, que utilizó a la izquierda para castigarlo. O la crisis actual que atraviesa la UBA La crisis que se abrió en el régimen democrático burgués con el Argentinazo es tan grande que es casi imposible que lo puedan reconstituir como era antes del 2001. Para lograr un régimen fuerte, primero tendrían que lograr una derrota aplastante de los trabajadores y el pueblo. Aunque si esto pasara, el régimen resultante muy posiblemente no sería democrático burgués. Esta hipótesis hoy no está planteada en la realidad. Por eso tenemos que prepararnos para que en la nueva etapa se profundice el deterioro de todas y cada una de las instituciones, incluida la presidencial, por más que ahora esté pasando por un veranito.

El espacio de la izquierda

El derrumbe de los viejos partidos y la crisis del régimen le ha abierto un espacio enorme a la izquierda, muy superior al que tenía en etapas anteriores. Esta es otra característica fundamental de los cambios que produjo el Argentinazo. En los meses previos al 2001 y durante parte importante del 2002 se dio directamente un giro a izquierda de franjas de masas, fruto del cual la izquierda logró tener representación parlamentaria en el Congreso Nacional y varias provincias, ganar centros y federaciones estudiantiles, sindicatos y comisiones internas en varios gremios, conformar grandes movimientos de desocupados, tener una gran influencia en las asambleas vecinales, en el proceso de fábricas recuperadas, crecer orgánicamente, etc. Estuvo planteada la posibilidad de que se transformara en una alternativa de gobierno, si Zamora tomaba un curso progresivo que lamentablemente no tomó. El peso que cobró la figura de Zamora en esos meses es una demostración categórica de la nueva etapa que vivimos, donde la posibilidad de lograr influencia de masas se transformó en tarea presente. Nunca antes un dirigente de izquierda con pasado trotskista había logrado en el país tal grado de adhesión. Lamentablemente su política desastrosa hizo perder una oportunidad histórica que explica, en parte, por qué Kirchner llegó al gobierno y terminó despertando expectativas en un sector de la población. Si bien el proceso de giro a izquierda se atemperó hacia fines del 2002, el nivel de conciencia del movimiento de masas no volvió a ser el mismo que años antes del Argentinazo y la izquierda ha seguido teniendo un espacio enorme, aunque la dispersión y el hecho de que nadie todavía haya crecido lo suficiente le ha impedido constituirse en un polo y alternativa ante franjas de masas. El peso que sigue teniendo la izquierda lo podemos ver no sólo en la fuerza que mantiene en los procesos de luchas y nueva dirección, en el movimiento estudiantil, desocupados, etc., sino que también ha conservado un peso importante en el terreno más desfavorable: el electoral. Esto se reflejó en las últimas elecciones donde sacó más de un millón de votos, pese a que la dispersión hizo que se perdieran el grueso de las bancas que se habían conquistado en el 2001. Es importante que no perdamos de vista que el espacio de la izquierda es una de las características de la etapa, porque si no nos vamos a desarmar y desaprovechar oportunidades como las de la Constituyente de Tucumán, donde la izquierda de conjunto saco cerca del 15% de los votos. Este espacio no lo cierra K. Si bien logró mantener las expectativas de un sector de la sociedad, cada medida que toma le provoca crisis con otro sector y libera fuerzas. Esto le pasó con la deuda, Cromañón, las papeleras y principalmente con las luchas obreras y populares como la de Las Heras y otras que recorren el país. Tenemos que ser conscientes de que la mayoría del movimiento de masas no se considera de ningún partido, incluido el de Kirchner, y ante cualquier problema que la conmueve mira a la izquierda. Este espacio tenderá a irse agrandando cada vez más en la medida que se avance en la experiencia con Kirchner. Algo que sucederá indefectiblemente, si no logran derrotar a la clase obrera y el pueblo. Cuando K se desgaste definitivamente se volverá a repetir el giro brusco de franjas de masas hacia la izquierda. Mientras tanto se dan expresiones de giro a izquierda en la mayoría de las luchas, como el que estamos viendo entre los petroleros de Las Heras y se darán a nivel provincial fenómenos de este tipo porque los gobiernos son eslabones mucho más débiles que el nacional. Todo esto es lo que nos hace afirmar que está planteada desde el punto de vista objetivo una oportunidad histórica en la etapa: la de poner en pie una organización revolucionaria con influencia de masas. Oportunidad que podremos capitalizar si sacamos conclusiones de todo el proceso, avanzamos en la elaboración y nos damos una política, tácticas y una orientación correctas.

El proceso de nueva dirección sindical Otro proceso que ha dado un salto en esta nueva etapa es el de nueva dirección en el movimiento obrero. También en la juventud y demás sectores populares. No es la primera vez que se desarrollan procesos de nueva dirección en nuestro país. En varias oportunidades se dieron procesos de este tipo que llegaron a abarcar sectores significativos de la clase obrera y el pueblo. Lo nuevo es que el actual se da en el marco de la debacle del PJ y las viejas direcciones históricas. Esto le da características excepcionales. En el movimiento obrero todavía la burocracia sindical mantiene el control del aparato en el grueso de los gremios, pero está corroída por una gran crisis, fruto de la ruptura de la base con el peronismo. Por eso, a diferencia de la etapa anterior, además de surgir nuevas direcciones y una vanguardia antiburocrática muy extendida, se le hace casi imposible cooptarlas y burocratizarlas, como sucedió por ejemplo con la mayoría de las nuevas direcciones que surgieron en los 80. Esto abre la posibilidad de que el actual proceso de surgimiento de una nueva dirección, aunque está recién en sus inicios, logre pegar un salto cualitativo en el próximo período. Lo que ocurre ahora es que la nueva vanguardia y los nuevos dirigentes que surgen tienden a relacionarse con la izquierda. Muchos de los principales dirigentes son compañeros que vienen de romper con el PJ. Otros, aunque no pertenecen a ninguna organización, han sido militantes de izquierda en su pasado, por lo general del MAS o el PC, los grandes partidos de izquierda de la década del 80. Aunque el grueso de la vanguardia es virgen políticamente, reflejando la nueva generación que surge por fuera de los viejos partidos. En el movimiento estudiantil, él desbarranque de los viejos partidos posibilitó que se puedan recuperar centros y federaciones, donde la izquierda tiene un gran protagonismo, al igual que en los barrios y el desarrollo de fuertes movimientos de desocupados. El proceso de nueva dirección está ligado al surgimiento de nuevos organismos en los momentos de ascenso, como las asambleas barriales y la Interbarrial, las interfacultades en la universidad, las asambleas en Gualeguaychú, las asambleas obreras en Las Heras, el Astillero, etc. y a la recuperación de viejos organismos como los cuerpos de delegados, comisiones internas y algunas seccionales. La nueva vanguardia odia los aparatos y las aparateadas. Por eso parte fundamental de la política a levantar debe ser la mas irrestricta democracia obrera y respetar sus ritmos.

La importancia de la definición de nueva etapa y las perspectivas de los próximos años

Definir la etapa nos sirve para ver las tendencias generales que están presentes en la nueva situación revolucionaria y las distintas coyunturas que se irán desarrollando. Podemos pasar por coyunturas más favorables o desfavorables. E incluso es posible que alguna derrota importante hasta pueda cambiar la situación, como sucedió a nuestro modo de ver en el 84 con Alfonsín y el 91 con Menem, sin que cambiara la etapa que abrió la derrota de la dictadura, que fue la que nos condujo al Argentinazo. Porque para que cambie la etapa hace falta una derrota de carácter histórico. Algo que no estuvo planteado con Alfonsín ni con Menem y mucho menos hoy. Y mientras esto no suceda, los rasgos centrales que hemos descripto, atenuados o desatenuados, dependiendo de los distintos momentos que tendremos que analizar, seguirán estando presentes. Esto hará que la situación revolucionaria vaya madurando hacia una nueva crisis revolucionaria, dándonos cada vez más oportunidades para pegar saltos en la construcción de una alternativa política y sindical revolucionaria de masas. A su vez, definir bien la etapa también nos permite analizar a fondo las contradicciones, mediaciones y elementos contrarrestantes que se desarrollan en cada coyuntura, sin que esto nos haga perder de vista el marco más general y por ende la dinámica de los acontecimientos. Actualmente, por ejemplo, un sector de la vanguardia y gran parte de las corrientes de izquierda, incluidos muchos de los grupos con los que estamos trabajando en pos de un reagrupamiento, tienden a ver que el proceso que abrió el Argentinazo se cerró. Pasaron ya 4 años desde el Argentinazo y no se dio otra crisis revolucionaria. La economía aparentemente se recuperó y Kirchner, que surgió con poquísimos votos, logró crear expectativas en un sector importante de la población, ganar cómodo las elecciones de octubre y muy posiblemente logre reelegirse el año que viene. De todo esto muchos sacan como conclusión que no hay muchas condiciones para pelear ni para que se desarrolle la nueva dirección o formar una gran alternativa de izquierda. Es evidente que todos estos sectores toman elementos de la realidad. El problema para nosotros es que estos compañeros pierden de vista las tendencias más generales. No podemos caer en este error, pero tampoco negar los problemas y dificultades porque esto también nos desarma para actuar. El Argentinazo tuvo limitaciones, que son las que explican por qué K logró fortalecerse. Una de esas debilidades fue que el movimiento obrero no jugó un rol protagónico el 19 y 20, ni durante los años 2002 y 2003, permitiendo un cierto grado de maniobra a la burguesía. La otra fue que la izquierda, que tuvo la posibilidad de transformarse en una alternativa, no lo hizo por el rol nefasto de Zamora y la política del resto de la izquierda orgánica, sumado a muchos errores que nosotros mismos hemos cometido. A lo que habría que agregar la coyuntura económica favorable que le permitió a Kirchner un veranito económico que ya lleva varios años. La coyuntura favorable de la economía puede durar uno o dos años más, pero lo importante es que al no mejorar sino empeorar el nivel de vida de las masas, la propia situación económica genera más luchas, poniendo en el centro al movimiento obrero. Y en esas luchas, cada día más sectores van haciendo la experiencia con K. El cual si bien mantiene cierto grado de expectativas también produce ante cada una de sus medidas el rechazo de otros sectores. Esto es fuente de muchas oportunidades para avanzar en revertir la que en realidad es la debilidad más importante: construir una fuerte alternativa política, tarea al servicio de la cual creemos que debe estar tanto el seminario como el proceso de convergencia y reagrupamiento que nosotros estamos comprometidos en impulsar. Hay que ser conscientes que en la medida que no surja una alternativa, el espacio lo van a ocupar otras variantes burguesas o frentepopulistas. Lo mismo sucede con el régimen, que puede subsistir por un largo período en crisis e irse haciendo cada vez más bonapartista hasta que puedan golpear a los trabajadores y fortalecerlo, si se frena la movilización y no se desarrollan nuevos organismos de los trabajadores y el pueblo que le contrapongan nuevas instituciones. Siempre el problema es el mismo: la dirección. De cómo se desarrolle esto dependerá la dinámica más general de la situación y los ritmos. Nosotros nos tenemos que preparar para empujar en este sentido, definiendo la mejor política y orientación para lograrlo. Luego todo dependerá de la lucha de clases.

El gobierno de Kirchner y la coyuntura

Un tema de permanente debate desde que Kirchner asumió la presidencia, es acerca de las características de su gobierno, su solidez política o no ante al movimiento de masas, si implicaba cambios en la coyuntura y las perspectivas. Para nosotros, el llamado “fenómeno K” está íntimamente ligado a los elementos de debilidad que tuvo el Argentinazo y que ya hemos mencionado. En este marco económico, social y político, K llevó adelante iniciativas audaces, reformas siempre recubiertas de su discurso progresista y de centroizquierda. En esencia recogió reclamos democráticos que había colocado el Argentinazo, como cambiar la Corte Suprema que venía del menemismo y remover las cúpulas militares y policiales plagadas de corruptos y represores. Esta combinación de factores explica el paulatino prestigio que fue adquiriendo K a partir de su debilidad inicial. Ganó una mayor base social no en un sentido estructural u orgánico, sino en el de generar simpatía y expectativas en amplios sectores de los trabajadores, la clase media y la población en general. Este fortalecimiento indiscutible de la figura presidencial provocó una atemperación de los elementos del Argentinazo y alejó la posibilidad de una nueva crisis revolucionaria.

Los límites del “fenómeno K”

Sin embargo, K no pudo utilizar ese mayor peso que fue logrando para alcanzar sus objetivos más de fondo: derrotar el ascenso y recomponer el régimen político, que había quedado duramente golpeado tras el Argentinazo. El ascenso no se cortó ni mucho menos. Además de los desocupados y estatales, empezó a entrar en la escena de luchas el movimiento obrero privado. Y al calor de esos conflictos, avanzó y se extendió el proceso de formación de una nueva dirección sindical. Lo que quedó y aún sigue más retrasado es el surgimiento de una alternativa política al gobierno, por derecha e izquierda. Este vacío se volvió a expresar en la elección de octubre pasado, que a su vez evidenció la gran fragmentación de la izquierda. Pero la elección no cambió la coyuntura. El resultado no alteró la relación de fuerzas entre las clases, condición imprescindible para cambiar la coyuntura. Desde el punto de vista institucional, hay que reconocer que K consiguió una franca recuperación de la figura presidencial. Pero no es ni más ni menos que eso. No logró una recomposición institucional más global y por eso afirmamos que la profunda crisis del régimen democrático-burgués. Además, los avances económicos están lejos de constituir una recuperación estructural. En Argentina no existe ningún resurgimiento productivo significativo ni consistente. Por eso no hay posibilidades de poder otorgar concesiones económicas a los trabajadores y al pueblo, sino que está obligado a mantener una política de ajuste. La estabilidad económica es relativa, la brecha entre pobres y ricos aumenta, y la inflación es un fantasma que K no logra alejar.

Un gobierno burgués y proimperialista

El gobierno de Kirchner es un gobierno burgués, ligado directamente al imperialismo yanqui. No refleja ningún proyecto nacionalista ni de enfrentamiento con los grandes grupos económicos. Entre otros hechos, el pago total de la deuda externa al FMI, los Presupuestos año a año y la política económica, la renegociación con las privatizadas y los aumentos de los subsidios a las mismas, la presencia militar en Haití, etc., reafirman esa definición. En cuanto a los sectores burgueses que refleja, el de K es un gobierno representante del imperialismo y las multinacionales, de grandes pulpos “nacionales” internacionalizados como Techint y de los agroexportadores, hoy dominantes. Aunque K promete promover una “nueva burguesía nacional”, su gobierno es el agente directo del imperialismo y de esos pulpos transnacionales en el marco de una economía cada vez más dependiente y saqueada.

Algunas comparaciones

Si bien Kirchner tiene similitudes con otros gobiernos latinoamericanos, existen grandes diferencias. Por ejemplo con Tabaré Vázquez de Uruguay o con Lagos-Bachelet de Chile, gobiernos que por no haber asumido en el marco de un proceso revolucionario tienen un mayor margen de maniobra política. También es distinto al gobierno de Chávez, que llegó al poder como dirección del proceso revolucionario venezolano, tiene vínculos orgánicos con el movimiento obrero y popular, y mantiene fuertes roces con el imperialismo yanqui. O al de Evo Morales en Bolivia. No creemos que sea correcto definir como rasgo central del gobierno de Kirchner su carácter frentepopulista. Desde ya, como todo gobierno burgués intenta o se asienta en la colaboración de clases, en todos podríamos hallar rasgos de frente popular. Pero una cosa es el gobierno proimperialista de Lula, un dirigente obrero con prestigio de décadas, cuyo gobierno apoyan e integran organizaciones obreras políticas y sindicales de masas como el PT y la CUT, y otra muy distinta es K. Su gobierno nada tiene que ver con esas características de Lula y mucho menos con el de Chávez o Evo Morales. La relación que tiene con los trabajadores y sectores populares es muchísimo más débil, basada no en lazos orgánicos como tuvo el PJ sino en la simpatía causada por sus primeras medidas y la esperanza de mejoras en el nivel de vida. La fuerza de K está, sobre todo, en el prestigio e imagen que mantienen él y su esposa Cristina. El acto del 1º/3 en Congreso, cuando K abrió el período de sesiones, muestra bastante claro cuáles son hoy sus principales apoyaturas políticas. Hubo menos de 4.000 personas, con dos componentes esenciales: 1) los viejos intendentes justicialistas del conurbano, los mismos que antes estuvieron con Menem y luego con Duhalde; y 2) Barrios de Pie-Patria Libre y la FTV. Más viejos unos y más nuevos otros, ambos son aparatos y organizaciones sostenidas por el clientelismo, que están a años luz del control político-sindical que el PJ y la burocracia ejercieron años atrás sobre el movimiento obrero y de masas. El otro sostén importante de K son las burocracias de la CGT y CTA, que sufren un desprestigio creciente por su rol traidor y frenador. En cargos oficiales hay unos pocos dirigentes de la CTA, como D’Elía y De Petris, y ninguno de la CGT por su mayor deterioro y el rechazo popular que provocaría su presencia. Por otra parte su construcción política, el Frente para la Victoria, es un proyecto reciente y heterogéneo, motorizado desde lo alto del poder y de carácter “transversal”, en un rejunte que abarca desde Curto y Otacehe hasta D’Elía y Hebe de Bonafini, incluyendo también algunos ex frepasistas como Chacho Alvarez y otros venidos de la UCR. Esta heterogeneidad es la que explica los roces internos, como por ejemplo se vio con la crisis de Cromañón, donde Alberto Fernández sostenía a Ibarra mientas Zannini y De Vido respaldaban a Telerman. Todos estos sectores se podrán ver el 25 de mayo en Plaza de Mayo.

El desgaste político

Kirchner tiene habilidad política. Ante amplios sectores populares, por ejemplo, hizo pasar como progresiva y soberana una medida abiertamente proimperialista como el pago total de u$s 10.000 millones al FMI por una deuda fraudulenta. Disfrazó de “nacionalista” la ida de los franceses de Aguas y lo mismo haría en caso de recomprar YPF. O en otras franjas, como mínimo, provoca confusión y dudas. No podemos minimizar sus iniciativas. Pero “no se puede engañar a todos todo el tiempo”. La política de ajuste origina en respuesta paros, movilizaciones y conflictos. En esas luchas, y también en las diversas crisis y hechos políticos, miles y miles de trabajadores, desocupados, estudiantes, jubilados y de otros sectores populares y de clase media van haciendo su experiencia con K y el gobierno. Aprenden, sacan conclusiones y se alejan y rompen. No es algo lineal, homogéneo ni simultáneo. Pero cada lucha o acontecimiento político importante va decantando franjas enteras. En el afán de aparecer como “nuevo” y “distinto”, por ejemplo, K tuvo que poner a Duhalde como enemigo y romper definitivamente con él. Pero durante y después de esa ruptura integró a casi todos los intendentes del conurbano, ex duhaldistas y corruptos, totalmente desprestigiados ante el pueblo. Y para su armado del FPV y el bloque parlamentario necesita seguir cooptando referentes y diputados, y entonces le saltan escándalos como el pase de Borocotó, que fue otro boomerang político. Lo mismo con la reforma para tener mayor control político sobre el Consejo de la Magistratura: por no tener mayoría en Diputados, tuvo que “conseguir” votos del macrismo y de la UCR, provocando más crisis en ambas fuerzas y aumentando su propio desgaste. O en Haedo, donde el pésimo estado de los trenes provoca un estallido violento de los pasajeros y la única respuesta del gobierno es la represión. O en Cromañón, donde pese al esfuerzo de K por ocultar su sostén a Ibarra y aparecer como prescindente, los padres lo calificaron públicamente de traidor y también pagó un precio político. O en Las Heras, donde antes de las elecciones Alicia Kirchner les prometió a los obreros petroleros subir el tope de Ganancias y a los de UOCRA pasarlos al convenio petrolero, luego no lo hacen y encima mandan la Gendarmería a reprimir. Esto llevó a la caída de Acevedo y a que franjas enteras de obreros rompan con K y giren a la izquierda. Es decir, estamos atravesando el período donde para algunas franjas de masas, a distintos ritmos y con contradicciones, la simpatía, expectativas y confusiones sobre el rol de K y su gobierno van dejando paso a la desconfianza, el descontento y la ruptura política.

Las perspectivas a corto plazo

Aunque no podamos descartar del todo que se den cambios bruscos, es posible que la coyuntura económica se prolongue un tiempo más y la ausencia de otras alternativas políticas de peso no varíe de manera cualitativa. Esta conjunción le permitiría a K capear su desgaste paulatino y llegar al 2007 con suficiente crédito político como para presentarse a la reelección o, de ser necesario, postular como presidente a su esposa. La campaña por la reelección ya se inició. En este panorama, la posibilidad de una crisis revolucionaria seguiría estando alejada. No obstante, esto no implicaría un corte al desarrollo de las luchas y los procesos sindicales y políticos, ni por lo tanto a las oportunidades para construir una alternativa política y sindical fuerte. La reciente elección a constituyentes de Tucumán, donde la izquierda obtuvo altos porcentajes, confirma que el espacio permanece abierto incluso en el terreno electoral. Uno de los grandes factores de desgaste permanente de K y su gobierno es y seguirá siendo la inflación. Ya en diciembre pasado tuvo que cambiar de ministro de Economía para mostrar “cambios”. Luego cambió al titular del Banco Nación. Y ahora reemplazó al funcionario que hace los “acuerdos de precios”. Pero las subas siguen, como siguen la desocupación, la pobreza y la desigualdad social. A esto se sumó la crisis de la carne, producto clave en el consumo popular, aún no resuelta. Otro ejemplo es el 24/3, donde pese a todas las maniobras el gobierno fracasó en su intento de desmovilizar y apropiarse de la fecha: las marchas fueron masivas como nunca, en todo el país, con un programa bien opositor y un peso preponderante de la izquierda. En el movimiento obrero, la inflación fogonea la lucha salarial y por las condiciones laborales. El incendio de los talleres de los bolivianos desnudó la gravedad del trabajo esclavo y en negro. Otra cara son las tercerizadas, que pelean un convenio mejor: los de UOCRA de Las Heras pasar al de petroleros, los de Atento y otros call center al de FOETRA y los del subte al de UTA. Entre otros conflictos populares de gran repercusión, sigue latente el conflicto por las papeleras, y la FUBA encabeza la batalla contra Alterini en medio de una crisis de gobierno en la UBA. Como vimos con los presos en Las Heras y últimamente con el desalojo del subte, el gobierno apela a medidas represivas. Es probable que repita esta actitud ante futuras luchas, en particular si las conducen nuevas direcciones. Sin minimizarlo, hay que enmarcar estos rasgos bonapartistas del gobierno en las características más generales -de debilidad- del régimen político. Lo hace justamente porque las luchas desbordan a la burocracia y al propio gobierno. No por fortaleza, como equivocadamente creen algunos honestos luchadores, sino por la debilidad que le provoca no poder convencer a los trabajadores y sectores populares de que no luchen y esperen por las soluciones a sus problemas. Y además todo “exceso” represivo les genera contradicciones y rechazo popular. En resumen, cada uno de estos hechos sociales y políticos nos abre amplias oportunidades. Porque lo fundamental a no perder de vista es que Kirchner y su gobierno no han logrado causarle ninguna derrota importante al movimiento obrero y de masas ni tampoco han podido reconstituir el régimen político. Si nos armamos con una política y orientación correcta e intervenimos audazmente ante las principales luchas y fenómenos, podemos avanzar en la construcción de una alternativa que nos ubique en mejores condiciones para cuando se retomen en toda su magnitud los procesos que abrió el Argentinazo.

Los ejes políticos que necesitamos levantar

Aunque el Argentinazo volteó varios gobiernos, la ausencia del movimiento obrero como actor fundamental, la debilidad de los nuevos organismos que surgieron y la falta de una alternativa de izquierda con peso de masas, impidió que se pudiera superar el marco de la democracia burguesa y del sistema capitalista. Por eso la tarea central de la etapa, imponer un gobierno obrero y popular, creemos que debe seguir siendo el eje de todo programa revolucionario. Es decir, sostenemos que no habrá solución a ninguno de los problemas inmediatos y de fondo del país si no logramos un gobierno de los trabajadores y el pueblo, sus organismos -nuevos o viejos recuperados- y sus partidos. Mas tarde o más temprano, la lucha de clases volverá a poner el problema del poder en el centro de la escena, como se puso a nuestro modo de ver en las jornadas del 19 y 20 de diciembre y el periodo inmediatamente posterior. Esto nos plantea la necesidad de darnos una política y orientación para llegar en las mejores condiciones posibles a ese momento. De allí que cobre fundamental importancia la construcción de una nueva dirección sindical y, sobre todo, de una nueva alternativa política para disputar franjas del movimiento de masas en la perspectiva de pelear por el gobierno y así poder aplicar un plan económico al servicio del pueblo trabajador. Para avanzar en esta tarea, en la coyuntura creemos que el eje que debe ordenar la política de los revolucionarios es la denuncia permanente contra el gobierno de Kirchner como el principal enemigo de los trabajadores y el pueblo, y el llamado a enfrentarlo. Si bien con altibajos, la tendencia es que la confianza en el gobierno y el propio K comience a bajar y crezca la ruptura, como hay importantes sectores populares donde aún predomina la confusión o mantienen algunas expectativas, lo debemos denunciar a través de una explicación paciente para desenmascarar su doble discurso. Pero no ser sectarios no implica no ser firmes. Tenemos que dialogar desde una política ofensiva, desde un claro perfil de oposición al gobierno y denunciando las medidas que va adoptando contra los trabajadores y el pueblo. Para esto debemos partir de los reclamos concretos de las masas, que es la vía más directa para avanzar en su experiencia con el gobierno de K y las direcciones políticas y sindicales. O sea la miseria y la desocupación, los bajos salarios, la precarización laboral, la inflación, la represión y las persecuciones, así como la deuda, la entrega al imperialismo y las privatizaciones siguen siendo los problemas de fondo. Al mismo tiempo la crisis global del régimen nos obliga a responder a hechos políticos como las constituyentes provinciales, crisis como las de Ibarra o Santa Cruz. Surgirán nuevos hechos, que nos obligarán a definir políticas precisas. A medida que avance la situación, deberemos ir adecuando la política y consignas para darle mayor prioridad a las que responden al problema del gobierno. En las tareas democráticas se avanzó mucho en la pelea contra la impunidad del genocidio, potenciada por la masiva movilización del 24/3, pero debemos mantener una ofensiva contra las nuevas medidas represivas ya que el gobierno viene recurriendo a medidas bonapartistas y antidemocráticas: represión a las luchas y persecución a los luchadores. Lo vimos en el subte, ferroviarios, universitarios -con el intento fallido de cerrar Plaza de Mayo-, Haedo y Las Heras. En las tareas antiimperialistas, mantiene vigencia la cuestión de la deuda ya que después del pago al FMI debemos lo mismo que antes, pero las privatizaciones ahondaron la ingerencia de las multinacionales, lo que nos obliga a tener políticas permanentes contra la entrega y para recuperar el control de las empresas privatizadas. En la lucha contra el régimen, se reafirma la importancia de las propuestas por la positiva y ligarlas a la salida de fondo por un gobierno de clase. A continuación resumimos algunos de los ejes políticos a nuestro modo más importantes:

• Plata para salario, trabajo y jubilaciones, salud, educación y vivienda. No para el pago de la deuda externa.

• Basta de inflación y de impuestos al pueblo. Que paguen los ricos.

• No al saqueo de las multinacionales. Reestatizar las privatizadas bajo control de trabajadores y usuarios.

• Apoyo a todas las luchas obreras y populares, de los desocupados y la juventud.

• Basta de represión y persecuciones. Libertad a los presos por luchar. Fuera la Gendarmería de Las Heras. Cárcel efectiva y castigo a todos los genocidas.

• Por la democracia obrera y que la base decida todo. Fuera la burocracia. Por una nueva dirección sindical democrática y combativa.

• Por los derechos democráticos. Asamblea Constituyente Libre y Soberana.

• Ninguna confianza en Kirchner y su gobierno. Por un gobierno de los trabajadores y el pueblo y una Argentina socialista.

• Por una nueva alternativa política; por la unidad, la confluencia y el reagrupamiento de la izquierda y los sectores populares.

• Fuera el imperialismo de América Latina y el mundo. Apoyo a los pueblos que luchan.


Parte 3

Tres propuestas sobre reagrupamiento

1) Constituir una coordinadora entre los que estamos realmente de acuerdo en impulsar el proceso de confluencia y reagrupamiento en nuestro país.

Para poder enfrentar con éxito las tareas que nos plantea la nueva etapa que atravesamos es imprescindible que saquemos la mayor cantidad posible de conclusiones y enseñanzas. Toda la izquierda afrontó el Argentinazo con mucha debilidad. En los meses previos al 19 y 20 y posteriormente casi todas las organizaciones logramos fortalecernos. Aun así, pese a que hubo una ruptura de masas con los viejos partidos y un proceso de giro a izquierda como no se recuerda, ninguna organización logró ganar influencia de masas. Esta razón explica las discusiones y crisis que se han dado en todas las organizaciones, incluida la nuestra. Mientras algunos sectores de la izquierda ni siquiera se plantea por qué nadie pudo ganar influencia de masas o a lo sumo culpan a la situación objetiva y se reafirman o profundizan sus posturas equivocadas, nosotros creemos que tuvo mucha importancia el desarme y los errores con los que se afrontó este proceso. No sacar conclusiones a fondo de todo lo que ocurrió ha llevado a la mayoría de la izquierda a reafirmarse en el oportunismo o el sectarismo. Nuestra corriente ha venido intentado superar el desarme que arrastrábamos, en base a un proceso autocrítico de los errores que cometimos. Aunque aún transitamos este proceso y no podemos decir que ya logramos un rearme teórico, político y organizativo, estamos convencidos de que este es el camino. Seguimos creyendo en la necesidad imperiosa de construir un partido revolucionario, en base a dos pilares fundamentales: una sólida estructura de cuadros y un régimen centralista democrático. Pero a partir de estas definiciones estratégicas y de principio, vemos fundamental avanzar en precisar cómo se debe construir el partido en esta etapa. Qué cambios debemos realizar para adaptar su funcionamiento a la nueva realidad que nos toca vivir, al proceso de revolución política que atraviesa nuestro país. Cómo logramos superar los rasgos sectarios que arrastramos sin caer en el oportunismo. Los cambios a producir en nuestro régimen interno para aplicar un verdadero centralismo democrático, realmente leninista, que nos permita incorporar a las camadas de dirigentes que están surgiendo en las luchas y procesos, convivir con diferencias, avanzar en la elaboración y la pelea por la influencia de masas. Una de las conclusiones más importantes que hemos sacado, es que la construcción del partido revolucionario con influencia de masas esta íntimamente relacionada a la posibilidad de confluir y reagrupar fuerzas con otros sectores, debido a que la dispersión, el sectarismo y la autoproclamación viene impidiendo que la izquierda se transforme en un polo. Que nosotros no lo somos y que debido a ello es fundamental tener una propuesta para responder a lo que es una necesidad del movimiento de masas y que va mucho más allá de lo electoral. Nuestra propuesta de reagrupamiento está dirigida fundamentalmente a la infinidad de grupos y corrientes que surgieron en los últimos años ya sea por la crisis de los distintos partidos de izquierda o por el avance hacia posiciones progresivas de sectores que provienen de la centroizquierda o los partidos tradicionales, sectores que apostamos a que se incrementen en el próximo periodo. A la diáspora de los cuadros y militantes del MAS y del PC, los grandes partidos de izquierda de la década del 80, muchos de los cuales juegan roles muy importantes en distintos sectores obreros y populares. También hacia sectores que vienen de realizar una experiencia con el horizontalismo y están cayendo en la cuenta de sus limitaciones. Hacia corrientes o personalidades con posturas reformistas pero con una dinámica progresiva, ya que vienen de romper o con el sectarismo o el oportunismo. Y hacia el resto de las organizaciones de la izquierda que hayan sacado conclusiones similares a las nuestras. Nuestra apuesta es intentar desarrollar un movimiento con libertad de tendencias a su interior, donde nosotros y los demás sectores seguiríamos manteniendo la independencia política y organizativa, que se juegue por agrupar a la mayor cantidad de grupos, corrientes y personalidades; que sea un polo de atracción para todos aquellos que están dispuestos a trabajar para construir una alternativa política de izquierda en base a un programa revolucionario y un funcionamiento verdaderamente democrático. Con la estrategia de que un sector importante de los distintos componentes que pueden integrar este movimiento avancen con el tiempo a plantearse la necesidad de dar otro paso: la de avanzar hacia un Frente Único Revolucionario, o sea a construir un partido, con una dirección, estructura y régimen bolchevique. Tener políticas de este tipo, transicionales, intermedias, creemos que es una necesidad de la nueva etapa y un cambio en relación a la anterior. Sin ellas es muy difícil lograr romper las desconfianzas causadas por los errores que cometimos “todos” en estos años y crear las bases para avanzar en la posibilidad de discutir la construcción en común de un partido revolucionario, con un funcionamiento realmente centralista democrático como el que tenia el partido bolchevique, donde se podía convivir con diferencias, y no la caricatura que fue creando el estalinismo y que todos los grupos y corrientes trotskistas en mayor o menor medida fuimos asimilando por la etapa defensiva que nos tocó enfrentar después de la muerte de Trotsky. Como al final del camino esta táctica está dirigida a construir el partido revolucionario con influencia de masas, no nos planteamos reagruparnos con aparatos cristalizados en el frentepopulismo o sectas que no tengan como preocupación fundamental empalmar con el movimiento de masas y estén cerradas a discutir críticamente los errores que todos hemos cometido. Esta es la razón de que le demos una importancia cualitativa al debate de cuales deben ser los puntos centrales de un programa revolucionario y también al tema funcionamiento. Aunque todavía estamos en la etapa de difundir esta propuesta más que concretarla, después del Seminario creemos que debemos dar un paso mas: constituir una coordinadora entre los que realmente tengan tomada la decisión de avanzar en conformar un movimiento político común, para lo cual habrá que avanzar en definir cuestiones programáticas y de régimen de funcionamiento. Una señal positiva en este sentido seria la posibilidad de elaborar una declaración común de todos aquellos sectores que en el seminario tengamos una visión similar, propuesta que también queremos poner a debate. Por último y aunque no se trata de una propuesta para resolver en este seminario ni tiene porque condicionar ningún proceso de acercamiento entre nosotros, creemos que la realidad del país rápidamente nos va a plantear la necesidad de definir con que táctica participaremos de las próximas elecciones. Estamos convencidos de la necesidad de tener una política que tienda a la más amplia unidad de la izquierda y los luchadores, incluyendo a sectores que seguramente no participaran del proceso de confluencia que estamos transitando. Y también de que esta política tendría mucha más fuerza si la podemos impulsar todos los que estamos realmente comprometidos con el proceso de reagrupamiento que hemos iniciando.

2) Apoyar y fortalecer el Movimiento Intersindical Clasista (MIC)

La crisis del régimen y en particular la debacle del PJ explican la profunda crisis de la burocracia de la CGT y la CTA. Si bien siguen al frente de la mayoría de los sindicatos, son aparatos repudiados por las bases y no controlan como antes. Ello ha incentivado el avance del proceso de nueva dirección. Expresado en una extendida vanguardia, nuevos organismos de lucha y recuperación de organismos tradicionales de la clase como los cuerpos de delegados, internas y hasta algunas seccionales de sindicatos. El desarrollo de la nueva dirección está ligado a la pelea por un nuevo modelo sindical democrático, distinto al viejo modelo de la burocracia peronista. Lo cual es una batalla en curso en la clase obrera donde todavía está arraigado ese viejo modelo burocrático. A tal punto que muchas veces sus vicios son reproducidos por sectores de las nuevas conducciones. Por ello existe un debate permanente entre los luchadores sobre cómo debe ser este nuevo modelo. La base debe decidir todo. Las asambleas deben ser las instancias superiores y soberanas para resolver sobre medidas, negociaciones o remociones o ubicaciones de delegados. No puede haber centralismo de los cuerpos de delegados sobre las asambleas o de las directivas sobre los cuerpos de delegados mandatados por la base. La base debe conocer tanto las posiciones de mayoría como las de minoría. Esta democracia obrera es necesaria para que las luchas se ganen y también para defender los nuevos organismos recuperados a la burocracia. A su vez, colocar estos organismos al servicio de extender la pelea a otros sectores del movimiento obrero. Y de impulsar el desarrollo de la lucha hasta el final, actuando para que se gane, con una política de denuncia y exigencia, según las circunstancias concretas sobre la burocracia del gremio y contra la patronal, el gobierno y su política. El desafío que se le presenta a la izquierda y las organizaciones combativas, es tener una política amplia, unitaria y no sectaria para ayudar a desarrollar el proceso de nueva dirección. Un paso importante en ese sentido es apoyar hoy el desarrollo del Movimiento Intersindical Clasista. El MIC es un espacio progresivo que nuclea a un sector importante de las nuevas direcciones sindicales que está dando sus primeros pasos. La presencia de los delegados del Subte, en primer lugar y de la mayoría de la oposición de la CTA y sus gremios fundamentales y de delegados y activistas de más de treinta gremios, hacen que hoy sea la principal expresión organizada de agrupamiento que existe en la vanguardia obrera. Si este embrión se desarrolla puede transformarse en un polo de referencia importante para ayudar a que el proceso de nueva dirección pegue un salto cualitativo. Para apoyar todas las luchas, incentivar listas unitarias antiburocráticas en las elecciones sindicales, empujar por la coordinación genuina donde haya condiciones objetivas y defender a ultranza de la democracia obrera. Con estas premisas el MIC puede ser un pivote en el camino de desarrollar una nueva dirección democrática y combativa. Por todo esto creemos muy importante que todas las corrientes, grupos y personalidades que estamos comprometidos en apostar a una confluencia y reagrupamiento político de la izquierda y los sectores populares nos pronunciemos también en apoyo y por desarrollar el Movimiento Intersindical Clasista.

3) Avanzar en el reagrupamiento internacional de los revolucionarios

Por último, y aunque no es el eje de este seminario, creemos que debemos comenzar a discutir que así como existe la necesidad de avanzar en reagrupar fuerzas a nivel nacional, tenemos planteado el mismo desafío a nivel internacional. En este sentido desde hace más de un año distintas corrientes internacionales y diferentes organizaciones nacionales, entre las que se encuentra la UIT-CI y nuestro partido, otros grupos y corrientes de nuestro país, los distintos componentes del P-SOL de Brasil, la corriente internacional de la que es parte el ISO de EEUU, la LCR francesa, el SWP ingles, compañeros de la UNT y el PRS de Venezuela, Bolivia y de otros países de Latinoamérica y Europa, venimos organizando distintas actividades para discutir la posibilidad de avanzar en el reagrupamiento internacional de los revolucionarios. Proceso al que invitamos a sumarse a todos aquellos grupos y personalidades que sean conscientes de las limitaciones de todo proceso nacional si no esta enmarcado en una política y orientación internacional.