Mujeres en la década
Por Nuria Barbosa León
La mujer cubana tiene una vida similar a la de cualquier otra del tercer mundo, mantiene la doble jornada pues está incorporada al trabajo en empresas estatales y luego llega a su casa tratando de responder a la pregunta ¿Qué voy a cocinar hoy?
Gracias a las leyes laborales implantadas por la Revolución, la mujer gana el mismo salario que los hombres en igual tarea, se diferencian si hay distintos niveles educacionales. En la actualidad es cotidiano ver que las mujeres son licenciadas, científicas, máster y doctoras, mientras que los hombres sólo alcanzaron un nivel inferior.
En las aulas universitarias abundan las féminas y en un grupo de 30 estudiantes, 7 son hombres y el resto mujeres. Investigaciones dicen que las hembras son más aplicadas al estudio que los varones.
A partir de los 20 años, la mujer cubana se estrena en la maternidad y hasta tratan de parir dos hijos uno detrás del otro para luego no salir más embarazada. Siguen el dicho de: por donde cabe uno, entran dos. Gozan de una licencia de maternidad pagada por un año después del parto y tienen garantizada la atención médica para ella y para su bebé.
Cuando se entra en los 30 la mujer está en su plena madurez profesional, tiene una gran carga a sus espaldas porque sus hijos son aún pequeños y necesitan de una guía educacional para obtener buenos resultados docentes. A su vez florecen las iniciativas laborales para introducirlas en temas investigativos, cargos de dirección administrativo o político y se da cuenta que sus padres y suegros comienzan a envejecer.
Con 40, hay altas posibilidades de que se viva con otra pareja porque el padre de los muchachos no soportó la carga hogareña y prefirió divertirse en otro lugar. Las mujeres se dan cuenta que alcanzó una buena posición profesional que debe mantener, que sus padres o suegros necesitan de su apoyo para asistir a las consultas médicas, que en las escuelas de sus hijos la reclaman y que cuando llega a la casa el cansancio se apodera de ellas.
Cuando llega a los 50 ya tiene el pelo teñido, usa vestidos que le disimulen las libras de más, el maquillaje no deja de ponerse aunque se esté en la casa, y, no sabe cómo manejar la adolescencia de sus hijos, la pereza del marido y la enfermedad de sus ancianos.
Es capaz de ser el equilibrio del mundo sin proponérselo, se deprime cuando entra en la menopausia y busca la felicidad de los demás sin tener en cuenta la suya. Es capaz de entregar más de lo que recibe y no pide nada a cambio, necesita la paz en su hogar para lograr un mejor desempeño en su trabajo.
A los 60 prepara su vejez, vio el rostro de la muerte en sus seres queridos y desea disfrutar de sus nietos como si fuera su maternidad. Tomó la decisión más importante de su vida, la jubilación, y en cuanto a la pareja, quiere que los mejores momentos sean esos donde se conversa largamente acerca de las vueltas que da la vida.
Con los 70 los malestares se hacen insoportables, la vida se recuerda por pasajes buenos o malos, la pareja es mirada como lo mejor que existió, los chicos ya son hombres, los nietos se apoderan de ella y la vida está al punto de concluir.
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