Queríamos cambiar el mundo y ahora
queremos arreglar la vereda (José Mujica dixit 1º Dic. 2009)
Es una opción, seguramente con más probabilidad de ser
concretada. El “arreglo de veredas”, la cosmética y lo
superficial, el cambiar algo para que nada cambie, es tan
viejo como el mundo. No hay nada novedoso en esas
palabras. Quizás, para algunos desprevenidos, o muchos, lo
novedoso es que lo diga Mujica. Que lo viene repitiendo
pero no se escucha o no se quiere escuchar.
El mensaje es claro, no admite segundas lecturas.
Hasta Quino con su Mafalda decía “apurémonos a cambiar el
mundo antes que el mundo nos cambie a nosotros”.
Los años de cárcel también cumplen su cometido: dejar en
carne viva y marcar a fuego la imposibilidad del cambio,
utilices el método que utilices. Podés arreglar lo hecho,
mejorarlo, hasta darle un rostro humanizado, pero ni se te
ocurra cambiarlo, no se puede.
Y eso se enseña por las buenas o por las malas. Cuando el
complejo sistema educativo, cultural, generador de
paradigmas a seguir, cuando el machacar de los medios no
alcanza, cuando se rebasan los límites permitidos y
tolerados, la cárcel, la tortura, la desaparición y la
muerte son las herramientas a utilizar.
Los sistemas represivos del Estado cumplen su cometido
último y principal, domesticar a los rebeldes, cuidar el
orden establecido, marcar claramente las fronteras.
No se puede dice el sistema y el miedo, materializado en
las últimas y siempre latentes dictaduras
(Honduras es una muestra patente) te dice que lo mejor que
podés hacer es arreglar las veredas. No saques los pies
del plato, que la miseria y la necesidad siempre necesiten
de la limosna, que en última instancia nos recuerda lo
bueno y solidarios que somos con quienes nada tienen y a
quienes somos capaces de darles…lo que nos sobra.
¿Porqué a alguien le sobra lo que a otros les falta?
Pregunta simple si las hay, que quieren enredar con falsas
respuestas.
Arreglémosle la vereda a los que les falta, que vean en
las vidrieras y la tv, la otra vida, esa a la cual nunca
llegarán pero a la que la zanahoria presenta tentadora y
ahí nomás.
Que la sientan propia aunque sea por una hora, mientras
dura el programa o la propaganda, mientras el referente te
dice que sos él más importante aunque solo te arreglen la
vereda y no te convoquen a construir otra casa, otro país,
otro mundo.
Nada de romper estructuras que seguirán siendo injustas y
malas, vamos a blanquearlas, a pintarlas, es más, vamos a
dejar que los humildes y excluidos, las pinten y las
blanqueen, para que cuidan aquello en lo que trabajaron y
sigue siendo de otros.
Otros pocos y poderosos.
Si no hay manera de extirpar el dolor y el sufrimiento
(pobres siempre hubo) te los calmo. Que haya 200.000
pobres menos (?) es una gran victoria aunque sigan
padeciendo 700.000 más. Paciencia se les pide a quienes no
tienen nada más que perder, paciencia se les dice a los
buenos samaritanos de clase media que hasta lloran frente
al televisor mientras descansan del strees cotidiano que
produce la oficina o los despachos.
Se hace lo que se puede, quien reclama algo más está
poniendo en peligro lo poco conquistado, le está haciendo
el juego a la derecha que espera nuestros desaciertos para
salir, nuevamente, a sangre y fuego.
Mientras sigamos así, graduales y pragmáticos, el poder
está tranquilo, hasta aboga por la alternancia democrática
que permitirá reafirmar ante el mundo, lo civilizados que
somos.
Por suerte no tenemos aborígenes en número tal que
comiencen a reclamar sus derechos. Rivera se encargó de
ese problema.
Por suerte no tenemos ningún milico vocinglero y
escandaloso que hable de imperialismo, capitalismo y
¡horror! de socialismo. Ya lo dijo Fukuyama, la historia
se terminó.
El sistema es malo pero perfectible, es lo mejor que se
conoce, dicen quienes lo disfrutan mientras millones y
millones se mueren de hambre y sed en el mundo.
Pero son números de una estadística, son pobres, son
anónimos.
Se le pide paciencia a la sed, al hambre, a la falta de
vivienda, a la ausencia de educación, de salud. Se le pide
paciencia a quienes siempre la tuvieron, a quienes siempre
la padecieron.
La impaciencia tiene mala prensa, es una prueba palmaria
de la mala educación de las masas populares, especialmente
si se organizan y reclaman ante la lentitud de las
respuestas.
Porque la demora o el hacer lo que se puede no le cuesta
la vida a nadie… de quienes participan de la repartija.
Quienes la sufren están acostumbrados, tienen la piel
endurecida y aguantan, porque muchas veces no están en
situación de visualizar las salidas y creen,
fervorosamente, en aquellos que supieron captar su
atención y generar la fe que muchos perdieron.
¿Acaso es más importante la deuda externa, fraudulenta e
ilegítima, como muchas veces se dijo y se demostró que la
deuda interna, legítima y desesperante por lo urgente?
¿Acaso seguiremos creyendo el cuento de la inversión
extranjera que viene a generar trabajo y esperaremos que
la copa se derrame, cuando sabemos que está agujereada
hacia los países de origen de tales capitales?
Es verdad, el tiempo generacional y finito de cada uno
hace replantear muchas cosas cuando se acerca la fecha de
vencimiento. Es una espada de Damocles sobre la cabeza de
todos.
Y muchos piensan si no es mejor hacer algo de lo posible
ahora antes que pelear por lo necesario que nunca termina
de llegar.
Los tiempos históricos no son iguales para los pueblos y
los individuos, los tiempos humanos tienen urgencias que
hay que resolver sin que esa resolución sea eludir la
extirpación de causas que conllevan el flagelo del hambre
y la enfermedad, la miseria y la desesperación.
No hay “arreglo de vereda” que dure si no hay cambio
realizado.
Construir lo nuevo es explorar territorios desconocidos,
arriesgarse al silencio o la muerte, romper con lo
establecido, asumir los colores de la utopía y renegar de
la comodidad y la satisfacción con que el sistema nos
contiene.
Y para que no quede en palabras que pueden ser refutadas
con otras palabras mejor dichas pasemos a algunos datos
concretos sobre deseos, publicidades gubernamentales y
realidades.
Según el INE (Instituto Nacional de Estadísticas) en
Estimaciones de pobreza por el método de ingreso de 2008
“de julio de 2009 , se constata en los últimos años una
marcada tendencia a la baja en todos los grupos etarios.
Sin embargo aún resulta evidente la concentración de la
pobreza en los menores de edad (principalmente en menores
de 6 años). Mientras la incidencia de la pobreza
representa el 39,4 por ciento entre los menores de 6 años,
en las personas con 65 años y más la incidencia es de 6,2
por ciento.
Esta distribución de la incidencia de la pobreza es más
marcada en la capital del país, donde el 45,4 por ciento
de los menores de 6 y el 43,7 por ciento de menores entre
6 y 12 años están bajo la línea de pobreza.
La capital del país, Montevideo, está gobernada por la
izquierda hace ya 18 años, tiempo más que suficiente para
atender este problema acuciante, y darle la dedicación
necesaria que permita erradicar este flagelo que ataca a
uno de los sectores más indefensos de la sociedad, los
menores de 6 a 12 años.
Un país envejecido, con una emigración estructural
manifiesta y que desatiende a sus niños de esta manera
está hipotecando su futuro.
Y otro dato nada menor, mientras la pobreza en las
personas blancas es de 19,4 por ciento casi la mitad de
quienes se declaran afro descendientes, un 43,1 por
ciento, están bajo la línea de la pobreza. En un país que
presume de tener bajos niveles de racismo, la realidad
hace trizas la teoría.
Como dice el INE, la raza como un factor explicativo de la
desigualdad social.
No se explican pagos adelantados de deuda, perdón a
grandes deudores agropecuarios, subsidios, teniendo ese
panorama como pesado presente hacia un futuro complicado.
No es cierto que no hay vencedores ni vencidos, los hay,
pero no solamente en esta elección pasada donde fue
confirmada como futuro gobierno la fórmula Mujica - Astori,
sino que los vencidos son una multitud que sufre
diariamente la derrota y los vencedores siguen siendo una
oligarquía depredadora y excluyente que no ha sufrido ni
teme sufrir daño alguno en el gobierno presente y en el
que se avizora.
Hay sobradas muestras de ello, quien quiera oír que oiga,
quien quiera ver que vea.
También es cierta la ausencia de una alternativa nueva
para esta sociedad, que aun hoy, se entusiasma y quiere
creer, porque es muy doloroso el pensar que esa
construcción política por la que han dado años y vidas
muchísimos uruguayos, ha mellado su filo y se ha
transformado en amortiguadora y sostenedora de este
sistema injusto.
Parece un callejón sin salida en el corto plazo, pero como
dice la canción, la vida te da sorpresas.
La vida, también, te da la oportunidad de cambiar, de
equivocarte y corregir, de decir y hacer, de deshacer los
entuertos o contribuir a consolidarlos, de volver a creer
que vale la pena luchar por algo que quizás no lleguemos a
ver, de combatir este presente dominado por un capitalismo
ominoso para colaborar, en la medida que cada uno pueda y
quiera, en generar esa sociedad que nos permita comenzar
la carrera de la vida en condiciones de igualdad para
lograr llevar a la realidad, que un mundo mejor no solo es
posible sino que se ha vuelto indispensable.
El libre albedrío, la crítica que construye, la justicia y
la solidaridad que debe destruir la desigualdad manifiesta
y excluyente, lo necesario antes que lo posible, la utopía
desplazando al pragmatismo y ese escalón de pensamiento en
el que cada uno sabe que tiene un límite de resignación y
tolerancia a claudicaciones que pueden llegar a
profundizarse, es parte del menú que la vida también pone
en nuestras manos.
Caminar a solas es posible, pero el buen peregrino sabe
que el camino es largo y requiere compañeros. H. Cámara
Eduardo Abeleira (especial para
ARGENPRESS.info)
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