“Puedo no
defender al hombre o a la mujer, puedo no acordar con sus
pensamientos, lo que no me perdonaría nunca es mantenerme
indiferente ante una injusticia que se cometa contra él o contra
ella”.
Nechi Dorado
El
tiempo dicen que es sabio, los que no lo somos seríamos
nosotros, los del llamado género humano que aprendimos a borrar
con el codo lo que escribimos con la mano. Los que aprendimos a
despedazarnos cuando un peligro nos acecha en vez de cerrar
filas contra cualquier injusticia.
Los que no logramos instalar la coherencia política en nuestros
discursos y tampoco dejamos de pendular entre concepciones
fallidas repitiendo constantemente lo que decimos ser, pero que
de pronto y nada menos que en los momentos más puntuales,
borramos de un plumazo.
Ayer, 7 de abril de 2018, en el cono sur de esta América Latina
históricamente agredida, considerada el patio trasero de los
EEUU, según Washington, una justicia burda que la convierte en
una caricatura mal dibujada, encarceló a quien fuera presidente
de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
Nadie puede negar que hay un avance brutal de la ultraderecha en
el continente, lo cual no es poca cosa por más que sectores de
izquierda se propongan puntualizar cada uno de los errores
cometidos por el ex obrero metalúrgico que sacó a 30 millones de
brasileños de la pobreza, en un país que en lo que va del año
superó los 200 millones de habitantes.
Lula, aún pese a todo lo que no realizó desechando una
oportunidad histórica, se visualiza como muy posible vencedor en
las próximas elecciones de octubre, enfrentándose a la derecha
que desde el Golpe de Estado que entronizó al empresario Temer,
no hizo sino pauperizar a la clase menos pudiente marcando un
retroceso para la economía del gigante sudamericano, además de
entregar sus recursos.
El Tribunal Superior Federal (TSF) fue presionado por al menos
tres generales, uno de ellos el jefe actual del Ejército,
quienes amenazaron que si ese TSF no mandaba a la cárcel al
líder popular, el ejército se vería obligado a ejecutar un golpe
militar. No fue tibia la advertencia.
Dicho esto la “justicia” brasileña plasmó en realidad el
encarcelamiento en medio de un juicio tan vergonzoso como
amañado. Doce años y un mes es la condena que le aplicaron por
corrupción no comprobada; para el mismo Ejército que lo condenó
es “…inadmisible que Lula circule libremente, pregonando el odio
y la lucha de clases" y esta última frase lapidaria es la que
condensa el verdadero temor que representa para el imperio un
liderazgo como el del ex presidente. Porque en medio de tanta
obscenidad política no se puede dejar fuera del marco de la
realidad brasileña que tanto O Globo, principal holding
mediático del país, así como el juez Sergio Moro son algunas de
las piezas fundamentes del rompecabezas (o rompedignidades) de
Washington, que no descansa en su intento por hacerse de los
recursos naturales de una América Latina empobrecida a la que le
sobra todo lo que a ellos les falta, especialmente, orgullo.
En los momentos que corren defender a Lula de la injusticia que
se acaba de cometer, más allá de sus errores o aciertos,
es cerrar el camino a la runfla fascista brasileña que además
tiene socios en toda América y directores en el Norte.
Mantenernos neutrales es una vergüenza que la historia habrá de
recordárnoslo más temprano que tarde, y acá lo que está en juego
es la paz en la región. Es la no injerencia, es la soberanía,
es el derecho a elegir y decidir.
Es hora de estar atentos, ya se siente el aleteo del Cóndor
sobre cada geografía, el fascismo aceita sus engranajes para
entrar en escena a sangre y fuego, negarlo es estar envuelto en
una burbuja de egos mal orientados. Ojalá nos demos cuenta antes
de que sea tarde, el enemigo verdadero es mucho más inteligente
que nosotros y una vez instalado solo nos queda ser parte del
baño de sangre programado para los pueblos.
Y este pensamiento barrial, en absoluto catedrático, no
convierte a la autora de esta nota en lulista, populista o
progresista. Solo pretende ser un llamado de atención para los
que decimos defender a un hombre de una cárcel injusta con todo
lo que ello implica; así como para los que con gran orgullo se
lanzaron a decir “nosotros no defendemos a Lula”.
Cuando los poderes fácticos se instalan y crecen no hacen
diferenciaciones de posiciones encontradas o no, todos por igual
seremos la carne que irá a parar al asador donde se cocine el
gran banquete para pocos. Cuando así sea, a llorar a la iglesia,
si llegamos…