Desde el manejo del Congreso a las elecciones locales; del Medio Oriente a Afganistán y Honduras, las condiciones de la crisis mundial parecen revelarse superiores a las fuerzas políticas de Obama. A diez meses de su asunción, el balance de una presidencia en crisis.
Barak Obama pierde ‘lustre’ presidencial luego de que su partido fuera derrotado en las elecciones a gobernador celebradas en Nueva Jersey y Virginia a comienzos de noviembre. La derrota habría obedecido a un traspaso “importante, en estampida” de votantes “independientes” y de una pequeña fracción de “demócratas” al partido republicano (The Wall Street Journal, 6/11).
En The Wall Street Journal (6/11), el editorialista Daniel Henninger dice que “el votante norteamericano está absoluta, total y de manera constante disgustado con los dos partidos políticos (...) el votante está desesperado por un liderazgo político”. El autor asigna la “desesperación del votante” a una crisis de fondo del régimen político y del aparato estatal en todos sus niveles (militar, diplomático, económico e institucional).
Los traspiés de Obama no revitalizaron, sin embargo, al Partido Republicano, otra manifestación de la crisis.
Algunos medios señalan la importancia del rápido crecimiento del desempleo en estos resultados: “En nueve meses” (entre la quiebra de Lehman Brothers y la de GM), “la estructura económica de los Estados Unidos implosionó” (The Wall Street Journal, 6/11).
Desempleo
En octubre, la tasa de desempleo alcanzó el 10,2% (la más alta desde 1983). Si se contabilizaran categorías más amplias de trabajadores (los que dejaron de buscar empleo o los obligados a aceptar empleos de tiempo parcial), alcanzaría el 17,5%. En algunos estados decisivos (California, Illinois, Michigan), ya supera el 20%.
De acuerdo a un estudio del ‘Centro de Prioridades Presupuestarias’, con tasas de desempleo del 11% a comienzos de 2010, demanda récord para ayuda alimentaria y asistencia para calefacción y vivienda (...) “un conjunto de Estados con una población combinada de 100 millones de habitantes y que representan un tercio del PBI norteamericano (...) quedarían al borde de la quiebra” (wsws.org; 12/11). Otro millón de trabajadores (docentes, estatales) terminaría entonces en la calle.
Para Jeffrey Sachs, “Obama perdió la iniciativa económica (...) perdió el rumbo en la cuestión del empleo” (Financial Times, 11/11).
Palestina, sin política
Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina y principal aliado palestino de Washington, anunció que no se presentará a la reelección presidencial. Abbas es el principal abogado de la llamada “solución de dos Estados”, un eufemismo. La renuncia de Abbas significa el agotamiento de esta perspectiva como ‘salida’. Cuando asumió, Obama exigió a Netanyahu (primer ministro israelí) el congelamiento de esos asentamientos. Netanyahu nunca dejó de ‘ampliar’ las colonias existentes, y recibió felicitaciones de la secretaria de Estado, Hillary Clinton.
“Lo peor de todo es que los norteamericanos han vacilado sin ninguna visión ni plan. Repentinamente, luego del más brillante de los comienzos, Obama parece estar haciéndolo picadillo” (The Economist, 12/11).
“¿Israel es demasiado fuerte para Obama?”, preguntaba hace un tiempo una revista (The Economist, 5/11). La división del régimen político norteamericano – respecto de Israel e Irán– es violenta y abierta. Apenas Obama reclamó el congelamiento de los asentamientos, Elliot Abrams –uno de los ‘halcones’ del establishment de la defensa– le exigió que actuara como ‘un estadista’ y reconociera los compromisos asumidos por anteriores gobiernos norteamericanos (demócratas y republicanos) en la extensión y mantenimiento de los asentamientos sionistas en Cisjordania y Jerusalén (The Wall Street Journal, 26/6).
La prensa ‘seria’ dice que la victoria de Netanyahu sobre Obama “amenaza en el largo plazo la propia existencia de Israel” (The Economist, 12/11). Esconde su origen en la crisis del régimen político norteamericano.
Afganistán, sin aliados ni gobierno
En ningún otro lugar, la crisis de Obama es mayor que en Afganistán.
Desde hace varios meses, el alto mando militar y la Casa Blanca no logran llegar a un acuerdo acerca del pedido del general McChrystal –máxima autoridad militar norteamericana en Afganistán– de que se envíen 40.000 soldados adicionales para impedir que Estados Unidos sea derrotado. Bastó que Mc Chrystal pidiera más soldados, para que el principal funcionario diplomático norteamericano en Afganistán –Karl Eikenberry, ex comandante militar en ese país– pidiera públicamente a Obama que no mandaran a nadie. No vale la pena pelear, dice Eikenberry, porque no se puede ganar.
Mientras, la retirada ya está siendo preparada en la prensa, con cargo a la cuenta política de Obama.
John Mearsheimer escribe que “como en Vietnam, no importa si Estados Unidos gana o pierde. No tiene sentido para el gobierno de Obama gastar más sangre y recursos presupuestarios para vencer al talibán. Estados Unidos debe aceptar la derrota e inmediatamente comenzar a retirar sus fuerzas de Afganistán” (Foreign Policy, 14/11).
Honduras, con la política de los republicanos (desconocer a Zelaya)
Obama puede mostrar una única ‘victoria’. Después de seis meses, logró que el senador republicano Jim DeMint –representante político de los golpistas hondureños en Washington– levantara su veto a la designación de Arturo Valenzuela como secretario de Estado adjunto para América Latina.
Pero la crisis hondureña no está cerrada. La OEA sigue exigiendo la restitución de Zelaya y adelantó que no reconocerá las elecciones si ello no ocurre; es, también, la posición de Brasil, Argentina y otros países.
Los republicanos reclaman enfrentar abiertamente al chavismo y a sus variantes más al sur. Por eso impulsan la penetración militar en Colombia y agitan contra Morales, Lugo y Mauricio Funes.
Obama en la tormenta
Obama ha sido llamado a tomar la posta de un presidente (Bush hijo) que ya había fracasado en todos los terrenos. Obama está obligado a defender los mismos intereses sociales, políticos e históricos de Bush y a darles una ‘salida’ con métodos democratizantes.
En este terreno, el principal “logró” de Obama fue “comprar tiempo” (Stratfor, 2/11).
Luis Oviedo