El parto del capitalismo no fue indoloro. En este proceso Inglaterra convulsionó en todo su cuerpo social a finales del siglo XIV y comienzos del XV. La recomposición de clases allí fue brutal. El campesino desalojado violentamente de la tierra se refugió en las ciudades sin trabajo, techo o pan; el artesano arruinado por la participación de las máquinas en la producción se unió a los anteriores en su miseria.
Rodrigo Granda y Marco León Calarcá-FARC-EP
El gobierno inglés decretó el trabajo forzado en obras públicas y la pena de muerte por ahorcamiento contra la vagancia, en un país sin plazas laborables por cubrir. Las pavorosas ejecuciones colectivas eran permanentes con el claro propósito de obligar, por el terror, a aquella inmensa masa desposeída de todo bien material a regalar su fuerza de trabajo al amo dueño del capital a cambio de la comida y de un rincón para dormir en las frías y húmedas barracas anexas a los incipientes talleres fabriles.
Ancianos, adultos, mujeres, jóvenes, niños fueron obligados a extenuantes jornadas laborales de 12-15-18 horas. Muchos murieron durante la faena y otros adquirieron enfermedades que los condujeron anticipadamente al mundo de los muertos.
La riqueza de pocos se acrecentó con el sufrimiento y la sangre de muchos. Las mercancías producidas en esta forma degradante para el ser humano, la práctica monopólica y desigual del comercio, fueron la punta de lanza utilizada por el nuevo sistema para inundar y apropiarse de mercados y países de ultramar, la presencia militar y la religión, fueron invariables en sus navíos.
En otros lugares de Europa enfrentaron la reacción oscurantista del feudalismo y en medio de revoluciones, dirigidas por la burguesía y sustentadas por “pueblo llano”, avanzaron hacía el capitalismo que en medio y después de la Revolución Francesa decapitó reyes y suprimió tronos, principados, condados… para dar nacimiento a las naciones gobernadas por la nueva clase burguesa autoproclamada porta estandarte de la libertad, igualdad y fraternidad entre los hombres en la sociedad propuesta y en construcción.
Las contradicciones internas del nuevo ordenamiento social no tardaron en aparecer. Las constituciones, códigos, leyes, el ejército… toda la institucionalidad creada se personificó en el Estado remozado que garantizaba a la nueva élite, la defensa de sus marcados y exclusivos intereses de clase. Ese Estado es el instrumento de opresión y sometimiento de la clase obrera, el campesinado, capas medias…
Y la sociedad sigue su desarrollo, desde ese momento y ahora en defensa de sus propios intereses, los pobres del mundo luchan contra ese Estado opresor y por la transformación revolucionaria. Momentos estelares de estas luchas son:
La Comuna de París, el 18 de marzo de 1.871, primer intento revolucionario del proletariado por tomarse el poder y construir un nuevo ordenamiento rumbo al socialismo. Insurrección popular armada aplastada por la superioridad de las fuerzas del gobierno burgués, el centro de París quedó totalmente destruido por el bombardeo sin clemencia. Miles fueron fusilados sin fórmula de juicios en la semana sangrienta del 21 al 28 de mayo de ese mismo año.
“Los obreros asaltaron el cielo”, sentenció proféticamente Carlos Marx. La sangrienta lección sirvió pero el aprendizaje definitivo aún no había concluido.
En 1.905 en Rusia fracasó un intento de insurrección popular dirigida por el partido Bolchevique. La derrota costó mucha sangre obrera. La represión, muerte, cárcel y exilio se pusieron de moda contra los revolucionarios de ese país. “fue un ensayo general para la insurrección triunfante a pesar de nuestra derrota”, afirmó Lenin y sin desanimarse prosiguieron el trabajo en la más profunda clandestinidad.
En medio de la I Guerra Mundial, guerra de rapiña entre las potencias capitalistas por el reparto del mundo, sectores de la burguesía, pequeña burguesía, obreros, campesinos, soldados… el pueblo ruso, derrotan al Zar y a la aristocracia en una revolución democrática burguesa. La burguesía se instaló en el Estado, de febrero a octubre de 1917 y pretendió como siempre burlar los objetivos de las masas, maniobró en alianzas políticas con los contrarrevolucionarios, usó el ejército para reprimir al pueblo y recurrió al halago y al engaño para perpetuar su dominio.
El 3 y 4 de julio de 1.917 son atacadas con balas, por la policía, las movilizaciones populares de más de 500.000 personas. Un número indeterminado de muertos y heridos quedaron sobre las calles empedradas de Petrogrado y otras ciudades. Al pueblo no le quedó ninguna duda, estos acontecimientos ponían al orden del día la insurrección armada. Se había agotado el camino del reclamo pacífico por sus justos derechos.
Los Bolcheviques van a las fábricas, a las barriadas, a los cuarteles, ofertan paz sin anexiones para salir de la guerra, tierra al campesino y confiscación de las abultadas ganancias de los capitalistas lucrados con la conflagración. Pregonan la necesidad inmediata de la insurrección y ganan las mentes y corazones del pueblo entero.
El plan insurreccional fue meticulosamente preparado por Lenin y los Bolcheviques, se acordó: Concentrar fuerzas superiores al enemigo en sitios neurales -centros de comunicaciones y de gobierno, cuarteles del ejército y la policía, etc.-; mantener comunicación fluida con el resto de las ciudades del país; coincidir en el tiempo y con la suficiente contundencia las acciones en los principales centros urbanos. El Estado Mayor Central de la Insurrección dirigiría desde el edificio donde operaban las comunicaciones. Se tuvieron en cuenta las experiencias de la Comuna de París y la insurrección de 1.905.
Dispuestas así las cosas, el Aurora, anclado en San Petersburgo puerto sobre el Río Neva, disparó sus cañones de libertad, señal para desatar la furia hasta entonces reprimida, ahora incontenible. Los días y las noches del 24 y 25 de octubre, todo un pueblo en armas dispuesto a triunfar o morir, cumplió la hazaña de hacer saltar en añicos y reducir a polvo la maquinaria infernal del Estado Burgués, inaugurando la alborada de la primera Revolución Socialista. En el mundo entero el pavor estremeció a los capitalistas y saltaron de alegría los desposeídos.
Comenzó una nueva época para el género humano:
El antiguo Estado opresor fue reemplazado por el de obreros, campesinos y soldados. Se ofertó paz sin anexiones a los Estados contendientes contra Rusia, salir de la guerra era prioridad. Se implantó la democracia proletaria real para las amplias mayorías y una implacable dictadura del proletariado contra la antigua minoría explotadora para impedir sus acciones contrarrevolucionarias.
Se abolió la explotación del trabajo asalariado. Se confiscaron, sin indemnización, las tierras de latifundistas y terratenientes base de su poder; entregándolas al campesino que las puso a producir. Igual se procedió con bancos, fábricas, transportes, minas, comercio exterior…pasando a manos de sus legítimos propietarios: los obreros. Se ataca la diferenciación en el desarrollo y la calidad de vida entre el campo y la ciudad. Se impulsó aceleradamente la industrialización del país y la electrificación de la Rusia que vivía en tinieblas.
La economía creció acelerada y continuamente y las masas pudieron disfrutar equitativamente de la riqueza generada colectivamente. Los sueldos de los empleados estatales y diputados de los soviets, remplazo de los anteriores congresistas, fueron reducidos a la media ganada por el obrero. La especulación y el acaparamiento se combatieron con rigor creando un cuerpo armado especial para erradicarlos. El burocratismo, la corrupción y el clientelismo fueron perseguidos sin tregua.
La alfabetización y la educación fue tarea prioritaria y con ella la revolución cultural creadora de nuevos valores éticos y morales basados en la cooperación, la solidaridad, la ayuda mutua y la sana emulación, impulsadoras del dominio de las ciencias, la técnica, las artes, el deporte, la sana recreación…Se despertó la energía creativa de todo un pueblo. La mujer, el niño y el anciano fueron protegidos por la sociedad.
Imposible no conmovernos ante el inmenso sacrificio del pueblo soviético para derrotar al fascismo en la Segunda Guerra Mundial.
Conformada la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, el Estado multinacional y multiétnico alcanza niveles de desarrollo impresionantes en todos los campos del saber humano.
Los errores cometidos por la dirigencia, las desviaciones y abandono de los principios leninistas, traducidos en manifiesta traición de algunos líderes; unido a la labor de permanente saboteo y guerra del imperialismo complotado con la reacción mundial, con gran relevancia del papa Juan Pablo II, malograron las esperanzas de redención definitiva de los pueblos de la URSS.
El fin de la historia, las predicciones burguesas sobre el triunfo definitivo del capitalismo y de la democracia liberal sobre el socialismo, teorías enunciadas producto de la caída del socialismo en Europa del Este, son cantos de sirenas no atendidos por los pueblos, pues los problemas generados por la explotación y la represión siguen sin solución.
En Nuestra América la resistencia popular continua, ahora concentrada en el norte de Sur América, sin por eso desconocer las otras batallas libradas en todo el continente, más aún cuando el actual e inmenso desarrollo de la humanidad es posibilidad real de tener una base material para la construcción del socialismo, claro, corrigiendo errores del pasado.
La globalización de la economía con la apertura de los mercados de los países pobres a las transnacionales, la venta de empresas nacionales al capital extranjero, el abandono de la función social del Estado, la libre actuación de la “mano invisible del mercado”, la aculturización, la imposición de TLCs, la pérdida de soberanía de nuestras naciones al someterse a los dictados del FMI, BM, OMC, que según los oráculos del neoliberalismo harían del capitalismo la sociedad modelo; hoy hunden el sistema, en su conjunto, en la peor crisis jamás vivida.
Es crisis económica, política, ambiental, alimentaria, energética, de invasiones militares a países del tercer mundo, es lucha entre bloques de poder mundial por el dominio de los centros vitales de comunicación y recursos minerales, es la amenaza de una superpotencia y de un puñado de países ricos sobre el resto del mundo; pues pese a las promesas sobre las bondades del sistema, a los adelantos científico-técnicos, a los inventos y descubrimientos no han podido derrotar el hambre, el desempleo, la ignorancia, la falta de agua potable, la guerra y la desigualdad.
Esa grave crisis del imperialismo con su neoliberalismo, anuncia cambios en medio de revoluciones como preludio por la gran batalla para comenzar a construir la historia y no de su final. En Nuestra América, sin duda serán originales e incluirán la frescura de lo nuevo, los aportes de nuestros ancestros los pueblos originarios, el rescate de Bolívar, de Mariátegui, del Che, de Manuel Marulanda y de tantos otros, sin abandonar las enseñanzas de Marx, Engels y Lenin, indudablemente conducirán al socialismo. La roja alborada de octubre ilumina el camino de la revolución mundial.