A 90 años de la revolución alemana de noviembre de 1918
La revolución alemana de 1918 pudo haber cambiado el desarrollo de la historia. A diferencia de la Rusia atrasada de 1917, Alemania era una potencia capitalista con un proletariado numéricamente muy fuerte y uno de los más organizados del mundo.
La Primera Guerra Mundial
La clase obrera alemana tenía un partido obrero de grandes dimensiones, el SPD (Partido Socialdemócrata), con un millón de afiliados y una gran influencia sindical.
Hacia 1914 el capitalismo europeo se encontraba en un atolladero por sus propias contradicciones interimperialistas que no pudieron ser "salvadas" por la vía diplomática, dando paso a una sangrienta guerra por el reparto de los mercados.
Fue esta guerra la que puso en su sitio a las organizaciones comenzando con la degeneración del SPD cuyos dirigentes apoyaron los créditos de guerra en una actitud chauvinista.
En la II Internacional, sólo los bolcheviques rusos y los socialistas de un reducido grupo de países se opusieron a la guerra y mantuvieron una actitud realmente internacionalista.
La traición de los dirigentes reformistas del SPD arrastró a los trabajadores alemanes a la guerra, que iba a tener un efecto significativo en la conciencia de la clase obrera.
Dentro del SPD la oposición empieza a organizarse lentamente. La revolucionaria polaca Rosa Luxemburgo junto con Kart Liebknecht (el único diputado que rompió con la disciplina partidaria votando contra los créditos de guerra) editan una revista que sería el portavoz de la oposición: "Die Internationale". Serán conocidos como el Grupo Internacional, antecesor de lo que luego sería la "Liga Espartaco", en honor al legendario esclavo Espartaco que se levantó contra el imperio romano.
Conforme la guerra de desarrollaba la clase obrera comienza a despertar de su letargo; en noviembre de 1915 estallan incidentes en Stugart y las mujeres se manifiestan contra el encarecimiento de vida en Leipzig.
La Liga Espartaco
El Grupo Internacional adopta como programa de acción el folleto de Rosa Luxemburgo: "La crisis del socialdemocracia", y el 19 de marzo de 1916 celebra una conferencia clandestina en Berlín, donde toma el nombre de "Liga Espartaco".
El 1º de mayo, la Liga Espartaco convoca una manifestación contra la guerra donde Kart Liebknecht se dirige a miles de obreros y es detenido. El día de su juicio 55.000 obreros de las fábricas de guerra de Berlín se declaran en huelga. En junio, hubo movilizaciones de los mineros de la cuenca del Rhur.
Existía un campo inmejorable para el trabajo de los Espartaquistas. Sin embargo, Rosa Luxemburgo cometió algunos errores políticos y organizativos que terminarían jugando en su contra en el desarrollo del proceso revolucionario.
Los Espartaquistas trataban, correctamente, de ganar la mayoría política del partido a través de la propaganda, permaneciendo en su seno. Rosa Luxemburgo se oponía a la escisión mecánica del partido. El error de Rosa Luxemburgo radicaría en que no realizó suficientemente un trabajo sistemático para organizar una tendencia marxista dentro del SPD, con una estructura firme y sólida de miles de adherentes.
En 1917 se realiza una conferencia que reúne a todas las alas opositoras del SPD. Esto es visto por la dirección como actividad fraccional y expulsa a todos los opositores. 99 agrupaciones locales quedarían excluidas.
Estos responden constituyéndose como Partido Socialdemócrata Independiente (USPD). Con el viejo SPD quedaron 170.000 militantes, el USPD arrastró 120.000.
1918, año de Revolución
Los sucesos internacionales jugaron un papel importantísimo en la conciencia de los obreros alemanes. La revolución rusa, donde los obreros, campesinos y soldados dirigidos por Lenin y Trotski tomaron el poder, causó un gran entusiasmo en el proletariado alemán.
Las continuas derrotas en el frente no hicieron más que acentuar la desconfianza de las masas en el régimen.
Cuando el Estado Mayor alemán preparó su última batalla, que incluía la movilización de marineros para detener el avance del enemigo, provocó un levantamiento revolucionario. El 4 de noviembre de 1918, los marineros de la ciudad de Kiel, con el apoyo del SPD y del USPD locales, tomaron las calles y los obreros crearon Consejos Obreros, organismos de poder obrero similares a los soviets rusos. Un Consejo de Obreros y Soldados se hizo con el poder en la ciudad.
El movimiento se extendió rápidamente por todo el país; los motines sacudían una división militar tras otra y los Consejos de Obreros y Soldados tomaban el control de las ciudades. La revolución parecía imparable. El Káiser (emperador) abdicó y se proclamó la república.
Lamentablemente, la dirección del SPD y los elementos más reformistas del USPD desviaron rápidamente el movimiento para crear un gobierno provisional. Ambos sectores temían la revolución tanto como la burguesía.
Las masas, todavía inexpertas, dieron su confianza al SPD que prometía mejoras para la clase obrera y creaba ilusiones democráticas. Esto se veía reforzado por la presencia en el gobierno del USPD, que era visto como más revolucionario. Por otro lado, la oposición marxista (la Liga Espartaco) era débil y estaba insuficientemente organizada pese a la popularidad de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Apenas contaba con 2.000 militantes, y sólo 50 en Berlín. Esto resultó fatal para el desarrollo de la revolución.
El 10 de noviembre se celebró la Asamblea General de los Consejos de obreros y soldados que debía decidir la composición del nuevo gobierno provisional y elegir el Comité Ejecutivo de los Consejos. Los dirigentes del USPD hicieron confusas concesiones de representatividad que fue transformando la representación proletaria en las fábricas y en los Consejos que incrementaron la representación del SPD.
No obstante, el poder de los Consejos se afirmó parcialmente. Las autoridades se vieron obligadas a legitimarlos. La burguesía intentaba utilizar la presencia del SPD en los Consejos para recomponer su poder, junto con el aparato militar.
El objetivo era establecer una nueva legalidad burguesa convocando a elecciones para elegir una Asamblea Constituyente que liquidara "legalmente" el poder de los Consejos Obreros.
La fundación del Partido Comunista
Aunque era correcto oponerse a la convocatoria de la Asamblea Constituyente, denunciándola como un desvío para liquidar los Consejos Obreros, una vez que fue convocada por el gobierno provisional y recibida con aprobación por la mayoría de la clase obrera, la manera de acelerar la experiencia revolucionaria de las masas con sus dirigentes reformistas no era llamando al boicot de la misma. Lo correcto era participar en la misma y demostrar, desde dentro, la inutilidad y el engaño que representaba este parlamento burgués.
El ala mayoritaria de los Espartaquistas no veía esta situación, no supo medir el ambiente real entre las masas, defendieron el boicot a la Asamblea Constituyente y quedaron aislados de aquéllas.
En paralelo, se funda el Partido Comunista (KPD), bajo la presión ultraizquierdista de la militancia de los espartaquistas con la oposición de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, que defendían la permanencia en el USPD hasta ganar su base obrera. El dirigente Espartaquista Leo Jögiches afirmó, con razón, que la fundación del KPD había sido prematura. Los hechos confirmarían esta afirmación.
1919, la revolución decapitada
En enero, viene la provocación decisiva de la reacción. Se lanzó una campaña difamatoria contra el jefe de policía de Berlín, Eichhorn, miembro del USPD, para forzar su cese. Pero las organizaciones revolucionarias de Berlín se oponen y toda la vanguardia se puso en movimiento.
El USPD y el KPD lanzan la convocatoria a una manifestación para el 5 de enero. Ese día Berlín vive la movilización proletaria más grande de su historia.
Pero los revolucionarios no contaban con un plan acabado y fallan en el momento decisivo, dejan transcurrir el día debatiendo y debatiendo, mientras miles de obreros retornan a sus casas.
Al día siguiente vuelve a convocarse una manifestación y pese a que cientos de miles estaban en las calles las fuerzas para batirse por el poder eran insuficientes.
El 9 de enero, en una acción desesperada, el KPD (minoritario en la clase obrera) llama a la insurrección con la oposición de Luxemburgo y Liebknecht, acción que no contaría con el apoyo de las masas berlinesas que rechazaban de plano una guerra civil.
Las fuerzas contrarrevolucionarias se reacomodan y lanzan una ofensiva brutal. Recuperan edificios, detienen a dirigentes revolucionarios, y asesinan a centenares de trabajadores comunistas, entre ellos a dirigentes revolucionarios de la talla de Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht y Leo Jögiches.
El movimiento revolucionario quedó decapitado, y a partir de ahí la socialdemocracia se lanzó a destruir en toda Alemania el poder de los Consejos, aunque los estertores de la revolución alemana se dejaron sentir durante 4 años con levantamientos locales, hasta 1923.
Aunque el KPD y la USPD se fusionaron en 1920, dotando al comunismo alemán de una base de masas, la inexperiencia de su dirección y la incipiente degeneración estalinista de la Internacional Comunista frustrarían la posibilidad de un triunfo revolucionario.
La derrota de la revolución alemana, provocada por la traición de los dirigentes socialdemócratas, tuvo consecuencias trágicas. Dejó aislada la revolución rusa y abonó años más tarde al surgimiento del nazismo y al triunfo de Hitler ante la incapacidad de la socialdemocracia y el estalinismo de encontrar una salida a la crisis del capitalismo alemán causada por la guerra.
La lección más perdurable de la revolución alemana es que no basta con proclamar un partido revolucionario, sino que éste debe ser capaz de enraizarse en las masas trabajadoras y dotarse de una dirección perspicaz armada con tácticas y consignas correctas, que evite el peligro gemelo del oportunismo y del ultraizquierdismo.