Nadie tiene la más mínima idea de adónde va todo y cómo terminará. Pero todas las luces están parpadeando en señal de peligro. Hoy en el mercado londinense todas las acciones han caído severamente, incluso las acciones de las farmacéuticas, que podrían ser consideradas seguras. Ayer en EEUU el Dow Jones Industrial Average cayó por debajo de los 9.000 puntos por primera vez desde 2003. Hubo caídas similares por toda Europa, París cayó un 8,4 por ciento y Alemania un 9,1 por ciento. La bolsa de Viena suspendió sus operaciones hasta el viernes por la tarde. La presuntuosa burguesía rusa, que imaginaba que se libraría de la crisis mundial, ha tenido una dura sorpresa con la caída repentina de los precios del petróleo. En Moscú la bolsa sigue suspendida debido al exceso de volatilidad.
La bolsa estadounidense está en camino de registrar su peor año desde 1937. "Nunca he visto un pánico como este", decía David Wyss, economista jefe de Standard & Poor. "He visto caer los mercados, pero no un pánico global". En el Washington Post podíamos leer hoy: "El temor y la aprensión se apoderaron el jueves de Wall Street, cuando el mercado cayó de nuevo y los inversores se convencieron de que la nación estaba al borde de una recesión profunda y prolongada". El enorme paquete de 700.000 millones de dólares que pretendía recuperar de nuevo el préstamo interbancario claramente ha fracasado en su objetivo. El tipo de interés a tres meses que utilizaban los bancos para prestarse entre sí dólares (conocido como Libor) ha subido al 4,8 por ciento.
Cuando llegó el clima de terror se vieron caídas duras en todos los mercados de Asia. En Tokio los precios de las acciones cayeron más de un 10 por ciento y se suspendieron las operaciones de algunas acciones y opciones. Los precios de las acciones alcanzaron su nivel más bajo desde junio de 2003. El Banco de Japón reaccionó inyectando un total de 4,5 billones de yenes (66.600 millones de dólares) en los mercados monetarios. Las acciones en Australia registraron su peor semana desde el crack bursátil de 1987. El índice Kospi de Corea del Sur alcanzó su nivel más bajo desde el 23 de junio de 2006, mientras que el hundimiento de los futuros desencadenó la paralización de las operaciones.
Era el octavo día comercial consecutivo en que el banco central japonés inyectaba dinero a los mercados para intentar garantizar una afluencia de efectivo vital para el sistema financiero. Pero no ha tenido efecto. Las acciones en Tokio en una semana bajaron un 24 por ciento, el doble que la caída semanal que tuvo durante el crack bursátil de 1987. "La venta es imparable en Nueva York y Tokio", decía Yutaka Miura, veterano estratega de Shinko Securities de Tokio. "Los inversores son presas del miedo".
En toda Asia vemos la misma historia. El punto de referencia de Hong Kong, el índice Hang Seng, alcanzaba su punto más bajo en ocho años mientras que los precios de las acciones filipinas caían más de un 8,3 por ciento. En Indonesia se suspendieron los planes de reabrir la bolsa para evitar lo que el presidente del mercado calificó como "pánico profundo". Las operaciones se detuvieron durante dos días a principios de esta semana.
En India, el Mercado de Mumbai se hundió un 6,5 por ciento nada más empezar las operaciones. Poco después, el banco central indio inyectaba otros 12.800 millones de dólares en los mercados monetarios. Las acciones australianas cerraron con una bajada del 8,3 por ciento. Debemos recordar que no hace mucho se suponía que Asia era el factor mágico que evitaría una recesión global. Y había almas cándidas dispuestas a creérselo.
Gran Bretaña en crisis
Tony McNulty, ministro en el gobierno de Gordon Brown, ayer se convirtió en el primer ministro que reconoce que Gran Bretaña se encamina hacia la recesión. Dijo que el éxito de la gigantesca limosna los bancos británicos "será el precursor [sic] de lo larga y profunda que será la recesión". Además añadió: "Lentamente nos acercamos a una etapa donde la desaceleración podría convertirse técnicamente en una recesión y después hablaremos sobre la naturaleza y profundidad de la recesión".
Estos comentarios pesimistas contrastan mucho con las anteriores afirmaciones (no hace mucho escuchadas) de que el regalo del gobierno británico a la banca resolvería la crisis del crédito. De la noche a la mañana, su audaz afirmación cambió. En lugar de "resolver la crisis del crédito", se dice que su propósito es "evitar el colapso del sistema bancario".
En total, Brown y Darling han puesto unos 500.000 millones de libras a disposición de los banqueros. La mayor parte en forma de préstamos y otro tipo de garantías, que según ellos serán devueltos (aunque cuándo exactamente no lo dicen). Está la cantidad de 50.000 millones de libras que esperan será devuelta pero no tienen ni idea de cómo o cuándo. La esperanza, por supuesto, es algo maravilloso. Todo jugador espera que la próxima jugada le haga rico. Y esta esperanza particular tiene poca base.
Lo que es verdaderamente asombroso es cómo estos caballeros hablan de pasmosas sumas de dinero como si se tratara de calderilla. 50.000 millones de libras es una cantidad enorme. Es cinco veces lo que se espera que cuesten los Juegos Olímpicos de 2012 y un tercio de todo el dinero recibido a través de impuestos el año pasado en Gran Bretaña. También es un 60 por ciento más de lo que el gobierno ha pedido prestado el último año impositivo. Esta cantidad es mucho mayor de lo que se recauda por impuestos y de lo que se pedirá prestado. Supone aumentar enormemente el nivel de endeudamiento de la economía británica. Significará una carga pesada sobre el contribuyente e impondrá severas restricciones al gasto público en el futuro previsible.
Gordon Brown pretende que se trata de una inversión que finalmente se pagará por sí misma. El argumento es que ya se ha hecho en Escandinavia. Pero aunque es verdad que Noruega consiguió recuperar el dinero, en cambio Suecia y Finlandia sufrieron pérdidas. Como cualquier inversión se trata de un juego y su éxito o fracaso depende totalmente de si los bancos se recuperan. Pero no hay señal de ello. Por otro lado, esta medida no ha tenido el efecto de restaurar la confianza en los mercados financieros. El mismo día del anuncio el FTSE experimentó una caída de cinco puntos y desde entonces ha seguido bajando.
Esta situación confirma los comentarios hechos en la Cámara de los Comunes por Colin Burgon, parlamentario laborista por Elmet: "Lo que vemos es la mano invisible del mercado metiendo la mano en el bolsillo del contribuyente y cogiendo 50.000 millones de libras y quizá poner dos dedos más". Las medidas suponen una nacionalización parcial. Pero en los consejos de administración de los bancos "nacionalizados" no hay nadie que represente los intereses de los contribuyentes y, por lo tanto, no hay un control real sobre los banqueros.
En la Cámara de los Comunes, los conservadores y los liberales respaldaron el plan del gobierno. ¡Es natural! En una crisis todos los hombres y mujeres se unen por el bien de la causa, es decir, por la causa del Capital. Los líderes de todos los partidos mostraron su lealtad a la City de Londres. Pero el líder conservador, David Cameron, no pudo resistirse en ganarle el punto a su rival nuevo laborista.
Con el tipo de cinismo amable que sólo puede dar años de práctica habitual, exigió que no se pagase a los banqueros este año ninguna bonificación. Esta petición, que pretendía llegar al a amplia audiencia, cogió desprevenido al pobre Gordon (no es difícil conseguirlo).
En una muestra de ineptitud parlamentaria asombrosa incluso para su propio nivel, el primer ministro habló entre dientes algo sobre la necesidad de "premiar la competencia" o palabras sobre ese tema. En un momento en que todo el mundo sabe que estos "competentes" banqueros han destrozado todo el sistema financiero mundial, estos comentarios del líder laborista no le servirán para ganar muchos nuevos admiradores dentro o fuera de la madre de todos los parlamentos.
Es verdad que al día siguiente nuestro Gordon (sin duda aconsejado por sus asesores) decidió hacer unas declaraciones públicas sobre los banqueros "irresponsables" que deberían ser "castigados", aunque no quedó claro exactamente cuál sería este "castigo". Quizás les obliguen a escuchar los discursos de Alistair Darling sobre la "probidad" financiera durante todo un fin de semana. Probablemente preferirían renunciar a sus gratificaciones anuales.
Islandia, una nación en bancarrota
Aunque las profundas caídas de los mercados mundiales era el signo más visible de la profundización de la crisis, otro más significativo fue el aumento de los tipos de interés de los préstamos interbancarios a corto plazo, a pesar de la reducción de tipos de interés que el miércoles acordaron los principales bancos centrales del mundo. Esto demuestra que los bancos a lo que más temen es a prestarse dinero entre ellos. La reducción del crédito presagia un desastre no sólo en el sistema financiero, sino también en la industria productiva, en el consumo e incluso para naciones enteras.
Hoy The Washington Post señalaba el daño que ya se ha infligido a la industria manufacturera norteamericana: "Unos de los más perjudicados han sido los fabricantes de automóviles estadounidenses. J. D. Power y Associates dijeron que la industria automovilística en conjunto podría experimentar un ‘colapso absoluto' en 2009. Después S & P Ratings Agencia ponía en situación de alerta a GM por su deuda. Las acciones de GM cayeron un 31 por ciento, a 4,76 dólares, su nivel más bajo desde 1950, y las de Ford cayeron un 22 por ciento". Esto significa que las grandes empresas en un futuro próximo entrarán en bancarrota, con el consiguiente aumento del desempleo, que supondrá una contracción significativa del mercado provocando aún más bancarrotas.
El artículo continúa: "Mientras tanto, los nubarrones se han trasladado a nuevos sectores de la economía. Problemas en sectores como la producción de acero y maquinaria pesada, que hasta hace poco crecían con energía, lo que ha contribuido a apuntalar la idea de que la economía estadounidense ha caído en una recesión significativa. Los economistas pronostican que la economía se contraerá hasta mediados del año 2009".
Incluso la profunda caída de los precios del petróleo fueron malas noticias para el mercado y las acciones energéticas cayeron. Exxon Mobil y Chevron bajaron cada una un 12 por ciento. Durante el tercer trimestre los consumidores norteamericanos han reducido mucho su gasto, en lo que será el primer trimestre de declive en los 17 años que el gobierno lleva publicando estas cifras. Esta es la cuestión más decisiva. El mercado estadounidense solía absorber una enorme cantidad de mercancías producidas en otros países. Una reducción profunda de la demanda en EEUU significa que estos productos no se podrán vender.
Todo el parloteo de los economistas burgueses sobre el "desacople" de la economía estadounidense del resto del mundo ha demostrado ser una estupidez. Como una roca pesada lanzada sobre un lago, la crisis está provocando ondas. El tsunami financiero que comenzó hace dieciocho meses en EEUU ahora ha golpeado a Islandia, donde el banco de internet Icesave ha anunciado que congelará todas las cuentas de sus clientes; eso significa que quien tenga dinero en el banco tendrá que solicitar una compensación para recuperar su dinero. Un banco matriz de Icesave, Landsbanki, fue nacionalizado por las autoridades reguladoras islandesas.
Los intentos de conseguir dinero por parte de las autoridades de Reikiavik han fracaso por la sencilla razón de que Islandia está en bancarrota. Islandia siguió el ejemplo de Gran Bretaña y EEUU durante el último período y su economía, por lo tanto, dependía mucho de la industria de servicios y productos financieros. Como resultado, estaba muy expuesta al mercado subprime. Esto ha llevado a todo el país a la ruina.
La insolvencia afecta a unos 350.000 ahorradores británicos y holandeses, con aproximadamente 4.500 millones de libras en depósitos. Las autoridades locales y otras instituciones públicas británicas han perdido más de mil millones. Como el gobierno británico no consiguió garantías de Reikiavik de que Islandia pagaría ese dinero (siempre es difícil sacar sangre de una piedra), ha dado un paso sin precedentes congelando los bienes islandeses en Gran Bretaña, recurriendo a la ley antiterrorista para justificar su acción. Esto ha provocado un incidente diplomático entre Reikiavik y Londres.
Hay claros síntomas de desesperación, lo que no es sorprendente. Cuando el gobierno británico dio 500.000 millones de libras a los bancos, realmente se trataba de una jugada desesperada. Ahora ha utilizado todas sus reservas y hundido a la nación más aún. La economía británica está incluso más expuesta ahora a los efectos de la crisis internacional de lo que estaba antes. Nick Louth escribe lo siguiente en MSN Money (8/10/08): "Sin embargo, para todos nosotros el mayor riesgo ahora es la economía en general. Arrojando la inflada deuda de los bancos al bote salvavidas nacional, la economía está hundiéndose más en el agua y es mucho más vulnerable a las olas recesivas".
Mientras que formar parte de la zona euro protege a países como Irlanda, afligido por la misma debilidad bancaria y caída de los precios inmobiliarios, la libra esterlina es muy vulnerable. Al pedir prestado 50.000 millones de libras extras, muchas de ellas al extranjero, el gobierno británico ha socavado aún más la confianza en el valor de la moneda. La libra esterlina ya ha caído tanto frente al dólar como respecto al euro. La libra caerá incluso más, reflejando así la debilidad de la economía británica que ya está en recesión. Muchas pequeñas empresas se enfrentan a la bancarrota debido a la congelación del crédito. Seguirán las grandes. Ahora el desempleo comienza a subir.
Anarquía capitalista
Los economistas burgueses expresan su absoluta perplejidad. Robert Solow, ganador del Premio Novel en 1987 por su trabajo sobre el crecimiento económico, manifestó al The Washington Post que el "potencial para la inestabilidad siempre estaba allí" pero se había sorprendido por la magnitud de los problemas. "Estoy tan confundido como los demás (...) No tengo ninguna sabiduría particular para vender". Estas palabras expresan de forma adecuada la psicología actual de la burguesía y sus ideólogos, que están, por utilizar una expresión de Trotsky, "deslizándose hacia el desastre con los ojos cerrados".
En un intento desesperado de evitar la amenazadora catástrofe, los políticos económicos globales se reúnen en Washington hoy 10 de octubre para las reuniones anuales del FMI y del Banco Mundial, para intentar encontrar respuestas coordinadas. Pero todas las medidas que se tomen serán en vano. Los mercados continúan su incansable movimiento descendente. Incluso cuando el ministro británico, Alistair Darling, y otros ministros de economía del grupo G7 llegaban a Washington para discutir los planes para restaurar la "confianza", como hemos visto, el índice Dow Jones de las principales acciones ya caía por debajo de los 9.000 puntos por primera vez desde 2003.
El objetivo declarado del gobierno británico en esta cumbre es empujar a otros países hacia una "aproximación comprensiva" para resolver la crisis financiera y un esfuerzo renovado para el fortalecimiento de la coordinación económica internacional. Pero en primer lugar, cuando un ejército se dirige en el campo de batalla y grita: "sauve qui peut" (¡Sálvese quien pueda!) es inútil intentar restaurar un sentido de disciplina colectiva y espíritu de equipo. En segundo lugar, hoy el gobierno británico no está en situación de empujar a nadie a hacer algo. En realidad, ya tiene suficientes problemas obligando a la pequeña Islandia a reembolsar varios miles de millones de libras de los depósitos perdidos.
El Secretario del Tesoro norteamericano, Henry "Hank" Paulson intenta ampliar la reunión al G20, incluyendo además de las economías desarrolladas del G7 a países como Rusia, China, India y otros que han crecido rápidamente, sigue el viejo principio de "la miseria no viene sola". Juntos contaría con la gran mayoría del PIB mundial y Paulson espera que todos estén dispuestos a compartir el dolor común, principalmente ayudar a EEUU a salir de su miseria.
La reunión del G7 llega al final de una tumultuosa semana donde los mercados han caído por todo el planeta. Lo que aquí vemos es miedo. El pánico que ha arrastrado a los mercados amenaza con aplastar todos los intentos de los gobiernos para contener la crisis. Ninguna de las medidas desesperadas adoptadas por la Fed, los gobiernos europeos y británico, y los bancos centrales, han conseguido detener la estampida. Hay una vieja ley, el instinto de manda, que gobierna la conducta de los mercados. El apenas perceptible olor de un león merodeando en un arbusto enviará una señal a una manada de ñus que, presas del pánico, no habrá nada que los pueda detener. Este es el tipo de mecanismo que determina el destino de millones de personas. Esta es la cruda realidad de la economía de mercado.
El presidente Bush hoy 10 de octubre tiene prevista hacer una declaración sobre la crisis en el Rose Garden. También dará el paso nada habitual de reunirse con los ministros de economía del Grupo de los Siete países industrializados el sábado. La jefa de prensa, Dana Perino, dijo que Bush "garantizaría al pueblo norteamericano que debían tener confianza en que las autoridades económicas emprenderían todas las medidas enérgicas necesarias para estabilizar nuestros sistema financiero". La suposición, como siempre ocurre con la burguesía, es que la crisis está provocada por la falta de confianza. Pero la "confianza" refleja las condiciones económicas objetivas. Ningún discurso confortable de presidentes, banqueros centrales o el Papa de Roma marcará la más mínima diferencia.
La lucha de clases en el orden del día
Igual que un ñu es capaz de oler a un león, los mercados pueden oler la inminencia de una recesión. Una vez esto ocurre nadie puede detenerlo. Todos los discursos, todos los recortes de tipos de interés y todos los rescates a bancos, no tendrán ningún efecto en los mercados financieros. Verán que los gobiernos y bancos centrales tienen miedo, por tanto sacarán las conclusiones necesarias. Ayer, 9 de octubre, hubo insinuaciones de que el Tesoro norteamericano estaba dispuesto a nacionalizar parcialmente algunos bancos importantes de EEUU. Este gesto extraordinario, que va en contra de todos los preceptos de la "economía de libre mercado", pretendía calmar los nervios. Naturalmente no lo consiguió.
El problema es que lo que comenzó como una crisis bancaria ahora afecta a la economía real. El director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, dijo ayer que "estamos en la cúspide de una recesión global" y pidió un programa de fondos de emergencia para países que experimentan dificultades. Sin embargo, se negó a nombrar ninguno de los futuros receptores de la ayuda del FMI, resulta obvio que los principales contendientes son las naciones ricas, Islandia, ha dicho que no busca estos fondos. En cualquier caso, el FMI posiblemente no puede asegurar a todo el mundo. Y la crisis, que ahora nos mira fijamente a la cara, es mundial. Ningún país puede escapar.
La crisis sin duda afectará más duro a los países pobres de África, Oriente Medio, Asia y América Latina. Además del colapso de las exportaciones, que golpeará a todas las mercancías (excepto el oro y la plata), incluido el petróleo, se enfrentan a la subida de precios de los alimentos, que en gran parte es el resultado de la especulación. Un informe reciente del Banco Interamericano avisaba de que el aumento de los precios de los alimentos empujaría a 26 millones de latinoamericanos a la absoluta pobreza.
Rober Zoellick, presidente del Banco Mundial, avisó de que los más pobres del mundo se enfrentan a un "triple peligro" de alimentos, combustible y finanzas: "No se puede pedir a los más pobres que paguen el precio más elevado. Calculamos que otros 44 millones de personas más este año sufrirán malnutrición debido al aumento de los precios de los alimentos. No podemos permitir que la crisis financiera se convierta en una crisis humanitaria". Son palabras amables delicadas, pero como dice un viejo refrán, obras son amores, que no buenas razones.
Incluso en el boom la aplastante mayoría ha conseguido poco o ningún beneficio. Se ha producido una extrema polarización entre ricos y pobres en todos los países. El dos por ciento de la población del planeta tiene ahora más de la mitad de la riqueza mundial. 1.200 millones de hombres, mujeres y niños viven en condiciones de absoluta pobreza. Ocho millones cada año mueren a consecuencia de la pobreza. Esto es lo mejor que el capitalismo ha podido ofrecer. ¿Qué ocurrirá ahora?
En todas partes el ambiente de las masas está cambiando. En América Latina existe fermento revolucionario que se intensificará y extenderá a otros continentes. En Gran Bretaña, EEUU y otras naciones industrializadas, muchas personas que antes no se cuestionaban el orden social existente ahora comienzan a hacer preguntar. Ideas que antes eran escuchadas por un pequeño número encontrarán un eco entre una audiencia mucho más amplia. Se está preparando el terreno para una explosión sin precedentes de la lucha de clases a escala mundial.
Alan Woods
El Militante