LA PATAGONIA TRÁGICA
Homenaje a los obreros fusilados en la Patagonia Argentina
Entierro de un obrero durante los criminales fusilamientos de aproximadamente 1500 obreros en la Patagonia en 1921. |
Presentación
Un lugar en la estepa
Por Esteban Ierardo
El viento silba recio sobre la estepa. Invisibles caballos de aire cocean sobre las cimas de las montañas. El sol brilla indiferente. ¿O acaso no es así? ¿O acaso quizá el sol, y el viento y el suelo patagónico, contemplan entristecidos unas criaturas que arrojan balas asesinas sobre sus semejantes? Soldados profusamente armados descargan sus fusiles sobre los pechos ya indefensos de cientos de hombres sufridos, que largamente convivieron con la necesidad, con el sudor en las manos, con la dignidad en el alma. Cerca de 1500 obreros cayeron durante varias jornadas de criminales fusilamientos.
En nuestro lejano sur, los trabajadores recibieron la influencia de la Revolución Rusa de octubre del 1917. Aquel movimiento revolucionario fue un estímulo para organizarse contra las estructurales injusticias sociales que promueve la organización capitalista de la sociedad. En 1919 estalló en la ciudad de Buenos Aires la llamada Semana Trágica.
En la Patagonia, la caída del precio de la lana tras el fin de la Primera Guerra generó una preocupante desocupación. En 1920, en plena posguerra, el precio de la lana argentina, como la de otros países, cayó de $9,74 a $3,08, regresando así al nivel normal de cotización en tiempos de paz. La caída de la demanda mundial ocasionó un gran crisis para los estancieros latifundistas que se beneficiaban con la explotación de la cría de ganado lanar.
A pesar de sus grandes aunque disminuidas ganancias, los patrones obligaban a los peones a trabajar con 18° bajo cero arriando majadas. Los esquiladores concluían jornadas de 16 horas con los brazos agarrotados; los obreros, por su parte, trabajaban 12 horas por día 27 días al mes.
Las inhumanas condiciones de trabajo detonaron finalmente actos de protesta de tendencia anarquista, que fueron prohibidos por el gobernador interino de Santa Cruz, Edelmiro Correa Falcón.
Las centrales obreras de la región, la Federación Obrera Magallánica de Punta Arenas y la Federación Obrera Regional de Río Gallegos sostuvieron un fluida comunicación. Y en julio de 1920, en el sur chileno, surge una primera huelga que fue sofocada. En agosto de aquel mismo año comenzaron huelgas en la gobernación de Santa Cruz. Así se iniciaron los movimientos de protesta que derivaron en lo que hoy se conoce como la "Patagonia Trágica" o la "Patagonia Rebelde".
Al propagarse la huelga, el gobierno de Hipólito Yrigoyen (1916-1922) ordenó al teniente coronel Héctor Benigno Varela utilizar a la caballería, y a fuerzas de la marina, para ocupar los puertos de Santa Cruz. En un principio, Varela negoció con los huelguistas, entre quienes se hallaban chilenos y españoles. El enviado de Yrigoyen prohibió la circulación de moneda chilena y concretó un convenio aceptado por los trabajadores. En mayo de 1921 Varela abandonó Santa Cruz. Aparentemente se había llegado a un acuerdo. Pero los estancieros no cumplieron lo acordado entre Varela y los huelguistas. Resurgió así el malestar, atizado por los dirigentes anarquistas. Una nueva huelga estalló en octubre, con mayor vigor que la anterior. Sus principales conductores eran el español Hugo Soto y "Facón grande".
En la segunda huelga de octubre de 1921, el gobierno argentino sospechaba de una participación chilena en la sublevación. Los huelguistas poseían numerosas armas de fuego que sólo podrían proceder del otro lado de la cordillera. Esta presunta intervención trasandina habría pretendido sembrar el caos en la Patagonia argentina para facilitar una posible ocupación.
Numerosos elementos alimentaban estas presunciones de una intervención de militares chilenos en la huelga de Santa Cruz de 1921. M.A. Scenna, en Argentina-Chile. Una frontera caliente, destaca el ordenado desplazamiento de las masas huelguistas, sus métodos de atrincheramiento, y las maniobras realizadas para evitar la batalla.
El teniente coronel Varela fue nuevamente comisionado por Yrigoyen para resolver el conflicto. Pero esta vez actuó con desaforada violencia. Según Scenna, la dramática trasformación de Varela, el paso de la negociación hacia la sanguinaria represión, se explica por la aparición de sólidos elementos de sospecha en cuanto a una injerencia extranjera en la segunda huelga, que no existieron en la primera.
En Paso Ibáñez, hoy Comandante Piedrabuena, el pueblo fue ocupado por una columna de 900 huelguistas. Desde allí se enviaron emisarios para conferenciar con Varela. La respuesta fue que debían rendirse incondicionalmente en el lapso máximo de tres horas. Caso contrario, serían sometidos por la fuerza y pasados por las armas.
Una banda de ladrones comunes aprovecharon las aguas revueltas para entregarse al saqueo de estancias. Los estancieros usaron entonces los actos de este grupo delictivo para adjudicárselos a los obreros sublevados a fin de tender sobre ellos un manto de desprestigio.
Los huelguistas concentrados en Paso Ibáñez liberaron rehenes y huyeron hacia Río Chico, hacia la Estancia Bella Vista. Avendaño, uno de los dirigentes de la rebelión, se entregó seguramente con la intención de negociar una rendición. Fue fusilado en Río Chico. Se persiguió entonces a los que cabalgaban a Cañada León. Las fuerzas del ejército capturaron a 480 huelguistas, 4.000 caballos y 298 armas largas de todo tipo y calibre, y 49 revólveres. Más de la mitad de los huelguistas que se habían rendido sin combatir fueron ejecutados. Varela dirigió entonces su tropa hacia el Lago Argentino. Allí, tomó la estancia La Anita, de Menéndez Behety. Unos 500 hombres se rindieron sin ofrecer resistencia. Se liberaron 80 estancieros, mayordomos de estancia, gerentes, administradores y policías. Después, comenzó una cruenta avalancha de sangre y metralla. Todos los trabajadores que se habían rendido fueron fusilados. Antes ya había sido ejecutado Facón Grande. Hugo Soto se negó a permanecer en La Anita. Escapó y, con otros huelguistas, logró refugiarse en Chile.
La huelga fue así reprimida. Con una asesina tormenta de balas y con una sangrienta intolerancia. Pero la lanza criminal que Varela arrojó entre el duro viento patagónico se volvería contra él. Uno de los fusilados en el Cañadón de la Yegua Quemada era alemán, y tenía un hermano que lo vengaría: Kurt Gustav Wilckens. Wilckenes esperó a Varela escondido en un pasillo, en la ciudad de Buenos Aires, en la calle Fitz Roy, cerca del domicilio de Varela. Cuando éste se acercó, el vengador arrojó primero una bomba, señal de la desafiante acción de los anarquistas de entonces. Y luego acudió a un revolver. Varela se resistió al comienzo. Intentó sacar su sable. Hasta que finalmente cayó fulminado por una lluvia de seis balas.
Yrigoyen nunca conoció fehacientemente lo ocurrido en la Patagonia. Para evitar el desprestigio de las fuerzas armadas no quizo juzgar la acción criminal de Varela y sus subordinados (entre los cuales tuvieron también gran responsabilidad los oficiales Anaya y Viñas Ibarra). No avaló íntimamente el proceder del Teniente coronel pero tampoco movió los resortes legales para su procesamiento.
Los gritos de dolor que corrieron sobre el suelo patagónico tras los fusilamientos no se apagaron. En 1928, José María Borrero publicó La Patagonina Trágica. Español, doctor en Teología, Borrero se estableció en 1919 en Río Gallegos donde fundó un diario. En su obra, Borrero documenta, incluso con fotografías, el exterminio indígena, la matanza de trabajadores, el soborno y la ocupación de tierras fiscales. Esta actitud de denuncia justiciera fue continuada por la obra que ha alcanzado la mayor popularidad en la recreación histórica de los trágicos hechos de la huelga obrera en la Patagonia: La Patagonia rebelde, de Osvaldo Bayer. Bayer realizó estudios de medicina y filosofía en la UBA (Universidad nacional de Buenos Aires) para luego estudiar Historia en la Universidad de Hamburgo, Alemania. Fue titular de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Escribió un importante estudio sobre el célebre anarquista italiano: "Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia". En 1995 publicó, en cuatro volúmenes, la edición definitiva de su obra fundamental.
Y tal vez la tierra recuerde. Tal vez las rocas y la estepa patagónica aún contemplan, como un vívido presente, a los hombres que son obligados a componer una nerviosa fila.
Y Y el viento susurra. Y los fusiles suben hasta dibujar una línea recta. Y los ojos de los ejecutores se concentran en los pechos indefensos. Quizá ninguno de los que apuntan reparan en las jornadas de digno y extenuante trabajo que pesan sobre aquellos hombres; quizá no ven, junto a ellos, a sus esposas e hijos, y sus padres y madres, o las tumbas de sus padres y madres enterrados en algún humilde cementerio. Quizá no perciben los ojos que destilan, en un solo reflejo, confusión, miedo, un silencioso pedido de compasión o la última decisión de morir bien erguido aunque se trate de una muerte cruelmente injusta. Quizá los soldados ejecutores sólo ven delante un estorbo que rápidamente deben remover para regresar después a sus hogares.
La única realidad cierta es la de una señal, y después el fuego letal de los fusiles. Y los hombres humildes que caen sobre la tierra. Los hombres que se abrazan entre sí, en solitarias fosas comunes. Esos hombres para los que ninguna cruz quedó, ninguna flor, en el lugar en la estepa donde les arrancaron salvajemente la esperanza de caminar con dignidad por los senderos de la vida.
Aquí, en este nuevo momento de Galerías históricas de Temakel, presentamos evocaciones fotográficas de la trágica huelga de los obreros en la Patagonia. Un homenaje, un acto de doloroso recuerdo de las víctimas de la injusticia que hace que unos hombres quieran usurpar el destino de otros.
Funeral de un obrero muerto durante la trágica huelga en la Patagonia
Dos obras fundamentales para el estudio de los hechos de la huelga obrera patagónica, como se consignó ya son: José María Borrero, La Patagonia trágica, 1929. Osvaldo Bayer, La Patagonia Rebelde, en cuatro volúmenes, ed. Planeta, 1995. Bayer también publicó un artículo sobre el tema que consideramos en la excelente y ya emblemática revista Todo es historia: Osvaldo Bayer , "Los vengadores de la Patagonia Trágica", Todo es Historia, Nº 14 y 15, junio-julio de 1968. |