El 8 de junio de 1967, dos escuadrones de aviones de combate israelíes
bombardearon, arrojaron napalm y ametrallaron en aguas internacionales a un
barco estadounidense encargado de reunir información de inteligencia, el USS
Liberty, matando a 34 marineros estadounidenses e hiriendo a otros 172. El
asalto se produjo en una tarde soleada con la bandera de EEUU y las señales
de identificación claramente visibles. Los israelíes atacaron la antena para
impedir que la tripulación pudiera pedir ayuda por radio y dispararon contra
las lanchas salvavidas para asegurarse de que no habría supervivientes. No
obstante hubo superviviente que improvisaron una antena y transmitieron lo
que ocurría en un llamamiento de ayuda que llegó hasta Washington D.C. En un
acto de traición sin precedentes, el Presidente Johnson, estrechamente
vinculado con los poderosos patrocinadores políticos sionistas judíos
estadounidenses, encubrió el asesinato masivo en alta mar emitiendo una
serie de órdenes para impedir, en primer lugar, que los aviones de combate
que tenían su base en el Mediterráneo se apresuraran a ayudar a sus
camaradas asediados y, en segundo lugar, amenazando después con someter a
consejo de guerra a los supervivientes que se les ocurriera denunciar la
naturaleza deliberada del asalto israelí, repitiendo finalmente la proclama
israelí de que el ataque fue consecuencia de un error de identificación, una
mentira que numerosos altos cargos del ejército rechazaron más tarde.
Casi cuarenta y tres años después, el 31 de mayo de 2010, los buques de
guerra, helicópteros de ataque y comandos israelíes asaltaron en aguas
internacionales a un convoy de ayuda humanitaria que llevaba diez mil
toneladas de ayuda a Gaza. Antes de que los buques de esta misión se echaran
a navegar, las autoridades turcas habían registrado navíos y pasajeros para
asegurar que no iban armas a bordo. A pesar de todo, los israelíes abordaron
los barcos disparando y aporreando a los desarmados pasajeros, matando a
diecinueve e hiriendo a varias docenas. A pesar de las posteriores
afirmaciones israelíes sionistas en sentido contrario, no se encontraron
armas, aparte de los palos utilizados por algunas de las víctimas intentando
rechazar el criminal, premeditado y planeado asalto, dirigido y defendido
por los altos dirigentes israelíes y por todo el liderazgo de las
principales organizaciones sionistas de EEUU y otros lugares. Las invasoras
tropas de asalto destruyeron sistemáticamente todas las cámaras, videos y
grabadoras que habrían documentado su salvaje asalto, para poder extender
después sus infames mentiras en el sentido de que se habían encontrado con
resistencia armada.
La respuesta del mundo
A las pocas horas del sangriento acto de piratería israelí, las naciones,
los dirigentes políticos, las organizaciones por los derechos humanos y la
inmensa mayoría de la comunidad internacional condenó al Estado israelí por
violación del derecho internacional. Turquía, España, Grecia, Dinamarca y
Austria convocaron a los respectivos embajadores de Israel para protestar
contra el letal asalto. El Financial Times (1 junio 2010) se refirió al
asalto israelí como un “desvergonzado acto de piratería… fuera de toda
legalidad”, con las mismas raíces que su “bloqueo ilegal de Gaza”. El Primer
Ministro turco Recep Erdogan declaró que el asalto israelí era un acto de
“terrorismo de Estado” que tendría “graves consecuencias”. Los juristas
expertos definieron como “acto de guerra” los ataques de Israel contra
barcos que navegaban por alta mar con banderas turcas, griegas e irlandesas.
El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, la OTAN y el Secretario
General de la ONU exigieron a Israel que cesara en su agresión, mientras
decenas de miles de manifestantes salían a las calles para denunciar la
flagrante actuación del Estado israelí asesinando e hiriendo a pacifistas,
personas humanitarias y manifestantes de sesenta países. Los expertos de las
Naciones Unidas exigieron que se pidieran “responsabilidades criminales” a
los dirigentes israelíes. Sólo el régimen de Obama se negó a condenar el
acto de terrorismo del Estado israelí, expresando únicamente “preocupación y
pesar”. El Estado se Israel defendió su asalto criminal prometiendo más para
el futuro e insistiendo en mantener el bloqueo de Gaza, incluso después de
que EEUU sugiriera que podría suavizarse.
La defensa israelí de la piratería y el terrorismo de Estado
Mientras las noticias de la masacre israelí iban deslizándose en los medios
y la comunidad internacional reaccionaba con horror e indignación, el
Gobierno israelí “trataba de inundar las ondas con su versión de los hechos…
y lo más destacable, las autoridades trataron de asegurar que su narrativa
fuera avanzando y silenciando en gran medida a los cientos de activistas que
estaban a bordo durante el ataque” (Financial Times, 2 junio 2010, página
2). El Estado judío mantuvo incomunicados a todos los prisioneros vivos,
heridos y muertos, confiscando sus teléfonos móviles y prohibiendo cualquier
entrevista con cualquier periodista. Al igual que hace la mayor parte de los
Estados terroristas, el Estado judío pretendía monopolizar la propaganda de
los medios. La máquina de la propaganda israelí, a través de sus medios y de
los periodistas patrocinados por ese Estado, empleó diversas estratagemas,
típicas todas ellas de los regímenes totalitarios, a saber:
1.Las tropas de asalto israelí que invadieron el buque se convirtieron en
víctimas y los pacifistas humanitarios en agresores. “Israeli Soldiers Met
by Well-Planned Lynch Mob” [Los soldados israelíes se encontraron con una
turba bien organizada dispuesta a lincharlos] (Jerusalem Post, 31 mayo
2010); “Israeli Soldiers Attacked” (IDF, 31 mayo 2010).
2.El Profesor Sabel, de la Universidad Hebrea, declaró que el acto de
piratería cometido en aguas internacionales era legal.
3.Según el Viceministro de Asuntos Exteriores de Israel, Ayalon, los
organizadores de la ayuda humanitaria estaban acusados de tener vínculos con
los terroristas, aunque no se presentó prueba alguna (Haaretz, 30 mayo
2010). Ayalon acusó a los organizadores, incluido el grupo por los derechos
humanos turco, de haber sido entrenados por la agencia de inteligencia
turca, el ejército y el Gobierno de Erdogan, miembro de la OTAN y durante
muchos años (en el pasado) colaborador del Mossad israelí. Entre los 600
voluntarios por los derechos humanos figuraban pacifistas, parlamentarios,
antiguos diplomáticos, así como actuales miembros árabes del Parlamento
israelí.
4.Mientras se disparaba, mataba y acosaba a docenas de defensores de los
derechos humanos, los propagandistas israelíes amañaron diversos videos en
los que aparecía uno de los agresores israelíes en la cubierta del buque,
cortando toda la secuencia anterior al ataque (Financial Times, 2 junio
2010, página 2).
5.Se describió a los agresores marítimos y aerotransportados israelíes como
las víctimas de un “Brutal Ambush at Sea” [Brutal emboscada en el mar] (Ynet
News, 1 junio 2010).
6.Se acusó a los activistas por los derechos humanos de ser una “turba de
linchamiento” que atacó a los comandos judíos que estaban disparando
salvajemente sus rifles automáticos por toda la cubierta contra las
acorraladas víctimas. Los pocos valientes que lucharon para detener el
criminal ataque fueron difamados por la propaganda sionista, que es tan
monstruosa en sí misma como los crímenes que perpetra.
Una vez que la maquinaria de la propaganda israelí empezó a vomitar sus
obscenas mentiras, todo el liderazgo quintacolumnista sionista se puso en
marcha.
La configuración del poder sionista estadounidense: En defensa de la masacre
Al igual que todo el liderazgo de las 51 principales organizaciones judías
estadounidenses defendió todos y cada uno de los crímenes de guerra
israelíes en el pasado, desde el bombardeo del USS Liberty a la Ocupación de
Cisjordania y al bloqueo contra la Franja de Gaza, lo mismo hicieron también
esta vez esos muy honorables apologistas repitiendo al pie de la letra las
mentiras del Estado de Israel acerca del asalto a la flotilla humanitaria.
El Daily Alert (31 mayo-2 junio 2010), el órgano oficial de la propaganda
pública de los Presidentes de las Principales Organizaciones Judías
Estadounidenses (AIPAC, por sus siglas en inglés) publicaron todas las
groseras mentiras del Estado israelí de que se había “linchado” y “atacado”
a los comandos israelíes, culpando a los activistas por los derechos humanos
de la muerte de sus camaradas… a manos del ejército israelí. Ni una sola
desviación, ni una mera palabra de crítica. Ni una única mención, siquiera
superficial, que criticara la ejecución, el uso de armamento letal, el
asalto en aguas internacionales y el fiasco en las relaciones públicas. La
inmensa mayoría de judíos israelíes y sionistas organizados en EEUU apoyaron
la sangrienta masacre y se enfrentaron a la pequeña minoría que no tiene
acceso a los medios dominantes. Se demostró de nuevo el control sionista
sobre los medios masivos de comunicación en los que se iba informando de
todos los hechos a través de los “ojos de Israel” (FAIR, 1 junio 2010).
Sobre todo el New York Times, el Washington Post, CNN, CBS, NBC, presentaron
a los comandos israelíes que atacaban al barco de ayuda humanitaria como…
“asaltados y golpeados” (Washington Post, 1 junio 2010). El New York Times
dio crédito a la proclama israelí de que su acto de piratería en alta mar
era legal (New York Times, 1 junio 2020). Para los medios dominantes
estadounidenses, el problema no era el Estado terrorista israelí, sino cómo
manipular y desarmar la indignación de la comunidad internacional. A ese
fin, toda la configuración del Poder Sionista tiene un aliado de confianza
en el sionizado Obama, la Casa Blanca y el Congreso de EEUU.
La respuesta de Obama al terrorismo de Estado israelí
Hay una única razón fundamental por la que Israel comete una y otra vez
crímenes contra la humanidad, incluido el reciente asalto contra la flotilla
humanitaria: porque sabe que la Configuración del Poder Sionista, empotrada
en la estructura de poder de EEUU, le asegurará el apoyo del Gobierno, en
este caso la Casa Blanca de Obama.
Frente a la amplia condena mundial del crimen de Israel en alta mar y a los
llamamientos de la comunidad internacional a emprender acciones legales, el
régimen de Obama se negó absolutamente a criticar a Israel. Un portavoz de
la Casa Blanca declaró: “Estados Unidos lamenta profundamente la pérdida de
vidas y los heridos y trabaja en estos momentos para comprender las
circunstancias en que se produjo la tragedia” (AFP, 31 mayo 2010). Un acto
de terrorismo de Estado no provoca “lamentos” sino, normalmente, condena y
castigo. La potencia que causó “pérdida de vidas y heridos” tiene nombre:
Israel; las personas que sufrieron muerte y heridas durante el asalto
israelí tienen nombre: voluntarios de la ayuda humanitaria. No fue
sencillamente una “pérdida de vidas” sino un asesinato premeditado y
planeado que abiertamente defendieron el Primer Ministro Netanyahu y todo su
gabinete. Las “circunstancias” de los asesinatos están claras: Israel asaltó
un barco desarmado en aguas internacionales, abriendo fuego al abordar el
buque. La obscena tapadera política del régimen de Israel de un acto
criminal deliberado que viola el derecho internacional es evidente en su
descripción como “tragedia” de un homicidio en serie. El terrorismo
premeditado de Estado no se parece en nada a la trágica acción de un
gobernante honesto forzado por las circunstancias a un acto criminal contra
sus más estrechos aliados.
Washington, presionado para que participara en la reunión del Consejo de
Seguridad de la ONU, pasó diez horas eliminando todas las referencias al
ilegal acto criminal de Israel, por lo que se acabó con una resolución que
únicamente pedía una investigación “imparcial”, con Washington pretendiendo
encima imponer quién debía llevarla a cabo: un comité de investigación
israelí. Ante el mundo en general, incluido el Gobierno turco, el régimen de
Obama y el Gobierno de EEUU, al rechazar condenar a Israel, son “cómplices
de asesinato masivo”.
Para poder entender por qué el régimen de Obama se impregna de infamia y
vergüenza ante los ojos del mundo, uno debe mirar hacia la composición
sionista de la Casa Blanca de Obama y, lo que es de igual importancia, al
poder directo y acceso que las principales organizaciones judías-sionistas
tienen sobre el sistema político estadounidense. En la semana que precedió
al anunciado asalto de Israel contra la flotilla humanitaria, dirigentes
judíos (pro-Israel) se reunieron con un tercio de los senadores
estadounidenses a fin de presionarles para que en junio se impongan
sanciones mucho más duras contra Irán. Entre los operativos claves que
asistieron estaba la Federación Judía de Norteamérica, el AIPAC y el resto
de la Quinta Columna israelí (Jewish Telegraph Agency, 27 mayo 2010). Al día
siguiente, todo un escuadrón de dirigentes de las Federaciones Judías voló a
Washington para reunirse con los altos funcionarios de la administración de
Obama y asegurar que ni la Casa Blanca ni el Congreso expresaran en público
crítica alguna en relación con la política de asentamientos de Israel. No
hay duda de que los apologistas de los crímenes de guerra israelíes
ampliaron su agenda para incluir que tampoco hubiera crítica pública alguna
del asalto israelí contra la flotilla. Rahm Emmanuel, el jefe del gabinete
de Obama, se encontraba en Tel Aviv como huésped de los altos oficiales del
ejército israelí pocos días antes de que éste lanzara el asalto y, sin duda,
a Rahm se le comunicaron todos los detalles. Cabe asegurar que el ayudante
estadounidense-israelí de Obama dio seguridades a los criminales de guerra
israelíes del incondicional apoyo militar y político de Washington hacia los
actos de agresión de Israel.
Desde dentro y fuera de la Administración Obama, las agresivas presiones de
las 51 principales organizaciones de los sionistas estadounidenses han
garantizado inmunidad a los criminales de guerra israelíes ante cualquier
Tribunal de Crímenes de Guerra. La táctica de la sionizada Casa Blanca es
desviar la atención de la inmediata y consecuente condena y mucho más de las
posibles sanciones, confiando en que el paso del tiempo, ayudado por la
apología general de los medios de masas en EEUU, la indignación masiva y las
protestas exteriores irán desvaneciéndose gradualmente. Obama y su cohorte
sionista se arrastran ya panza abajo ante Israel. Parte de la misión de Rahm
en Israel era ofrecerle a Netanyahu una invitación para que fuera a la Casa
Blanca durante la semana de la carnicería en el mar. La única razón por la
que Netanyahu no fue a Washington fue porque se apresuró a regresar a Israel
para apuntalar la defensa efectuada por el Ministerio de Exteriores del acto
de barbarie frente a la indignación mundial. Pero en una conversación
telefónica, Obama prometió a Netanyahu una nueva y pronta invitación,
asegurándole al hombre de estado judío que violar las leyes internacionales
y la masacre de docenas de activistas humanitarios no tienen consecuencias,
especialmente si se cuenta con el continuado apoyo financiero de los
patrocinadores sionistas de Obama.
Al igual que Lyndon Jonson en el encubrimiento de lo ocurrido con el USS
Liberty, la apología de Obama de los crímenes de guerra de Israel es el
precio para asegurarse el apoyo de los multimillonarios financieros
sionistas, de los magnates de la prensa, de las decenas de miles de judíos
pro Israel y de los 51 Presidentes de las Principales Organizaciones Judías
Estadounidenses.
Frente a la complicidad de Washington con los crímenes de guerra israelíes,
el único camino es intensificar la campaña a favor de las sanciones, el
boicot y la retirada de inversiones de todos los productos israelíes,
actividades culturales e intercambios profesionales. Con un poco de suerte,
las masivas protestas islámicas encontrarán un eco más amplio en comunidades
judías y cristianas antisionistas, especialmente cuando los apologistas
israelíes del terrorismo de Estado comparezcan en público. Y más importante
aún sería que todos y cada uno de los israelíes implicados en el asalto
fueran sometidos a enjuiciamiento criminal en cualquier país que se les
ocurra visitar. Sólo haciendo que los israelíes entiendan que tendrán que
pagar un alto precio por sus homicidios en serie y violaciones del derecho
internacional será posible que su narrativa política entre por un camino un
poco razonable. Sólo llegando más allá de las protestas simbólicas,
retirando diplomáticos y adoptando acciones sustantivas como romper
relaciones, es como la comunidad internacional podrá aislar a quienes
cometen terrorismo de Estado. Todos los estadounidenses deberían decirle
alto y claro al Presidente Obama NUNCA JAMAS. De otra manera con la
Configuración del Poder Sionista manteniéndose activa veinticuatro horas al
día y siete días a la semana, el régimen de Obama, fiel a la agenda
sionista, volverá de nuevo a centrarse en el objetivo de atacar Irán. La
acción perpetrada estos días por Israel, con la complicidad de EEUU, es un
preludio del tipo de fuerza letal que tienen en reserva para sabotear el
reciente acuerdo diplomático entre Turquía, Brasil e Irán.
Estas líneas van dedicadas a los valientes mártires turcos del Mavi Marmara
del 31 de mayo de 2010, y a los 34 marineros estadounidenses del USS Liberty
asesinados el 8 de junio de 1967, todos ellos víctimas de un impenitente
Estado criminal: Israel.
James Petras
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández