Un incidente judicial acaba de ilustrar, como pocos, el fracaso de las autoridades estatales para contener la bancarrota capitalista en curso. La agencia de noticias Bloomberg se ha visto obligada a entrar con un recurso ante la justicia federal para forzar a la Reserva Federal de los Estados Unidos (el Banco Central) a que informe sobre sus préstamos y otras operaciones de rescate a los bancos.
El recurso menciona que se encuentran en vigor once ‘facilidades' bancarias por más de dos billones de dólares (lo cual no incluye el paquete rescate de 700 mil millones de dólares votado en septiembre pasado). La Reserva Federal se niega a informar a qué bancos destinó el dinero y sobre los montos otorgados, pero por sobre todo quiere ocultar a qué valor compró o tomó como garantía los activos, bonos o títulos ofrecidos por los bancos. Existe la sospecha firme de que la Reserva Federal los ha tomado muy por encima de su valor de mercado, que en promedio está por debajo de la mitad de su valor nominal, o directamente no encuentran demandantes que le pongan un precio. Este premio a los bancos en situación de cesación de pagos anuncia colosales pérdidas para el Banco Central, que deberá vender esos activos por debajo del precio al que los compró en el caso muy probable de que los bancos rescatados no devuelvan los préstamos. El secreto comercial de los bancos, en los que se ampara la Reserva Federal para negarse a brindar la información de sus operaciones, choca con la obligación de hacer públicos los actos de gobierno. En el límite, el Estado capitalista opera frente a sus ciudadanos con las mismas normas de ocultamiento que el capitalista privado lo hace con sus clientes o competidores. El problema adicional es que la Reserva Federal ha comenzado a desarrollar ahora una política de emisión de dólares en gran escala ("política de metas cuantitativas"), para lo cual deberá incorporar a su balance, sea como garantía o por adquisición, montos aun mayores de activos y de mucha menor calidad.
La decisión de salir a emitir dólares obedece al fracaso de las operaciones de rescate desarrolladas hasta ahora, que se limitaban a los bancos. La Reserva Federal ha decidido salir a comprar cualquier título que se le ofrezca por parte de corporaciones no bancarias, ante la evidencia de que los bancos no han reanudado los créditos a pesar de las operaciones de salvataje. Los bancos tienen naturalmente sus razones para no hacerlo: los pronósticos de producción y de demanda apuntan hacia bajas muy pronunciadas. El mercado hipotecario en Estados Unidos, Gran Bretaña y España sigue cayendo, los desalojos crecen y los precios futuros de la vivienda siguen cotizados a la baja. La totalidad del mercado mundial se encuentra en recesión; el consumo se encuentra en caída libre, luego de haber sido incentivado artificialmente durante un largo período por medio de un crédito irrestricto. Las operaciones estatales de rescate chocan, por lo tanto, con la tendencia depresiva de la economía mundial; numerosas corporaciones capitalistas deben ir a la quiebra, porque su capital se ha convertido en negativo y la crisis les ha quitado la parte de mercado que gozaron durante el ascenso.
Fracasan los rescates
Estamos ya no frente a una bancarrota capitalista sino ante el fracaso de las tentativas estatales para contenerla -lo cual plantea un enorme problema político, pero por sobre todo anticipa una escalada de la crisis mundial. En efecto, hasta ahora, como resultado de las propias características del endeudamiento internacional, el dólar y el yen se han venido fortaleciendo porque los contratos de crédito se habían hecho en esas monedas. Esta valorización ha creado una burbuja con la deuda pública norteamericana, que ha subido enormemente, al punto que ha pasado de un rendimiento del 3-4% a casi cero en poco menos de dos años. Muchos analistas opinan que esta tasa anuncia que esta burbuja está a punto de pincharse, en cuyo caso una huida de capitales del dólar podría provocar un derrumbe monetario internacional.
Para un columnista del Financial Times (1/12) la salida sería simplemente ignorar al sistema bancario: el Banco Central -dice-, debería tomar a su cargo la financiación de la economía mediante la total nacionalización de los bancos en forma expresa o por omisión, en este último caso convirtiéndose en el prestamista del conjunto del sistema económico. Sería la única forma de evitar una deflación y la depresión económica mundial. Pero no solamente los bancos se encuentran operando en el vacío; los pulpos financieros no bancarios (‘hedge funds') han establecido un corralito internacional para contener el retiro de fondos invertidos en ellos. Esta paralización del sistema financiero capitalista ya está poniendo a los estados y municipios de Estados Unidos, que manejan sus presupuestos por medio del crédito, en una situación de bancarrota. Al final, toda la técnica de la banca central moderna -de la que tanta su ufanan los economistas y a la que tanto reverencian los izquierdistas-, se ha reducido a lo siguiente: en lugar de dejar que los bancos caigan, como en el 30 (las bancarrotas de todos modos han crecido), ahora los mantienen en estado vegetativo a un costo impresionante. Incluso una nacionalización integral de la banca, remotamente posible bajo el capitalismo, sólo sería eficaz si sirve para una reorganización integral de la economía mundial sobre nuevas bases. O sea bajo otro Estado.
El eslabón débil
Las explosiones económicas que va produciendo la crisis mundial son cada vez más frecuentes e intensas. Desde marzo, cuando Bush le regaló el banco de inversión Bear & Sterns al J.P. Morgan (ahora es el J.P. Morgan el que se encuentra amenazado de quiebra), hasta el reciente mega rescate del Citigroup, pasando por la quiebra de Lehman Brothers y el rescate de la aseguradora AIG y de las hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae, la crisis mundial se ha tornado más violenta. Los seguros contra cesación de pagos son cada vez más caros y están menos disponibles, lo cual paraliza el escaso crédito disponible. El equilibrio inestable que procuran mantener los gobiernos se rompe con más frecuencia. Es lo que estaría a punto de ocurrir, de nuevo, con los llamados países emergentes, que han venido sufriendo una sistemática salida de capitales, debido a la necesidad de devolver los créditos que permitieron su ingreso. La pseudo estabilización de las monedas de estos países, lograda gracias a préstamos de la Reserva Federal a países como Brasil o la India, o a la intervención del FMI en varios países del este de Europa, está a punto de agotarse. En efecto, Rusia parece haber decidido dejar que se acentúe la desvalorización del rublo y China acaba de devaluar su moneda, el yuan, precisamente cuando Bush y Paulson le reclamaban que hiciera lo contrario, revalorizarla. Cualquier devaluación brusca en algunos de estos países, que sería impulsada por una renovada salida de capitales, también tendría la capacidad de producir un derrumbe monetario internacional y precipitar, esta vez, una salida del dólar. Una onda de devaluaciones de países emergentes se llevaría puesto el paquete de rescate de los Kirchner a partir de la estatización de las AFJP.
Es que la madre de todas las soluciones, la economía china, ya ha entrado en la ruta de la recesión y aun de la crisis financiera. La información sobre el cierre de miles de empresas no deja dudas. Pero también es necesario tener presente que gran parte del capital que se presenta como oriundo o propio de China está en realidad financiado por la Bolsa de Hong Kong. La restauración del capitalismo en China no ha producido todavía su propio capital nacional, por eso su burguesía raquítica aparece como una intermediaria del capital financiero internacional. China tiene sus reservas hipotecadas en Estados Unidos, e incluso las ha aumentado durante esta crisis, a falta de mejor destino.
Viejos conocidos
Obama se ha visto obligado a nombrar su gabinete con una enorme anticipación a la fecha de traspaso del mando, incluso porque quizá deba adelantarla. En los puestos económicos claves ha colocado a los padres intelectuales de la crisis mundial actual, pues fueron los clintonianos los que ultimaron todas las medidas de desregulación que hoy estallan a nivel mundial. Esto ya nos está diciendo que no los eligió, como dice la prensa, por su consistencia: lo hizo porque no tenía otra alternativa dentro de la clase capitalista. Tampoco es cierto, como dicen algunos, que lo mejor para salir de un pantano es convocar al que nos metió en él; ahí está la prueba de Cavallo, que fuera convocado por De la Rúa para desarmar la crisis de la convertibilidad. El programa de este equipo ‘del cambio' es el que se está aplicando, pues es un hecho que hay ya un co-gobierno en este punto. Aunque Obama se pinte como un nuevo Roosevelt y prometa programa para reactivar el consumo, es necesario recordar que Roosevelt gobernó después del derrumbe bancario y cuando la depresión ya se había instalado, en tanto que Obama lo hace cuando la burguesía reclama que evite lo primero y lo segundo. Ya muchos comentaristas están avanzando la opinión de que Obama será un fracaso no anunciado.
La miseria de la colaboración de clases
Las burocracias sindicales y el centroizquierdismo siguen enfrentando la crisis con un conservadorismo brutal. Creen que va a durar poco y que en todo caso puede superarse por medio de "políticas económicas". En realidad están defendiendo su propia posición social. La defensa del derecho al trabajo, en las condiciones de la crisis actual, plantea una lucha de conjunto contra el capital, pues la salida capitalista a la crisis implica la destrucción de fuerzas productivas, en especial