No olvidaré nunca la impresión que me causó el panorama que contemplé el día
en que, finalmente, conseguí abrir una puerta del cuartel de Sanidad de
Ceuta, allá por 1972. Era la única puerta sobre la que nadie sabía nada, y
aquello acentuaba mi curiosidad ante los rincones ocultos en el lugar.
Después de muchas pesquisas “inocentes”, encontré unas llaves mohosas, y al
ver que le correspondían, la abrí. Era una habitación enorme con una ventana
abierta por la que penetraba la luz solar. El espectáculo que se presentó
ante mí, me sobrecogió. Se trataba de una montaña de libros, centenares,
sino miles, y entre los muchos que pude ir ojeando en los días siguiente,
sobresalían los volúmenes completos de El hombre y la tierra en traducción
de Anselmo Lorenzo, revisión de Odón del Buen, y perfectamente encuadernado
con piel, con hermosas ilustraciones propias de la época…Unos días después,
cuando un tanto irreflexivamente, comentaba el hecho a unos compañeros
mientras circulaba en un taxi, el taxista que había sido todo oídos, nos
contó el porqué de todo aquello. Debía de ser parte de lo que “requisaron”
de los ateneos y casas del pueblo, y en vez de quemarlos, como era lo propio
en 1936, sobre todo con la Falange, lo habían amontado allí y guardado la
llave para que nadie metiera la nariz. No podía ser que los trabajadores
supieran…
La edición era tan amplia y abultada que, después de muchas dudas, decidí no
llevármela. Y allí siguió.
Muchos trabajadores sabían quien era Jean Jacques Elisée Reclús, geógrafo de
fama internacional, militante anarquista, (Sainte Foy La Grande, Gironda,
1830-Bruselas 1905). Yo lo conocía porque mi “papá” Pera me hablaba mucho
sobre él, y no sé donde leí que José Peirats lo tenía como su principal
referente…Era a su parecer, el «teórico del anarquismo que (le) parece más
actual y de experiencia más válida y aleccionadora para el presente», y
añade: «Ni siquiera he tenido que esforzarme para encontrar la figura más
ejemplar por sabia, modesta, sensible, erudita a la par que poética,
revolucionaria al mismo tiempo que pacífica, y cuyo mensaje desafía el
tiempo, todos los tiempos…» (Bicicleta, n º11). Su familia era de
convicciones protestantes pero al mismo tiempo liberal, y Elisée fue uno de
los 14 hijos que tuvieron entre los que también cabe reseñar a Elie, que
acompañó a su hermano en muchas batallas militantes y científicas, pero que,
en opinión de Nettlau, era «demasiado escéptico para poder sentirse
anarquista —su tesis universitaria de 1851, (Elie) había tratado del
principio de autoridad (en teología)—, fourierista y asociacionista en
espíritu, tomó parte en la empresa cooperativa “La Credit au Travail” y en
las publicaciones L`Association y La cooperation, de París…». Imbuido en sus
ideas antipapistas y anticlericales, Reclús estaba en un principio destinado
para pastor, pero su vocación natural fue la de geógrafo, disciplina que
expondrá durante décadas en una obra extensa y múltiple, en la que se
combina una profunda cultura, un amplio conocimiento de las aportaciones
científicas que le precedieron así como una sugestiva riqueza expositiva y
literaria.
Junto con Kropotkin, Reclús tiene un lugar destacado en el pensamiento
geográfico decimonónico (cf. Josefina Gómez Mendoza, Julio Muñoz Jiménez y
Nicolás Ortega Cantero, El pensamiento geográfico, Alianza Universidad,
Madrid, pp. 42-48).
Esta inclinación le vino en Berlín donde en vez de estudiar teología asiste
a las clases de Ritter y Humboldt. Su evolución hacia el anarquismo comienza
con la revolución de 1848. Por aquella fecha escribió: «…Durante diez años
arrastróse por Francia un abominable espíritu de logro y egoísmo; al fin
llegó la revolución del desprecio». Luego vendrá la lectura de Proudhom. Se
considera ya anarquista en 1851. «Este año, escribe, de internado en mis
estudios, he dado fin a todas mis vacilaciones y estoy firmemente decidido
(…) a seguir la voz de mi conciencia. Jamás aceptará ninguna especie de
consagración, sea pues no veo en ella más que un papismo disfrazado e
intolerante ¿Cómo podría yo, que aceptó la teoría de la libertad de todo y
por todo…? No quiero ser pastor. La decisión está tomada, de la herejía
religiosa pasa a la herejía política. El Estado es como una Iglesia, un
instrumento que rompe el equilibrio en las relaciones entre el hombre y el
medio, engendra la desigualdad entre las personas y provoca las
contradicciones de unos grupos sociales contra otros; el fin del Estado es
por lo tanto el principio de toda revolución».
Después del “18 Brumario de Louis Bonaparte”, Reclús ha de coger el camino
del exilio y viaja por Gran Bretaña, Irlanda, Nueva Orleans, Sudamérica… Su
aventura en este continente resultara apasionante y fructífera —le subyuga
el antecedente de Humboldt— para su carrera de geógrafo, aunque no faltan
historiadores que le implican en el surgimiento o impulso de tendencias
libertarias en Nueva Granada donde estuvo en los agitados conflictos de
1855. M. Segall sostiene que, durante años, Reclús actuó como consejero de
la internacional negra en el continente y que, sin su contribución, el
desarrollo de los grupos bakuninistas «hubiera sido incuestionablemente más
lento».
Reclús volverá furtivamente a Francia en 1857 y comienza a trabajar con su
hermano Onésimo en la investigación geográfica y al amparo de un protector
que durante años les facilitó trabajo en la importante editorial Hachette.
En 1864 trabó relaciones con Bakunin del que será, según su propia
definición, «hermano independiente», y con él estará en los grandes debates
de la Liga por la Paz y la Libertad, en la Alianza Socialista a la que ayudó
decisivamente en Francia y en la AIT. No tiene una intervención constante,
pero sus aportaciones brillan a gran altura. Delante de los reformistas de
la Liga intentó demostrar que las «fronteras no son más que líneas
artificiales impuestas por la violencia, la guerra, la astucia de los reyes
y sancionadas por la cobardía de los pueblos». En relación a la cuestión del
federalismo dijo: «…creo que con toda lógica, que después haber destruido la
vieja patria de los chovinistas, la provincia feudal, el departamento y el
distrito, máquinas de despotismo, el cantón y el municipio actuales,
invenciones de los centralizadores a ultranza, no quedaba más que el
individuo, y éste debería de asociarse como le pareciera».
En 1871, Reclús fue uno de los «communards» trabajando como director de la
Biblioteca de París y en plena euforia escribe: «¡Cuán bella es la
humanidad! ¡No se la conoce, se le ha calumniado constantemente!». Con un
fusil descargado luchó en las barricadas y su prestigio internacional le
salvó de una muerte bastante segura. Es condenado a la deportación, pena que
le es conmutada por la del exilio gracias a una campaña internacional en la
que intervienen Charles Darwin, Herbert Spencer y otros famosos. Residirá en
Italia y después en Ginebra donde funda, junto con Kropotkin, la revista
Revolté. Una amnistía le abre de nuevo las puertas de Francia, lo que le
lleva a intensificar desde entonces su labor científica, de una ciencia que
entiende «no debe de ser monopolio de los profesionales: la ciencia tiene un
sentido amplio y abarca el conocimiento que resulta de la experiencia de la
vida y que se ha aprendido en la calle en el taller, etc. Todos debemos
observar, aprender y transmitir lo que hemos aprendido en la gran escuela
del mundo».
En 1892, Eliseo ingresa en la «Societé Geográphique de París» y cinco años
más tarde acepta un cargo en la Universidad Nueva de Bruselas protegida por
el partido socialista belga. Angélica Balabanova, que sería discípula suya,
escribe en sus memorias que esta Universidad la «habían creado los
intelectuales radicales belgas en 1894 como campo de actividad para Reclús,
cuya obra había iniciado una nueva era en los anales de la geografía
científica (…) Era el típico intelectual anarquista de la época, Su propia
vida era exponente cotidiano de sus ideas. Toda víctima de la desigualdad,
fuese buena o mala, culpable o inocente, atraía su generosidad y coraje. Su
mujer le asignaba unos centavos al día para sus gastos, porque sabía que
daba todo lo que tenía al primer necesitado que le saliera al paso, muchos
de los cuales abusaban de su buena fe y su bondad».
Esta actitud cívica la mantendrá con coherencia, negándose, por ejemplo, a
condenar los atentados terroristas con los que no estaba de acuerdo. Sobre
este punto escribió: «Personalmente, cualesquiera que sean mis juicios sobre
talo cual acto o tal o cual individuo, jamás mezclaré mi voz a los gritos de
odio de hombres que ponen en movimiento ejércitos, policías, magistraturas,
clero y leyes para el mantenimiento de sus privilegios». Se mantuvo en la «Université
Nouvelle» hasta el final de sus días dejando una impresionante obra
científica y una menor obra militante. No siempre mantuvo una coherencia en
su obra —por ejemplo justificó el centralismo nacional francés—, e intentó
demostrar, entre otras cosas, que la «condición principal para asegurar el
triunfo es deshacernos de la ignorancia…». Ya que se trata de «aprender
(que) es la virtud por excelencia del individuo libre, emancipado de toda
tutela autoritaria, tanto divina como humana». Porque está convencido de que
la «ignorancia disminuye y entre los evolucionistas revolucionarios
asociados para la obra común, el saber dirigirá pronto el poder. Este es el
hecho capital que nos da esperanza en el destino de la humanidad».
Lo que no se conoce mucho fue su amistad con Tolstoy, quien entre otras
cosas, en los último años de su vida fue uno los mayores defensores del
esperanto, y en sus últimos años tras varias crisis espirituales se
convirtió en una persona profundamente religiosa y altruista, rechazó toda
su obra literaria anterior y criticó a las instituciones eclesiásticas en
Resurrección, lo que provocó su excomunión. Ni siquiera una epístola
celebérrima, la que le envió su amigo Iván Turguéniev en su lecho de muerte
para pedirle que regresara a la literatura, hizo que cambiara de opinión.
Junto con Eliseo Reclús fue precursor de lo que poco después se denominaría
"naturismo libertario". Tolstoy, vegetariano como Reclús, escribe en su
postrer libro Últimas palabras (1909) que vivamos según la ley de Cristo:
amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y trabajando la tierra
con nuestras propias manos. Prueba de su vegetarianismo son múltiples citas
suyas, entre las que destacan:
Reclús admiraba profundamente a Tolstoy, y se erigió en uno de sus mayores
defensores en los medios anarquistas nos puede dar una idea estas líneas
escritas por el geógrafo y naturista Elisée Reclús en 1899: “Hay algo que no
me parece claro... Siento una admiración tan hermosa por el genio
descriptivo de este gran escritor, or la altura y la nobleza de sus ideas,
por la clara y triunfante lógica de sus argumentos contra el Estado, que a
ningún precio quisiera expresar mi incomodidad moral al comprobar la
situación ambigua en la cual han situado a Tolstoy las circunstancias de
familia y de medio. Aconseja directamente, con vehemencia, a todos sus
lectores, que rechacen el servicio militar o cualquier otro medio de
opresión. Pero si bien es zapatero y campesino, también es conde; y si
protesta contra las leyes y aconseja a los otros que las desobedezcan, él se
conforma a ellas; o por lo menos, si no paga los impuestos, acepta que se
los paguen…¡Lo que Tolstoy no hace, cuántos tolstonyanos lo han hecho: los
que penan en los calabozos o los que han muerto bajo los azotes!”
Tampoco se sabe que Tolstoy fue, precisamente junto con Reclús, uno de los
principales precursores de lo que más tarde se denominaría naturismo
libertario. Tolstoy, vegetariano, aconseja en este libro que vivamos según
la ley de Cristo: amándonos los unos a los otros, siendo vegetarianos y
trabajando la tierra con nuestras propias manos. Prueba de su vegetarianismo
son múltiples citas suyas, entre las que destacan: "Alimentarse de carne es
un vestigio del primitivismo más grande. El paso al vegetarianismo es la
primera consecuencia natural de la ilustración." y "Un hombre puede vivir y
estar sano sin matar animales para comer; por ello, si come carne, toma
parte en quitarle la vida a un animal sólo para satisfacer su apetito. Y
actuar así es inmoral."
De Reclús y sobre Reclús se pueden encontrar toda clase de informaciones en
la Red.
Entre sus evocaciones biográficas destaca la que efectuó Max Nettlau. Reclús.
La vida de un sabio justo y rebelde (Biblioteca de La Revista Blanca,
Barcelona, 1928). Menos conocidas pero más elaboradas es la de Joseph Ishill,
Elies and Eliseo Reclús -In Memoriam (Berkeley Heights, Nueva York, 1927),
una aproximación familiar de Paul Reclús, Les Freres Elies et Eliseo Reclús
ou du protestantisme a l´ anarchisme (Paris, 1964). Algunas de sus obras
publicadas en castellano, son: La atmósfera; Las colonias anarquista; Mis
exploraciones en América (todas en F. Sampere y Cia, Valencia), Nueva
Geografia Universal. La Tierra y los hombres (El Progreso Ed., Madrid,
1888-1892), El porvenir de nuestros hijos (Ed. Presa), La montaña y el
arroyo (Ed. Populares Iberia, Madrid, 1932). El hombre y la tierra
(traducción de Anselmo Lorenzo, revisión de Odón del Buen, reeditada por
Doncel, Madrid, 1975, 8 vols., prólogo de Carlos E. Rodríguez.), Evolución y
revolución (Júcar, Madrid. 1978), y la antología La geografía al servicio de
la vida, efectuada por un colectivo de geógrafos de la Universidad de
Barcelona (Ed. 7 y 1/2, Barcelona, 1981), y sí alguien conoce aportes más
recientes, pues por favor que nos informen. Vale la pena por lo que fue, y
también por lo que significó.
Pepe Gutiérrez-Álvarez