El Día 23 de Febrero de 1918, la Guardia Roja, compuesta de campesinos,
obreros y soldados, derrotó a fuerzas muy superiores compuestas por tropas
contrarrevolucionarias de oficiales y burgueses. Ese día nació, el Ejército
Rojo: la herramienta de defensa de la Revolución de Octubre. Si bien al
principio se nutrió de las milicias de obreros de las fábricas de Leningrado
y Moscú, poco a poco se fueron agregando los soldados que volvían del frente
desmovilizados, los campesinos que querían la tierra nacionalizada para que
no volviera a los terratenientes, en suma, mujeres y hombres cuyo ejemplo
los hizo inmortales para todas las generaciones que desean una sociedad en
libertad, el Comunismo.
En este artículo, vamos a exponer el ejemplo de los españoles para quienes
la Unión Soviética fue su casa de acogida cuando huían de la barbarie
fascista.
El sentimiento de la mayoría de la población soviética por los españoles fue
de manifiesta solidaridad y entrega por la lucha de la República. Durante
los tres años de guerra contra los militares golpistas, se siguieron los
avances y retrocesos de las fuerzas del Frente Popular en las diferentes
ciudades soviéticas. Gracias a ese interés, se avivaron las asociaciones de
amistad hispano-soviéticas y se divulgó extraordinariamente la historia
progresista de España y su relación con los pueblos soviéticos. En las
escuelas, se impartían clases sobre acontecimientos como la Constitución
liberal de 1812, la lucha como la suya contra Napoleón, el triunfo de la
sublevación liberal de Riego en 1820 (comentada por Marx) y su influencia en
los círculos revolucionarios como serían más tarde los “Decembristas”, las
aproximaciones que desde entonces realizaron a la cultura española
escritores y artistas como Pushkin, las sublevaciones campesinas de 1848,
las huelgas de 1909 y 1917, y así hasta la sublevación militar. Todo este
bagaje cultural (historia, canciones, poesías, relatos populares) favoreció
un interés especial por la suerte del pueblo español, un cariño sincero
hacia los españoles que fueron evacuados a la URSS tras la derrota.
Alrededor de 3.000 niños y niñas fueron alojados en colnias situadas en
Moscú, Leningrado, Odessa, Jarkov, Saratov, Eupatoria, Kaluga, Unískaia, y
Kiev. Las colonias de los alrededores de Moscú se llamaban Pravda,
Tarasovskaia, Pedagoskaia y Omniskoie. La enseñanza se hacía en castellano y
gradualmente en ruso, para que no perdieran el contacto con su idioma a fin
de volver a la península cuando hubiera un régimen libre. Los educadores
eran sobre todo profesores españoles exiliados de los Cuerpos Milicianos de
Cultura que se alternaban con educadores soviéticos.
El resto de exiliados (alrededor de 3.000) se integraron sin muchas
complicaciones en la sociedad soviética, como su segundo hogar. Los
comunistas que llegaron entraron a trabajar en las principales fábricas de
Moscú, Leningrado, Jarkov, Kiev, etc. Fueron nombrados obreros de choque por
la calidad y cantidad de su producción. Muchos de ellos obtuvieron el título
de “stajanovistas” por sus logros en la emulación del trabajo. Para ellos
era una vida muy plena y creadora. Las fábricas soviéticas eran verdaderas
universidades de relaciones humanas y de conocimientos. Forjándose en el
espíritu soviético del trabajo creativo, aprendieron oficios y participaron
como camaradas en la construcción del socialismo.
Un caso particular fue el de los marinos y aviadores. Después de terminar la
guerra en España, nueve buques republicanos se encontraban en puertos
soviéticos. Eran buques principalmente mercantes, con 100 marinos
aproximadamente, que fueron autorizados a volver a España si lo deseaban.
Así ocurrió con unos cuantos, en el Otoño de 1939, vía Turquía. Pero la
mayoría no volvió, se quedó en la marina soviética mercante y de guerra, y
un pequeño número ingresó en la Infantería de Marina.
En cuanto a los pilotos, 200 jóvenes estaban en la escuela de Kirovabad. en
la república socialista soviética de Azerbaiyán, cuando terminó la guerra de
España. Muchos piden que sus conocimientos se apliquen en la lucha de los
comunistas chinos de Mao Tse-Tung contra las fuerzas japonesas, y, de no ser
posible, piden integrarse en la Fuerza Aérea Soviética. Pero todos son
reintegrados a la vida civil. Por aquella fecha los conocimientos de todos
los españoles eran más importantes en las instituciones y fábricas, para la
construcción del socialismo.
Todo cambió aquel 21 de Junio de 1941. El imperialismo alemán quería
aplastar a los soviets, con la connivencia de los “aliados capitalistas”,
quienes quedaron impasibles ante la invasión nazi. Contaban con una fácil
victoria hitleriana. Pero ese idealismo burgués –que no cuenta con los seres
humanos porque solamente los concibe como un instrumento de los poderosos-
infravaloró la capacidad del pueblo trabajador soviético. Desde el primer
día, la unidad del ejército, de las milicias, de las mujeres, de los
habitantes de los territorios ocupados se convirtió en un plan único de
batalla. El Partido Comunista Bolchevique, desde el principio de la guerra,
movilizó a toda la población a fin de que sufriera lo menos posible,
trasladándola, junto con los enseres y fábricas, hacia la retaguardia. Con
aquellos millones de desplazados iban los españoles, y, si bien al principio
sus peticiones de ingresar en el Ejército Rojo fueron desoídas, poco a poco
la mayoría sí logró su integración.
Especialmente importante fue el papel de los que ingresaron en los
destacamentos guerrilleros. De acuerdo con un muy meditado plan de abrir a
las fuerzas nazis nuevos frentes de combate en su retaguardia, en cada
república soviética se constituyeron pequeñas, medianas y grandes
agrupaciones que, junto a la población civil sometida, tenían la misión de
contribuir a la mayor destrucción posible de material de guerra, de efectuar
la exploración y envío al Consejo de Defensa Central de todas las
informaciones sobre el enemigo, de llevar a cabo el exterminio de la mayor
cantidad de fascistas posible y de procurar la elevación moral y toda la
ayuda material posible a la población de los territorios ocupados por los
nazis.
Tras esas líneas, se enviaron los míticos “paracaidistas rojos” que han
quedado en la historia como un ejemplo increíble de abnegación, compromiso
social y testimonio de que la guerra de una sociedad socialista contra el
enemigo que quiere destruirla la realiza todo el pueblo. Para ello, la clase
obrera envió su vanguardia, su herramienta de combate, su Partido Comunista,
y, en particular, envío a sus mejores y más esforzados combatientes tras las
líneas enemigas.
La mayoría de estos conscientes militantes y comunistas sabía que
posiblemente no regresaría, pues tendrían que luchar contra fuerzas muy
superiores en número y armamento, pero por su conciencia y compromiso con el
proletariado se lanzaban a estas difíciles misiones. Entre ellos, se
encontraban un número muy importante de exiliados españoles, con un
conocimiento militar importante adquirido del 36 al 39, junto con una
metódica preparación de dos a tres meses en escuelas especiales de
adiestramiento guerrillero. La mayoría de ellos eran miembros del Partido
Comunista de España. Más que las palabras, son los hechos los que avalan la
importancia de su participación en el Ejército Rojo.
Modesta contribución hacia la victoria sobre el nazifascismo.
Aún hoy no se sabe cuantos participaron, pero sí aproximadamente cuantos
cayeron: 204, según Enrique Lister. Su participación fue contundente.
Estuvieron en los frentes de Leningrado, Moscú, Frentes Internos de
Bielorrusia y Ucrania, Frentes del Caucaso y el Kubán, Frente Polaco, Frente
Checo y Toma de Berlín. Encuadrados en las Divisiones de los Ejércitos de
Operaciones del Ejército Rojo, Ejércitos de la Guardia y Ejércitos de
Choque, además de las fuerzas de Designación Especial enviadas a territorios
ocupados.
Setecientos veinte españoles fueron condecorados con diferentes órdenes
militares a su valor: desde la Bandera Roja hasta órdenes por la liberación
de ciudades. Tres con la Orden de Lenin: Fco. Gullón, Jose Mª. Pascual y
Caritat Mercader. Uno con la de Héroe de la Unión Soviética a título
póstumo: Rubén Ruiz Ibarruri.
Consignar su aportación requeriría varios libros. Pero sí daremos varios
ejemplos:
* Había 15 españoles en uno de los destacamentos de paracaidistas más
combativos, que operaba alrededor del Cuartel General de Hitler en el Frente
(Zona de Vinistsia), y cerca de la Capital de los Territorios ocupados (Reichkomisariat):
el destacamento de Guerrilleros Rojos del comandante Dimitri Mvediev. Sus
acciones fueron de relevancia especial. En él, actuó el célebre guerrillero
Nicolai Ivánovitch Kuznetsov, Héroe de la Unión Soviética, ejecutor de los
criminales nazís de la “capital nazi de Ucrania” Rovno, liquidando a los
principales jerarcas bajo las órdenes del gobernador. Diversos exploradores,
asimismo, ejecutaron a los principales jerarcas nacionalistas ucranianos,
además de extender entre los ocupantes una intranquilidad y un pánico que
llevaron a los habitantes de los territorios soviéticos sometidos a un grado
de lucha increíble. Además, aniquilaron a una de las unidades de la Gestapo
más siniestra, los “destacamentos de la Muerte” del General Pipper, cuyos
métodos eran incendiar las aldeas con sus habitantes dentro de las casas.
Los datos registrados de destrucción causada a las fuerzas nazis solamente
por las Brigadas Paracaidistas de Designación Especial (OMSBON) parecen de
ciencia-ficción, si no fuera porque están muy consignados por las propias
Fuerzas Armadas Soviéticas: desde 1941 hasta la finalización de la guerra,
causaron al enemigo 137.000 bajas entre soldados y oficiales; descarrilaron
1.145 convoyes militares y 5 trenes blindados; destruyeron 1.232
locomotoras, 13.180 vagones y plataformas rodadas, 2.177 camiones militares,
tractores, motocicletas; volaron 148 kilómetros de vías férreas, 335
puentes, 145 tanques y blindados; derribaron 51 aviones de combate y
bombarderos; estropearon o inutilizaron 426 kilómetros de cable telegráfico
y telefónico. Además, contribuyeron de forma importantísima a la Batalla de
Moscú.
* Por las aldeas del Kuban ocupado por los alemanes, las autoridades de la
Wehrmacht hicieron distribuir, durante el invierno de 1943, unas hojitas
escritas en lengua rusa: “Los habitantes que ayuden a los grupos españoles
que andan por el Kubán serán castigados severamente”.
* Una de las jóvenes leningradenses que lucharon contra el asedio alemán se
llamaba María Pardina Ramos, llamada por los soviéticos “Marusia”. En el
frente actuó de enfermera en la Sección de Sanidad de la 3ª División de
Voluntarios. En plena línea de fuego rescató a 15 heridos, antes de ser ella
misma alcanzada. Recibió a título póstumo la Orden de la Bandera Roja. Y no
fue la única. Otras muchachas y chicos destacaron en dicho asedio.
* Hoy, en la Avenida de los Caídos, en la ciudad de Stalingrado, un
monumento se eleva a la memoria de las nuevas generaciones. Sobre el frío
mármol se puede leer: “Rubén Ruiz Ibárruri. Héroe de la Unión Soviética”.
Cubrió con el fuego de ametralladoras a su unidad cerca del caserío de
Vlásovska, rechazando ataque tras ataque nazi, cubriendo todo el campo de
cadáveres fascistas hasta que una bala segó para siempre la vida del
Teniente de la Guardia, el cual falleció el 3.09.1942.
* “Era un español valiente y digno. Murió como había vivido, como había
luchado: como un héroe. Nosotros no lo olvidaremos nunca”. Así se expresaba,
con la voz velada por la emoción del momento, el jefe soviético de los
morteros “Katiusha” después de enterrar los restos –los pocos restos
hallados- del teniente de la guardia Santiago de Paúl Nelken. Murió en los
accesos a Berlín.
* José Sandoval recuerda que, en una ocasión, un soviético le comentó que,
en la Guerra de España, habían fallecido doscientos soviéticos y que. en la
Guerra contra los nazis. fallecieron otros doscientos españoles por defender
la URSS. Le dijo: “parece un intercambio de sangre por sangre”.
* La confianza del Consejo Estatal de Defensa Soviético en los combatientes
españoles era de tal calibre que, en los terribles días del ataque alemán a
Moscú, le fueron encargados a la 1ª Compañía del 1º Regimiento Motorizado de
Tiradores (125 españoles, entre ellos 6 mujeres) puntos clave de la defensa
del Kremlin. Allí, a la luz de las estrellas, en la Plaza Roja, se oyeron
las estrofas de esta canción: “Si me quieres escribir y saber mi paradero,
si me quieres escribir y saber mi paradero, en el frente de Moscú, primera
línea de fuego”; los soviéticos que circulaban aquellos helados días decían:
“estamos seguros, nos guardan nuestros ‘spantsi’ (españoles)”.
* En 1945, Emilio Vilaró Ustrell enarboló en el balcón de la embajada
española franquista de Berlín las banderas de la hoz y martillo y la
republicana, con la ayuda de los camaradas soviéticos que tomaron el búnker
de Hitler.
Este artículo va dedicado a aquellos camaradas y luchadores imbuidos del
sentimiento universal soviético de la Solidaridad y Amistad entre los
Pueblos. Por el Internacionalismo Proletario y en la confianza de continuar
su ejemplo en la lucha por el Socialismo.
Fuentes consultadas:
La guerrilla soviética. Dimitri Mvediev. Editorial Destino Barcelona 1971.
Memorias de un luchador. Enrique Lister. Editorial González del Toro. Madrid
1977.
Los españoles de Stalin. Daniel Arasa. Editorial Vorágine. Barcelona 1993.
Relatos de un guerrillero comunista español. Josep Gros. Editorial ATE.
Madrid 1977 Sobre el pasado en aras del futuro. Editorial Agencia de Prensa
Nóvosti. Moscú 1985.
Españoles en la resistencia. Alberto Fernández. Edita Zero S.A. Bilbao 1973.
No hay niños extraños. Nadezhda Azhguíjina. Editorial Novostí. Moscú 1988.
Rusia y España. Mijail Alekseiev. Seminario y Ediciones, SA. Madrid 1975.
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