El hecho mostró la fuerza organizativa que había alcanzado el proletariado argentino

La Semana Trágica de enero de 1919

Huelguistas de la metalúrgica Vasena fueron brutalmente acribillados por fuerzas represivas. Las protestas se prolongaron por días y se trasladaron a toda la ciudad de Buenos Aires

Enero de 1919 en la Argentina, más precisamente en la Capital Federal. Multitudes obreras se alzaron entusiastas a repudiar las muertes y las injusticias cometidas a los huelguistas de los talleres metalúrgicos de Pedro Vasena. La historia argentina, o mejor dicho, aquella pequeña porción de ella que se ocupa de acontecimientos como éstos, la llamó "La Semana Trágica".

El hecho y sus derivados condensaron un estado de cosas en la Argentina de ese entonces. Mostró la fuerza organizativa que había alcanzado el proletariado argentino, fruto de un largo proceso de conciencia y de militancia de los trabajadores aglomerados en Buenos Aires, ciudad que se erigía como un ejemplo de prosperidad y abundancia. Realidades a las que gran parte de la población, y más precisamente los obreros, no tenía ningún acceso. La matanza en la metalúrgica provocó, además, la huelga general más importante que hubiera conocido el país hasta entonces.
El 7 de enero de 1919, en los talleres de la planta industrial Pedro Vasena, se produjo un enfrentamiento entre obreros que se encontraban en huelga hacía un mes y grupos rompehuelgas junto a fuerzas del orden. Lo ocurrido derivó en la muerte de varios trabajadores y detonó los acontecimientos posteriores que se prolongarían por varios días.

Masacre en la planta


La planta metalúrgica de Vasena, ubicada en las cercanías del Riachuelo, era una de las principales empresas del país, cuyo principal paquete accionario estaba en manos de capitales británicos, y empleaba a unas 2.500 personas.
Los obreros en huelga exigían la reducción de la jornada de trabajo de once a ocho horas, aumentos escalonados de los jornales, la vigencia del descanso dominical, el reconocimiento del sindicato y la reincorporación de trabajadores despedidos, muchos de ellos delegados obreros.

El conflicto se inició cuando varios camiones conducidos por rompehuelgas y custodiados por la policía marchaban hacia la fábrica en busca de materias primas.
Los rompehuelgas, o como los llamaban los obreros, "crumiros", eran matones contratados por los empleadores para sofocar protestas. Estos eran reclutados por la llamada Asociación del Trabajo ("Ajeno" como le agregaban los obreros), una organización nacionalista de ultraderecha fundada por Joaquín S. Anchorena y un puñado de otros oligarcas industriales con este firme propósito, organizando grupos de pistoleros a sueldo.

Siguiendo el hilo de los hechos, un grupo de huelguistas acompañados de mujeres y niños intentaron pacíficamente detener a los camiones. Pero los violentos se negaron y comenzó el enfrentamiento. Los obreros les lanzaron piedras y palos, y los rompehuelgas y la policía cargaron contra hombres, mujeres y niños. Varios policías dispararon sus fusiles matando a por lo menos cuatro obreros, uno de ellos de un sablazo en la cabeza. Hubo más de 30 heridos, muchos de los cuales perecieron después. Inmediatamente los sindicatos y las centrales obreras se fueron solidarizando con los trabajadores metalúrgicos. La semana trágica estaba en marcha.
Los sucesos del 7 de enero pasaron inadvertidos para la gran prensa local, pero no para los diarios proletarios que circulaban entre ellos. Esta masacre indiscriminada actuó además como detonante que desataría a las fuerzas revolucionarias de una clase obrera social y políticamente marginada de los asuntos del país.
La huelga general producida después tuvo gran significación política, y superó los marcos tradicionales de la acción reivindicativa dando lugar a violentos enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas represivas.


Conciliadores y revolucionarios


Por entonces, la masa obrera organizada estaba aglutinada mayoritariamente en las dos principales centrales sindicales: La FORA (Federación Obrera Regional Argentina) del V Congreso y la FORA de IX Congreso. La FORA existía desde 1904, creada por los anarquistas. Pero, con la avanzada de otras vertientes ideológicas en el seno del movimiento, dicha organización se escindió en dos en 1915, ante las diferencias estratégicas entre anarquistas y el sindicalismo obrero, esta última de tinte conciliadora y que no aceptaba ninguna afiliación ideológica o doctrina filosófica.
Los sindicalistas, bajo una alianza con un grupo de socialistas, lograron controlar la dirección del organismo, desplazando a los ácratas, que la presidían hasta entonces.
Esta situación tendría una gran relevancia en los acontecimientos de enero de 1919, ya que por un lado, se vivenciaron estas divisiones en el seno del proletariado y triunfó la conciliación en las negociaciones del conflicto con la empresa Vasena. Al mismo tiempo, una huelga de importantes dimensiones y unas condiciones políticas favorables eran vistas para muchos obreros como la oportunidad para que se desembocase en una lucha de magnitud que podría llevar a una verdadera situación revolucionaria. De allí la efervescencia y la magnificencia de las protestas.

Masacre en Chacarita


Es así que a la mañana siguiente, ambas organizaciones lanzaron el llamado a la huelga general para el día 9, día que se realizaría el sepelio de las víctimas de Vasena.
La adhesión fue extraordinaria, nunca antes vista. La ciudad quedó prácticamente paralizada, nunca se supo con exactitud el número de adherentes, pero según diarios de la época se cree que casi la totalidad de los obreros de la Capital se plegaron al paro.
Como se dice acertadamente, la historia no se repite, continúa. Continúa cuando las condiciones y la realidad vivida no cambian sistemáticamente.
Piquetes de obreros, barricadas y manifestaciones callejeras asolaron Buenos Aires. Se quemaron tranvías, cientos de obreros bloquearon la planta metalúrgica donde se encontraban matones armados ubicados en los techos, ventanas y puertas de la fábrica, listos para disparar.

Pero una segunda matanza indiscriminada, de mayor magnitud y cobardía, se llevaría a cabo en el cementerio de la Chacarita durante el cotejo fúnebre que llevaba a los caídos en Vasena. Ya durante la caravana, las fuerzas del orden dispararon contra la multitud, pero fue durante un acto dentro del cementerio, cuando nuevamente la policía y los bomberos, atrincherados en unos murallones, balearon impunemente a los presentes.
Llovían balas. Mujeres, niños, hombres trataban, entre el caos, de escapar de los disparos ocultándose entre los montículos de tierra de las tumbas, mientras que un grupo obrero de autodefensa intentaba inútilmente contestar el fuego. Fue una verdadera masacre en la que según la prensa local, ascendió a unos doce muertos, pero entre los trabajadores se supo que fueron muchos más.
Todo lo demás fue producto de la impotencia y el desenfreno. Trabajadores atacando policías, tiroteos en las calles y a vehículos como trenes y camiones. Las fuerzas represivas respondían con ametralladoras y armas de gran calibre.
Al mismo tiempo, al saberse lo ocurrido en Chacarita, se produjo un nuevo y violento enfrentamiento mortal en Vasena, hasta que el gobierno de Hipólito Yrigoyen decidió intervenir mandando al Ejército, que logró desalojar a lo obreros de la planta. Los desmanes en la ciudad se prolongaron hasta la noche de ese día.
El Estado intervino además en la negociación para terminar con la huelga en la fábrica. Se reunió con dirigentes de la FORA negociadora y prometió presionar a la empresa para que acepte las peticiones de la organización sindical, es decir, solamente lo concerniente a las mejoras salariales y a la liberación de obreros detenidos. El papel del gobierno fue criticado. Los obreros condenaron el accionar represivo. Si bien se puede decir que el radicalismo intentaba débilmente implantar políticas de acercamiento con los obreros, no dudaba en utilizar la fuerza pública contra los manifestantes.
Los dueños de la planta aceptaron las peticiones de los huelguistas y progresivamente los gremios fueron retornando a sus actividades. Para el día 16 prácticamente todos los trabajadores estaban de vuelta en sus labores.
La prensa oficial registró más de 40 muertos, mientras que los periódicos obreros llevaron tal cifra a más de 100 fallecidos y al menos unas 700 personas heridas.

Diego Schroeder


Fuentes:
La memoria obrera: Domingo Varone, testimonios de un militante.

La Semana Trágica. Julio Godio

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