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“Cuando me puse a cantar evité hacer panfletos”
Entrevista del poeta argentino Jorge Boccanera a Silvio Rodríguez por la publicación del libro “Cancionero”. - junio de 2009. Cubadebate publica en exclusiva el texto íntegro del diálogo entre Boccanera y Silvio.
1- Hace poco más de 30 años te entrevisté en México
en un diálogo que inició con una frase de Martí, cuando decía: “¿A qué leer
a Homero en griego cuando anda vivo, con la guitarra al hombro, por el
desierto americano”. La presencia de Martí asoma, a mi ver, en temas como
“De donde crece la palma”, “Yo te quiero libre” o “El vigía”, ¿Se podría
hablar de influencia suya en tus trabajos, en tu pensamiento?
Tu pregunta me remite a La Edad de Oro, una de mis primeras lecturas. Más
exactamente a la edición que hizo Emilio Roig de Leuchsering en 1953 para
celebrar el centenario del Apóstol. Este historiador tuvo la buena idea de
introducir el libro, escrito por Martí para los niños, con un prólogo
llamado “Martí niño”, donde cuenta la eticidad que empezó a manifestarse en
Martí desde temprano. Desde aquella lectura el José Martí que me acompaña es
el ser humano, el hijo, el amigo, el compañero que fue, además del patriota
de espíritu cosmopolita. Así van conmigo también sus versos sustanciales y
hermosos.
2- Es posible leer este libro como una especie de balance; ¿qué recordás de
aquel joven que debutó en 1967 en “Música y estrellas” justamente un martes
13…
Aquel era un joven desconcertado. Precisamente el día anterior habían
terminado sus tres años de servicio militar obligatorio. El cambio de un día
al otro fue tan fuerte que no se volvió loco de milagro. Pero no sólo
recuerdo aquel joven sino que todavía le encuentro semejanzas con el
sesentón que ahora soy. Una sigue siendo el desconcierto. Otra es la afición
por los misterios.
3- Prácticamente tu preludio de “Cancionero” lo dedicás a subrayar la
importancia de la letra… ¿cuánto de tu formación, de tus lecturas, pasa por
la poesía?
“Cancionero” reúne las letras de las canciones de mis discos y algunas de
las muchas que se me fueron quedando por el camino. Ahí explico que cuando
escribí mis primeros textos ya me guiaba alguna noción de lo poético. Y es
que desde que era un niño supe que existía la poesía, gracias a mi padre. El
viejo Dagoberto era un obrero agrícola que leía a Rubén Darío, a Martí, a
Juan de Dios Peza, a Nicolás Guillén. Después, en los primeros años de la
Revolución, pasaban por televisión un anuncio sobre Rubén Martínez Villena,
con aquellos luminosos y extraños ojos suyos, mientras un locutor recitaba
La pupila insomne. Aquello me hizo buscar poemas de Rubén, quien se ha
quedado entre mis escasos de cabecera. En un campamento militar conocí a un
recluta que leía en voz alta a Saint-John Perse, enamorado de la exuberancia
de sus imágenes, de lo que me contagié hasta nuestros días. Fue por entonces
cuando apareció Emilia Sánchez, una joven camagüeyana que me presentó a
César Vallejo, el cholo que me condenó a la fascinación eterna. Entre esos
hallazgos transcurrían los años en que empezaba a hacer canciones y a buscar
poesía, como quien intuye que por esos rumbos queda lo necesario. Los
últimos meses que pasé en las fuerzas armadas fueron en la revista Verde
Olivo, que por entonces dirigía Luis Pavón Tamayo. Él me dio a leer a José
Zacarías Tallet y a Eliseo Diego, poetas que me dieron un par de buenas
sacudidas. También me prestó una maravillosa edición bilingüe de los sonetos
de Shakespeare -que le devolví veinte años más tarde, de estúpido que soy.
4- En uno de tus primeros temas (”Mientras tanto”- decís: “Yo tengo que
hablar, cantar y gritar/ la vida, el amor, la guerra, el dolor”; ¿persiste
esa idea?
Cuando yo comenzaba creía que había que ampliar la temática y el vocabulario
de las canciones. Tenía la sensación de que casi siempre se cantaban los
mismos asuntos y, lo que era peor, más o menos con las mismas palabras. Ya
yo era amigo de los poetas de la revista literaria El Caimán Barbudo y
hablaba con ellos de esas cosas. ¿Por qué en las canciones no se usa la
palabra herramienta?, decía uno. ¿O zapato?, agregaba otro. Así que hubo un
tiempo en que anduve a la caza de palabras que no se usaban, para hacer
canciones con ellas. Esa búsqueda a veces me llevó hasta vocablos que la
moral predominante discriminaba. De ahí salió que La era está pariendo un
corazón era contrarrevolucionaria -porque para algunos la palabra parir era
inmoral, y mucho más puesta en una canción. O sea que declarar que pretendía
cantar y gritar la vida, el amor, la guerra, el dolor, era poco menos que un
sacrilegio. Pero debo admitir que todavía me interesa cantar lo que resulta
un reto; lo prohibido siempre es interesante, sobre todo cuando va más allá
del jueguito de “a ver si te atreves”.
5- Uno de los temas inéditos de “Cancionero” es “Una canción de amor esta
noche”. El amor viene de tus primeros temas desplegado en una lucha de
opuestos (compañía-soledad, plenitud-muerte, búsqueda-desencuentro,
anhelo-desesperanza), ¿lo considerás como uno de los ejes principales de tu
obra?
¿Qué sería del ritual de apareamiento humano sin las llamadas “canciones de
amor”? Esas canciones son una especie de hilo conductor desde todos los
tiempos y lugares. Son una temática inagotable que cada grupo humano y cada
época renuevan con sus características. Pero no hay que ser nuevo para que
las canciones de amor tengan sentido.
6- También hay un núcleo casi paralelo: la muerte, presente desde tus
canciones primeras: “Muerto”, “Testamento”, etc. ¿Lo ves así?
Para cantar a la muerte solo necesitamos darnos cuenta de que la maravilla
de la conciencia es un accidente. Después uno se entera de cómo están
ligados el amor y la muerte en el arte antiguo, cuanta iconografía, cuanta
poesía al respecto. John Keats, que sólo vivió 26 años, dejó escrito el
epitafio que figura en su tumba: “Aquí yace uno cuyo nombre fue escrito en
el agua”. Los lama dicen que el sentido de su doctrina es prepararnos para
el reencuentro con la eternidad. Eso me ha hecho pensar que magnificar la
función del artista nos deja como unos pretenciosos que quieren algo
parecido de forma más interesada.
7- En las letras de tus canciones hay un tono de cosa íntima, confidencial,
que aún en los temas más sociales no cae nunca en la altisonancia. Muchas
veces ese tono se desliza hacia un interlocutor (”Vamos a andar…”). En
“Amigo mayor” decís: “Sé amigo manantial en mi desierto”, en esa dirección
se estructura el inédito: “Yo te invito a caminar conmigo”. ¿Sentís que en
tu poesía aparece el diálogo con un compañero de ruta?, ¿campea un nosotros?
Desde niño salí a la calle a apoyar con entusiasmo el proceso
revolucionario, pero cuando me puse a cantar evité hacer panfletos. Las
pocas alabanzas que he suscrito suelen señalar su excepcionalidad desde el
título, con un distanciamiento casi brechtiano. Canción urgente a Nicaragua
es buen ejemplo. Oda a mi generación tuvo y tiene implicaciones desafiantes,
ante una generación del Moncada aún vigente y a veces demasiado paternal. He
preferido estos riesgos porque para hacer propaganda sobran especialistas,
pero también porque soy de ese tipo de gente que no soporta adular lo que
respeta. Creo que la Revolución ha sido un hermoso proyecto de Nosotros, con
mayúsculas, a pesar de momentos que pudieran confundir su nobleza. El
nosotros que identificas en esas canciones debe ser necesidad de establecer
que el cantor es parte de una dignidad colectiva.
8- Hay una línea de temas tuyos donde se cruza la leyenda, el relato
infantil y la alegoría, como en la bruja de “Es sed”, “La leyenda del
águila”, “El rey de las flores”, “Sueño con serpientes”, “Canción del
elegido”, Fábula de los tres hermanos” y “El reparador de sueños” ¿Leías de
niño cuentos infantiles de este tenor?
Leía y leo. Mi padre también tenía un tomo de las Fábulas de Esopo. Andersen
y los Grimm son bastante más que maravillosos. Yo aún repaso Las mil y una
noches y bebo cuanta historia de derviches, chamanes u otros portentos me
caiga en las manos. ¿Has leído La oración de la rana, de Anthony de Mello?
Me fascina la sabiduría de las parábolas sufíes. Ojalá mis canciones
pudieran ser tan útiles.
9- Hay temas tuyos que están en un cruce entre el autorretrato y el
manifiesto personal (como “La maza o esos versos de “El necio”: “yo me muero
como viví”) posición que se repite ahora en el inédito “Los compromisos” y
en un tema de tu próximo disco “Trovador antiguo”. ¿Crees que los versos de
esos temas te definen?
No sé si tanto como definirme, pero sería bueno que al menos mostraran lo
que he creído ser cuando trabajaba en ellos.
10- Lo más significativo de tu obra es la calidad y la persistencia, pero
además una mirada crítica que no baja la guardia y que además sale a
defender su humanidad frente a aquellos que más que a hacer, juzgan,
reclaman, dictaminan… ¿Una canción como la inédita “Defensa del trovador”
apunta a eso?
Cuando empezamos a cantar, las canciones que se consideraban revolucionarias
eran las apologéticas, como las que hacía aquel singular trovador que fue
Carlos Puebla. La autocrítica comprometida era un fenómeno nuevo en la
canción cubana y los primeros que la hicimos pagamos el precio de la
incomprensión. Sólo nos sostenía el ánimo que nos dábamos entre amigos.
Entonces Haydeé Santamaría y Alfredo Guevara nos dieron un apoyo que nos
vinculó a las instituciones que dirigían, lo que a ojos vistas fue
importante para nuestra identidad política. Pero a nivel personal cada uno
de nosotros asumió los rechazos, censuras y suspensiones oficiales como
pudo. A mí me dio por sostener un diálogo quemante con mi pequeño público,
que era sobre todo de jóvenes, para quienes no hice la más mínima concesión.
Más que cantar, me sometía a terapia de choque. A pesar de que hoy pudiera
parecer desmesurada, Defensa del trovador es una especie de arquetipo de mi
quehacer de aquella etapa, cuando cada canción que lanzaba era respiración
boca a boca. Por eso la seleccioné para “Cancionero”.
11- La canción “Tonada del albedrío” de tu próximo disco está dedicada al
Che. ¿Qué facetas de ese “hombre sin apellido”, de ese revolucionario al que
volvés una y otra vez, pesan más para vos?
Para mí la huella del Che es siempre diferente, siempre va contrastada
contra la marea universal. En las últimas dos décadas la posibilidad de un
mundo más justo, al menos de la forma en que se preconizó entre el siglo XIX
y el XX, se ha hecho más dudosa. He visto como los explotadores se proclaman
progresistas y como la frescura que antes representaba lo revolucionario ha
sido reducida a las más lamentables experiencias del socialismo real. Veo
que años después del derrumbe de la Europa del Este continúa un bombardeo
mediático que distorsiona el sentido de la redención humana. Pero según
muchos investigadores -como Chomsky- la mayoría de los grandes medios,
incluyendo Internet, pertenecen a poderosos consorcios de derecha. Entre los
ejemplos revolucionarios que esa globalización machaca para pulverizar,
siempre está el Che. En Tonada del albedrío toco tres aspectos del
pensamiento de Ernesto Guevara que considero cardinales: la lucidez con que
caracterizó al imperialismo, el amor que motivó su condición revolucionaria
y su concepto del socialismo, que no pretendía -según sus propias palabras-
“asalariados al pensamiento oficial”.
12- En mayo pasado te demoraron la visa estadounidense para participar en un
homenajes por los 90 años del músico “folk” Pete Seeger en un claro acto de
discriminación, en momentos en que el presidente Obama habla de acercamiento
entre USA y Cuba…
Llevamos muchos años de hostilidad y eso ha condicionado ambas partes. En
los Estados Unidos muchos mecanismos siguen funcionando en el sentido
obsoleto de la guerra fría. En Cuba sucede otro tanto, con el atenuante de
que históricamente hemos sido el país agredido. A mí me gustaría ver qué nos
toca a los cubanos que vivimos Cuba de ese cambio proclamado por la nueva
administración norteamericana. No quisiera creer que la buena voluntad de
ese gobierno es sólo para los que quieren vivir allá o para los que piensan
como ellos.
13- En tus inicios a la par de la música hacías historietas -de hecho hay
viñetas tuyas en “Cancionero”- y además compusiste temas sobre personajes
como Elpidio Valdés. ¿Te sigue atrayendo el género de la historieta?
De alguna forma mis canciones contienen una gráfica que adquirí como lector
y como dibujante de historietas. En Cuba proliferaron las publicaciones de
este género, pero los problemas económicos cercenaron aquel florecimiento.
Fue una pena para el desarrollo de la historieta en Cuba, aunque el mundo de
la animación fue asimilando y reencaminando a algunos de aquellos creadores.
14- La nueva trova surgió como continuidad de la trova tradicional cubana,
pero también como una ruptura en cuanto a las formas musicales. En ese
camino, qué otras rupturas musicales le sucedieron y cuáles son los artistas
de la música en Cuba que te interesan hoy?
De la trova originaria Sindo Garay fue siempre mi héroe favorito. Hay una
película en la que él afirma que uno de los rasgos fundamentales de la trova
cubana son los dúos. Mi generación de trovadores se caracterizó por la
diversidad, porque cada cual compuso como le pareció, con los referentes que
tuvo. Ocasionalmente hicimos dúos, tríos, cuartetos, pero no se pudiera
afirmar que las canciones a dos voces están entre lo que nos distingue. Sin
embargo en los trovadores más jóvenes se nota un resurgir de esa forma de
proyectar la canción. Hay muchas parejas interesantes, como pudieran ser el
dúo Karma, Ariel Díaz y Lilliana Héctor, el dúo Enigma, y unos matanceros
llamados Lien y Rey, que hacen un notable trabajo de vanguardia. Como
trabajo interesante también distingo al excelente trío de cuerdas pulsadas “Trovarroco”,
naturales de Villa Clara. Pero lamentablemente los medios cubanos siguen
reflejando poco lo que sucede en el mundo trovadoresco.
15- Otro argentino que a ratos citas en tus entrevistas es Atahualpa
Yupanqui, ¿Sentís que está vigente?
Yupanqui es un poeta que elevó a la excelencia el arte de payar. Asumió la
música de la pampa y de los andes y con ellas creó una escuela de resonancia
universal. Señores de la guitarra como Leo Brouwer reconocen ese magisterio.
Yo me encontré por primera vez con Don Ata cuando él ya era bastante mayor,
en febrero de 1985, en un Berlín blanco de nieve. Lo había escuchado muchas
veces en discos, lo había visto incluso por televisión, pero recibirlo en
directo me mató. Aquella noche, con su inmenso susurro y sus manos torcidas
articuló un recital perfecto. Allí descubrí su canción Los tres pablos, que
le hizo a Neruda, a Picasso y a Casals. Una obra maestra que interpretó
brillantemente, con una sobriedad escénica que irradiaba una energía
misteriosa. Cuando uno presencia algo así, aprende lo que es el arte como
fulgor inverosímil.
Jorge Boccanera
Cubadebate