Bangkok está en llamas en el momento en el que la violencia
contrarrevolucionaria en Tailandia alcanza un clímax sangriento. El asalto
largamente esperado del Ejército tailandés ya ha tenido lugar y no cesará
hasta haya desaparecido todo rastro de la protesta. Nadie puede asegurar el
número de bajas, pero la cifra final será sin duda mayor que la que las
autoridades han admitido hasta ahora. Parece que algunos "Camisas Rojas" han
respondido prendiendo fuego a los bancos, centros comerciales y otros
edificios de la ciudad, y hay informes de que las protestas y la violencia
hicieron erupción en otras partes de la ciudad.
En Rajprasong se está cantando: "esta es una guerra de clases para barrer a
la autocracia"
Durante meses, las calles del centro de Bangkok estuvieron tomadas por un
movimiento masivo de protesta organizado por el UDD, el Frente Unido para la
Democracia contra la Dictadura, comúnmente conocido como los "Camisas
Rojas". Este movimiento de masas de los pobres y desposeídos ha sacudido la
estructura de poder de la élite gobernante y amenaza el propio futuro de la
monarquía tailandesa. Muchos de ellos son partidarios del ex-primer
ministro, Thaksin Shinawatra, que fue derrocado en un Golpe de Estado hace
casi cuatro años.
El primer ministro, Abhisit Vejjajiva, se queja del "caos" y la "anarquía",
pero olvida convenientemente que llegó al poder por medios similares. Su
gobierno fue instalado por los militares y es el producto de un golpe
militar en 2006 y de varios Golpes de Estado judiciales. Entre 2006 y 2008,
los matones de "camisas amarillas" del Partido Demócrata boicotearon las
elecciones que Thaksin Shinawatra, probablemente, iba a ganar. Esto dio
lugar a la anulación de las elecciones. A continuación, cuando un interregno
militar fracasó en mantener a los partidarios de Thaksin fuera del poder,
las bandas de monárquicos reaccionarios bloquearon los edificios
gubernamentales y el aeropuerto de Bangkok para proporcionar la excusa para
un Golpe de Estado.
La toma del poder por Abhisit fue la negación de la democracia, pero fue
convenientemente ignorado por Occidente. La demanda de nuevas elecciones es
una exigencia democrática elemental. Pero no es aceptable para la oligarquía
tailandesa. La actitud de los supuestos demócratas de Washington y Londres
hacia la dictadura está determinada por sus intereses de clase.
El gobierno de Abhisit representa a la oligarquía gobernante, a la monarquía
tailandesa reaccionaria y a los militares. Se ajustaba muy bien a los
intereses occidentales, en la medida que parecía ofrecer garantías sólidas a
sus inversiones en Tailandia - una de las economías más importantes de Asia.
Esos mismos hipócritas habían respaldado con entusiasmo la llamada
"revolución naranja" en Ucrania, y constantemente denuncian el presunto
"régimen autocrático" de Hugo Chávez. Pero han reaccionado ante el
movimiento de protesta democrática en Tailandia con un silencio
ensordecedor.
Los Camisas Rojas
Los Camisas Rojas, una coalición antigubernamental difusa, miraron a Thaksin
Shinawatra como un punto de referencia. Un multimillonario magnate, Thaksin,
ahora en un exilio seguro en Montenegro, es el candidato menos adecuado para
dirigir una revolución. Sus críticos apuntan a la violación de los derechos
humanos bajo su gobierno. Pero también llevó a cabo una serie de medidas en
interés de los pobres, especialmente de los pobres rurales en el norte del
país.
Al carecer de una dirección clara, de un partido y de un programa, las masas
miran hacia líderes individuales que parecen personificar sus aspiraciones.
Los campesinos pobres tienen un odio ardiente contra la rica élite urbana
gobernante que los domina, explota y oprime. El nombre de Thaksin actuó como
un punto de convergencia para la oposición al régimen actual, especialmente
los campesinos pobres que consiguieron algún tipo de beneficio con su
gobierno. Sin embargo, en realidad, es una figura accidental, como el Padre
Gapón o Kerensky en diferentes etapas de la Revolución rusa.
Algunos intelectuales occidentales de clase media confiesan que no entienden
por qué miles de los hombres y de mujeres pobres pueden elegir luchar y
morir en las calles de Bangkok por la causa de un magnate multimillonario
exiliado. Algunos, incluso, han caracterizado al movimiento como "fascista".
Esto muestra una completa falta de entendimiento. Por el contrario, los
excelentes informes de Giles Ji Ungpakorn, un intelectual de izquierda y
disidente, exiliado en Londres, han dado un relato muy preciso y veraz del
movimiento.
La gente que lucha y muere en las calles de Bangkok no lo hace para apoyar a
un ambicioso político burgués contra otro. Lucha por un cambio fundamental
en la sociedad. Quizás no sabe exactamente lo que quiere. Pero sabe muy bien
lo que no quiere. No quiere la pobreza, el hambre y el desempleo. No quiere
el dominio de una oligarquía corrupta y reaccionaria. Y no quiere al
gobierno de Abhisit.
La demanda de nuevas elecciones, por lo tanto, era un punto de partida
natural para su protesta. Pero una vez que las masas habían sido puestas en
marcha, el movimiento adquirió una dinámica nueva. La participación de los
trabajadores, la juventud revolucionaria y los pobres urbanos ha
transformado el movimiento, que no puede ser descrito como una chusma de
campesinos ignorantes, como los reaccionarios intentan retratarlos.
En las últimas semanas, la influencia de Thaksin Shinawatra parece haber
sido empujada a un segundo plano. Los trabajadores y campesinos pobres
oprimidos están encontrando una voz y la forma de expresar sus quejas
profundas, no sólo contra el gobierno actual sino contra una sociedad que es
fundamentalmente injusta. Por eso, las masas han demostrado tan enorme
determinación revolucionaria y voluntad de luchar y de hacer sacrificios.
Sin embargo, sus dirigentes no han mostrado la misma determinación. Los
dirigentes no son trabajadores y campesinos pobres que no tienen nada que
perder, salvo sus vidas, sino intelectuales de clase media que desean mayor
democracia y menos influencia militar en los asuntos políticos del país.
Están apoyándose en el movimiento de masas con el fin de ejercer presión
sobre el gobierno para que haga concesiones. Constantemente hacen
llamamientos a las negociaciones. Pero han puesto en movimiento fuerzas que
sólo pueden controlar con gran dificultad. El movimiento de masas tiene
ahora una vida propia.
Los manifestantes adquirieron pronto un sentido de su propio poder. A pesar
de la falta de un programa claro (o tal vez debido a ello), el movimiento
atrajo a su bandera a todos los sectores explotados y oprimidos de la
sociedad tailandesa. La determinación y la combatividad de los manifestantes
ha crecido, y con ello, el deseo de un cambio radical de la sociedad que va
mucho más allá de un mero cambio de primer ministro. Esto es ahora una lucha
entre ricos y pobres - una lucha entre las clases.
La lucha por la democracia
La oligarquía, con razón, teme las fuerzas que han sido puestas en marcha
por el movimiento a favor de la democracia, que ha atraído a su lado a los
trabajadores, la juventud, los campesinos y las capas de los pobres y
oprimidos de la ciudad y del campo: en una palabra, a todas las fuerzas
vivas de la sociedad tailandesa. Contra ellas fue lanzado todo lo que era
corrupto, degenerado, anticuado y reaccionario.
Se trata de una lucha entre ricos y pobres, entre los que tienen y los que
no tienen. Los Camisas Rojas son descritos como un movimiento
"pro-democracia" y en cierto sentido esto es cierto. Existe un deseo
ardiente por la democracia, que se expresa en un odio feroz al régimen de
Ahbisit. Comenzando con demandas democráticas, empezarán a relacionar la
injusticia política con la injusticia social: de hecho, para los
trabajadores y los campesinos las dos cosas son inseparables.
Esto puede haber comenzado como una lucha entre dos grupos de políticos
rivales, pero ahora ha sido llenado con un contenido de clase
revolucionario. Una vez que se levantaron, las masas inevitablemente
comenzaron a expresar sus propias demandas. Las tareas inmediatas de la
revolución (por eso es lo que es) tienen un carácter democrático. Pero la
lucha por la democracia, si quiere triunfar, debe conducir al derrumbe de
todo el edificio actual de la vida política tailandesa.
La lucha por la democracia se identifica a los ojos de las masas con una
lucha mucho más amplia por la justicia social y la igualdad. Esto lo
comprenden los reaccionarios y los elementos más decididos del movimiento de
protesta. Como de costumbre, en el medio hay algunos que imaginan que todo
puede resolverse pacíficamente, a través de la negociación y los acuerdos.
Pero esto es imposible.
No hay espacio en esta situación de compromiso, y el "centro", como sucede a
menudo en la historia, será barrido a un lado por la marea ascendente de la
lucha de clases. El movimiento sólo puede tener éxito si está dirigido por
los elementos más decididos: hombres y mujeres que estén dispuestas a luchar
hasta el final, como los valientes hombres y mujeres que están luchando por
sus derechos en las calles de Bangkok.
La erupción de las masas
El ejército de manifestantes de "Camisas Rojas" convergieron en Bangkok el
14 de marzo, y durante dos meses, han paralizado la capital, protestando por
la negativa del gobierno de Abhisit, respaldado por los militares, a dimitir
y celebrar nuevas elecciones. El gobierno no electo siguió gobernando. Pero
había perdido el control de las calles. The Economist (16 de mayo),
describió la situación en Bangkok:
"Miles de manifestantes, muchos de ellos procedentes de las zonas rurales,
están durmiendo a la sombra de hoteles de lujo y centros comerciales. [...]
Ocuparon un gran área del centro de Bangkok durante el mes pasado para
forzar al primer ministro, Abhisit Vejjajiva, a disolver el Parlamento y
celebrar nuevas elecciones. El gobierno, las empresas y muchos residentes de
Bangkok quieren que los Camisas Rojas se vayan. Las amenazas y las leyes de
excepción no han funcionado. Las conversaciones de paz parecieron dar sus
frutos, pero decayeron rápidamente."
La clase dominante estaba cada vez más alarmada por la erupción de las masas
en las calles de la capital. El gobierno parecía impotente, golpeado por una
extraña parálisis de su voluntad. La situación se hizo más grave cada día,
casi cada hora. Hubo elementos de doble poder presentes en la situación. Por
sus acciones desafiantes, las masas estaban planteando un desafío directo al
gobierno: "¿quién manda, ustedes o nosotros?"
Al principio, el gobierno intentó calmar la situación, ofreciendo
concesiones. Abhisit ofreció la rama de olivo de elecciones anticipadas en
noviembre como parte de un acuerdo para poner fin a la confrontación.
Parecía que algunos dirigentes de la protesta estaban dispuestos a volverse
a su casa con la fuerza de estas promesas. Pero para la mayoría este fue un
caso de "demasiado poco y demasiado tarde". Exigieron una fecha fija para la
disolución del Parlamento y dijeron que continuarían con sus protestas.
Abhisit estaba bajo la presión del ala de la línea dura del régimen para que
usara la fuerza para aplastar las protestas. Cuando los líderes de los
Camisas Rojas modificaron sus demandas el gobierno retiró inmediatamente su
oferta. Para ellos, la oferta de nuevas elecciones fue demasiado, mientras
que para las masas, radicalizadas por el movimiento de protesta, fue
demasiado poco. En palabras de The Economist:
"Desconfían de los líderes que hablaron de compromiso después de que había
sido derramada tanta sangre. Muy al contrario, querían mantener la lucha y
la presión sobre el gobierno. Es improbable que los elementos duros de los
Camisas Rojas quieran renunciar tan fácilmente".
La reacción se prepara
El Gobierno deliberadamente exageró la violencia de la quema de neumáticos y
de los cohetes caseros de los Camisas Rojas, y repetidamente se referían a
ellos como ''terroristas '' que preparaban una rebelión armada, con el fin
de justificar el uso mortal del ejército de francotiradores y un eventual
aplastamiento de la protesta. La primera prueba de fuerza llegó el 10 de
abril, cuando 25 personas fueron asesinadas y cientos resultaron heridas,
cuando las tropas intentaron limpiar Bangkok de manifestantes. En esa
ocasión, varios soldados estaban entre los muertos, aparentemente a manos de
pistoleros vestidos de negro con armas del ejército.
La sangrienta represión del 10 de abril de 2010 mostró la hipocresía que
había detrás de la "Hoja de Ruta" de Abhisit para la reconciliación. Él no
tenía la intención de restaurar la democracia en Tailandia. Sólo había dos
resultados posibles: o las masas barrían a este Gobierno - y a la monarquía
reaccionaria que se encuentra detrás de él - o la reacción militar
restauraría el "orden" con balas y bayonetas.
La próspera clase media de Bangkok estaba furiosa con el trastorno de sus
vidas, la ocupación de sus calles y la interrupción de sus lujosos centros
comerciales. Los realistas "camisas amarillas" amenazaban con reanudar sus
protestas y apoyar el uso de leyes represivas y la violencia contra el
movimiento de masas.
La perspectiva de un desenlace sangriento estaba claro para todos. Embajadas
extranjeras cerraron sus puertas, y varios países, incluidos los Estados
Unidos, advirtieron a sus ciudadanos de no viajar a Bangkok. El departamento
de Asuntos Exteriores aconsejó a la gente que reconsiderara viajar a
cualquier lugar de Tailandia debido a la "amplia inestabilidad política y
disturbios civiles que se producen en Bangkok y otras partes del país ''.
Todo esto indicaba que el Ejército tailandés estaba planeando lanzar una
ofensiva final. Sin embargo, las fuerzas del Gobierno permanecían indecisas.
El Ejército evitó un asalto frontal y en su lugar, intentó estrangular
lentamente el lugar de la protesta de los Camisas Rojas en el centro de la
ciudad. El ejército levantó barricadas y alambradas a en todos los caminos
que conducían hacia el campamento de protesta, bloqueando los suministros y
dejando pocas vías de entrada y salida.
Declararon dos partes de la ciudad, en Din Daeng y Bon Kai, como "zonas de
fuego". El alto generalato amenazó que cualquiera que caminara por esas
zonas sería disparado al instante. La respuesta de los Camisas Rojas fue
ampliar el territorio que controlaban en la ciudad. Apresuradamente,
construyeron nuevas barricadas con neumáticos y piezas de automóvil, y donde
fueron amenazados, abrieron fuego. También fueron incendiadas algunas casas
y hubo informes de ataques a negocios y edificios cerrados en las tierras de
nadie situadas entre los Camisas Rojas y el ejército.
Divisiones en el ejército
La lucha de clases en Tailandia está ahora al rojo vivo. Con una dirección
adecuada, el movimiento de masas podría haber derrocado el dominio
oligárquico. El régimen pudo sentir que el suelo se agitaba bajo sus pies.
Por un lado, el movimiento de masas revolucionario crecía por horas, por
otro lado, había claramente divisiones en el ejército y la policía. Ha
habido muchos informes de confraternización o incluso de manifestantes
invadiendo cuarteles del ejército.
Desafortunadamente, los líderes de la protesta vacilaron y demostraron que
no estaban dispuestos a ir hasta el final. Esto permitió a los
contrarrevolucionarios retomar la iniciativa.
El ejército temía claramente un enfrentamiento directo con los Camisas
Rojas. La prueba de ello es que, hasta esta mañana [19 de mayo], no les
habían arrebatado ningún territorio, pero en su lugar, intentaron
estrangular a los manifestantes cortando el suministro de alimentos y agua,
la energía y las comunicaciones a su campamento. Pero esto no fue suficiente
para poner fin a la protesta. Tarde o temprano tuvieron que lanzar un
empujón final, violento, para eliminarlos.
Pero había un problema. Los soldados conscriptos siempre son reacios a
disparar a civiles desarmados. Esto es cien veces más cierto en un ejército
de conscriptos, muchos de ellos procedentes de familias campesinas pobres.
Los oficiales por tanto utilizaron francotiradores seleccionados ocultos en
los bloques de la torre para disparar a los manifestantes.
Una de las víctimas fue Jattiya Sawasdipol, un ex general del Ejército
tailandés, que se convirtió en el jefe de la milicia de los Camisas Rojas.
Se opuso enérgicamente al "acuerdo de paz" que dejó a Abhisit en el poder.
En la noche del 13 de mayo, la bala de un francotirador le alcanzó. Murió en
el hospital. El ejército niega su participación, pero nadie le cree. Aún los
Camisas Rojas permanecieron en la zona con un coraje admirable, aunque el
ejército estaba disparando ahora con munición real, dejando a decenas de
personas muertas y heridas.
El asesinato a sangre fría de Jattiya Sawasdipol enfureció a sus partidarios
y desencadenó una nueva ola de combates en los alrededores de perímetro del
sitio de la protesta, que se extendió a otros lugares. Todos los distritos
de Bangkok se cerraron, y el malestar se expandió con fuerza fuera de la
capital tailandesa. Se declaró el estado de emergencia en cinco provincias
el sábado, llevando el total a 22: casi un tercio del país.
Ha habido imágenes en Internet mostrando la gente enojada apoderándose de un
camión del ejército, mientras que los soldados no hacían nada para
detenerlos. En esta ocasión, los insurgentes tomaron el vehículo y las
armas, gritando: "¡Viva el pueblo! ¡Abajo la dictadura!" El 28 de abril hubo
informes que decían:
"Los Camisas Rojas han capturado a algunos soldados que intentaron
infiltrarse en la protesta en Rajprasong. Se cree que tenían órdenes de
disparar a los dirigentes de los Camisas Rojas. Los prisioneros son tratados
bien."
El Gobierno anunció un toque de queda. Esto trajo una ola de ira de los
manifestantes. Sin embargo, el ejército más tarde retiró la propuesta
diciendo que era "innecesario". Estaba claro que el ejército y el Gobierno
estaban todavía dudando antes de decidirse a dar el golpe fatal. También
sabemos que esta duda no les fue dictada por consideraciones humanitarias o
sentimentales, sino por el miedo.
Ofensiva contrarrevolucionaria
Era una situación que no podía mantenerse. Por un lado, el gobierno había
perdido el control de las calles y había perdido su nervio. Por otro lado,
los dirigentes de los Camisas Rojas no podían reunir el coraje para llamar a
una huelga general y moverse para tomar el poder. La falta de una iniciativa
decisiva por parte de los líderes de la protesta habilitó a Abhisit a
recuperar su nervio. Al final, el Gobierno, presionado por los
reaccionarios, decidió ir a la ofensiva.
Abhisit repitió su determinación de poner fin a las protestas y dio aviso
que las pérdidas "serían duraderas". Esto significaba que daría luz verde
para una represión despiadada del ejército - sin importar la pérdida de
vidas. El ejército rodeó el sitio. Se instó a los manifestantes a que se
marcharan, dando prioridad a las mujeres, niños y ancianos. Los que
permanecieron enfrentarían un destino incierto.
La situación de los manifestantes era muy difícil. Los suministros de
alimentos y de agua se estaban agotando, y se impidió a los refuerzos de los
Camisas Rojas que se unieran a las protestas. El ejército tenía una clara
ventaja en términos de armamento superior y disciplina. Pero las masas
tenían un arma aún más seria: su voluntad de morir. Esta férrea
determinación acobardó a los soldados rasos tailandeses haciéndolos dudar y
reacios a combatir.
El 13 de mayo, el Gobierno lanzó un ataque contra los Camisas Rojas. En un
principio estaban cautelosos y nerviosos sobre el resultado y con muchas
dudas sobre la lealtad de las tropas. Periodistas occidentales informaron
que los soldados parecían nerviosos, incluso con miedo. Ellos dispararon al
aire y lanzaron bombas de gas lacrimógeno. Lo Camisas Rojas no se
intimidaron, y respondieron con la construcción de barricadas, lanzando
piedras y trozos de hormigón, disparando cohetes caseros, hondas
incendiarias y cócteles Molotov.
La gran pregunta era: ¿cuál sería el resultado de un choque abierto? Desde
un punto de vista militar, la pregunta se respondía por sí misma. No había
manera que improvisadas barricadas y cohetes caseros pudieran oponerse a la
disciplina y al poder de fuego de un ejército moderno. Pero esto no es una
cuestión puramente militar. En primer lugar, detrás de los tanques y los
cañones había hombres, que pueden ser poderosamente influenciados por la
visión de un pueblo que se ha levantado. La cohesión del ejército por sí
mismo no es algo que pueda darse por sentado.
Un informe de Internet dijo:
"En Bangkok y las provincias se producen enfrentamientos esporádicos. El
Gobierno está tratando desesperadamente de aferrarse al poder con el
asesinato de manifestantes pro-democracia. Están apareciendo divisiones en
las fuerzas de seguridad con informes de que algunas unidades de la policía
o del ejército devuelven el fuego con el avance de las tropas. De hecho se
trata de una situación de guerra civil y el Gobierno no puede esperar
controlar la situación. " (Énfasis mío, AW)
¿Es posible la mediación?
Por desgracia, los dirigentes de las protestas no tuvieron ninguna
perspectiva real. Llamaron a mantener conversaciones con representantes de
la ONU. Esto no tenía ninguna posibilidad de éxito. En la guerra entre ricos
y pobres no puede haber árbitros. No hay reglas en este juego. La única
regla es que, al final, una clase debe ganar y otra clase debe perder.
El Gobierno ha rechazado todas las ofertas de negociación, diciendo que las
conversaciones sólo se iniciarán cuando los manifestantes abandonen su
campamento de barricadas en Bangkok. El domingo, el Gobierno de Tailandia
rechazó el llamamiento hecho por los Camisas Rojas para un alto el fuego y
las conversaciones moderadas por la ONU. Por su parte, la ONU no ha
respondido aún a esta solicitud.
En un discurso televisado, que fue mostrado en todos los canales de
Tailandia, Abhisit dijo:
"Mientras continúe la protesta de los Camisas Rojas, seguirá habiendo
terroristas armados que dañarán al pueblo y a las autoridades. Aumentarán
los riesgos y la violencia. Insisto en que la finalización de la protesta es
la única manera de impedir pérdidas.
"No podemos permitir que elementos ilegales tomen de rehén a Bangkok. No
permitiremos que un grupo armado descontento con el Gobierno ataque e hiera
a las autoridades. No hay marcha atrás en nuestros esfuerzos para mantener
un estado legal. Han que aceptar las pérdidas. Es la única manera de
rectitud".
Las víctimas de la violencia contrarrevolucionaria son manifestantes
desarmados. Los funcionarios dicen que los soldados tienen derecho a
disparar en defensa propia. Pero los testigos presenciales hablan de
soldados entusiastas y francotiradores que disparan desde los tejados.
Abhisit defendió las acciones del ejército: '' el Gobierno debe seguir
adelante '', dijo. '' Nosotros no podemos retroceder porque estamos haciendo
cosas que beneficiarán a todo el país. Si queremos acabar con la pérdida de
vidas, la única manera es obligar a los manifestantes a que pongan fin a su
protesta".
El Gobierno estaba jugando con los dirigentes de la protesta, pareciendo
ofrecer concesiones mientras sistemáticamente se preparaba para un
enfrentamiento sangriento. Con el fin de distraer la atención pública e
internacional de estos planes, Abhisit ofreció nuevas elecciones - pero sólo
en noviembre y a condición de que terminara la protesta masiva. Incluso si
las elecciones de noviembre se celebraran, ¿por qué debe uno esperar que los
realistas no le darían la vuelta a un resultado inoportuno?
Sintiendo una trampa, los dirigentes de los Camisas Rojas respondieron con
evasivas. El primer Ministro declaró inmediatamente que su oferta había sido
rechazada, retiró la "hoja de ruta '' para las elecciones y llamó al
ejército, que había sido su intención desde el primer momento.
Heroísmo de los insurgentes
Las batallas callejeras mortales entre las fuerzas de seguridad y los
Camisas Rojas no mostraron ayer signos de aplacamiento. Por el contrario, el
combate se había extendido a otras partes de la capital y también a las
provincias. Ni tampoco los disparos venían de una sola dirección. Los
reporteros hacían referencias a hombres jóvenes vestidos de negro, provistos
de armas del ejército. El Sydney Morning Herald describió la escena:
"Pero en las calles, hay miedo. El miedo está en los ojos de los guardias de
los Camisas Rojas que permanecen desafiantes, pero nerviosos, a la entrada
del campamento fortificado.
"Lleno de bravuconería, Annan muestra su gomera, tirando de la goma hacia
atrás, dirigida a un francotirador, real o imaginario, en un edificio
cercano. A sus pies hay un montón de rocas y trozos de hormigón para
lanzarlos en la dirección de las tropas. En su bolsillo de atrás cuelga un
lanzacohetes artesanal hecho de bambú y desechos de metal, para disparar
pirotecnia a los soldados y helicópteros de la policía. Son una réplica
endeble a los fusiles y M-16 de los soldados apostados detrás de los sacos
de arena y la alambrada, a unos pocos cientos de metros de distancia.
"La barricada detrás de la cual se encuentra Annan, creada en semanas de
protesta, es un enorme muro de neumáticos y estacas de bambú afiladas, de
cuatro metros de altura. Huele a nafta. A la espera de que las tropas
marchen sobre ellos cualquier día, los Camisas Rojas han llenado sus
barricadas con combustible, listo para quemar su ciudad antes que renunciar.
''Nos estamos muriendo. Todos tenemos miedo a ser asesinados, pero nos
quedamos.»
"Pero el miedo está escrito, también, en las caras de las tropas en Rama IV
Road, en el extremo sur de la zona de los Camisas Rojas. A través de
parlantes, ruegan a los manifestantes que se mantenga la paz. «Somos el
ejército del pueblo. Sólo estamos haciendo nuestro deber por la nación.
Hermanos y hermanas, hablemos juntos.".
Bajo estas condiciones fue sorprendente ver la enorme valentía y la
resistencia de hombres y mujeres comunes: a los chicos del granjero,
ayudantes de tienda, del trabajador de la construcción y las mujeres del
mercado - todos de pie hombro a hombro en frente de las balas y los
vehículos blindados. Esta es la respuesta final a todos los escépticos,
cobardes y traidores que dudan de la capacidad de la clase obrera para
cambiar la sociedad.
A pesar de sus posibilidades remotas, los Camisas Rojas permanecían firmes
mirando a la muerte directamente a los ojos sin estremecerse. Un informe de
internet de un disidente tailandés que vive en Londres, declara: "el
Vicepresidente del sindicato de trabajadores de la electricidad
Metropolitana de Bangkok ha traído gente para unirse a la protesta de los
Camisas Rojas en Rajprasong"---El líder de los Camisas Rojas acaba de decir
que "¡¡¡somos como Espartaco!!!"
Debilidad de la dirección
A medida que el número de muertos después de cuatro días de batallas
callejeras sangrientas se elevó a 67 y cientos más heridos, el ejército
exigió que mujeres y niños abandonaran el área. Pero ayer, salvo un pequeño
grupo de mujeres ancianas y algunos niños, la oferta fue ignorada. Los
manifestantes estaban preparados para resistir hasta el final. En Rajprasong
están cantando "Esto es una guerra de clases para barrer la autocracia ".
Por desgracia, la dirección no ha mostrado la misma determinación. Algunos
líderes de los Camisas Rojas indicaron que estarían dispuestos a volver a la
mesa de negociación, pero sólo si las tropas fueran retiradas inmediatamente
de las calles y la ONU actuara de mediadora: "queremos que las Naciones
Unidas moderen debido a no confiamos en nadie más. Ningún grupo en Tailandia
es lo suficientemente neutral ", dijo Nattawut Saikua, uno de los
principales líderes de la protesta. Esto fue ingenuo en extremo.
La situación ha ido mucho más allá de los límites de las instituciones
legales y parlamentarias, que sólo pueden tener éxito por el grado en que la
mayoría decisiva de la sociedad las reconoce como válidas. Pero en última
instancia, todas las cuestiones fundamentales se resolverán fuera del
Parlamento: en las calles y fábricas y en los cuarteles del ejército. Los
periodistas australianos Walker y Farrelly escribieron:
'' El defecto fatal de Tailandia es la pérdida de fe en el proceso
electoral. Esta pérdida de fe ha abierto el camino para que los partidarios
de la línea dura persigan alternativas violentas. La violencia de todas las
partes es deplorable, pero recordemos que aquellos que condenan las
provocaciones de los Camisas Rojas más vigorosamente también son aquellos
que han negado sistemáticamente la legitimidad de sus declaraciones
pacíficas en las urnas. ''
El Gobierno trató la exigencia de la intervención de la ONU con desprecio:
"Si realmente quieren hablar, no deberían establecer condiciones como pedir
que se retiren las tropas," dijo Korbsak Sabhavasu, Secretario General del
primer ministro. No hubo ninguna posibilidad real de mediación. Detrás de
esta prueba de fuerza y voluntad, hay un choque entre intereses mutuamente
excluyentes. El Gobierno está decidido a eliminar a los manifestantes, y
estos últimos igualmente están decididos a permanecer donde estaban.
Abhisit advirtió que su Gobierno no "cederá ante los manifestantes", y el
ejército se trasladaría a aplastar a los que protestan. El Ministro de
Asuntos Exteriores de Tailandia, Kasit Piromya, criticó a los diplomáticos
extranjeros que hablan incluso con las Camisas Rojas, a quienes llamó
"terroristas". Se trata de la verdadera voz de la clase dirigente
tailandesa. Es la voz de una clase que está dispuesta a ir hasta el final en
defensa de sus privilegios de clase.
Pero ¿qué hay de los líderes de la protesta? Desde el comienzo los líderes
de los Camisas Rojas hicieron repetidos ofrecimientos para negociar con el
Gobierno, todos los cuales fueron rechazados. El Gobierno entiende lo que
los líderes de la protesta no comprenden: que este movimiento plantea una
amenaza fundamental a la clase dirigente, que sólo puede tratada con el uso
de la fuerza.
Las bases estaban dispuestas a luchar. Pero en el último minuto la dirección
del UDD anunció que cedían ante la policía y finalizaban la protesta porque
ellos "no podían ver más muertes". Al mostrar debilidad, los líderes dieron
luz verde al ejército para qye atacara, sabiendo que no encontrarían
resistencia.
Esto habrá tenido un efecto profundamente depresivo en el movimiento de
masas. Los mismos dirigentes que los estimularon a resistir ahora les dicen
ue tinen que rendirse. Los informes de Bangkok dicen que las mujeres y
hombres de base en el sitio de la protesta están muy enojados con esto. No
es sorprendente. La historia de la lucha de clases demuestra que es mejor
caer derrotado combatiendo que rendirse sin luchar.
La lucha por la democracia
El logro de la verdadera democracia no es posible sin el derrocamiento de la
oligarquía. Pero el derrocamiento de la oligarquía no es posible sin el
derrocamiento de la monarquía tailandesa. El rey Bhumibol Adulyadej tiene 82
años y padece un mal estado de salud. Pero es el punto de confluencia de
todas las fuerzas de la reacción.
La Corriente Marxista Internacional expresa su firme apoyo al movimiento
revolucionario de las masas de Tailandia. Defendemos la dimisión inmediata
del Gobierno de Abhisit y la celebración de elecciones libres y
democráticas. Defendemos los derechos democráticos de todos y, sobre todo,
el derecho del pueblo a organizarse, a protestar y a ir la huelga. Con el
fin de garantizar esos derechos, exigimos la convocatoria de una Asamblea
Constituyente para elaborar una Constitución verdaderamente democrática,
cuyo primer punto debe ser la abolición de la monarquía.
Se dice que la monarquía tailandesa es una institución venerable,
santificada por la religión y el poder de una tradición milenaria. Pero eso
podría también haberlo dicho la dinastía Romanov en la Rusia zarista. Pero
fue suficiente un solo choque sangriento el 9 de enero de 1905, para que
todos los viejos prejuicios monárquicos fueran barridos de las mentes de los
rusos. Cualquiera que sea el resultado inmediato del presente enfrentamiento
sangriento en las calles de Bangkok, tendrán el mismo efecto.
Inevitablemente, el odio ardiente del Gobierno de los ricos se transferirá a
ese baluarte de privilegio, la monarquía. Crecerá la demanda a favor de una
República, uniendo a amplias capas de las masas. Y con cada paso adelante
que den las masas, quedará claro que la única forma de avanzar es a través
de un Gobierno de los trabajadores y los campesinos pobres.
Como en todos los países, igual que en Tailandia, la institución de la
monarquía no es simplemente una supervivencia sin sentido del pasado, un
anacronismo colorido pero esencialmente sin sentido, algo para ser admirado
por los turistas Es un baluarte de la reacción, un símbolo de la propiedad,
del poder, la riqueza y el privilegio, un punto de convergencia de todas las
fuerzas de la contrarrevolución. Debe ser barrido aparte si la Revolución
quiere avanzar.
Cuando escribimos estas palabras, se está jugando la suerte del movimiento
de protesta masiva en Bangkok. Habida cuenta de la capitulación de la
dirección, parece probable que la primera ronda terminará en una derrota.
Pero esta explosión de la lucha de clases tendrá profundas consecuencias.
Tailandia nunca será el mismo otra vez. Cualquier Gobierno que surja de una
situación caótica será intrínsecamente inestable. Ningún resultado duradero
es posible sobre la base de las bases actuales. Nuevos levantamientos son
inevitables.
El movimiento democrático revolucionario ha sido llenado de contenido de
clase. Inevitablemente irá más allá de los límites establecidos inicialmente
por la dirección. Está en el interés de la clase trabajadora tailandesa
luchar por las demandas democráticas más avanzadas. Sólo desactivando lejos
todos la basura feudal antigua ppdrán los trabajadores lograr las
condiciones necesarias para el desarrollo de la lucha de clases. Pero los
trabajadores lucharán por la democracia con sus propias armas de clase: es
necesario llamar a una huelga general para derrocar al Gobierno!
Una huelga general, organizada a través de comités de lucha, es la única
manera de desorganizar las fuerzas contrarrevolucionarias y darle una forma
organizativa y de cohesión al movimiento revolucionario de las masas. La
conquista de la democracia requeriría la completa reconstrucción
revolucionaria de la sociedad tailandesa de arriba a abajo. Y este objetivo
puede lograrse sólo cuando la clase obrera se sitúe a sí mismo a la cabeza
de la sociedad para derrocar a la oligarquía odiada, siguiendo el ejemplo de
los trabajadores y campesinos rusos en 1917.
Alan Woods
Londres, 19 mayo de 2010.