En ocasión de la próxima celebración del XXX aniversario de la liberación de
Saigón, publicamos una presentación de la vida y obra del fundador del
Vietnam: Ho Chi Minh. Rechazando todos los compromisos en los que se
extravió una parte de su generación, combatió al imperialismo sin descanso,
ya fuera japonés, francés o estadounidense. Ha trascendido como uno de los
mayores símbolos de la lucha por la libertad en el siglo XX.
11 de septiembre de 2005
Nadie podía imaginarse el 2 de septiembre de 1945 que aquel hombre menudo de
cuerpo y barba entrecana, llamado por varios nombres, entre otros Ho Chi
Minh —aquel que quedaría tejido indisolublemente en la historia del mundo—
sería uno de los personajes más extraordinarios del Asia en el siglo XX.
Aquel día de septiembre, desde la Plaza Ba Dinh, en el centro de la ciudad
de Hanoi, al Norte de Vietnam y capital del país, Ho Chi Minh proclamaba al
mundo la creación de la República Democrática de Vietnam. El tiempo,
bastante breve, a partir de ese día, permitiría conocer las dotes
extraordinarias del revolucionario como táctico y estratega. Era un
renovador de su tiempo, ya se sabía; al menos en París, Moscú, China, y en
su propio país, aunque no el alcance de su visión, tenacidad y poder de
aunar a todo un pueblo para una lucha muy grande contra los fuertes reductos
del colonialismo francés, y más tarde contra el poderoso imperialismo. Pero
su visión y capacidad de estratega asombrarían al mundo.
Hay vistas cinematográficas de la época que dan fe de aquella imagen de la
Plaza Ba Dinh, atestada de gente, escuchando a Ho Chi Minh proclamar a la
República, desde un micrófono, de armazón circular. Terminaba la Segunda
Guerra Mundial. Los aliados habían derrotado a los nazis, la Francia,
metrópoli de muchos países de ultramar, de cierto modo también era liberada,
el General De Gaulle era el Gran Héroe de la Resistencia.
Ese fue el momento táctico para que el revolucionario Ai Quog, u Ho Chi
Minh, asumiera todo el poder de su liderazgo entre su pueblo y proclamara la
independencia del país, de Norte a Sur. Dicho sea de paso que Vietnam
acababa de sufrir una cruenta contienda frente a los japoneses,
envalentonado como parte central del eje Roma-Berlín-Tokio, dispuesto a
apoderarse del universo.
También Vietnam sufría una espantosa hambruna. Perecían millones de
vietnamitas. Ocupada Francia por Alemania, ni siquiera un ápice de
contribución, como metrópoli interesada en la colonia estratégicamente
ubicada en el Sudeste de Asia, al Sur de China, podía ofrecerle para
aminorar la hambruna.
Así era, a grandes rasgos, la situación de Vietnam cuando Ho Chi Minh, y sus
compañeros del Partido Comunista de Indochina y luego de Vietnam, fundado
por él, proclamó una república soberana e independiente, dispuesta a ayudar
a liberar a sus hermanos de las colonias de Laos y Cambodia, en su momento
más inmediato posible.
No se puede hablar con responsabilidad de la fundación de la República
Democrática de Vietnam —hoy República Socialista de Vietnam— sin hacer
énfasis en la sabiduría política y el conocimiento de la vida de las
colonias que tenía Ho Chi Minh.
En los años más jóvenes, en París, fue uno de los fundadores del Partido
Comunista Francés y en el seno de la organización abogó por la liberación de
las colonias francesas en ultramar, para el asombro de sus camaradas, aunque
muchos lo comprendieron finalmente.
El conocía a ojos vista la situación de las colonias, incluso en Africa, por
sus viajes como pinche de cocina y marinero simple a bordo de un barco
carguero que tocaba esos puertos, entonces tendría veintidós años. Viviría
vejámenes también a bordo de un barco de guerra francés que fondeaba en la
rada de Shameen, en la concesión francesa de Cantón.
Como se ha dicho vivió en París, como periodista y retratista. Fue un lector
insaciable. Entonces era el joven Nguyen Ai Quoc, quien, en 1923, viajó de
París a Moscú para asistir el 5º Congreso Internacional Comunista como
delegado del Partido Comunista Francés, que ya se preocupaba por el
movimiento revolucionario en las colonias. De allí salió a una nueva misión,
tomar partido en la revolución China, y atizar el movimiento revolucionario
en su país, Vietnam. Su primer paso fue fundar la Asociación de Jóvenes
Revolucionarios de Vietnam. Más tarde sufriría prisión y sería dado por
muerto en China, pero no lo estaba y regresó a Vietnam.
Esta somera idea de su quehacer revolucionario está destinada a sustentar la
gran verdad: Ho Chi Minh era un hombre de ideas muy avanzadas, avaladas por
experiencia de lucha y conocimiento de su mundo en la época que le tocó
vivir, desde su más temprana juventud. Era un hombre de letras, hijo de un
maestro y maestro él mismo, que dominaba la lengua vietnamita, la lengua y
escritura china, el francés de la metrópoli y podía entenderse perfectamente
en ruso. Dicho sea de paso, cuando unos meses antes de su muerte lo
entrevistamos en Hanoi, nos dio la bienvenida y el saludo de despedida en
perfecto español que, según dijo, en las estancias en tantos puertos,
aprendió algunas palabras en español.
Aún se vivía la alegría de la victoria de los aliados y la metrópoli
—Francia—, como tal, y estimulada por los Estados Unidos se propuso retomar
las colonias. Vietnam la primera. Ya con esto se iniciaba una guerra
impresionante, de aquel pueblo hambreado y apenas armado contra el ejército
colonial apoyado por el victorioso ejército norteamericano.
Esto no sorprendió a Ho Chi Minh y sus cercanos colaboradores, el luego
legendario general Giap, Phan Van Dong, Le Duan y otros. Un ejército popular
de campesinos, en su inmensa mayoría, debía hacerle frente al poderío de las
fuerzas de reconquista. Y así fue. La lucha se expandió por el Norte y Sur
de Vietnam, pero sería en Dien Bien Phu donde las fuerzas coloniales mejor
preparadas para la época sufrieron, en 1954, el descalabro total. Los
vietnamitas llegaron a entrar al despacho del general francés que los
dirigía y tomarlo preso.
Parecería que a partir de esa colosal victoria Vietnam podría desarrollarse
y vivir en paz como una sola familia, según había sido siempre, de Norte a
Sur. Mas, las alianzas no terminadas, en este sentido y época, entre Estados
Unidos y Francia, apoyadas por un grupo enriquecido de traidores vietnamitas
forzaron a cambiar las cosas.
En virtud de los acuerdos del fin de la guerra y con ella el fin del
colonialismo francés en Vietnam, las tropas de la metrópoli debían reunirse
al Sur del Paralelo 17 para salir hacia su país. Había un tiempo estipulado
para el movimiento de dichas tropas, y nada perezosos los norteamericanos
apoyaron al gobierno «provisional» sudvietnamita, con armas y dinero a
chorros para que se hicieran fuertes y quedara dividido Vietnam.
Al Norte, la República Democrática de Vietnam, con su capital en Hanoi. Al
Sur la República de Vietnam del Sur, con su capital en Saigón. La maniobra
no resultó fácil, pero el poder era inmenso frente al Norte que luchaba aún
contra el hambre y tenazmente a favor de la preparación de un ejército que
pudiera hacer frente a cualquier amenazaba. Y sumado a esto los ideales de
Ho Chi Minh y la vanguardia del Partido Comunista de Vietnam: educación para
el pueblo, mejoras de todo tipo —las posibles— unidad del pueblo, no
importaban las asociaciones religiosas ni las etnias montañesas;
fortalecimiento de las instituciones administrativas y desarrollo de la
incipiente industria, comenzando por la energía —el carbón— y los puertos,
entre otras premisas básicas.
Paralelamente Ho Chi Minh y el Partido Comunista en la RDV tomaron en sus
manos esas ideas por las cuales habían luchado. No tardarían en saber que
gente revolucionaria del Sur se organizaba en guerrillas. Estos
revolucionarios fueron apoyados, Ho Chi Minh en persona recibió a una mujer,
Nguyen Thi Dinh, de la zona de Bentré, y se estableció un puente que se
desarrollaría vertiginosamente y por caminos impensados por el enemigo, un
real camino, el famoso y nunca conocido por el enemigo «Camino Ho Chi Minh»,
que atravesaba ríos, montañas, selvas al parecer impenetrables.
La guerra de liberación del Sur ya era un hecho. La divisa de Ho Chi Minh:
la misma desde el inicio: Un solo Vietnam. Artificialmente dividido, Vietnam
debía reunificarse.
Fue la guerra más genocida, conocida en el siglo XX, de una potencia contra
un pequeño país. De un ejército sofisticado, compuesto por fuerzas aéreas,
marítimas, terrestres, armas químicas, bombas de fragmentación, agente
naranja, fósforo vivo, napalm y hasta una cortina electrónica que fue
burlada rápida e ingeniosamente por los vietnamitas, se emplearon por más de
diez años contra Vietnam del Sur, y contra la República Democrática de
Vietnam, el ensañamiento fue aéreo. Un resumen mesurado de las víctimas
vietnamitas sería de dos millones.
En cuanto a las fuerzas norteamericanas, tantos miles que estremecieron al
imperio. «El síndrome de Vietnam», «inspiró» los filmes de la
cinematografía. La guerra en Vietnam produjo las imágenes más brutales que
hasta entonces pudieran verse en una guerra tan desigual. Contra bombardeos
indiscriminados, los vietnamitas usaron elementos que incluían trampas de
bambú en la selva, que aterrorizaban a los bien pertrechados soldados
estadounidenses, o domesticaban avispas —no es un chiste— es real. A esto Ho
Chi Minh lo llamó táctica y estratégicamente hablando: La guerra de todo el
pueblo por la salvación nacional, la libertad, la soberanía y la
reunificación. De ahí salió una doctrina militar.
La población civil, primera víctima de los bombardeos norteamericanos
masivos, mediante bombarderos estratégicos, durante todo el conflicto La
República Democrática de Vietnam, fundada el 2 de septiembre de 1945, se
haría no sólo una realidad teórica sino firme e indestructible. Un buen día,
el 30 de septiembre de 1975, hace 30 años, los televisores del mundo vieron
un espectáculo sin precedentes: las tropas elites de Estados Unidos corrían
despavoridas por las azoteas y cuanto sitio pudiera posarse un helicóptero
para agarrarse de sus patines, o de cualquier parte, y huir de Vietnam.
Fue una estampida, no hubo orden posible en la retirada, aunque los
vietnamitas, desde años antes, habían abierto una oficina en París y se
establecieron conversaciones diplomáticas formales entre el Gobierno de
Estados Unidos y el Frente Nacional de Liberación de Vietnam del Sur,
reconocido como entidad política con todas las prerrogativas de un Gobierno.
Evacuación en helicóptero de los ciudadanos estadounidenses desde el techo
de un hotel en Saigon en 1975 Las conversaciones eran presididas por la
conocida «Madame Thi Binh», de los cables de prensa, su nombre Nguyen Thi
Binh, nombre parecido a la campesina que se alzó en Bentré, Nguyen Thi Dinh
y que llegó a ser vicecomandante en Jefe del FNL.
Hay que dejar constancia que este procedimiento revolucionario, cuyo
artífice había sido Ho Chi Minh, fue capaz de levantar un movimiento
solidario en todo el mundo. Cuba fue el primer país del mundo en reconocer
al FNL de Vietnam del Sur, y fundar el primer Comité de Solidaridad con
Vietnam del Sur, que luego se extendería a Laos y Cambodia.
Las fuerzas más progresistas de intelectuales, artistas, científicos y
profesores del mundo, se nuclearon en un Tribunal Internacional impulsado
por el Premio Nobel Bertrand Russell que sesionó en Estocolmo, Dinamarca,
París y otras ciudades. Hombres y mujeres de buena voluntad de Estados
Unidos, incluidos —ya se ha mencionado— soldados que lucharon en Vietnam, se
convirtieron en un factor importante de la solidaridad en favor de ese
pequeño pueblo brutalmente agredido por la potencia más grande del mundo.
Aquel hombre que el 2 de septiembre de 1945 proclamó la República de
Vietnam, ya había muerto (3 de septiembre de 1969) y no vio la victoria
colosal de su pueblo, pero el Testamento Político que dejó, escrito poco
antes de su fallecimiento, fue un mandato: Vietnam será libre, independiente
y soberano, el enemigo será derrotado, y el pueblo vietnamita construirá un
Vietnam diez veces más hermoso. Deberá estar unido.
Tan seguro estaba del triunfo que escribió en su testamento: «Nuestro país
tendrá el señalado honor de ser una pequeña nación que, a través de la lucha
heroica, ha derrotado a dos grandes imperialismos —el francés y el
norteamericano— y ha hecho una digna contribución al movimiento de
liberación nacional».
Y como última voluntad proclamó: «Mi último deseo es que todo nuestro
Partido y pueblo, unidos estrechamente en la lucha, construyan un Vietnam
pacífico, unificado, independiente, democrático y próspero, y hagan una
valiosa contribución a la Revolución mundial» (Hanoi, 10 de mayo de 1969).
Marta Rojas
www.voltairenet.org
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Ho Chi MInh
Nguyen Tat Thanh (Ho Chi Minh), nació en Annam el 19 de mayo de 1890.
Estudió en Hué y Saigón, hasta que en 1912, con apenas 22 años de edad
emigró a Europa; 28 años después regresaría a su país para derrotar a las
fuerzas de ocupación más poderosas del planeta.
Su nombre Ho Chi Minh, El que ilumina se lo entregó su pueblo y con él fue
conocido por todo el mundo. Fue miembro de Partido Comunista de Francia,
fundador de Partido Comunista de Vietnam (1930) y del Frente de Liberación
de Vietnam – Viet Minh ( 1940 ), luchó contra la ocupación japonesa; en 1945
decretó la creación de la República Democrática de Vietnam y venció ese
mismo año a las tropas coloniales francesas.
Luego vino la ocupación estadounidense, con sus más de siete millones de
toneladas de bombas y cien mil toneladas de tóxicos, en la guerra química
más cruenta de la historia de la humanidad. En esa despiadada masacre, en la
que “el concierto de naciones libres” nunca tomó partido por los millones
seres humanos que conformaban la población civil diezmada día a día,
mientras la ONU mostraba el preludio de lo que llegaría a ser hoy, con su
sistema antidemocrático dominado por las potencias celestinas del
neoliberalismo dictatorial.
Sin embargo la figura del camarada Ho se hizo emblema de lucha para los
revolucionarios del mundo y donde quiera que hubiese un hombre justo se
encontraba un puño alzado en señal de protesta contra la criminal ocupación
norteamericana de los territorios que conformaban la república títere de
Vietnam del Sur.
Gracias al profundo sentimiento de solidaridad que el Presidente Ho Chi Minh
despertaba en todos, en 1964 en Venezuela tuvo lugar una acción heroica en
apoyo al combatiente Nguyeh Van Troi quien fuera apresado por soldados
sudvietnamitas mientras minaba un puente en Saigón para volar al Secretario
de Estado Robert MacNamara . Nguyeh Van Troi fue torturado durante meses y
finalmente condenado a muerte , pero un comando de las Fuerzas Armadas de
Liberación Nacional de Venezuela ( FALN ) secuestraron al coronel Michael
Smolen - Segundo Jefe de la Misión Aérea Norteamericana en nuestro país. Los
guerrilleros venezolanos ofrecían la libertad de Smolen a cambio de la
liberación de Nguyen Van Troi. Las autoridades norteamericanas dieron la
orden de suspender la ejecución, pero en cuanto Smolen fue liberado en
Venezuela, Nguyen Van Troi fue fusilado por soldados sudvietnamitas el 15 de
octubre de 1964, a las 9.50 am.
Muchos años después, en la URSS , mis compañeros estudiantes vietnamitas me
contaron de cómo en Vietnam, al enterarse de la proeza de los guerrilleros
venezolanos, se agotaron los mapas en todas las librerías de esa nación – El
pueblo quería saber dónde quedaba Venezuela, ese país, donde un grupo de
hombres arriesgaban su vida por Nguyen Van Troi, aquél muchacho 19 años de
edad cuyas últimas palabras son las mismas que pronunciamos hoy:
¡Larga vida a Ho Chi Minh!
Marcos Aurelio Rodríguez
Fecha de publicación: 22/05/08
elmacaurelio@yahoo.es
www.aporrea.org