La resistencia dentro de la planta a los tanques del Regimiento de Granaderos y las balas y gases de los 2 mil policías duró casi 5 horas y terminó con una decena de trabajadores heridos y un centenar de detenidos. Después, todo Mataderos luchó durante 5 días para tratar de frenar la privatización dispuesta por el flamante gobierno de Arturo Frondizi del Frigorífico Lisandro de la Torre, en enero de 1959, para entregárselo a los grandes grupos privados de la industria de la carne.
Trabajadores, vecinos, activistas, rompieron moldes organizativos y recuperaron las experiencias de lucha que venía generando desde 1955 la Resistencia Peronista para mostrar las potencialidades, todavía hoy insuficientemente exploradas, de la convergencia de la organización de base fabril con la organización de base territorial. Con los referentes presos, con el país militarizado, traicionada por la burocracia sindical, la huelga se fue diluyendo. Pero sus protagonistas nunca la levantaron y esa lucha fue un hito en el progresivo desarrollo político y de organización de los sectores revolucionarios y combativos de la clase obrera durante los siguientes 15 años.
El Frigorífico Lisandro de la Torre era una gigantesca planta de faenamiento de carne para aprovisionar el consumo de los habitantes de la Capital y el Conurbano. Hacia fines de los 50, se había convertido en un objeto del deseo de los grupos privados ligados a la industria de la carne por la importancia creciente que iba adquiriendo en el rubro el mercado interno por sobre los negocios de exportación. Su privatización formaba parte del Plan de Estabilización pactado por Fondizi con el Fondo Monetario Internacional apenas asumió la presidencia, junto con la apertura de la explotación y comercialización del petróleo a las grandes compañías multinacionales, una generosa ley de inversiones para los capitales extranjeros y la privatización de muchos otros sectores de la industria y los servicios.
El Plan significaba un disparo a la línea de flotación del pacto que había firmado Frondizi con Perón en el exilio durante la campaña electoral, acuerdo que le aseguró el triunfo al candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente en la elecciones con las que se daba por concluida la dictadura militar instaurada con el golpe del 16 de septiembre de 1955. Pese a la rápida conformación de una línea abiertamente integracionista en la cúpula sindical peronista -capitaneada entre otros precisamente por el titular del gremio de la carne, Eleuterio Cardozo- y la más disimulada pero concreta tendencia a la conciliación y al acuerdo con el proyecto desarrollista del sector más fuerte de esa burocracia, con el metalúrgico Augusto Vandor a la cabeza, las bases obreras mayoritariamente peronistas habían empezado a enfrentar con fuerza el Plan de Estabilización que tenía como uno de sus ejes el congelamiento salarial. En diciembre de 1958, en plena vigencia del Estado de Sitio dictado para tratar de frenar las luchas obreras, el Gobierno había reprimido duramente las protestas de los ferroviarios con el recurso de la movilización del personal, lo que los colocaba bajo las leyes militares y los obligaba a trabajar. Varios activistas ferroviarios fueron juzgados y condenados por tribunales militares por su participación en las medidas de fuerza. También se había cesanteado a 40 mil trabajadores del Estado.
Apenas se conoció la intención oficial de hacer aprobar la privatización del Lisandro de la Torre, el 10 de enero, el sindicato autónomo de los trabajadores del frigorífico, que tenía como secretario general a un combativo Sebastián Borro, y el cuerpo de delegados, en el que convivían peronistas y activistas sindicales de izquierda, comenzaron a preparar la resistencia. Mientras unos dos mil trabajadores manifestaban frente al Congreso, Borro y los delegados se reunieron con el presidente de la Cámara de Diputados, el oficialista Héctor Gómez Machado, y pidieron una entrevista con el propio Frondizi, en principio no concedida. Dentro de la planta, y con el apoyo del Comando de la Resistencia que capitaneaba John William Cooke y de dirigentes de otros gremios combativos, como Jorge Di Pasquale, de Farmacia, los trabajadores organizaban la toma.
El proyecto de privatización se convirtió en ley el 15 de enero. Al día siguiente, Frondizi recibió a los representantes de los trabajadores pero se negó a vetar la ley, tal cual se lo pedían. En la planta, una asamblea de 8 mil trabajadores decidió la toma y se precisaron los mecanismos para resistir: había grupos de trabajadores encargados de mantener encendidas las calderas para tener agua caliente que disparar con las mangueras; otros con la responsabilidad de tener preparada la hacienda para ser desbandada en dirección a las fuerzas represivas que entraran a la planta: otros con la misión de organizar la asistencia externa de vecinos y activistas. Desde las organizaciones que apoyaban, uno de los militantes que trabajó en la coordinación fue el dirigente jabonero y de la juventud peronista Gustavo Rearte, después uno de los más lúcidos organizadores e ideólogos del peronismo revolucionario.
Sobre la caída de la tarde del 16 de enero, Frondizi envió como su delegado a negociar con los huelguistas al jefe de la Policía Federal, Niceto Vega. Además de conminarlos a levantar la toma bajo amenaza de desalojo a la fuerza, les sugirió a los trabajadores armar una cooperativa para disputar la concesión del frigorífico. La respuesta obrera ante la amenaza y el consejo provocador no fue precisamente amable. Una vez que terminó esa charla, el ministro de Trabajo Alfredo Allende declaró ilegal la toma y el paro y ordenó el desalojo.
A las 3 de la madrugada del 17 de enero de 1959 tres tanques del Ejército llegaron hasta la planta de Mataderos abriendo el camino a 22 ómnibus repletos de policías, más numerosos patrulleros. Uno de los tanques rompió los portones perimetrales y las fuerzas policiales ingresaron a los patios, donde miles de trabajadores y familiares cantaban el Himno. Sus estrofas no frenaron ni las balas ni los gases. Cinco horas después el Frigorífico había sido desalojado.
Las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas, hegemonizadas por el vandorismo, decretaron una paro nacional, pero la oportuna detención de sus dirigentes –detención sólo por algunos días- sólo permitió que se cumpliera por unas horas. El 21 de enero la medida ya había sido levantada, pese a que en Mataderos todavía se resistía en las calles, y Sebastián Borro y otros cientos de compañeros del Lisandro estaban presos. Ellos nunca levantaron la huelga.