El traidor traicionado


¿“Quien peca y reza empata” ? (Refranero popular)./ Referirse a Álvaro Uribe Vélez, sin que ello provoque repulsión es algo impensable si de develar las características del sujeto se trata. Tal vez la sentencia popular sirva para amainar un poco los disgustos que genera tener que soportar semejante bosta, el tema del narcopresidente, se atraviese quizás en uno de los momentos de descanso que quienes nos leen buscan para enterarse de opiniones diferentes a las artificiosas mentiras y engañifas que surgen desde el vertedero mediático oficialista encargado de encubrir la perfidia del fascista con la descarada invención del teflón de la impunidad.
Hay que poseer una sobredosis de cinismo para posar, como lo hace Uribe, de “buen” cristiano, practicante devoto de los oficios religiosos y consumado artista de la persignación, la oración en visible éxtasis místico como queriendo evocar las poses de Santa Rosa de Lima, y la comeunión elevando mirada al cielo frente a la bendición del alto prelado de turno. Uribe, con tal de engañar, no tienen ningún recato moral en tratar de manipular el sentimiento de quienes de manera virtuosa y sencilla poseen la fe cristiana.
Pero en su afán de engañar termina manoseando de forma burda y repudiable lo que para muchos humildes hijos de Colombia es sagrado, develándose así al final como un farsante que no pasa de ser un camandulero come hostias que mientras en público se encomienda a la inmaculada virgen María, a todos los santos y almas del purgatorio, en su vida cotidiana comulga con el diablo; es lo que podríamos llamar un hombre de apariencias, un santurrón desbocado en gazmoñerías cuyo histriónico proceder no es más que una función para las cámaras y micrófonos de sus promotores; en fin, se trata de un embaucador que no tienen más mandamientos que los del imperio gringo, con el credo del fascismo, y los sacramentos de la mafia en lo que le inicio su propio padre, seguramente dándole la confirmación no con santos óleos sino con aceite de mapanare. Con seguridad que en Uribe y en quienes se prestan para esta vagabundería publicitaria, incluyendo a los prelados, no se les acomoda otra liturgia que no sea la de un verdadero acto satánico y no los “signos externos y visibles de la gracia interna y espiritual” de los que hablara san Agustín de Hippona, para definir lo sacramental.
Ni con un milagro Uribe podría entrar en el camino que ejemplificó Cristo. Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja. Todo lo suyo en ese campo es apariencia; Satanás comiendo hostias para atrapar incautos.
Desafortunadamente algunos inocentes caen en su trampa, otros le siguen por temor, hay quienes persisten por conveniencia y oportunismo en no condenar sus atrocidades, y fuera de aquellos que efectivamente hacen parte de su corte de demonios, también están los que habiéndole vendido su alma al Lucifer paisa nada se atreven a cuestionarle por las propias culpas que llevan al hombro. En fin, la mentira es esencia en el comportamiento del “angélico” charlatán; y con ella atropella al pueblo y a todo el que necesite con tal de mantenerse en el poder complaciendo a sus amos del imperio.
Entre las santurronadas del puritano Presidente, como muestras de su “fervor católico” podríamos recordar algunos de sus más sonados exvotos:
Con antelación a ser elegido presidente, siendo gobernador de Antioquia, Uribe sacó el máximo provecho de los jefes narcoparamilitares en la región de Urabá. Esta área fue señalada por los gringos y sus transnacionales para crear uno de los primeros y más macabros laboratorios del proyecto fascista para Colombia. Allí tienen asiento las grandes compañías internacionales del banano; sus tierras son aptas para cultivos con fines industriales; se encuentran surcadas por caudalosos ríos; las selvas existentes poseen un ecosistema con una de las más ricas biodiversidades del mundo, tienen envidiables reservas maderables y recursos minerales inexplotados; por allí pasará obligatoriamente la carretera que unirá la América del sur con Panamá, Centro y Norte América; estas tierras acarician el Mar Caribe que le proporciona sus aguas profundas donde pueden construirse puertos receptores de los modernos transatlánticos de gran calado; es uno de los pocos lugares de las Américas por donde puede construirse un moderno canal interoceánico a nivel.
Las riquezas y su posición geográfica envidiable se convirtieron en maldición para los habitantes de la zona quienes además eran en su inmensa mayoría simpatizantes de la Unión Patriótica. El “serafínico” presidente envió las hordas narcoparamilitares apoyadas por quien en aquel entonces fuera el comandante de la XVII brigada del ejército, General Rito Alejo del Río, conocido como el “Carnicero de Urabá”, a realizar a sangre y fuego la llamada “reconquista” de Urabá. Miles de desaparecidos y cientos de fosas comunes con cuerpos de la población civil fue el parte de “victoria” presentado a Uribe por estos jinetes del Apocalipsis, quienes con la experiencia adquirida y bajo la tutela de Uribe y de los militares, extendieron el modelo a otras regiones del país como si en verdad tuviesen el poder “para matar con la espada, con el hambre, con la peste y con las fieras de la tierra”.
Los mismos narcoparamilitares jugaron decisivo papel en el impulso del dueño del Ubérrimo hacia la presidencia a partir de un compromiso del candidato en cuanto a que les evitaría la extradición y les colocaría simbólicas condenas de cárcel antes de legalizarlos y reinsertarlos a la vida política del país para que pudieran disfrutar sin contratiempos “sus” riquezas mal habidas mediante la defraudación, el despojo de tierras, los desplazamientos forzados y tantos otros crimen que han posibilitado arrebatar la paz y la esperanza al campesino.
Uribe no cumplió los compromisos con sus socios y en el mes de mayo de éste año extraditó a los Estados Unidos a 14 de sus demoníacos amigos. Sólo el imperio tiene realmente garantizados los espacios para los megaproyectos y el expolio. Desde las cárceles de mister Sam, entretanto, aúllan como lobos los jefes narcoparamilitares por lo que pareciera una traición consumada. No obstante, en la Corte imperial aquellas joyas solamente se les está juzgando por narcotráfico y nada se les reclama por las masacres cometidas. En todo caso sienten ya que Uribe es un faltón hasta con los de su propia calaña porque efectivamente han sido objeto de esta abominable práctica de entrega de soberanía jurídica que es la extradición.
¿Recuerdan a Julián? Miserable sujeto desertor de las FARC, un traidor. Capturado por las autoridades oficiales en Bogotá, al poco tiempo protagonizó una escandalosa “fuga” del búnker de la Fiscalía, contando con la colaboración de agentes corruptos que estaban al servicio del Fiscal General paramilitar Luís Camilo Osorio.
Por aquel entonces Uribe se dirigió al país por radio y TV. En la alocución, en la que se rasgó las vestiduras, condenando las circunstancias del escape, “prometió a Julián que si se entregaba a las autoridades, en poco tiempo quedaría en libertad. Se trataba de mostrar la eficacia y las bondades de las políticas contrainsurgentes, y para ello contó con este que es uno de los varios traidores que hacen el juego al gobierno creyendo en las falacias que promociona. El personaje de marras, entonces, ciegamente abandona la clandestinidad que había asumido por motivo de la persecución y se presenta voluntariamente a las autoridades del Estado.
El presidente, alborozado por el pronto retorno del fugitivo, puso en función su circo mediático de planta, invitó al tonto Julián a la Casa de Nariño para que lo acompañe en la realización de una resonada rueda de prensa en la que prometía realzar al pillo como uno de los héroes de su plan de desmovilizaciones, pero…, en verdad, lo que ocurrió fue la promoción de la aparente magnanimidad del fementido gobernante, el de la camándula; las “bondades” de su régimen de motosierra y cocaína y, como corolario, los vituperios más enconados contra la insurgencia.
En el desarrollo del engañoso espectáculo, hecho para una tele audiencia a la que pretenden manipular día a día, en carro blindado y fuertemente escoltado Julián fue enviado por Uribe a descansar ocho días con su familia en una suite del céntrico Hotel Tequendama de Bogotá. Pura falacia. El resultado final, lo previsible: con el repudio generalizado que se les suele prodigar a los traidores, a los farsantes, Julián se pudre en una de las celdas de la cárcel La Modelo de Bogotá. La Fiscalía le monta cientos de procesos y su “amigo”, el presidente, como cualquier Poncio Pilatos se lava las manos. El imperio de la mentira resplandece.
Olivo Saldaña y el tal Biófilo, dos embaucadores que posan de insurgentes. Fueron reclutados en la cárcel por el Comisionado Restrepo, el mismo doctor ternura, para que sirvieran como “jefes” de delincuentes comunes a los que luego presentarían como guerrilleros desmovilizados. Les prometieron rebajas de penas y pronta libertad si actuaban en el sainete. Todavía el comisionado juega con ellos usándolos como grotescas marionetas para presentar los “partes de victoria” del proceso de desmovilización. De promesa en promesa los dos polichinelas siguen en la cárcel esperando la lisonja y las migajas de la excarcelación y la libertad. Como en los tenebrosos “falsos positivos” del ejército, verdaderos crímenes de Estado, en los que las bajas guerrilleras que no logran en el número que publicitan las obtienen asesinando a centenares de personas inermes, el Doctor Ternura también obtiene desmovilizados que han sido fabricados en su laboratorio de mentiras.
El caso de la llamada Karina, infeliz personaje, también es sintomático del carácter fementido y fascistoide del régimen uribista.
Los medios de comunicación azuzados por el mando militar, se recreaban narrando sus múltiples “hazañas” con antelación a su deserción y entrega a una patrulla del DAS. Era la forma de agigantar la imagen de la “guerrillera” ante la opinión pública para luego decir que se trataba de un golpe estratégico a las FARC-EP. A esta pobre mujer que dentro de la insurgencia había sido relevada de responsabilidades por su comportamiento incongruente con los lineamientos de la Dirección de su Frente, la han puesto de altoparlante que vocifera los libretos elaborados para adelantar la guerra psicológica.
A través de las estaciones de radio de la policía y el ejército incita a los verdaderos y firmes combatientes insurgentes a la traición con la ilusión que así “conseguirá la libertad”. ¿Libertad de qué?, ¿libertad de vivir en humillación y sometimiento, en miseria y desprecio por su abdicación? Es la típica manera como el departamento de Guerra Psicológica de las Fuerzas Militares maneja personajes endebles que en el colectivo guerrillero no causan más que desprecio. Lo que procede a continuación de la utilización de esta idiota útil a la causa del execrable Uribe, es la acusación implacable de la fiscalía para garantizarle 20 o 30 años tras las rejas.
Rojas, inmundo bacilo creado en el laboratorio de la inteligencia militar también tiene su historia en este rosario de engaños. Su ambición no tiene medida y sus escrúpulos son los mismos del presidente. Para cumplir secreta misión, aprovechando fallas o deficiencias nuestras, fue infiltrado en las FARC-EP contando con una jugosa oferta de dinero y plenas garantías para cambiarle identidad y ubicarlo en el extranjero una vez culminara su asqueroso trabajo.
A sangre fría y en pleno estado de indefensión asesinó, mientras dormían, al Comandante Iván Ríos y a su compañera. Siguiendo las instrucciones del manual de inteligencia del ejército, amputa una de las manos del cuerpo inerte del Comandante guerrillero para llevárselo como trofeo de horror y prueba de su fechoría a sus superiores que lo reciben extasiados; cual hienas sedientas de sangre, festejan la ignominia con que han pasado al basurero de la historia.
El apestoso infiltrado hoy se queja y se revuelca en el lodazal de su codicia porque el régimen ha optado por sacrificar al agente Rojas antes que develar aún más su venalidad y superlativa criminalidad pagando recompensa por tan abominable acto que no es sino un crimen de guerra. La concupiscencia del sujeto en mención tiene la dimensión de las víboras que incubaron y lo infiltraron; ahora realiza una huelga de hambre para reclamar los cinco mil millones de pesos que le prometieron por el asesinato. Si una seguridad puede tener este elemento detestable es la de que ni Uribe ni los Generales moverán un solo dedo por propiciarle un buen destino.
En el caso de César y Enrique “gafas”, los traidores que entregaron a los prisioneros canjeables que estaban en manos de las FARC-EP, debe decirse que el canto de sirenas de no procesarlos ni extraditarlos -ofrecimiento hecho públicamente por Uribe-, y la fantasía de una vida placentera en las playas de Miami, disfrutando de 100 millones de dólares que sirvió de acicate a estos miserables para consumar su perjurio, era sólo una mentira. Después de la tramoya realizada con la utilización descarada de símbolos de la Cruz Roja Internacional, Telesur, Teleamazonas y la suplantación de periodistas, las cosas van quedando claras. Los traidores que efectivamente fueron quienes posibilitaron el desenlace adverso a las FARC, son a la vez traicionados por Uribe. Sobre ellos pende ya la posibilidad real de la extradición hacia los Estados Unidos por cualquier cantidad de cargos.
Existe una vieja fábula de Esopo titulada el lobo y el labrador: llevó un labrador su yunta de bueyes al abrevadero. Caminaba por ahí cerca un lobo hambriento en busca de comida. Encontró el lobo el arado y empezó a lamer los bordes del yugo, y enseguida y sin darse cuenta terminó por meter su cabeza adentro. Agitándose como mejor podía para soltarse, arrastraba el arado a lo largo del surco. Al regresar el labrador, y viéndolo en esta actividad le dijo: - ¡Ah, lobo ladrón, que felicidad si fuera cierto que renunciaste a tu oficio y te has unido a trabajar honradamente la tierra!
A veces, por casualidad o no, los malvados parecieran actuar bien, mas su naturaleza siempre los delata.
Sin duda volveremos a ver a Uribe en algún oficio religioso, para luego reincidir en su maleficencia, pues por su desvergüenza seguramente la máxima que le da sosiego debe ser aquella: “¡quien peca y reza, empata!”.
¿Cuál será el próximo tonto en caer en sus garras?

Rodrigo Granda | Agencia Bolivariana de Prensa |

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