UNA OPCIÓN DE PODER INDEPENDIENTE, LA ÚNICA ALTERNATIVA PARA EL PUEBLO TRABAJADOR

Mientras las huestes de la patronal ruralista parecen aprestarse a retomar el campo de batalla visible y mediático (las rutas), y el gobierno kirchnerista no logra reponerse de la derrota política infligida por aquélla (que lo deja condicionado y débil para lo que resta de su periodo), las consecuencias sociales de la batalla de los bloques explotadores por la renta agraria lo sufren los que siempre sufren: las mayorías asalariadas y desocupadas.
La embestida de la más rancia derecha no tiene el brillo de las luces de los medios de comunicación como hace sólo unas semanas atrás. Sin embargo, se mueve entre las sombras, no se ha quedado quieta. Envalentonados por el triunfo legislativo y el apoyo de un importante sector de la población, los patrones agrarios parecen haber conformado una especie de gobierno paralelo o co-gobierno. Por lo menos, así se desenvuelven, no disimulan sus aspiraciones. En la cresta de un armado político que va desde la Sociedad Rural, la extrema derecha del PJ, Macri, Barrionuevo, sectores de la Iglesia, hasta Carrió y Patricia Bulrich, se aprestan a profundizar sus reclamos y hacerlos realidad. Son insaciables. Quieren más, siempre más. Sueñan con un Estado sin ningún tipo de control para sus negocios, en este mundo con un Mercado ávido de productos agropecuarios, donde el hambre de millones favorece sus intereses. Un Estado donde ni se mencione la frase “distribución de la riqueza”, pues su concepción de la vida es que sólo ellos tienen derecho a disfrutarla. Los demás estamos para servirles, y penar nuestra existencia. Su éxito es nuestra miseria, por eso los trabajadores debemos combatirlos con todas nuestras fuerzas.
El gobierno de Cristina Kirchner, impotente para enfrentar y resolver el conflicto en su favor, sufrió un duro golpe en el Congreso de la Nación cuando no fue aprobado su proyecto de retenciones a la renta extraordinaria de la patronal agraria. Mediáticamente, el vicepresidente Cobos fue hecho responsable (héroe o villano, según desde dónde se lo mire) de tal derrota. Sin embargo, es el propio oficialismo, el kirchnerismo, el máximo responsable de la misma. ¿Por qué?. Entre varias razones, podemos resaltar:
1-Porque la construcción política con la que logró su segundo mandato no podía desenvolverse de otra manera que como lo hizo, en una coyuntura de crisis donde se veían afectados (más allá del destino que luego se le quisiera dar a lo recaudado) los intereses de uno de los sectores integrantes del poder económico en nuestro país. ¿Qué esperaba el matrimonio gobernante que hicieran los Solá, los Reutemann, los Schiaretti, los De la Sota, incluso los radicales “K”, si ellos mismos pertenecen o tienen intereses comunes con el sector que se quería afectar? No se le pueden pedir peras al olmo. La alianza con el sector del empresariado industrial y el financiero completan el cuadro de un armado que jamás podría enfrentar a un par en los términos del discurso “K”. “Entre bueyes no hay cornadas”, reza con sabiduría el dicho popular
2- Porque fue el propio gobierno el que estructuró la economía del país para que la patronal agraria gozara un periodo de superganancias como nunca antes en la historia, dadas las excepcionales condiciones del mercado internacional de materias primas (comodities). Cuando quiso meter mano a esos suculentos recursos, enfrentó trágicamente el viejo axioma que establece que no es lo mismo estar en el gobierno que tener el poder: el poder de la patronal agraria le marcó de manera tajante los límites de su alcance.
3- Porque un dato que puede hasta parecer pintoresco, si no fuera tan funesto para el pueblo argentino, es el de las quejas kirchneristas hacia la prensa masiva, cuando, por ejemplo, fue el propio gobierno el que estiró las concesiones de los medios de comunicación a lo peor de la derecha (Haddad, Moneta, Manzano, Eurnekián) por veinte o veinticinco años más; o la cercanísima relación del mismísimo ex jefe de gabinete, Alberto Fernández, con el grupo Clarín. O la casi nula acción – más allá de alguna bravuconada discursiva- contra la concentración monopólica del sector.
4-Porque el gobierno tiene un grado de impopularidad mucho más grande que el que quiso y quiere reconocer. Como hemos escrito oportunamente, sólo tres de cada diez argentinos lo votaron en el 2007. Las políticas antipopulares fueron socavando la imagen del kirchnerismo, y sobre todo la inflación y la burda intervención al Indec. La gente no se comió el verso oficialista de una redistribución de la riqueza que nunca en cinco años fue redistribuida entre los que menos tienen. La crisis agraria terminó por ponerle en contra parte de la base social que lo había apoyado hace sólo unos meses atrás en las urnas.
5- Es su raíz de clase pequeño-burguesa lo que le impide movilizar genuinamente a la población para defender sus políticas, tiene terror a esta alternativa, por lo que terminó apoyándose en el podrido aparato del PJ, en figurones repudiados por la población como Moyano, Cavallieri, Rodríguez, Martínez, D’elía, Genta, Moreno, Pichetto, Díaz Bancalari, y los intendentes del conurbano bonaerense, entre otros impresentables cómplices de las políticas de explotación y saqueo de nuestro pueblo.
Ese descontento popular contra este gobierno que concede y concierta con ciertos monopolios, con negociados y acuerdos de corrupción, fue canalizado, lamentablemente, por la derecha más reaccionaria, que supo poner tras de sí a las clases medias urbanas y del campo, e increíblemente a una parte de la izquierda que, obnubilada por la masividad de la protesta, se prestó como furgón de cola de la dirección oligárquica. Pero también despertó simpatías en amplios sectores populares, sólo porque se había constituido como la única oposición visible y coherente al que consideran el principal responsable de sus males –el gobierno-, sin tener en cuenta el contenido de clase de lo que terminaban apoyando.
Como dijimos más arriba, nadie se comió el verso kirchnerista de la redistribución de la riqueza, después de cinco años de concentrarla como nunca nadie lo había hecho. El argumento del destino hospitales-caminos-escuelas para los recursos extraordinarios de las retenciones apareció tan tarde como falto de credibilidad. En todo caso, muchos se preguntaron por qué no estaban esas obras urgentes contempladas en el Presupuesto Nacional, sin ningún tipo de condicionamiento. Y para ponerle la frutilla al postre de las intenciones del gobierno para las fallidas retenciones, sorprendió la taladrante sinceridad de Néstor Kirchner cuando en un acto público reconoció el verdadero destino de aquéllas: “¿sin las retenciones, cómo vamos a pagar las obligaciones externas?” se preguntó. Y ahí está el meollo de la cuestión. El gobierno ha pagado al FMI u$s 10.000 millones todos juntos, mientras dejaba de pagar la deuda interna con el pueblo, con el argumento que se sacaría aquél problema de encima. Pero lo real es que el problema nunca se fue, Argentina hoy debe más que antes del estallido del 2001, emite bonos de la deuda que no puede pagar, generando nueva deuda futura, y debe enfrentar hoy los vencimientos de los compromisos asumidos en el pasado. En los próximos cuatro años, el estado debería cancelar deuda por u$s 52.000 millones. Allí el verdadero destino de las retenciones.
Si en algún momento el gobierno pensó que imponer a la población todo el peso del sacrificio para semejante erogación sería un suicidio político, con estallidos sociales en el horizonte, la negativa de la patronal agraria de compartir ese esfuerzo no le deja otra alternativa. Y los efectos ya comenzaron a sentirse: ya se anunciaron aumentos de tarifas que superan el 20%, tanto en las empresas de servicio privatizadas como en el transporte de pasajeros, lo que significará un nuevo retroceso en los magullados salarios de los trabajadores. Los combustibles, de influencia estratégica en la formación de precios, continúan su escalada, acentuada desde principio de año. A pesar de que la canasta familiar ronda ya los $3500, el gobierno, con el instrumento del Consejo del Salario como aliado, fijó el salario mínimo en $1200 ($1240 a partir de diciembre), para lo cual contó con la inestimable colaboración de la CGT y la CTA: una verdadera burla y estafa a los trabajadores. El ejemplo cundió en el funcionariado de todo el país, por lo que el ministro de educación de la provincia de Buenos Aires calificó de “locura” el pedido de aumento del 20% a los magros salarios de los docentes, a los que no les quedó otro remedio que ponerse en pie de lucha para defender sus derechos. Otro atropello fue el que recibieron los jubilados, ya que el gobierno decidió la movilidad de sus haberes presionado por fallos de la Justicia en ese sentido, pero pateando su efectivización para el año que viene, y atándolos al crecimiento del PBI justo cuando éste está cayendo, encima monitoreados por el nefasto cuco del Indec morenista.
Mientras tanto, los ataques contra la clase trabajadora continúan como durante todo el periodo kirchnerista. El conflicto con los trabajadores del neumático, donde decenas de obreros fueron despedidos, se suma a los que estallan en todo el país, ante el silencio de los medios masivos de comunicación, y a los ya emblemáticos como los de Las Heras (donde aún quedan trabajadores tras las rejas), Hospital Francés, Casino de Buenos Aires, Dana, Jabón Federal, entre otros. La legión de desocupados aún tiene que penar con humillantes $150, a pesar de las permanentes movilizaciones exigiendo un más que lógico y necesario aumento en las asignaciones. Y el drama de los sin techo quedó amargamente expresado en el desalojo y encarcelamiento de quienes ocupaban un edificio en SanTelmo, entre los que se encontraban militantes de la Asamblea del barrio. Al mismo tiempo, en Avellaneda y Quilmes, se le quieren entregar alegremente tierras al grupo Techint –íntimamente ligado al oficialismo- “por los grandes servicios prestados” en la zona a través de su manejo en el CEAMSE, donde dejó un desastre ecológico que incluso ha provocado enfermedades y muertes entre los habitantes de los alrededores. Y la minería a cielo abierto, que además del saqueo de nuestras riquezas provoca la destrucción del medioambiente, sigue siendo impulsada por la administración kirchnerista a pesar de la creciente oposición y movilización popular.
Queda en claro, entonces, que este gobierno no está en condiciones de sostener un programa “popular”, y aún cuando no sea una administración reaccionaria, es sí parte del enemigo de clase de los trabajadores. Hoy los principales problemas del pueblo trabajador son la carestía de la vida, la inflación, y el consecuente aumento de la canasta alimentaria, consecuencias inevitables de las políticas pensadas para beneficiar a los dueños del capital, agravadas por el conflicto agrario. Por eso es necesaria e imprescindible la unidad de los que luchan en contra de las políticas de saqueo y entrega, para conformar un gran movimiento nacional que pueda transformarse en una opción de masas para nuestro pueblo. En eso estamos trabajando, en el espacio “Otro camino para superar la Crisis”, y en reuniones y movilizaciones de la izquierda independiente de los bloques de la burguesía.
En ese marco, nos enorgullecen los dos años de publicación ininterrumpida de ésta nuestra prensa. El festejo por el segundo aniversario de Perspectiva de Clase se convirtió en un importante acto político, que nos sirve de trampolín para un nuevo desafío: a partir de este número, comienza a distribuirse comercialmente en los kioscos de los barrios más populosos de la ciudad de Buenos Aires. Y esperamos pronto poder hacerlo en todo el país, siempre intentando ser una ventana abierta a todas las expresiones de lucha de nuestro pueblo en defensa de sus intereses, de sus sueños y sus anhelos.

PARTIDO COMUNISTA de los Trabajadores

 

 

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