Uruguay: la maldita impunidad sigue
vigente
Un país que decide por voto
popular no juzgar a quienes les asesinaron hijos e hijas,
hermanos y hermanas, padres, madres, familiares, amigos,
delata una sociedad con problemas muy serios. Y esto en
Uruguay se repite por dos, ya que la del domingo 25 ha sido
una nueva oportunidad fallida para anular la maldita ley de
impunidad (o caducidad, para utilizar la nomenclatura
impuesta oficialmente) que se había aprobado en anterior
elección. En aquella ocasión se puso como excusa (y había
razones para ello) de que los años de terror golpearon
fuerte en la población y entonces el miedo no dejaba que se
abriera una puerta a la verdadera justicia. ¿Pero ahora qué
es lo que ha ocurrido?
Han pasado varios años de gobierno frenteamplista, donde
poco y nada se hizo para perseguir y condenar a los
asesinos, debido a que se cumplió a rajatabla con un acuerdo
parecido al que los españoles (de derecha y de izquierda),
denominaron “de la Moncloa” y en el paisito rioplatense
lleva el pomposo nombre de Pacto del Club Naval. Por el
mismo, en su momento se aseguró “una transición ordenada” y
vergonzosa, que evitara no perturbar la tranquilidad de
quienes ejecutaron con ferocidad y desprecio –vía el Plan
Cóndor- la política represiva que impuso el imperialismo.
Ahora se pagan las cuentas de aquellos tiempos de
contubernio, y el resultado es una nueva derrota para la
salud pública y cívica de uruguayos y uruguayas. No juzgar a
quienes cometieron crímenes de lesa humanidad, afectará, sin
duda, comportamientos presentes y futuros, y generará un
peligroso tumor social que puede ser letal.
Las razones de que en esta ocasión el voto popular no haya
alcanzado para anular esa ley nefasta, a pesar del esfuerzo
que hicieron organizaciones de Derechos Humanos,
agrupaciones juveniles, sindicales e intelectuales, hay que
buscarlas por un lado en la persistencia de una mentalidad
conservadora de buena parte de la población uruguaya que no
quiere que ninguna pesadilla del pasado perturbe su actual
status quo. Por otra parte, es evidente que la sumatoria de
la derecha partidaria (blancos y colorados), junto a la
vergonzosa actitud de buena parte de la dirigencia del
Frente Amplio (que en los pasillos aseguraban estar con la
derogación de la ley y en sus actos partidarios dijeron poco
y nada de votar al “SI”), provocó que el resultado fuera la
derrota. Si a esto le sumamos que el propio candidato a
presidente del Frente, un hombre que sufrió cárcel y
torturas (como estos días se han encargado de recordar
cientos de notas periodísticas) expresó sin inmutarse que
buena parte de los genocidas “son unos viejitos” y por lo
tanto no vale la pena agitar tanto el parche por juzgarles,
o si recordamos que el Frente Amplio tuvo y tiene los votos
necesarios en el Parlamento para poder anular dicha ley,
tendremos nuevos elementos para entender este fracaso que
tanto duele y ofende a la memoria de las víctimas y sus
familiares.
No, no hay disculpa alguna por lo que ha pasado. No valen
las excusas, y es casi una provocación que el tandem Mujica-Astori
sostenga en la conferencia de prensa en que se anunció la
victoria y se reconoció el balotage, que el negativo voto
por el SI es “lo que quiere la gente” y hay que respetarlo.
La famosa “gente” de la que habla Astori (el hombre que
firmó tratados de libre comercio con los yanquis y coqueteó
hasta la saciedad con los planes fondomonetaristas en la
región), no tuvo acceso a más información sobre lo que se
jugaba en esta votación, que la que le brindaron de manera
artesanal quienes motorizaron esta campaña contra la
impunidad. No hubo ni podía haberlos, medios de comunicación
a su servicio, ni siquiera los oficiales como hubiera
correspondido, tampoco se habló –repetimos- del voto rosado
en la campaña electoral frenteamplista, debido a que dentro
de esa coalición socialdemócrata hay sectores bien definidos
(el del ex guerrillero Fernández Huidobro es uno de ellos, y
los otros son quienes abrevan en la corriente de Astori) que
no están de acuerdo con que se juzgue a los militares, bajo
la excusa de una imposible reconciliación nacional. De
hecho, muchas de las boletas de estas tendencias,
aparecieron en el recuento de sufragios, sin el voto rosado
anti-impunidad.
Finalmente, ahora la lucha de los familiares de
desaparecidos. de los ex presos politicos y de todos los
uruguayos y uruguayas dignas, deberá redoblarse para lograr
que de una u otra manera los milicos asesinos no sigan
paseándose con impunidad por las calles del país. Una opción
inmediata debería ser exigir a esos parlamentarios que se
llenan la boca con discursos “progresistas”, que de una
buena vez anulen la ley y abran el camino para que los
jueces –al igual que ocurre en Argentina- puedan condenar a
los genocidas. De hecho, la inconstitucionalidad de la ley
ya ha sido puesta sobre la mesa por un fallo judicial
reciente. Lo que resta entonces es poner en práctica la
voluntad política necesaria que ayude a terminar con la
vergüenza y de una buena vez se pueda homenajear, en la
práctica, a quienes dieron su vida por un Uruguay libre de
explotadores y explotados. No hacerlo, significará dejar un
lastre insoportable a las futuras generaciones.
Carlos Aznárez
Resumen Latinoamericano
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