Para este 25 de mayo de 2010.
No todos los días un país festeja sus primeros doscientos años de
“independencia”, entonces este 25 de Mayo debemos como ciudadanos
adoctrinados al sistema que somos, ponernos la escarapela, ir a misa bien
temprano, escuchar el sermón del padre, y pedirle a Dios que nos guíe, para
que todo ese glorioso día podamos festejarlo en paz y armonía.
Las familias más adineraras antes de ir a misa y más tarde a los festejos,
disfrutarán de un suculento desayuno en sus hogares, servido en sus
elegantes mesas por sus explotadas mucamas, antes de salir de sus acogedoras
y calefaccionadas casas.
Los oficiales en sus cuarteles se levantarán más temprano que de costumbre,
y al alba, estarán compartiendo un chocolate con los soldados, eso sí, sólo
dos veces en el año, porque el resto de los días tienen que hacer respetar
sus jerarquías.
Aquéllos con recursos más escasos, es decir la clase media, que tienen su
negocio o su fabriquita, quienes pudieron hacerse la casa y comprarse un
auto bueno, también explotando a sus empleados u obreros, imitando como es
su costumbre, a los muy adinerados de la clase alta, harán más o menos lo
mismo que ellos, quizás con la diferencia de que en lugar de la mucama el
desayuno se lo sirva la esposa.
Hasta aquí tendremos, a ojo de buen cubero, un treinta por ciento de la
población de la Patria. El resto y sin diferenciación de niños, niñas, o
adultos, saldrán de su humilde ranchito de chapas, cartón y sin calefacción,
con la panza vacía, como todos los días a tratar de traer algunas monedas en
su aventura diaria para poder comer.
Esta última es una gran razón para no poder festejar absolutamente nada.
“A La cultura hay que cuidarla”, pero con tantas necesidades que poseemos
millones de argentinos tenemos la obligación de fijar prioridades.
El edificio del Cabildo se verá imponente después de su restauración
preparada para esta fecha. Según dice el cartel que puso el estado en su
fachada, la obra tuvo un costo, nada menos, que de tres millones de pesos
argentinos, es decir, el equivalente a 200.000 platos de comida con un costo
de $15.- cada uno, con los cuales se podría comenzar a paliar el crimen del
hambre que padecen muchos sectores de la población de nuestro país; gracias
al proyecto “nacional y popular” llevado adelante por nuestra presidenta
Cristina Fernández, que no es otra cosa que la continuación de este sistema
desigual y macabro que manejaron colonialistas y genocidas españoles, más
tarde unitarios conservadores neoliberales o federales, falsos nacionalistas
peronistas, y como vagón de cola los inoperantes radicales que aún hoy no
encontraron su identidad política, de los cuales fuimos y somos víctimas los
ciudadanos en estas tierras desde hace más de quinientos años y hasta
nuestros días.
Por otra parte el antiguo edificio del Correo Central será a partir de este
25 de Mayo de 2010 glorioso, un inmenso centro cultural donde el estado
financió una obra millonaria de aproximadamente ochocientos millones de
pesos argentinos, anunciada en 2007 por el poder ejecutivo nacional. Me
pregunto: ¿algunos platitos más de comida, se podrían adquirir con esta
cifra?
En otro sector de Buenos Aires, más exactamente el bastión de la oligarquía
argentina y el nunca bien ponderado Teatro Colón, ya estará listo para su
reinauguración, gracias a nuestro “inmejorable” Jefe de Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, quien le quita día a día el sustento
a los barrios más humildes de la ciudad, para financiar esta obra. Y allí
estarán, con sus zapatos llenos de betún, al borde de las aceras de dicho
teatro, con sus elegantes autos importados, y sus puertas traseras abiertas
por algún mendigo, para permitir a sus elegantes dueños, bajar con
elegancia, a asistir a la elegantísima celebración.
En la Plaza de Mayo o en la Avenida 9 de Julio, los desfiles brillarán
aplaudidos desde los costados por el pueblo, que nunca supo de que se trató,
ni de que se trata hoy, pero ellos, guiados por esta gran democracia
aplaudirán el resonar de las botas militares en el asfalto.
Creyendo que con esta actitud están defendiendo a la δημος demos, que quiere
decir en castellano: pueblo, y Κράτος kratos, que significa poder o
gobierno, es decir democracia. Este mismo pueblo que cómodamente cree que la
democracia es ir a un colegio una vez cada dos años a poner su voto en una
urna y después olvidarse del asunto por los próximos dos años.
Si miramos estos últimos doscientos años ¿Qué encontramos para festejar?
Por ejemplo, que lo único que quedó de Los Incas, una de las civilizaciones
milenarias y propietarias originales de estas tierras, como célebre homenaje
de los “independentistas”, ya unitarios y vende Patria de la época, sólo el
sol Inca en nuestra bandera, y alguna avenida que lleva su nombre.
Que jamás escucharon a Manuel Belgrano, que murió en la pobreza absoluta, y
que José de San Martín tuvo que enviarle una carta a Godoy Cruz, presionando
para que de una vez por todas se declare la independencia. Porque había
muchos traidores que por intereses propios querían continuar siendo colonia
de los genocidas españoles y de Fernandito. O que el mismo San Martín
termine traicionado por Rivadavia y Mariano Moreno asesinado por Cornelio
Saavedra.
Festejar que a todos aquellos hombres que quisieron llevar adelante un
verdadero país libre terminaron asesinados, por los vende Patria unitarios,
como por ejemplo el despiadado crimen de Dorrego llevado a cabo por Lavalle
en el año 1828. O que más adelante un federal, de nombre Juan Manuel de
Rosas comenzara con el genocidio a los indígenas, que terminaron con todo
éxito los unitarios Avellaneda y Roca décadas más tarde.
En medio de esos años otro unitario y ex presidente de nombre Bartolomé
Mitre, envió encadenados a los gauchos criollos, a matar a los hermanos
paraguayos.
Tampoco debemos olvidarnos de “el gran maestro argentino” Dominguito
Sarmiento, escribiendo en el diario Mercurio de Chile, que La Patagonia
Argentina debía ser de los chilenos. Y mandando a asesinar a todo aquél que
tuviera rasgos de gaucho o indígena, a posteriori ya, en su gestión
presidencial.
Pero en el siglo XX quizás encontremos algo para festejar.
Recuerdo a La Patagonia Trágica, de la que tanto nos enseñó el escritor
Osvaldo Bayer y la semana trágica en manos de Radicales. La primera década
infame conservadora. Y, por otra parte el tristemente célebre Quebracho,
reflejado en el libro Las Aguas Bajan Turbias.
Un personaje con grado militar de coronel, adiestrado en la Italia fascista
de Benito Mussolini, de nombre Juan Domingo Perón, pareció ser la salvación
de las clases trabajadoras, pero lamentablemente no dio su vida por el
soberano, sino que por el contrario lo abandonó y se escondió en un barco
paraguayo a la vera del Río de la Plata, para salvarse, sin importarle los
muertos del pueblo, que dejaría el grotesco bombardeo a la Plaza de Mayo
perpetrado por los conservadores, del cual Perón, ya con grado de general y
aún presidente de la República tenía información previa y no alertó a su
“amado” pueblo. Y los unitarios conservadores realizaron así, un nuevo y
anticonstitucional golpe de estado. A cual peor de ambos.
Cabe recordar que anteriormente la señora esposa de Perón y Primera Dama, de
nombre Eva Duarte de Perón y apodada “La abanderada de los humildes”, le
regalaba máquinas de coser y otros elementos para ciudadanas de bajos
recursos, con la condición sine qua non, que fueran peronistas.
A los que no se sumaban a esa agrupación política, los llamaba “perros que
ladran”. Más allá de ser también de clase baja o trabajadora. Evita también
construyó su propia fortuna personal y entre otras exclusivas y costosas
joyas, poseía un prendedor realizado con diamantes y zafiros que formaban la
bandera Argentina, el cual aún hoy existe y se subastó hace poco tiempo, con
un valor de novecientos noventa mil dólares; y como no podía ser de otra
manera, la primera Dama y jefa espiritual de la Nación, vestía lujosos
tapados de zorro natural y hasta llegó a hacerse un vestido bordado en oro,
para asistir a la función de gala del teatro de la oligarquía, es decir el
Teatro Colón.
Y los humildes… siguieron siendo por siempre humildes.
A lo largo de ese siglo XX problemático y febril, encontramos también más de
una docena de golpes de estado conservadores, llevados a cabo siempre con el
equipo cívico, ruralista, empresarial, militar y Católico Apostólico Romano.
Todos estos hechos (y no por casualidad), siempre fueron en desmedro y
genocidios de las clases trabajadoras.
Festejar que la educación en las escuelas públicas y privadas en todo el
país estuvo plagada de mentiras.
Que entre otras falacias nuestras maestras, respetando el programa oficial,
de segundo y tercer grado nos enseñaron que “Américo Vespucio y Cristóbal
Colon fueron grandes héroes que vinieron a descubrir América”, en lugar de
decirnos la verdad. Que estas tierras ya estaban descubiertas y pobladas en
forma lícita, donde vivían millones de personas desde hacía miles de años.
Que Vespucio y Colón fueron dos genocidas, al igual que todos los
colonizadores, piratas y ladrones, procedentes de Inglaterra, Portugal,
España y Francia, que vinieron después (y aún hoy están en América Latina),
a asesinar a más de ochenta y cinco millones de “indios” (como
despectivamente los llamaban) a nuestros queridos Indígenas, que poseían sus
propias tierras, riquezas, comunidades, religiones y culturas milenarias.
Que a lo largo de cinco siglos estos depredadores foráneos hicieron
desaparecer de la faz de nuestra tierra, a civilizaciones enteras y que
saquearon y robaron, llevándose a sus países todos los metales preciosos
como el oro, la plata y a los pocos habitantes de los Pueblos Originarios
que dejaron con vida, los esclavizaron, los llenaron de enfermedades y
violaron a sus mujeres, etc.
No puedo festejar esta educación que me dieron en los primeros años de mi
vida en Argentina.
Mejor vamos a buscar alguna razón en las últimas cuatro décadas y en el
presente para festejar nuestro bicentenario.
30.000 desaparecidos gracias al terrorismo de estado en los años setenta del
siglo XX, perpetrados por la última dictadura de los genocidas Jorge Rafael
Videla y La Sociedad Rural Argentina, con la disimulada pero certera
participación y complicidad de La Iglesia Católica Apostólica Romana. Y… Ni
hablar de Malvinas.
Después de ello la hiperinflación que arrasó con los salarios de los
trabajadores y flacidez a la hora de detener el avance de la Sociedad Rural
en contra de su gobierno, del ahora mal llamado “padre de la democracia”,
Raúl Alfonsín. Que lo único que hizo más o menos bien en su gobierno, fue
juzgar y encarcelar a los genocidas de la última dictadura, más tarde
indultados por Carlos Menem. Alfonsín poco después empañó la valentía de ese
juicio, con las leyes anticonstitucionales de Obediencia Debida y Punto
Final; que dejo en libertad a miles de torturadores.
Sigo buscando razones para festejar y me encuentro con el fiel reflejo en
Argentina del neoliberalismo internacional, que llevaron a cabo Carlos Menem,
junto con otro Dominguito unitario, esta vez de apellido Cavallo, en la
segunda década infame, llenando las calles de desocupados y las puertas de
las embajadas extranjeras de ciudadanos que querían emigrar y escapar del
país. Y de la entrega de todos los recursos naturales de Argentina y medios
de comunicación a empresas imperialistas multinacionales y cipayos locales y
endeudando al país en aproximadamente ciento noventa mil millones de
dólares, sobornos de por medio, en complicidad con el Fondo Monetario
Internacional, arrastrando así, a la Argentina, a la mayor debacle
socioeconómica de su historia.
Podemos festejar que nadie les haya consultado a los pueblos originarios o
sus descendientes, que son la gran mayoría de los ciudadanos argentinos, si
estaban de acuerdo con que la figura del genocida Julio Argentino Roca esté
en el billete más importante de nuestra moneda gracias al menemismo.
De inmediato y siguiendo al brutal Carlos Menem y su gleba de traidores a la
Patria, cayó un “Chupete” Radical, que sin capacidad, quiso imitar las
políticas menemistas, con el aporte de Cavallo, (el mismo del menemismo) e
hicieron volar por el aire todo lo que tuvieron a su alcance. Y en esa
explosión veintiocho ciudadanos fueron fusilados en plena “democracia”.
A ver en esta última década qué tenemos para festejar: un gobierno de la
misma bandera y política que la del menemismo, pero con el agregado de otros
matices que intentaron e intentan engañar al pueblo diciendo que son
nacionalistas y populares.
Resaltar la política de Derechos Humanos del Kirchnerismo es mi obligación,
aunque se lleva a cabo con demasiadas trabas y en forma muy lenta. Parece
que les estuvieran dando tiempo a los genocidas para que se mueran.
Y qué más…? Que los niños argentinos continúan muriendo todos los días por
el crimen del hambre y otras razones evitables que permite este gobierno.
Que los recursos naturales continúan en las mismas manos en que las dejó el
menemismo y Dromi. Que aún hay altísimos índices de pobreza, indigencia y
desocupación; que nunca llega la mejora en la distribución de riquezas tan
prometida por Cristina Fernández. Que el estado subvenciona a las grandes
empresas para que sus inversores foráneos se sigan llenando con el dinero de
nuestro pueblo, sus ya obesos bolsillos. Y nuestros queridos abuelos, es
decir, los trabajadores pasivos argentinos, indefensos continúen cobrando
sueldos de hambre.
En verdad no encuentro razones para festejar este bicentenario.
Más conveniente, a la hora del recuento histórico, sería intentar resolver
los miles de problemas que nos acosan, porque ya tenemos la irrenunciable
obligación de solucionar desde las bases del pueblo mismo, que debemos tomar
genuina conciencia ciudadana, crear asambleas populares y participar en
forma multitudinaria en ellas, en todo el territorio nacional, para decidir
qué modelo de país queremos y cuál va a ser nuestro futuro y el de nuestros
hijos.
Terminar con la despiadada injusticia que, al mismo tiempo le permite a un
ciudadano argentino poseer millones de hectáreas y otro no tenga lo
suficiente para darle de comer a sus hijos.
Y abolir definitivamente el artículo de nuestra Constitución Nacional que
dice: “el pueblo gobierna sólo a través de sus representantes”.
Si no nos hacemos cargo de una vez y para siempre de nuestros problemas y
nuestras falencias entre todos los argentinos, no podemos seguir esperando
que los políticos lo hagan por nosotros, porque ya tuvieron doscientos años
y miremos los nefastos resultados.
Para eso hay que apelar a la conciencia, a la honestidad y al patriotismo de
todos y cada uno de los argentinos, cosa que inevitablemente en este proceso
histórico, en algún momento se va a tener que llevar a cabo.
Hay un ejercicio que propongo para que realicemos todos juntos en este
bicentenario y no es exactamente un festejo.
Se trata de recordar con mucho respeto a todos aquellos ciudadanos que desde
los distintos gobiernos votados por el pueblo o en las diferentes
dictaduras, fueron torturados, secuestrados y/o asesinados en forma vil por
los dueños del poder de turno. Mis respetos a todos ellos.
Saludar con admiración a todos aquellos trabajadores, trabajadoras, obreros,
obreras que eternamente son explotados por sus patrones y a todos aquellos
desocupados y desocupadas que no pueden llevar el sustento a sus hogares; a
los campesinos, peones de estancias, que obligados se levantan al alba para
engordar el ganado del estanciero terrateniente.
Y finalmente una dedicación especial a nuestros amados Pueblos Originarios.
"Ay Patria mía" -dijo Manuel Belgrano hace casi doscientos años-… yo me hago
eco de sus palabras hoy.
Román Valente
http://www.columnaopuesta.info