Una simple comparación de lo que pasa en
Venezuela, con sucesos sociales, telúricos, económicos y políticos de
ascinco países en el mismo período (Haití, Perú, México Chile o Argentina)
convierte en sospechosa la desproporcionada cobertura dada por las agencias
de noticias y televisivas. No solo es desproporcionada, es maliciosamente
antichavista.
Es el costo que debe pagar un pueblo trabajador y un líder anti imperialista
que decidieron meterse en los torbellinos de un proceso revolucionario.
Desafiar el poder de la dominación capitalista no sale gratis. Chávez y la
"revolución bolivariana" serán noticia por lo que hacen y por lo que no
hagan. El asunto es qué se informa.
En medio de la campaña mediática contra "la dictadura" venezolana, a ningún
medio local o del exterior se le ocurrió informar que el 21 de enero el
Gobierno puso en marcha el más novedoso sistema de Metrocable del
continente, para beneficiar a los barrios pobres de los cerros caraqueños,
elevando el nivel de vida en uno de los aspectos más problemático de la vida
social venezolana: el transporte. Tampoco que la devaluación, impopular en
si misma al licuar parcialmente el ingreso familiar, fue acompañada por un
aumento del 25% en 2010, seguida de una campaña nacional contra la
especulación que condujo a la estatización de la segunda cadena de
supermercado del país. O un hecho notable: a los 5 días de la medida
devaluacionista, el costo nacional del dólar se redujo a casi la mitad de la
semana anterior: De 8-9 bolívares a 5,8 bolívares por dólar.
En el terreno de la economía la novedad fue la devaluación de la moneda (el
Bolívar) en tres bandas. La primera, pasó de 2,15 por dólar a 2,60, aplicado
a los productos de primera necesidad; el segundo nivel pasó a 4,30 para una
parte de las materias primas no indispensables y para todos los instrumentos
de consumo no indispensables (turismo externo, por ejemplo) y una tercera
banda que se mantuvo flotando como el "dólar permuta", es decir, el "libre".
El segundo dato distintivo de la coyuntura fue el desplazamiento del Vice
Presidente, que a su vez cumplía la función de Ministro de Defensa. Este
hecho se encadenó con la salida de la Ministra del Ambiente, que al ser la
esposa del mismo Vice, elevó el tono político, porque además involucró al
Presidente del Banco de Venezuela, una entidad estatal de primera línea
crediticia. Este titular bancario era una pieza del campo de influencia que
había construido el ex Vice Presidente.
El tercer acontecimiento fue la violenta y orquestada reacción de la
oposición política de derecha, contra la medida estatal de suspender
temporalmente las transmisiones de cinco (5) canales internacionales, que
operaban en el sistema televisivo venezolano a través de empresas de cable.
Este hecho no se hubiese convertido en noticia si entre los cinco canales
internacionales no hubiera estado uno que se hizo notorio a mediados del año
2007: Radio Caracas Televisión (RCTV), un medio de comunicación convertido
en tribuna partidaria conspirativa desde 2002. No es el único medio,
simplemente es el más parecido a un partido político: funciona como el
Estado Mayor de una de las fracciones más agresivas de la derecha
venezolana.
Al día 29 de enero, cuatro canales estaban de nuevo en las pantallas, menos
RCTV, que se niega a cumplir las normas jurídicas. Y la razón es simple: es
la manera de victimizarse internacionalmente y convertirse en bandera
política en las calles.
Los cinco canales fueron suspendidos por incumplir las normas de dos
instrumentos jurídicos que regulan las transmisiones audiovisuales en el
país: la Ley de Responsabilidad Social de la Comunicación y el Reglamento de
la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL), una norma aprobada en
diciembre pasado.
No es una casualidad o estado de locura
temporal, que la consigna central de las acciones estudiantiles y de la
campaña mediática internacional, sea la vuelta de RCTV. Este canal
"internacional" apenas ocupa el 7% de la audiencia nacional. Desde el 26 de
enero se convirtió en el disparador de la violencia desatada, con tres
muertos, dos de las filas del chavismo, uno de los contrarios. La reacción
ha incluido varios cacerolazos en la Capital y tres Estados provinciales,
dos intentos de ocupar CONATEL y los estudios del Canal 8, el más importante
del sistema público y el de mayor rating en el espectro nacional
radioeléctrico.
El cuadro se completó con el cruzamiento entre deporte y política, algo
usual en países como Argentina y Brasil, pero casi desconocido en Venezuela.
La oposición de derecha usó los juegos del Campeonato Nacional de Béisbol
para hacer propaganda contra el Presidente con la consigna "Chávez tas
ponchao", que trasladado del argot beisbolero sería algo así como "Chávez
estás quebrado, jodido o expulsado". Este hecho no habría pasado de ser una
anécdota menor en otro momento. La repercusión política la adquirió al
cruzarse con la polarización emotiva que vive la población desde finales de
diciembre, al ver a sus dos equipos preferidos (Leones el Caracas y
Magallanes de Carabobo) compiten por el título más soñado en el deporte
nacional.
Pero un dato alteró la sistema nervioso de los encopetados señoritos y
señoras en las clases medias caraqueñas: El Presidente Chávez es fanático
del equipo que va ganando, y en su conocido estilo, ha celebrado los
triunfos del Magallanes con entusiasmo y orgullo públicos.
Esas apariciones de la derecha en los Studium pidiendo la salida del
Presidente es otro de los dispositivos en las acciones de este año hasta las
elecciones legislativas de septiembre. Veremos otros similares en escenarios
distintos. Ese es el plan. Se conoce en Venezuela como "calentar la calle".
El 29 de enero lo dijo con franqueza Angelitz Yañez, una dirigente de la
Universidad Católica Andrés Bello, controlada por la oposición: "Haremos
acciones sorpresa, no diremos acá dónde, pero el Gobierno nos verá en todos
lados, cuando menos lo espera" (Asamblea de estudiantes, Caracas, viernes
11am, reportaje Globovisión)
El último combustible de la situación es el racionamiento de energía
eléctrica. Desde diciembre comenzaron "cortes de luz" de una a tres horas
por día, en un país furiosamente acostumbrado a consumir luz eléctrica con
la misma irracionalidad que compra gasolina a dos centavos de dólar el
litro. Esto vale para la clase media, pero también para las familias obrera
y barrial. Cualquier lector de prensa sabe que el racionamiento eléctrico es
un hecho corriente en muchos países del mundo. El gobierno bolivariano no lo
tiene permitido por la "opinión pública", según los titulares de las
agencias. Ni siquiera se menciona que es un racionamiento comedido (2 horas
diarias el promedio nacional) si se lo compara con otros países (Perú,
Paraguay, zonas de Brasil, provincias del sur de España y norte de Portugal,
Tokio, sur de México y norte de Guatemala, además de media África). Menos
espacio información merece que el Gobierno ha iniciado en noviembre de 2009
un plan de inversiones no previstas y la adquisición de equipos térmicos de
avanzada tecnología para asegurar la energía en Estados clave como Falcón,
Zulia, Valencia, Caracas y Lara.
Estos hechos, entre otros difusos o
menores, y sus efectos político-sociales y mediáticos, se explican por una
combinación compleja y dinámica de causas en pleno desarrollo.
Venezuela ha ingresado en una zona de turbulencias con expresiones en la
vida económica, social, climática, política y mediática. No está descartado
que también afecte el sector militar, al que llegan centenares de mensajes
de texto y envíos por twiter desde el 26 de enero.
Este proceso comenzó meses antes, pero es en este mes de enero cuando sus
elementos más explosivos se mezclaron a favor de una ofensiva de la
oposición de derecha.
Honduras y Chile no están ausentes del escenario y sobre todo del imaginario
de la derecha venezolana. Ambos casos son invocados por los discursos y
banderas en sus acciones. Honduras como el "modelo" a seguir para destituir
exitosamente a un Presidente y echar a un régimen insumiso a EE.UU. Chile,
como el avance de la derecha capitalista en el continente. Esos dos ejemplos
están acompañados por el éxito de la derecha en Panamá y Colombia, además de
Argentina.
Para el Gobierno el acto de calle del 23 de Enero, celebratorio de la
Revolución de 1958, fue el comienzo de lo que Chávez definió como "Campaña
Admirable" (una referencia histórica a la batalla dirigida por Simón Bolívar
desde la actual Colombia en 1813, que condujo a la reconquista de lo que hoy
es Venezuela, algo similar al cruce de Los Andes por San Martín en el sur).
Pues, para la derecha también fue el inicio de su propia campaña, aunque
poco admirable por sus métodos y referencias.
En esta perspectiva, hay dos fechas clave para medir las perspectivas y su
evolución en los terrenos social y electoral: septiembre de 2010 (elecciones
de Diputados a la Asamblea Nacional) y diciembre de 2012 (elección de
Presidente). El chavismo, visto desde las condiciones de hoy, no está en las
mejores condiciones, sobre todo para la primera fecha.
En una parábola que la aproxima a Argentina, 2010 será un referéndum
aproximado para la prueba de 2012, pero en el contexto climático de una
sociedad polarizada entre revolución y contrarrevolución. Esa es la
diferencia con el remilgado caso argentino, donde la presencia sobrenatural
de Zulma Lobato, Mirta Legrand y Ricardo Fort dominan la imagen y los
titulares.
Los tres muertos de enero en Mérida y Zulia, los intentos de ocupación de
edificios públicos, las movilizaciones de estudiantes de primaria,
secundarias y universitaria, la invisibilización de la obra pública, la
devaluación y otros elementos sensibles, son sus armas de ataque, en un país
que solo puede comprenderse en códigos de "guerra civil" en el terreno de la
política.
De allí que hechos menores como RCTV, o una pancarta contra Chávez en un
estadio de Béisbol, adquieren consistencias y expresiones noticiosas
desmesuradas, incomprensibles en un país "normalizado" como Argentina, Costa
Rica, o Jamaica.
Las causas de las causas y
sus consecuencias inevitables
Venezuela ingresó a la cadena de crisis
de las economías latinoamericanas en el tercer trimestre del 2008 cuando su
PBI descendió del 7,2% al 3,8; desde entonces solo decrece. Al final del año
2009 se registró una contracción acumulada anual de -2,9%. (BCV/CADIVI,
caracas, enero 2010)
La recesión capitalista internacional y la fragilidad de la economía
rentista petrolera producen un fenómeno de apariencia paradojal: a pesar de
la mayor inversión pública per capita del hemisferio (2004 a 2007, CEPAL,
2008) distribuida en la sociedad pobre y en la infraestructura territorial
urbana y campesina, el gobierno no ha podido romper la línea de fragilidad
de una economía tradicionalmente extractiva, mono productora, rentista y
parasitaria.
Era (y sigue siendo) necesario por lo menos un lustro para ver los
resultados de una masa de inversión evaluada en 54.000 millones de dólares,
aplicada en un poco más de cuatro años sobre varios rubros económicos y
sociales, uno de ellos la profesionalización acelerada de sus jóvenes.
El tiempo político de la masiva inversión del gobierno de Chávez no
coincidió con el tiempo de la crisis capitalista mundial. Menos coincidirá
con la urgencia imperialista de distorsionar y demoler la construcción
revolucionaria que realiza el gobierno bolivariano.
El resultado es un agujero fiscal de más del 8% del PBI durante 2009,
originado en tres causas: A) La caída de los precios del petróleo a casi la
mitad en menos de un año, B) El descenso estrepitoso de la
producción-exportación no petrolera (apenas el 13% del PBI), C) Una
desproporcionada (digamos, no planificada) masa de inversión en
importaciones, que incluyen las indispensables para salud, alimentación
(40%), y las necesarias para cumplir el Plan de Desarrollo Simón Bolívar
2007-2013, que intenta convertir a Venezuela en una potencia mediana. Pero
también registra las importaciones financiadas por el Estado (CADIVI, PDVSA
y Banco Central) que son cuestionadas por fraudulentas; algunas quedaron en
las manos de la boliburguesía, pero la mayoría de esos dólares fue captada
por empresarios: "Entre agosto de 2008 y diciembre de 2009, se liquidaron
56.101 solicitudes de dólares para importaciones por 1.662,78 dólares". De
esta suma, la mayor parte fue derivada a "importaciones improductivas",
hasta que el gobierno decidió intervenir en CADIVI y someter a investigación
a 351 empresas "por irregularidades en los procesos de importación de
bienes". (H. Chávez/CADIVI, Informe a la Asamblea Nacional, enero 2010)
Esta masa de capital para importación
sobrepasó el nivel histórico conocido en el país. Según estudios de CADIVI,
el promedio de inversión por habitante en 2008 fue superior a 2.000 dólares,
el más alto del continente, superior a las del Brasil, Argentina y México.
En contraste con la caída de la producción manufacturera industrial (-7,2%,
entre 2007 y 2009), las importaciones sumadas desde 2003 a 2009, crecieron
479%, suficientes para hacer saltar cualquier modelo de acumulación, si es
que no tiene cómo sostenerse y traducirse en producción-exportación-capital,
en el corto o medianísimo plazo.
Ese plazo es que le niegan a la "revolución bolivariana" tres actores de la
economía y la política mundial: la crisis capitalista internacional, el
gobierno de Estados Unidos y la burguesía venezolana y latinoamericana. Su
manifestación más reciente la estamos viendo en las calles de Venezuela y en
las pantallas del mundo desde el 26 de enero.
Pero estos factores externos no actuaron solos. Han estado bien acompañados
por otros menos visibles, aunque bastante conocidos en Venezuela: a) La
ineficiencia administrativa de una parte de los ministerios, gobernaciones y
alcaldías. Basta escuchar las quejas locales de la gente chavista para
entenderlo. La más escandalosa expresión es la crisis eléctrica. No por sus
expresiones en la media capitalista, sino por sus orígenes. Desde mediados
los años 80 se conocen estudios realizados por grupos ecologistas de la
izquierda venezolana, advirtiendo sobre la sedimentación arenosa de la Presa
del Guri por obra de la tala criminal y la minería ilegal en la Amazonía
venezolana lindante con el Brasil. De la presa del Guri emergía el 78% de la
energía eléctrica del país. En 2008, un grupo de ingenieros chavistas del
Colegio de Ingenieros de Caracas avisó a la entidad nacional Corpoelec, de
la necesidad de invertir alrededor de 5 mil millones de dólares en el sector
hidroeléctrico para hacerlo sustentable ante el peligro de sequía y
agotamiento de las presas. Sin duda: El desastre natural causado por el
cambio climático que dio origen al "fenómeno del Niño", con un desecamiento
de las fuentes de más de 9 meses continuos, hizo inevitable (pero no
imprevisible) la crisis de la electricidad que padece la población
venezolana desde mediados de 2008. El Guri bajó en un año una cota de 9
metros de agua dulce y eso no es culpa del gobierno, pero no es útil a
nadie, menos al proceso revolucionario, negar las causas anteriores que le
facilitaron al fulano "Niño" malo sus desmanes fluviales. A este hecho
"natural" debe sumarse la ineficacia burocrática. Un ejemplo, es la
estatización de las empresas eléctricas, hace unos tres años. Este avance en
la economía, no significó lo más elemental de un gerente nuevo: realizar un
informe del "estado de situación", un diagnóstico del sector, para prever y
realizar inversiones de renovación, actualización tecnológica, ampliación de
plantas. Sobre todo porque el 70% de la generación en Venezuela es
hidroeléctrica, y en los últimos 5 años sufrió un incremento del 25%. La
burguesía venezolana manejó ese sector hasta 2007 y se había "olvidado" de
instalar nuevas plantas hace 25-30 años, pero lo peor: de los 9.000
trabajadores, 3.000 eran mercerizados, reduciendo por efecto humano
derivado, la moral de trabajo. Construir una planta eléctrica promedio tarda
4 años. El gobierno planea construir una planta de 2.500 megavatios en dos
años, superando las previsiones. El problema radica en que se dejaron
acumular los factores de una crisis que era previsible. La calamidad
entonces se hizo inexorable. Y el enemigo la está convirtiendo en arma de
guerra, como convierte en mercancía alienante todo lo que toca. b) Un
aspecto derivado de lo anterior es el derroche de recursos, especialmente de
energía y materias primas. El siglo XX mostró que este es un rasgo propio de
regímenes estatales altamente burocráticos, tanto capitalista como no
capitalista. Como se sabe por la teoría económica más antigua, es una de las
bases de la improductividad del trabajo humano y su valor relativo en el
mercado mundial. Este derroche tiene una base de sedimentación social en la
reciente historia venezolana. El consumismo impuesto por la cultura
capitalista hace más de 80 años hace evaporar 700.000 barriles anuales de
petróleo en el parque automotor que inunda las ciudades venezolanas.
Caracas, por ejemplo, soporta 2 millones 200 mil autos en una población de 3
millones dentro de un pequeño valle de 120 Km² poblado de edificios y
autopistas. (Últimas Noticias, Caracas, 21 de enero 2010) c) Otro aspecto
que media orgánicamente entre la ineficiencia y el derroche es la
corrupción. En la Venezuela bolivariana se instaló la corrupción como un
sistema funcional al ritmo del crecimiento del ingreso petrolero entre 2002
y 2008. la vieja corrupción fue sucedida por otra del mismo signo, aunque
más frágil. Un buen ejemplo de ese sistema es este: el 17% del Presupuesto
Nacional de 2006-2008 fue controlado hasta hace poco por un grupo de bancos
pequeños, expropiados tardíamente en diciembre de 2009. Estos banquitos
privados estuvieron manejados por figuras intermedias del chavismo, miembros
de la llamada "boliburguesía", relacionados gerencialmente con viejos y
nuevos grupos de la burguesía local e internacional.
No han sido suficientes las denuncias
constantes del propio Presidente Chávez contra los corruptos a quienes llama
"traidores"; o el encausamiento judicial de centenas de ellos, algo jamás
visto en el país, o las renuncias de varios ministros involucrados directa o
indirectamente (otra novedad en la historia de la corrupción venezolana).
Este flagelo vive asediado por el rechazo masivo y politizado de millones de
militantes y votantes bolivarianos que lo denuncian en los organismos o en
sus medios comunitarios. Una primera conclusión es que el gobierno ya no
podrá sostener con la misma seguridad todas las Misiones Sociales y los
planes de mejoramiento del nivel de vida de la población. Esta masa de
inversión venía colocando al país entre los más cercanos a cumplir las Metas
del Milenio, según el Informe de la UNESCO, de enero de 2010.
Allí nacen dilemas sociales y económicos con expresiones en las alturas
institucionales. Esta reducción de la masa de dinero disponible está
alimentando un entredevoramiento dentro del aparato estatal, protagonizado
por cuatro o cinco grupos de poder, además de la depredación que hacen los
empresarios antichavistas. La caída del grupito de bancos expropiados en
diciembre, todos ligados a la inversión estatal, así como el desplazamiento
del Vicepresidente, entre otros hechos menos conocidos fuera del país, y los
que están por verse en los meses venideros, contienen todas las tensiones
nuevas vividas en las alturas del poder y en la sociedad misma. Al tener una
oposición tan frágil, el chavismo absorbe los problemas gruesos del exterior
y de la Nación. Se expresan en forma de pujas, competencias y
desplazamientos en el aparato de Estado y en desplazamientos de las placas
tectónicas de la "revolución bolivariana". La moral de lucha de los
bolivarianos ha comenzado a moverse hacia atrás. En el medio de este
cruzamiento de líneas de tensión está el Presidente, única personalidad
nacional reconocida por adhesión o por rechazo. Su imagen y audiencia siguen
siendo altas en la mayoría de la población, pero con una novedad: capas de
la vanguardia (que en la Venezuela de hoy se cuenta por cientos de miles), y
franjas sensibles de la población que vota por Chávez desde 1998, han
comenzado a desmoralizarse, enojarse, fastidiarse, disgustarse, afligirse,
aburrirse, etc., etc. Cualquier sinónimo sirve para develar el comienzo de
una declinación en la base social que sostiene a Chávez en la Presidencia y
al proceso revolucionario como protagonista en la vida nacional. Esto es lo
más importante y malo de lo nuevo.
El propio presidente Chávez reflejó sensiblemente este estado de cosas en su
discurso del 23 de Enero. Utilizó dos horas de su discurso para hacer la
historia de las traiciones desde 1810 hasta hoy, y la hora restante para
exigir "absoluta lealtad" en la campaña política iniciada ese día con el
objetivo de mantener la mayoría en la Asamblea Nacional.
"No nos podemos dar el lujo de perder la mayoría en la Asamblea".
"!Imagínense a los escuálidos manejando la Asamblea, se paralizaría todo, me
impediría gobernar!". "No hay tiempo que perder, adelante, adelante,
adelante". Mientras escuchábamos el discurso no se podía observar el mismo
Chávez ofensivo de otras batallas, sino uno preocupado por la
sustentabilidad de su proyecto y su gobierno. Incluso el llamado a
fortalecer el poder popular, y los reclamos públicos a sus colaboradores en
el gabinete, señalan la misma latencia.
Un análisis que inscriba la semiótica de este discurso del 23 de enero en la
realidad interna del chavismo y la vida social venezolana de hoy, daría como
resultado una altísima preocupación casi desesperada del líder del proceso
venezolano.
Allí nacen los más importantes dilemas del chavismo, Chávez y la revolución
bolivariana a 10 años de su nacimiento.
Chávez tiene razón en los alertas lanzados en la plaza repleta el 23 de
enero en Caracas, el asunto es cómo resolverlo, y para eso hay un solo
camino: fortalecer el poder popular que existe disperso en Venezuela;
hacerlo hasta el punto que sea capaz de asumir funciones gubernamentales,
sustitutivas del frágil poder institucional actual.